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Pablo Mosquera
Sábado, 15 de Agosto de 2020 Tiempo de lectura:

Extremos miserables

España necesita gentes de Estado. El nivel de los dirigentes ha caído hasta el fondo. Los ciudadanos podrían dividirse en tres grupos. Los que viven de la mamandurria porque forman parte de la nómina general sin que nadie les haya examinado, y son las consecuencias del llamado "Estado clientelar". Los que trabajan entre horarios brutales, con el miedo a que los malandrines que mandan y administran sigan haciendo de las suyas y consecuentemente pierdan su trabajo y salario. Los que ni sienten, ni padecen, viven al día, se tragan los programas telebasura y se han llegado a creer que el sistema es infinito y ata los perros con longanizas.

 

Hubo un momento que pudo llegar el cambio de tendencia. La política había evolucionado negativamente. De aquellos ciudadanos que hicieron la transición de una dictadura a la democracia con un acuerdo constitucional -espíritu de 1978- poco a poco se hicieron con el poder una generación que había descubierto algo perverso. Se podía vivir de la política. Se podía alcanzar el poder y ser de la clase o casta que pululaba desde los partidos políticos a las instituciones públicas. Era la perversión del sistema democrático que había querido enterrar el franquismo y sembrar la concordia entre los españoles. La generación de las posguerras -civil y mundial- tomaban el relevo tras luchar en las calles y paraninfos universitarios por la libertad.

 

La generación de la paz. Que descubrió las intenciones imperialistas de los yanquis. Que accedió a la Universidad, no sólo para adquirir un título facultativo, también para impregnarse con una formación cultural sobre la que asentar el pensamiento crítico, la utopía y la social democracia con aquel admirado modelo sueco.

 

Conocimos gentes cuyo patriotismo estuvo en comprometerse. Trabajar para recuperar tiempo y espacios que nos habían alejado de Europa. Nos habían hecho una España cañí, preocupada por la fiesta nacional y el futbol. A la caza del turismo de sol y playas mediterráneas. De la especulación del suelo. Del desarrollo urbano que se concentraba en las barriadas periféricas de ciudades con cinturón industrial. Pero al mismo tiempo, sacudiéndose la caspa del nacional-catolicismo y su gestión del miedo.

 

Pero todos los sistemas entran en crisis. La democracia fue ocupada por la partitocracia. La sociedad civil por los políticos que para perpetuarse en los cargos con sus privilegios necesitaban invadirlo todo y alcanzar la seguridad del voto cautivo clientelar. Y además, descubrieron la impunidad de la indecencia. La corrupción como herramienta para comprar voluntades y establecer una red de favores que se convirtieron en cultura y costumbre.

 

Por eso, en todo el Occidente político, surgen voces que exigen la regeneración del sistema democrático. Cada día es mayor la distancia entre las necesidades del pueblo y las actuaciones de los partidos que, recordemos, deben ser meros intermediarios y absolutamente respetuosos con la voluntad popular. No sólo lo ignoran. Manipulan la voluntad. Establecen y sustituyen las demandas populares por demandas ficticias que sirven para esquivar la realidad.

 

En medio de tal algarabía surgió un movimiento ciudadano que utilizaba como biblia aquel hoy olvidado texto "Indignaos". Volvimos a ver movimientos asamblearios en la Puerta del Sol. Y de ahí, no nace, pero se aprovecha Podemos. Y digo no nace, ya que los orígenes hay que buscarlos en fondos millonarios que Irán y Venezuela colocaron a disposición de un grupo universitario de la Complutense para llegar desde medios audiovisuales hasta la sociedad que necesita un cambio ya que los llamados a ser paladines del sistema, no les representan.

 

Los viejos partidos del último tercio del siglo XX se ven acosados por los nuevos partidos, encabezados por nuevas generaciones de gentes cultas, supuestamente independientes, inquietas y dispuestas a producir reformas para que el ciudadano recupere la confianza en el propio sistema democrático.

 

Hoy, el panorama es sombrío. Han devuelto aquel miserable espíritu de la confrontación que algún poeta señaló como "las dos Españas". Pero lo peor es la estafa. Digo estafa y digo bien. Quienes iban a promover una alternativa democrática, honesta, culta y "patriótica" al viejo y rancio ambiente político han resultado alumnos aventajados del sistema corrupto o indecente integral.

 

"Esta España secular y gozosamente inculta, en la que hace casi un par de siglos aquel palurdo del artículo de Larra decía que le dejaran de gramáticas, que le bastaba con la gramática parda". No me canso de leer a Pérez-Reverte o de repasar a Larra. Con toda la amargura que ello conlleva. Con todo el desasosiego que me produce el paisaje. Con todo el temor que me angustia al ver formaciones políticas con poder, como Podemos y Vox. Son las dos caras de la moneda. Unos en el poder central y algunos Ayuntamientos como Barcelona. Otros emulando al franquismo de los "forrenta años que irónicamente dibujaba Forjes". "Escribir en Madrid es llorar; es buscar una voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta". Me apunto al diagnóstico de Larra.

 

El problema no es tanto de ausencias. No hay ciudadanos de Estado. No hay reacción de intelectuales. No hay valor para decir la verdad. El problema está en la capacidad provocadora de los extremos en medio del lodazal, y ante la absoluta incapacidad del resto para ponerles coto y evitar un enfrentamiento civil, amén del desprestigio en Europa, por mucho que los de la mamandurria aplaudan -lo hacían pensando en la pervivencia de sus canonjías-.

 

¡Ah! y para los un tercio imbéciles, otro tercio resentidos, tercio final débiles víctimas de círculos que algunos quieren cuadricular, les aconsejo sin esperanza de su atención, que repasen lo que está saliendo con olor pútrido de las cloacas sitas en Podemos, evitando caer en aquellas explicaciones de la oprobiosa, cuando todo lo que nos pasaba era causa de una conspiración judeomasónica.

 

Y por finalizar. Le recomiendo al "petulante periquito" -José de Larra- que se haga dos preguntas. ¿Qué hizo al pueblo gallego desterrar a Podemos para negarle mediante votos, representación parlamentaria?. No vale tachar a los gallegos de estúpidos o derechosos. ¿Cómo es posible que además de colocar bajo nómina al harén, resulte que también funcionaba caja B, sobresueldos y raras fórmulas de financiación?. El que piensa así, como me expreso yo, no es de derechas, es gente a quien duele este país y que no padece la peor de las pandemias: la idiocia cognitiva.   

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