Apología incompleta de Armenia
Es habitual señalar a Erdogan como un accidente pasajero de crueldad y salvajismo en Turquía, que vendría a confirmar una supuesta larga historia de tolerancia, pluralismo, islamismo pacífico y alianza con Occidente, lo que justificaría su sorprendente estatus en la OTAN y en la Unión Europea.
Sin embargo, la imagen del Turco en el imaginario europeo está inevitablemente condicionada por los más de doscientos años de guerra -la más larga de toda nuestra historia- en el que las tremendas salvajadas contra los prisioneros por parte de las fuerzas turca-otomanas labraron una leyenda negra, seguramente injusta, pero lo que es incuestionable es que de no ser por lo que ocurrió allí, toda Europa occidental hubiera caído en manos del yihadismo de la época... Doscientos años de guerra nada menos... Dos siglos de combates en el que el Imperio Turco-Otomano pretendió la islamización de toda Europa a través de nuevo del salvajismo.
Hace muy poco tiempo, en pleno siglo XX, miles de víctimas civiles- hombres, mujeres y niños- fueron crucificados desnudos a través de cientos de kilometros, asesinando salvajemente nada menos que un millón y medio de civiles armenios. La liturgia de la crucifixión, tan primitiva ya en 1915 dio la vuelta al mundo por su sadismo ancestral, algunos dicen que cultural... en una época en la que ya existían armas de destrucción masiva, la desnudez y la crucifixión corporal sólo podría explicarse por una suerte de bestialismo interiorizado.
Gustavo Adolfo Bécquer contribuyó a elaborar el arquetipo del "turco"o "sarraceno": amigo de todos, fuertemente apegado a los jefes, con los ojos y oídos bien abiertos en todos los frentes, filtrando información delicada al mejor postor y cultivando una imagen de colaborador ejemplar siempre dispuesto tanto a un roto como a un descosido, seduciendo a varias mujeres a la vez mientras labra una imagen de alguien en el que nadie se le ocurriría desconfiar hasta que empieza a sustituir o eliminar a aquellos para los que trabaja.
Erdogan es hoy el representante más fiel de ese arquetipo: ha ido pacientemente asesinando a todos aquellos que confiaban en él... a sus antiguos camaradas que le auparon al poder les acusó de golpistas y fueron fulminados a sangre y fuego. De ser un aliado de EEUU clave por su cercanía tanto a Siria como a Oriente Medio a flirtear con Rusia e incluso con Al-Asad. El Turco sólo se casa consigo mismo cuando se casa con alguien y eso es algo que no olvida jamás. Y por cierto el genocidio se está repitiendo con los kurdos...
La imagen de Erdogan diciéndole a la niña que lloraba que sería un honor que fuera "martirizada" por su país refleja a la perfección que en Turquía no tenemos aliado alguno de la moderación ni de la racionalidad: es una bomba islámica en el corazón de Europa apoyada, cómo no, por el capitalismo multinacional. El mismo Erdogan pasó cuatro meses de cárcel por escribir unos versos llamando a la Yihad, pocos meses antes de fundar su partido "laicista" y ganar las elecciones. Este mismo turco amenaza hoy con guerra en Europa en varios frentes: Grecia, Armenia y Rusia... y le tenemos en la OTAN.
Bécquer se equivocaba, no hay un arquetipo del Turco o del sarraceno depositario de todos los males humanos, como no lo es el alemán o el ruso, ni tampoco el español, pero sí hay culturas y formas de vida interiorizadas y pensadas en la propia supervivencia cueste lo que cueste, aunque cueste la vida y la energía del otro. Cuidado con las pasiones turcas.
En el polo opuesto del salvajismo turco, tenemos a Armenia. Pueblo milenario, netamente europeo sin dudas, continuamente fiel a sus principios y a su cultura, pacífico, pero rodeado de varios Goliats. Es a Armenia a la que hay que darle el estatuto de Miembro de la UE y de la OTAN. Es a Armenia a la que hay que apoyar culturalmente, a través de la declaración de condena del genocidio contra su pueblo, económicamente a través de las relaciones comerciales y militarmente, pues es a Armenia, y no a Turquía, a quien podemos confiar la tarea de ser vígía contra los totalitarismos e integrismos de toda clase. No a quien continuamente tiene en sus lugares oficiales el retrato de alguien a quien Hitler consideraba su maestro: Mustafa Kemal (Atatürk).
Turquía es una bomba lapa en el corazón de Europa.
