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Carlos Roldán López
Miércoles, 28 de Octubre de 2020 Tiempo de lectura:

Toques de queda de charanga y pandereta

Dice Henri Levy en su último libro sobre el Covid-19 que se pregunta cuál sería el escenario si los medios de comunicación nos relataran día a día, minuto a minuto, la cantidad de muertos por uso del automóvil y cuál sería la incidencia no ya sobre la venta de coches, sino del uso mismo que haríamos del vehículo. En este sentido, parece que la ignorancia es ventajosa, no solo por la economía, sino por la tranquilidad con que habitualmente habitamos las carreteras.

 

Dice Henri Levy : "¿Cómo reaccionariamos si la Dirección General de Tráfico se atreviera a colocar a cada kilómetro un altavoz gigante que anunciara, en bucle, los accidentes mortales en carretera de la jornada?"

 

La cuestión no es baladí, ya que afortunadamente Henri Levy no es Ayuso, por ahí podemos estar tranquilos. La cuestión no es baladí porque es connatural al uso del coche la necesidad de las reglas, la continua presencia de señales, semáforos y agentes es una evidencia de la peligrosidad de la conducción, sin necesidad de un calculado proceso de pánico en toda la población. Este proceso de pánico sería naturalmente provocado si cada muerte en carretera nos fuera relatada prácticamente en directo, cada día, a cada hora, en cada canal de televisión. Estamos asistiendo a una pérdida colectiva de control, agravada por los medios de comunicación y las redes sociales que, con su habitual matraca nos han situado en un universo paralelo donde no existía nada más en ningún rincón del mundo. Es lo que está ocurriendo con el Covid.

 

El toque de queda de este fin de semana es fiel reflejo de la cuestión planteada por el filósofo. Un recorte de libertades extremo que es anunciado a toda la población para posteriormente ser dejado sin efecto. Un recorte extremo de libertades vigente precisamente los días y las horas en las que apenas hay circulación de gentes, en los días y horas en que el tráfico de personas es extremadamente inferior al habitual y por tanto el riesgo de contagio mucho menor. No cabe la justificación sanitaria. Una restricción tan brutal como esa solo la podemos ver normal en un contexto de pánico y con un Gobierno "de izquierda". Cualquier otro signo político en el Gobierno hubiera implicado una huelga general con el Vicepresidente a la cabeza. Y con razón, exactamente la misma que los que ahora debieran indignarse.

 

¿Nos están empezando a habituar al recorte de libertades? Podemos repasar el conjunto de derechos que son o pueden ser alterados con motivo del Covid y la lista es interminable: libertad de circulación, de culto, de reunión, hasta de expresión. Este toque de queda pone al descubierto la ingeniería del poder en torno al Covid-19, sin que esto implique ni mucho menos negarlo, por la misma razón que la conducción de vehículos está rodeada de normas. De la misma manera que se podría acabar con la industria del automóvil en pocos meses a través de esta ingeniería, también podría acabarse con un sistema de libertades.

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