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Winston Galt
Jueves, 24 de Septiembre de 2020 Tiempo de lectura:

El Partido Popular, disuelto, por negar la realidad

[Img #18642]Éste podría ser un titular de los periódicos en un futuro no muy lejano. Parece increíble que un partido que tuvo hace nueve años once millones de votos se esté desangrando progresivamente por incurrir en los mismos errores una y otra vez.

 

No es descabellado pensar que pueda ocurrir. La negación de la realidad por parte de los políticos es una actitud recurrente, pero enfocada de forma muy diferente por unos y por otros.

 

El PSOE niega la realidad, pero es capaz de crear una realidad alternativa, como hemos tenido ocasión de comprobar durante estos meses de luctuosa y presuntamente criminal actuación que parece no haber existido gracias a la influencia de la ingente cantidad de medios que mienten cada vez que ofrecen una noticia y tergiversan y manipulan la verdad. Que el PSOE utilice argumentos estúpidos con evidente desprecio a la inteligencia de sus propios votantes, pues sus contradicciones, la divergencia entre sus hechos y sus palabras, la vulgaridad de sus excusas y esgrimas dialécticas y sus obscenas mentiras, son creídas por su base social y a la vista están las encuestas en las que parece, incluso en las de verdad, que no ha sufrido el desgaste que necesariamente, en una sociedad moderna, informada y culta, hubiera sufrido, que no debería ser otra que la caída en picado de sus expectativas.

 

El PSOE niega la realidad, pero la conoce: sabe cómo se motivan sus bases, conoce qué argumentos utilizar, qué resortes emocionales mover para mantener la fidelidad de sus votantes. Le consta que puede utilizar sus viejos y rancios argumentos de franquismo, de derecha reaccionaria o de intereses de clase para que la realidad no los desmienta. Utiliza sin escrúpulos el poder y su influencia en los medios y, cuando no es suficiente, los compra.

 

Su colusión con los grandes poderes económicos del país no puede ser negada, se retroalimentan como ha ocurrido siempre con el poder socialista, que les garantiza no competencia y mantenimiento regulado de sus posiciones de dominio en el mercado y aquéllos le sirven cobertura mediática y refugio millonario.

 

Que sus pecados mortales sean considerados veniales y los veniales de los demás como mortales ya es un argumento recurrente sobre el que no merece la pena extenderse, aunque sí hay que mencionar que mucha parte de la culpa de que esto ocurra la tiene la propia derecha por su sometimiento constante y sostenido desde hace años a la propaganda izquierdista.

 

Sabe el PSOE que en este mundo de políticos charlatanes, mentirosos, demagogos y cínicos ellos se mueven como pez en el agua, y que la sociedad española también tiene mucho de esos defectos, pues de lo contrario sería imposible esa coincidencia de pareceres. De hecho, por esto el pueblo español tolera a esta infecta clase de políticos, que son, al fin y al cabo, los que gran parte de la población ha puesto donde están. El pueblo español es un pueblo ávido de populistas, como no podía ser de otro modo si examinamos la trayectoria de la sociedad española, de una dictadura aceptada por la mayoría que era proteccionista con sus súbditos a un socialismo no muy diferente que también es proteccionista y que no se corta en proponerles que el Estado lo sea todo para los que no son nada.

 

Proponiendo estatismo y prometiendo igualdad tiene éxito asegurado en una sociedad que considera que depender del Estado es una bendición casi divina. Reprocha así lo que no es igual, convierte en sospechoso el mérito y glorifica el demérito y la mediocridad, convirtiendo a la sociedad española, a través de sus mensajes y de cuarenta años de educación socialista en un páramo mesocrático, en un paisaje gris en el cual se acepta la pobreza material y la miseria moral como valores y se bendice la política asistencial que cronifica la pobreza. Se define como progresista y eso evoca lúbricas satisfacciones onanistas y cretinas en todos los que se consideran a sí mismos progresistas.

 

Ha conseguido, de este modo, establecer una evidente confusión entre Estado social y democracia, trampa en la que ha caído el PP desde hace mucho y, es evidente que jugar siempre en campo contrario tiene sus consecuencias: siempre tienes las de perder. Mucho más cuando el árbitro (los medios y la judicatura) están mediatizadas a favor de la izquierda.

 

De este modo, el PP es parte esencial de la Industria Política de la que hablábamos en otro artículo, es justo la parte débil y entregada que necesitan los verdaderos popes de dicha industria (el PSOE) como coartada para justificar su existencia. Hasta tal punto que, habiendo sido siempre menos responsable y menos culpable de la burbuja política creada en nuestro país, pecha con la mayor parte de la culpa. Si el PSOE ha robado miles de millones en Andalucía, manteniendo a esta región en una pobreza constante deliberadamente para mantenerse en el poder, aparentemente es mucho más grave la corrupción del PP por escándalos menores. Hasta tal punto es pardillo el PP y hasta tal punto es débil que bastó una frase, presuntamente prevaricadora, en una sentencia judicial que no le afectaba, para justificar que el PP fuera desalojado del poder.