Es habitual señalar a Erdogan como un accidente pasajero de crueldad y salvajismo en Turquía, que vendría a confirmar una supuesta larga historia de tolerancia, pluralismo, islamismo pacífico y alianza con Occidente, lo que justificaría su sorprendente estatus en la OTAN y en la Unión Europea.
Sin embargo, la imagen del Turco en el imaginario europeo está inevitablemente condicionada por los más de doscientos años de guerra -la más larga de toda nuestra historia- en el que las tremendas salvajadas contra los prisioneros por parte de las fuerzas turca-otomanas labraron una leyenda negra, seguramente injusta, pero lo que es incuestionable es que de no ser por lo que ocurrió allí, toda Europa occidental hubiera caído en manos del yihadismo de la época... Doscientos años de guerra nada menos... Dos siglos de combates en el que el Imperio Turco-Otomano pretendió la islamización de toda Europa a través de nuevo del salvajismo.
Hace muy poco tiempo, en pleno siglo XX, miles de víctimas civiles- hombres, mujeres y niños- fueron crucificados desnudos a través de cientos de kilometros, asesinando salvajemente nada menos que un millón y medio de civiles armenios. La liturgia de la crucifixión, tan primitiva ya en 1915 dio la vuelta al mundo por su sadismo ancestral, algunos dicen que cultural... en una época en la que ya existían armas de destrucción masiva, la desnudez y la crucifixión corporal sólo podría explicarse por una suerte de bestialismo interiorizado.
Gustavo Adolfo Bécquer contribuyó a elaborar el arquetipo del "turco"o "sarraceno": amigo de todos, fuertemente apegado a los jefes, con los ojos y oídos bien abiertos en todos los frentes, filtrando información delicada al mejor postor y cultivando una imagen de colaborador ejemplar siempre dispuesto tanto a un roto como a un descosido, seduciendo a varias mujeres a la vez mientras labra una imagen de alguien en el que nadie se le ocurriría desconfiar hasta que empieza a sustituir o eliminar a aquellos para los que trabaja.
Erdogan es hoy el representante más fiel de ese arquetipo: ha ido pacientemente asesinando a todos aquellos que confiaban en él... a sus antiguos camaradas que le auparon al poder les acusó de golpistas y fueron fulminados a sangre y fuego. De ser un aliado de EEUU clave por su cercanía tanto a Siria como a Oriente Medio a flirtear con Rusia e incluso con Al-Asad. El Turco sólo se casa consigo mismo cuando se casa con alguien y eso es algo que no olvida jamás. Y por cierto el genocidio se está repitiendo con los kurdos...
La imagen de Erdogan diciéndole a la niña que lloraba que sería un honor que fuera "martirizada" por su país refleja a la perfección que en Turquía no tenemos aliado alguno de la moderación ni de la racionalidad: es una bomba islámica en el corazón de Europa apoyada, cómo no, por el capitalismo multinacional. El mismo Erdogan pasó cuatro meses de cárcel por escribir unos versos llamando a la Yihad, pocos meses antes de fundar su partido "laicista" y ganar las elecciones. Este mismo turco amenaza hoy con guerra en Europa en varios frentes: Grecia, Armenia y Rusia... y le tenemos en la OTAN.
Bécquer se equivocaba, no hay un arquetipo del Turco o del sarraceno depositario de todos los males humanos, como no lo es el alemán o el ruso, ni tampoco el español, pero sí hay culturas y formas de vida interiorizadas y pensadas en la propia supervivencia cueste lo que cueste, aunque cueste la vida y la energía del otro. Cuidado con las pasiones turcas.
En el polo opuesto del salvajismo turco, tenemos a Armenia. Pueblo milenario, netamente europeo sin dudas, continuamente fiel a sus principios y a su cultura, pacífico, pero rodeado de varios Goliats. Es a Armenia a la que hay que darle el estatuto de Miembro de la UE y de la OTAN. Es a Armenia a la que hay que apoyar culturalmente, a través de la declaración de condena del genocidio contra su pueblo, económicamente a través de las relaciones comerciales y militarmente, pues es a Armenia, y no a Turquía, a quien podemos confiar la tarea de ser vígía contra los totalitarismos e integrismos de toda clase. No a quien continuamente tiene en sus lugares oficiales el retrato de alguien a quien Hitler consideraba su maestro: Mustafa Kemal (Atatürk).
Turquía es una bomba lapa en el corazón de Europa.