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Rubén Herrero de Castro
Miércoles, 09 de Septiembre de 2020 Tiempo de lectura:

Prostitución, ¡abolición!

De forma reciente a raíz de la pandemia del Covid y por las restricciones sometidas al sector del ocio, se han clausurado de forma temporal algunos prostíbulos. Lejos de ser minoritarias, no han faltado las voces en contra y como siempre se han escuchado de forma lamentable voces defendiendo esa práctica miserable.

 

Resulta inaudito en una sociedad moderna, la tolerancia respecto a la prostitución y la impunidad social de los puteros. Hablemos claro, la prostitución es una sórdida cultura de la violación, que se ha validado socialmente en el marco de una sociedad enferma.

 

Nadie por su propia voluntad se prostituye. Esa terrible decisión está respaldada por un estado de necesidad demoledor que lleva a intercambiar sexo por subsistencia. De no mediar esa angustia, en ningún caso esa mujer o ese hombre aceptarían una relación física con el putero que se aprovecha consciente de una situación desesperada.

 

No parecen ser suficiente las situaciones de trata de seres humanos, malos tratos, dependencias forzadas y destrucción de la dignidad que acompaña a la prostitución, para concienciar a la sociedad de que algo terrible sucede a diario en nuestras calles. Resulta hiriente la insensibilidad de quienes toleran, aceptan como inevitable e incluso (por increíble que parezca) defienden y jalean ese comportamiento inhumano.

 

No falta el putero que alega que es una opción voluntaria y que por tanto no debe prohibirse. Yo me pregunto, consentiría la sociedad o las administraciones del Estado, la esclavitud voluntaria de un trabajador. Todos conocemos la respuesta. O se consentiría que un asesino pudiera pagar para eludir su responsabilidad penal. Todos conocemos la respuesta. De forma inconcebible, la prostitución escapa a la lógica.

 

Es muy triste que nos rindamos como sociedad y que se recurra a argumentos derrotistas y manidos, como siempre ha sido así, es poner puertas al campo, es una opción personal y otros similares. Rendirse ante la adversidad y la hipocresía es ahogarnos en el mar muerto en el que se está transformando nuestra sociedad y no es una opción. Entre ahogarme o morir en la orilla exhausto, elijo lo segundo. Por lo menos habré tratado de conseguir un mundo mejor.

 

Los poderes públicos y la sociedad civil han de hacer un profundo examen de conciencia y aunar esfuerzos. Sólo cabe hacer lo correcto, abolir y prohibir la prostitución, castigar de forma ejemplar a los explotadores, educar a la ciudadanía en el respeto a la dignidad humana y claro, reintegrar socialmente a través de programas eficientes de integración personal y profesional, a las mujeres y hombres que padecen esa esclavitud moderna que se denomina prostitución.

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