Hicieron posible lo imposible
Siempre le escuchaba a Pedro Morales Moya, vitoriano de pro, tertuliano, más bien hombre de dicterios para los que le acompañaban en el Círculo de la Calle Dato -otro gallego que hizo política en Vitoria- que la política era el arte de convertir en posible, lo imposible. Me parecía una definición cínica. Con el tiempo comprobé que hipocresía, cinismo, engaño, manipulación, etc, eran herramientas para alcanzar y mantener el poder.
Un sábado de invierno. En los años ochenta, cuando ETA mataba a modo de letanía. Cena con mitin en ambiente clandestino. Comedor en los bajos del Mesón "El Toboso" del Ayuntamiento de Respaldiza. Cuadrilla alavesa de Ayala. Aquellas personas son españolas y constitucionalistas al modo que lo fueron los cristianos en tiempos de Nerón. A la salida del acto, -no había teléfonos móviles-, entro en una cabina telefónica para llamar a mi familia y decirles que estoy bien. La cabina era como una jaula iluminada en medio de la oscuridad del valle. De pronto, llega un automóvil con las luces largas. Se para y desde una ventanilla me dicen: "Mosquera, qué buen blanco nos estás ofreciendo". Aquella noche compartí mesa y mantel con Santiago Abascal Escurza. Era el padre del actual Abascal de Vox, un hombre valiente, que dirigía en tierras del norte la resistencia frente al terrorismo.
Viene esto a cuento del atentado nocturno que ha sufrido una de las tiendas de la familia Abascal Conde en Amurrio. Donde nació y se hizo hombre Santi. Su abuelo había sido diputado foral. Su padre se ganaba la vida con dos magníficas tiendas de ropa para caballeros y señoras. Cuando advertimos al PNV de que si declaraban la independencia o hacían uso de los famosos derechos a decidir del pueblo vasco, nosotros, los rebeldes, haríamos lo mismo con Álava, que por derechos forales históricos y población, miraba con envidia a Navarra. Allí a mi lado estaban Santiago Abascal, Carmelo Barrio y Benigno Cortazar Larrea. Promulgaríamos una consulta para que los alaveses se separaran de Euskadi y formalizaran una comunidad dentro de España. De ahí uno de aquellos eslogan de Unidad Alavesa: ¡Álava como Navarra!.
Que volvieran a tomarla con la tienda de los Abascal, no es noticia. Lo que sí constituye una novedad es que Bildu haya salido de inmediato a condenar el acto. Mi valoración ha sido: o fueron otros aguerridos como los podemitas, o alguien incontrolado de la antigua 'herriko taberna' de Llodio decidió por su cuenta actuar. Pero puso a la cúpula de Bildu en una situación incómoda, ya que estaban negociando los Presupuestos Generales del Estado que tanto combatieron, y habían dado otro paso: eran, según palabras de algún ministro, un partido de Estado...
A Pablo Iglesias le está saliendo bien la maniobra. Poco trabajo del que figura como funciones para su cartera gubernamental. Y es que lo que sucede en las residencias de ancianos, no parece ser de su competencia real, como tampoco lo es, que su compañera de palacio en Galapagar, se ocupe de los derechos que asisten a las mujeres veteranas ingresadas en residencias de mayores, a ser cuidadas y curadas, en esta pandemia; o a las trabajadoras de las mismas instalaciones, que se ven desbordadas por unos ratios de personal-cama señalados cuando abre la residencia y más de la mitad de sus ingresados son personas válidas. Pero tales ratios son los que convienen a las empresas que explotan la senectud en soledad y que se les ha visto el "maldito plumero" con motivo de las defunciones provocadas por el Covid-19.
¡Y ahí están!. Como la Puerta de Alcalá. Los de Bildu dirigidos por Otegui, llegando a pactar unos presupuestos que son la "gasolina" que necesitan unos y otros para mantener el poder. En el caso de Pedro, poder para estar y mandar. En el caso de Pablo, poder para salvar la bronca interna que apagó con la entrada en el Gobierno de Pedro, y así ser cabeza para una revolución republicana bananera, y así me explico que aprovechando el viaje del Monarca a la toma de posesión del Presidente de Bolivia, haya tenido el atrevimiento y la desvergüenza de firmar públicamente un manifiesto político, con el que podemos estar de acuerdo si lo conocemos, pero no podemos estar de acuerdo con el cinismo del todavía vice del Gobierno, que se comporta como un verso libre o se disfraza de tal para hacer el papel que Sánchez no se atreve por los ruidos de conflicto que cada vez son más evidentes en el PSOE, y todo ello durante un viaje oficial del Jefe del Estado, al que coloca en una situación harto complicada. En el peor de los casos para tener que dar explicaciones diplomáticas. En el mejor de los casos, para sentirse uno de aquello juguetes rotos de Summers.