 

Con personas como Casado, García Egea y un comunicador tan potente, valga la ironía, como Pablo Montesinos, pretender que el PP pueda dar la batalla política, es una ilusión.  Reducido a ser un mero gestor cuando el PSOE, una vez más, vuelva a arruinar el país, no es un panorama inspirador ni ilusionante para la derecha real española o, al menos, no es eso lo que se aprecia en la calle (ese sitio que no conocen desde hace años nuestros políticos).

 

Cautiva y desarmada la derecha de los últimos cuarenta años, no se atreve tampoco a examinar la realidad, pero, en contra que el PSOE, no es capaz de crear su relato alternativo.

 

En primer lugar, no es capaz ni tiene arrestos para dar la batalla ideológica o la guerra cultural o como se la quiera llamar. Si tú no eres capaz de articular tu discurso y no eres capaz de presentarte sino como una versión descafeinada y un poco más sensata de socialdemocracia, mal futuro te aguarda. Porque, no nos engañemos, el PP se ha convertido en un gestor más decente de las políticas socialdemócratas, despreciando su origen ideológico, sus mayores éxitos del pasado y a la mayor parte de sus votantes para vivir enredado en las mentiras y discursos que le planta la izquierda. Alguien dijo que si tú no haces la política, te la hacen. El PP hace años que no hace política, sino que intenta manejarse torpemente, como alguien que está dentro de una red sin salida, en la política que le hacen los demás.

 

Que el PP no ve la realidad lo demuestra la existencia de Vox. No digieren que Vox no hubiera nacido sin la traición evidente que el PP hizo a sus votantes de 2011 y, lo que es peor, a sus principios morales y políticos.

 

Ahora Casado incurre en los mismos errores que Rajoy, meciéndose dañinamente en la política que le marca el PSOE y alejándose a grandes pasos de sus votantes, los que recuperó tibiamente en 2019 y los que se fueron a Vox.

 

Vivir quejándose eternamente de la situación sin sobreponerse a ella y sin molestarse en ofrecer un relato alternativo a la ontológica falsedad socialista no va a servirle de mucho al actual PP, que si no ve que se le están yendo a diario votantes a Vox es que está ciego. Apelará luego, cuando lleguen las próximas elecciones, al voto útil de la derecha, pero ya se ha demostrado el año pasado que no será un discurso suficiente, pues muchos de sus votantes están demasiado cansados de su tibieza y votarán también desde la emoción que les provoca reconocerse en un discurso y en unos principios claros que ahora sólo defiende Vox. El segundón eterno a que aspira el actual PP no le servirá para alcanzar poder más allá de algunas victorias locales, como Galicia. Pero si alguien, en el PP, piensa que el resto de los españoles van a votar como los gallegos es que hace mucho que no oye sino lo que desea oír y le cuentan sus cargos políticos, pues es sabido que los políticos de Madrid sólo se tratan con sus cargos de provincia, pero rara vez oyen hablar a los albañiles o a los camareros.

 

Alberto "qué a gustito estoy con el PSOE" Feijoo ha obtenido mayoría absoluta en Galicia, pero eso no quiere decir que su ejemplo se pueda extrapolar al resto del país. Buscar el centro no es sino seguir en la senda de la renuncia a los principios y valores que debería defender el PP. Si espera conseguir los votos de los pijo-progres de Ciudadanos se equivoca. En las elecciones últimas, casi dos millones de pijo-progres se quedaron en su casa sin votar a C's porque éste no había pactado con el PSOE. Sería difícil entender al votante de C's si no fuera porque, al final, como casi todos, es transparente: pretende ser moderno y liberal pero le pone acercarse al PSOE. O sea, que es posmoderno, pero no liberal. Eso sí, se ve a sí mismo en el espejo con una pátina de progre de la que está orgulloso.

 

Ese voto jamás será para el PP. Dice Cristian Campos en un artículo reciente que el centro sólo es un concepto teórico, no ideológico. Y tiene razón. Pero es precisamente donde se ve el votante de C's y donde este votante no verá jamás al PP por mucho que éste lo intente. Por tanto, ajustándose al famoso centro, el PP sigue ofreciendo la imagen del perdedor que teme más a los grillos de la izquierda que a la verdad, que se ajusta a los que lo moldean desde el odio y la confrontación en lugar de recuperar sus principios y dar la batalla para hacerlos valer.

