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Sábado, 07 de Noviembre de 2020 Tiempo de lectura:
Convulsión en las calles

En Polonia hay una guerra cultural entre la tradición y el colectivismo

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Polonia está en estado de shock. Después de que el reformado Tribunal Constitucional polaco declarara inválida la anterior ley de aborto y, por tanto, una vez que la matanza eugenésica de niños no nacidos con defectos genéticos (especialmente el síndrome de Down) es inconstitucional, sucedió lo impensable. No sólo decenas de miles de jóvenes salieron a las calles para protestar por el derecho de la mujer a "su" cuerpo; también se profanaron iglesias, estaciones del Vía Crucis y diversos monumentos a lo largo y a lo ancho de toda la Polonia católica, incluso se destrozaron estatuas de Ronald Reagan y de San Juan Pablo II.

 

No se trata en absoluto de casos individuales exagerados: incluso en el pequeño suburbio de Varsovia donde vivo, las manos de una estatua de bronce de tamaño natural del Papa polaco estaban pintadas de rojo sangre y las paredes de las iglesias estaban rociadas de grafitis, mientras que, no lejos de mi lugar de trabajo en Poznan, el Monumento al Levantamiento de 1918 estaba untado con "xxxx xxx", el código para la llamada "Fuck PiS", y en todas partes de la por lo demás tan limpia Polonia, se exhibían inscripciones llenas de invectivas en las paredes.

 

Ahora el PiS se está poniendo serio

 

¿Cómo llegó el Tribunal a su decisión? Durante años la Iglesia ha tratado de persuadir al Gobierno del PiS para que endurezca la ley de aborto, pero en vista de la impopularidad de tal medida, los textos relevantes hasta ahora siempre se han amontonado en los cajones. Ahora, sin embargo, el asunto se está tomando en serio, y es el Tribunal Constitucional el que se ha puesto hábilmente al frente del asunto para sacar al Parlamento y al Gobierno de la línea de fuego.

 

Sólo podemos especular sobre el cálculo hecho: el anciano y profundamente religioso presidente del PiS, Jarosław Kaczyński, que acaba de escapar del coronavirus, ¿quiere impulsar una reforma percibida por él como una obligación moral mientras aún es posible? ¿O es todo ello, más bien, hecho con el fin de preparar el camino para una alianza con los partidos más a la derecha ante las recientes crisis de Gobierno y para detener el éxodo de votantes a la Konfederacja  [Nota: Confederación de la Libertad e independencia, otra agrupación política de derechas en Polonia]?

 

En cualquier caso, las reacciones a la decisión fueron inesperadamente vehementes. Uno puede criticar la dura decisión del tribunal y esperar un compromiso, como ya ha propuesto el presidente Andrzej Duda. Pero la violencia de los disturbios sólo puede recibir una respuesta: ser condenada completamente.

 

Resistencia de la juventud conservadora

 

Es cierto que, como tantas veces, la mayoría de las protestas fueron pacíficas, pero la frecuencia de estos chocantes disturbios anti-clericales y anti-tradicionales demuestra, sin embargo, que el adoctrinamiento radical de la juventud de izquierdas ha adquirido dimensiones que sorprenden a todos los observadores.

 

El hecho de que las manifestaciones se realicen bajo el signo de una runa que recuerda a los "Blitzmädchen" [literalmente, “muchachas relámpago”, eran niñas y muchachas combatientes nazis, N. del T.] nazis y que además se hayan utilizado carteles con los que los nacionalsocialistas atrajeron en su día a las mujeres polacas para que trabajaran en el Tercer Reich, es otro error de estilo de lo más escandaloso, al que también responde el llamamiento a favor de un mayor "socialismo": En este caso, las fuerzas y los símbolos adquieren un protagonismo con el que apenas se pueden encontrar simpatías en Polonia, y revelan que la lucha por el derecho al aborto se ha convertido desde hace tiempo en una lucha cultural mucho más fundamental entre la tradición y el colectivismo.

 

Es cierto que, como dice la frase, "donde hay peligro, también crece la salvación", y así se formó rápidamente una importante resistencia de los jóvenes conservadores de procedencia muy diferente que, desde entonces y en todas partes de Polonia, hacen guardia ante las iglesias. Son jóvenes que figuran - como se esperaba - en los medios de comunicación como "gamberros" o extremistas de derecha. Pero de hecho demuestran que en Polonia - a diferencia de muchos otros países occidentales - existe todavía un número no desdeñable de jóvenes que está dispuesto, si es necesario también con sus puños, a defender la integridad de su patrimonio cultural y espiritual.

 

Las protestas tienen su lado positivo

 

Nadie puede decir cómo se desarrollarán los acontecimientos. De hecho, la mayoría del Gobierno en el Parlamento probablemente se verá obligada ahora a formular la enmienda legislativa de una manera más suave que la prevista originalmente: en Polonia en particular, a pesar de la aparente polarización de la sociedad, la gente nunca se lo toma tan a la tremenda, y el PiS en particular suele caracterizarse por una gran voluntad de compromiso y flexibilidad, por más que se le acuse a la derecha de carecer de ella.

 

Como es de esperar, la reputación de Polonia en el extranjero seguirá sufriendo como consecuencia de estos acontecimientos, ya que las simpatías de los medios de comunicación occidentales están sin reservas del lado de los "progresistas" y de su programa anticlerical, eugenésico y transhumanista; una situación preocupante para el país de los ríos Warta y Vístula, que depende de los subsidios de la UE, especialmente en los tiempos de crisis del coronavirus.

 

Pero tal vez las protestas también tengan algo bueno. Por ahora, la oposición liberal de izquierdas también ha dejado caer su máscara en Polonia y ha demostrado que ha reunido fuerzas en su torbellino que -en última instancia- representan el asalto a la fe y la tradición, y, en última instancia, suponen una nueva revolución cultural. Esto podría darle al Gobierno una doble ventaja: por una parte, si conserva la hegemonía del discurso, puede salir del conflicto fortalecido o al menos no demasiado debilitado como campeón último del orden y la tradición, a pesar del amplio rechazo de la prohibición del aborto; un argumento importante, especialmente en Polonia, que hoy necesita de la armonía.

 

La tradicional marcha por la libertad como medida

 

Por otra parte, el PiS pudo refutar con éxito la acusación – no advertida en absoluto en el extranjero, pero muy discutida en Polonia - de que se está moviendo demasiado hacia el centro, y así fue capaz de fortalecer su alianza con la poderosa Iglesia Católica - por el momento. Queda por ver si esto será suficiente a largo plazo para seguir resistiendo el apoyo masivo del exterior a los "progresistas" y aún así no asustar a los jóvenes.

 

En cualquier caso, la tradicional marcha por la libertad del 11 de noviembre debería convertirse en un criterio para medir los próximos acontecimientos, y es de temer que este año no sea tan pacífico como en épocas anteriores.

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David Engels, nacido en 1979, es profesor de Historia Antigua, enseña Historia Romana en Bruselas y es investigador en el Instytut Zachodni (Instituto Occidental) de Poznan.

Fuente: https://jungefreiheit.de/debatte/kommentar/2020/250396/

 

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