No es difícil adivinar el precio de la operación apoyos de Bildu y ER. El primero acercar los presos de ETA y liberarlos. El segundo, amnistiar a los presos del golpe en Cataluña. Y ambos: avanzar en el camino hacia la República en España. Algo que los viejos socialistas deberían valorar. No sólo han hecho de la política un estercolero. Han sembrado toda la semilla para un grave enfrentamiento civil. Y es que algunos quieren la revancha de aquella maldita partida que comenzó a jugarse en 1931, tuvo su primer brote de escandalosa violencia en 1934, y culminó con una guerra incivil en la que no sólo se enfrentaron militarmente, se cometieron toda suerte de asesinatos por venganzas personales en una perversa espiral de violencia y ajuste de cuentas. Ahora se trata de volver sobre los pasos y ajustar cuentas...
La pandemia también les está resultando útil. Las colas de parias hambrientos. Los pequeños emprendedores que han cerrado. La juventud que no acepta que se les coarten sus libertades en una sociedad del ocio. Los descreídos y anti sistema. Todos son potenciales soldados para la revolución. Pero cuidado. Lo primero que hace la revolución es devorar a sus primeros hijos. Esos barones socialistas que hoy justifican la habilidad del Gobierno coaligado, serán purgados a las primeras de cambio.
En el otro lado del conflicto, al igual que en los años treinta del siglo XX, las derechas. Dirigidas por una generación de jóvenes que han pasado por la Universidad. Pero que no dan muestras de liderazgo y siguen cargados de complejos, que les lleva a recibir los aplausos de las izquierdas cuando se pelean entre ellos. No hay proyecto de país. Ni siquiera hay un protocolo común gestionado por expertos para luchar contra la segunda oleada de la pandemia y sus terribles consecuencias -la peste del libro de San Juan-. A no ser que el núcleo del proyecto sea acabar con la Constitución de 1978 y elaborar otro régimen de tintes bolivarianos.
Esta es la patria de truhanes y malandrines. Cada día que pasa es un paso hacia el abismo. Nunca mejor que ahora para pronunciar aquella frase del Quijote. "Cosa veredes, amigo Sancho, que faran fablar las piedras".
Siempre le escuchaba a Pedro Morales Moya, vitoriano de pro, tertuliano, más bien hombre de dicterios para los que le acompañaban en el Círculo de la Calle Dato -otro gallego que hizo política en Vitoria- que la política era el arte de convertir en posible, lo imposible. Me parecía una definición cínica. Con el tiempo comprobé que hipocresía, cinismo, engaño, manipulación, etc, eran herramientas para alcanzar y mantener el poder.
Un sábado de invierno. En los años ochenta, cuando ETA mataba a modo de letanía. Cena con mitin en ambiente clandestino. Comedor en los bajos del Mesón "El Toboso" del Ayuntamiento de Respaldiza. Cuadrilla alavesa de Ayala. Aquellas personas son españolas y constitucionalistas al modo que lo fueron los cristianos en tiempos de Nerón. A la salida del acto, -no había teléfonos móviles-, entro en una cabina telefónica para llamar a mi familia y decirles que estoy bien. La cabina era como una jaula iluminada en medio de la oscuridad del valle. De pronto, llega un automóvil con las luces largas. Se para y desde una ventanilla me dicen: "Mosquera, qué buen blanco nos estás ofreciendo". Aquella noche compartí mesa y mantel con Santiago Abascal Escurza. Era el padre del actual Abascal de Vox, un hombre valiente, que dirigía en tierras del norte la resistencia frente al terrorismo.
Viene esto a cuento del atentado nocturno que ha sufrido una de las tiendas de la familia Abascal Conde en Amurrio. Donde nació y se hizo hombre Santi. Su abuelo había sido diputado foral. Su padre se ganaba la vida con dos magníficas tiendas de ropa para caballeros y señoras. Cuando advertimos al PNV de que si declaraban la independencia o hacían uso de los famosos derechos a decidir del pueblo vasco, nosotros, los rebeldes, haríamos lo mismo con Álava, que por derechos forales históricos y población, miraba con envidia a Navarra. Allí a mi lado estaban Santiago Abascal, Carmelo Barrio y Benigno Cortazar Larrea. Promulgaríamos una consulta para que los alaveses se separaran de Euskadi y formalizaran una comunidad dentro de España. De ahí uno de aquellos eslogan de Unidad Alavesa: ¡Álava como Navarra!.
