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Pablo Mosquera
Domingo, 04 de Octubre de 2020 Tiempo de lectura:

Patria

No me gustó la novela. No me gusta el título. Ne me gusta la serie que emite HBO. Y además, me molesta que algunos usen la televisión para lavar la imagen de un repugnante capítulo en la Historia de España. Así, cuando se están refiriendo a memoria democrática, sólo parece tener espacio lo ocurrido con la guerra incivil y la dictadura. Bien, pues mi familia sufrió durante más de una década cómo y cuando yo salía de mi domicilio, pensando que podía ser la última vez en verme vivo. ¡Así de claro y de esperpéntico! Todo ello, en un pedazo de España con poco más de dos millones de habitantes, cuatro Parlamentos, cuatro Gobiernos, un Estatuto de Autonomía que marcaba máximas competencias para una región en Europa; con unos Derechos Forales que contempla la Constitución Española de 1978, que hace de Euskadi un espacio con máximos privilegios. 

 

No puedo aceptar que La Vanguardia, diario prestigioso editado en Barcelona, titule que la serie Patria conmueve al País Vasco. Ya está bien de querer hacernos ver que había dos bandos. Ya está bien de contar que hubo duelo en las dos fracciones del conflicto. Ya está bien de llevarnos subliminalmente al conflicto entre vascos. Lo acontecido en Euskadi fue una matanza con objetivos de toda índole, desde políticos hasta económicos. Y antes que alguien caiga en la trampa de esas mesas para el diálogo que cierran cada capítulo. No me creo la inmensa mayoría de los arrepentimientos. Lo que pasa es que, para recobrar la libertad, algunos/as debieron de adjurar de sus ideales, motivos y sentimientos genocidas. 

 

En el País Vasco, desde las obras de un iluminado como Sabino Arana, había un culto a la raza vasca, al mito de un pueblo elegido, una construcción de un Estado que nunca había existido, una eliminación física o civil de la disidencia. Un pueblo, un ideario, un camino. Y es que el nazismo y el fascismo no habían desaparecido en Europa; quedaban sus herederos en el Golfo de Vizcaya. Desde la oligarquía vasca, tratada de usía por el franquismo, hasta la Iglesia con sus obispados y las conspiraciones acuñadas en Loyola, todo era una maldita semilla para inventarse motivos en una guerra sucia contra una inexistente ocupación.

 

No se puede aceptar que los "estudiosos" sobre Memoria Histórica, hayan dicho que le ley de 2007 se aplicará a personajes que exaltaron o participaron en la sublevación militar, de la guerra civil y la represión de la dictadura. A los españoles mayores de edad de hoy tales hechos no les preocupa. A los estudiosos de tal etapa en la historia del siglo XX, les ocupan los sucesos de 1934, los sucesos en el bando republicano con el protagonismo de anarquistas, sindicalistas, comunistas y socialistas, tanto como la entrada de las tropas africanistas en la Península, así como las hordas de falange impartiendo "justicia" al amanecer en las tapias de los cementerios. Y por fin. ¡Los españoles no somos idiotas!. Estamos hartos de que nos entretengan con debates historicistas sesgados para evitar ocuparnos de los problemas del tiempo presente y del incierto, negro y amenazante futuro de un país arruinado, dividido y con una clase dirigente desecho de tienta. Nada que ver con los acontecimientos brutales, miserables, genocidas y racistas, del denominado problema vasco. ¡Aun presente!.

 

"Es la novela que hacía tiempo que tenía que escribirse". ¡Lo siento, pero lo acontecido en Euskadi no fue una novela!. Se trataba de una estrategia para doblegar al Estado de España mediante el terror generalizado, que luego se ponía en una mesa de negociación, primero para las competencias del Estatuto de Guernica, y después para el reconocimiento de los presuntos derechos del pueblo vasco a la autodeterminación. Lo que en todo caso es de novela histórica con elementos investigadores es quién y dónde se marcaba la estrategia; qué derivadas económicas, culturales, sociales e internacionales -geopolítica- se pusieron en marcha. Prueba de lo último es que bastó el acuerdo tras el atentado en Nueva York y así perseguir los movimientos terroristas, para que el MLNV buscara una salida de armisticio, con urgencia, acallando a los comandos y transformándose en partido político con gestos de arrepentimiento. Por cierto, y de rabiosa actualidad: ¿Alguien se atreverá a escribir la biografía de Josu Ternera, "el general"?. A lo mejor encontramos a un segundo "Lobo"?.

 

Supongamos que cuento algo... Desde Argelia y El Líbano entrenaban a los comandos de ETA. Cuando los soldados de Israel capturaban algún campamento y encontraban información, la hacían llegar a la Delegación del Gobierno en el País Vasco, dónde hubo agentes del Mossad. En cierta ocasión alguien de ETA puso en lista de extorsión a determinados empresarios vascos que suministraban "materiales" a estos países árabes. De inmediato llegó a la cúpula de la organización que tales vascos eran intocables...

 

"Complicidades y rostros de dolor". ¡Buenas cuestiones para el análisis! Nunca comprendimos cómo el PNV, miembro de la Internacional Demócrata Cristiana, no se desmarcó de los núcleos ideológicos que compartía con ETA y por los que el mal llamado MLNV (Movimiento Liberación Nacional Vasco), justificaba el conflicto con sus derivadas. Y es que yo nunca vi rostros de dolor en las batzokis y tampoco en las sedes de EA.

 

Sí me ha gustado, al menos visto en televisión, la personalidad chulesca de la juventud "alegre y combativa" que se saludaban con aquel ¡aúpa!, y que hacían héroes, gudaris y patriotas a los que comenzaban en la "kale borroka" hasta que daban el salto al comando, o eran la semilla para que sus hermanos menores, más tímidos y menos bocazas callejeros, terminaran alistados en ETA.

 

¿Cuántas organizaciones de presuntos mediadores cobraban de fondos inconfesables y se reunían con los partidos constitucionalistas, y cuántos de ellos estaban infiltrados por servicios de inteligencia de otros países?. ¿Cuántas veces se hizo uso del Santuario de Loyola para reuniones? ¿Cuándo pedirá perdón la Iglesia vasca por sus complicidades en el conflicto? ¿Cuál fue el verdadero motivo por el que Arzalluz se enfadó tanto cuando nombran Obispo de Bilbao a Blázquez?. ¿Qué grado de participación tuvo el clero vasco en la protección de los comandos o refugiados -huidos por estar en busca y captura?.

 

Me falta que alguien, como un sociólogo, investigue el grado de complicidad en ciertos sectores. Así los taberneros, auténticos informadores. Así determinados trabajadores en entidades bancarias o similar, que facilitaron el estado de las cuentas a quienes se encargaban, en la organización, de pedir el denominado impuesto revolucionario.  

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