 

El PP no comprende que la sociedad está cambiando, que la anterior lucha de clases ha mutado, y que muy pronto sólo va a haber dos clases: las clases pasivas, compuestas por los jubilados, funcionarios y parados crónicos, y la clase de los productores. Respecto a los primeros, sólo dando la batalla ideológica y presentando al socialismo lo que realmente es: una ideología inferior basada en el pensamiento de la inferioridad que lleva, indefectiblemente, a la ruina, aún así no conseguirá muchos adeptos, pues el funcionariado está educado en el proteccionismo y en lo público y el parásito habita en la izquierda fantásticamente, entendiendo por parásito el que vive a costa de los demás y, sobre todo, a costa de la industria política que nos sangra.

 

En cuanto a los productores, ya no les vale el discurso supuestamente centrado de la nada cuando se ve ahogado, objeto de exacción para sostener a la clase pasiva y ninguneado como machista, retrógrado o fascista en cuanto abre la boca y dice cosas de puro sentido común, cuando se ve atacado por aceptar la realidad y la verdad como es y como la vive en su día a día, a pie de calle, de trabajo y de esfuerzo.

 

Al paso que vamos, en las próximas elecciones se reproducirá el esquema que tenemos hoy, un PSOE con poco poder propio aupado por todos los enemigos de la nación y de la prosperidad, desde los comunistas de Podemos a los independentistas y a los proetarras, y enfrente una derecha compuesta por ese partido de pijo-progres sin ideología que es C's, a cuyos votantes exquisitos el PP les parece rancio (con cierta razón) y que ahora aprecian los esfuerzos de Arrimadas por acercase al PSOE; un PP que volverá a perder electorado, a pesar de la flor de un día de las elecciones de noviembre, y un partido como Vox, que poco a poco va aglutinando el voto de la derecha y, con ciertas acciones populistas, puede raspar también voto productivo de la izquierda a través de acciones como las del sindicato Solidaridad.

 

Por supuesto, basta comprobar el sistema electoral y, como el propio Campos mencionaba en el mismo artículo referido más arriba, que el voto nacionalista y proetarra suma casi cuarenta escaños, para saber de antemano que ni todos los crímenes de esos meses pasados podrán suponer un cambio de inercia en las instituciones.

 

El PP no hace más que culpar a Vox por haber nacido. Si antes se quejaba de que la izquierda no lo trata bien y lloriqueaba por ello, ahora se queja también de que Vox exista, en lugar de tomar el toro por los cuernos y hacer lo que tiene que hacer, volver a sus orígenes ideológicos sin avergonzarse de ellos, plantarse y advertir a los grupos del IBEX que un mal trato ahora puede tener consecuencias futuras si alcanza el poder, y llegar a un pacto con Vox para las próximas elecciones.

 

Sólo esta actuación del PP podrá demostrar su patriotismo, pues no es hora de relajar los principios ni la lucha frente a un PSOE claramente anticonstitucional en cada uno de sus actos que está llevando a cabo un evidente golpe de Estado, lenta pero inexorablemente.

 

Mientras siga viviendo en la impotencia y lloriqueando porque los que lo odian no lo tratan bien y utilizando la coartada de la lealtad para no realizar una oposición frontal a este Gobierno que actúa siempre contra los intereses del país, es difícil que el PP pueda volver a ser un partido susceptible de alcanzar el poder, porque la moderación no sirve para recoger voto del centro y por la derecha se desangra.

 

Uniendo los votos del PP y de Vox al menos estarían cerca de la mayoría absoluta. Tal vez en colaboración de un Ciudadanos algo repuesto puedan alcanzar el poder y desalojar a los golpistas y regenerar España.

 

Es la única opción, porque suplicar o exigir que Vox no se presente a las elecciones, como han pretendido hasta ahora, es casi lo mismo que pretender caminar amputándote una pierna. Como no se enteran no se dan cuenta de que los votantes de Vox jamás volverán a votar al PP mientras éste siga en las andadas.

 

Cuando lleguen las próximas elecciones comprobaremos si realmente PP y Vox son tan patriotas como presumen.

 

El PP no ha leído a Niall Ferguson cuando analiza la victoria de Tchatcher a finales de los setenta en una Inglaterra no muy diferente de la España que va a dejar en escombros el PSOE. El éxito de Margaret Tchatcher fue, precisamente, no mentir a sus votantes y ofrecerles el relato alternativo a los productores y a la parte de la sociedad que quería sobrevivir y prosperar frente a una izquierda radical que, en colusión con los grandes poderes económicos, tenía sumido al país en la ruina más devastadora con unos impuestos confiscatorios y un Estado sobredimensionado y ruinoso.

 

El señor Casado debería leer algo más que El País. Tal vez debería estudiar algo de historia y aprender de los ejemplos de los grandes. Lo peor que le puede pasar es que fracase, pero no otra cosa le espera si sigue los pasos del lamentable Rajoy, el hombre que entregó España a la oclocracia.

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