Que volvieran a tomarla con la tienda de los Abascal, no es noticia. Lo que sí constituye una novedad es que Bildu haya salido de inmediato a condenar el acto. Mi valoración ha sido: o fueron otros aguerridos como los podemitas, o alguien incontrolado de la antigua 'herriko taberna' de Llodio decidió por su cuenta actuar. Pero puso a la cúpula de Bildu en una situación incómoda, ya que estaban negociando los Presupuestos Generales del Estado que tanto combatieron, y habían dado otro paso: eran, según palabras de algún ministro, un partido de Estado...
A Pablo Iglesias le está saliendo bien la maniobra. Poco trabajo del que figura como funciones para su cartera gubernamental. Y es que lo que sucede en las residencias de ancianos, no parece ser de su competencia real, como tampoco lo es, que su compañera de palacio en Galapagar, se ocupe de los derechos que asisten a las mujeres veteranas ingresadas en residencias de mayores, a ser cuidadas y curadas, en esta pandemia; o a las trabajadoras de las mismas instalaciones, que se ven desbordadas por unos ratios de personal-cama señalados cuando abre la residencia y más de la mitad de sus ingresados son personas válidas. Pero tales ratios son los que convienen a las empresas que explotan la senectud en soledad y que se les ha visto el "maldito plumero" con motivo de las defunciones provocadas por el Covid-19.
¡Y ahí están!. Como la Puerta de Alcalá. Los de Bildu dirigidos por Otegui, llegando a pactar unos presupuestos que son la "gasolina" que necesitan unos y otros para mantener el poder. En el caso de Pedro, poder para estar y mandar. En el caso de Pablo, poder para salvar la bronca interna que apagó con la entrada en el Gobierno de Pedro, y así ser cabeza para una revolución republicana bananera, y así me explico que aprovechando el viaje del Monarca a la toma de posesión del Presidente de Bolivia, haya tenido el atrevimiento y la desvergüenza de firmar públicamente un manifiesto político, con el que podemos estar de acuerdo si lo conocemos, pero no podemos estar de acuerdo con el cinismo del todavía vice del Gobierno, que se comporta como un verso libre o se disfraza de tal para hacer el papel que Sánchez no se atreve por los ruidos de conflicto que cada vez son más evidentes en el PSOE, y todo ello durante un viaje oficial del Jefe del Estado, al que coloca en una situación harto complicada. En el peor de los casos para tener que dar explicaciones diplomáticas. En el mejor de los casos, para sentirse uno de aquello juguetes rotos de Summers.
No es difícil adivinar el precio de la operación apoyos de Bildu y ER. El primero acercar los presos de ETA y liberarlos. El segundo, amnistiar a los presos del golpe en Cataluña. Y ambos: avanzar en el camino hacia la República en España. Algo que los viejos socialistas deberían valorar. No sólo han hecho de la política un estercolero. Han sembrado toda la semilla para un grave enfrentamiento civil. Y es que algunos quieren la revancha de aquella maldita partida que comenzó a jugarse en 1931, tuvo su primer brote de escandalosa violencia en 1934, y culminó con una guerra incivil en la que no sólo se enfrentaron militarmente, se cometieron toda suerte de asesinatos por venganzas personales en una perversa espiral de violencia y ajuste de cuentas. Ahora se trata de volver sobre los pasos y ajustar cuentas...
La pandemia también les está resultando útil. Las colas de parias hambrientos. Los pequeños emprendedores que han cerrado. La juventud que no acepta que se les coarten sus libertades en una sociedad del ocio. Los descreídos y anti sistema. Todos son potenciales soldados para la revolución. Pero cuidado. Lo primero que hace la revolución es devorar a sus primeros hijos. Esos barones socialistas que hoy justifican la habilidad del Gobierno coaligado, serán purgados a las primeras de cambio.
En el otro lado del conflicto, al igual que en los años treinta del siglo XX, las derechas. Dirigidas por una generación de jóvenes que han pasado por la Universidad. Pero que no dan muestras de liderazgo y siguen cargados de complejos, que les lleva a recibir los aplausos de las izquierdas cuando se pelean entre ellos. No hay proyecto de país. Ni siquiera hay un protocolo común gestionado por expertos para luchar contra la segunda oleada de la pandemia y sus terribles consecuencias -la peste del libro de San Juan-. A no ser que el núcleo del proyecto sea acabar con la Constitución de 1978 y elaborar otro régimen de tintes bolivarianos.
Esta es la patria de truhanes y malandrines. Cada día que pasa es un paso hacia el abismo. Nunca mejor que ahora para pronunciar aquella frase del Quijote. "Cosa veredes, amigo Sancho, que faran fablar las piedras".