Año de nieves...
El refranero español es muy prolífico en todo tipo de enunciados que permiten, de manera popular, explicar lo que sugiere la realidad que nos envuelve. Año de bienes, año de bienes. Este refrán aplicado a las prolíficas nevadas que durante estas jornadas nos están acompañando en el año que comienza, tiene diversas acepciones aplicadas a escenarios de variada naturaleza. Su semántica es claramente optimista, positiva y esperanzada cara al porvenir, sin embargo, me temo que para el estado en que se encuentra nuestra maltratada España es más un sueño imposible, una entelequia irreal y una quimera inaplicable. El panorama se presenta, siendo honestos y leales a la verdad incontestable, oscuro y diría que hasta negro. Lamento ser aguafiestas.
Recientemente se ha cumplido el primer aniversario de la constitución del infausto Gobierno. Hace un año tomaba forma el frente social-comunista que dirige los destinos patrios del, todavía, Reino de España, más parecido a los reinos taifas medievales que a un Estado bien armado, edificado y asentado sólidamente sobre la idea de la unidad nacional. La tragedia que algunos adivinábamos iba tomando cuerpo a medida que se desarrollaba la actual XIV legislatura. Excuso decir que este sombrío augurio se haya hecho realidad a través del discurrir de los meses sufridos, no ya por la criminal pandemia, sino por el desgobierno de la incompetencia y el sectarismo más recalcitrante que podamos siquiera llegar a imaginar. Una pléyade de iniciativas y paradójicamente inacciones al unísono, por igual, nos han maltratado desde las altas instancias del poder ejecutivo instalado cómodamente en el palacio de la Moncloa.
España se desangra inexorablemente de la mano de nuestro ilustre presidente, Pedro Sánchez, acompañado por el ínclito vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 –que contradicción-, Pablo Iglesias, y toda una mesnada de acólitos del republicanismo, independentismo, comunismo trasnochado y cualquiera que pase por desintegrar en interés general de nuestra patria. Por sus frutos los conoceréis ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas? Reza la cita bíblica (Lc 6 43.43-44), verdaderamente utilizable para el caso que nos ocupa y preocupa.
El balance de año fenecido es aterrador en todos los ámbitos y niveles de la vida social, política y económica nacional. En lo económico, el adjetivo utilizable es terrorífico: aumento del paro, cierre de empresas, deuda galopante, déficit imposible de soportar, ansiado rescate con los fondos europeos, cese de negocios.... En lo social podemos aplicar el epíteto de funesto: colas del hambre, miseria, inmigración descontrolada, emigración incontenible, hospitales colapsados, morgues improvisadas, muerte de millares de ciudadanos desaparecidos de las listas oficiales, duelo y sufrimiento en millones de familias,…. Finalmente, lo político se puede describir con la mala y pésima interpretación del buen arte de gobernar ejecutada. España está quebrada, demolida y sin expectativas de pronta recuperación. Año de nieves, año de bienes, pues qué quieren que les diga, me parece que va a ser que no nos toca.
El 'anno horribilis' al que algunos hemos sobrevivido, pese a la campaña de intoxicación informativa promovida desde el púlpito de la mentira consagrada desde palacio -de la Moncloa y la tribuna parlamentaria se entiende-, será ampliamente superado con la contundencia de los datos que se manejan para el año naciente. El primer semestre en curso empeorará los registros reales, no los oficiales por descontado, en todos los ámbitos que configuran la existencia –más subsistencia que otra cosa- de un pueblo desprotegido ante la que se nos viene encima. Y no me refiero precisamente a la borrasca Filomena, que nos ha regalado hermosas estampas de paisajes cuajados de nieve en nuestros campos y ciudades, pese a las naturales inconveniencias que la envuelven con su bellísimo manto blanco.
La llegada de la vacuna contra el maldito coronavirus nos ha devuelto un halo de esperanza e ilusión no disimulada, una ilusión ha brotado en nuestros corazones, aunque no por poderosas razones. Nuevamente, y no será la última, el Ejecutivo de aquí y de allí, porque hay tantos en la España de los reinos y virreinatos autonómicos, nos pega con la puerta en las narices y nos devuelve al tenebrismo y a una tristeza aciaga. La incompetencia, la incapacidad y la mediocridad de talante y talento imponen el desgobierno y el despropósito en la forma de proceder. La campaña de vacunación iniciada está siendo un autentico desastre y un verdadero dislate. A este paso caracol llegará el 2022 y no sabremos por qué brindar, si por el año superado o por la esperanza de un futuro añorado de la verdadera normalidad. Entretanto rezo a Santa Rita, patrona de lo imposible, para que se cumpla el refrán sobre las nieves.
El refranero español es muy prolífico en todo tipo de enunciados que permiten, de manera popular, explicar lo que sugiere la realidad que nos envuelve. Año de bienes, año de bienes. Este refrán aplicado a las prolíficas nevadas que durante estas jornadas nos están acompañando en el año que comienza, tiene diversas acepciones aplicadas a escenarios de variada naturaleza. Su semántica es claramente optimista, positiva y esperanzada cara al porvenir, sin embargo, me temo que para el estado en que se encuentra nuestra maltratada España es más un sueño imposible, una entelequia irreal y una quimera inaplicable. El panorama se presenta, siendo honestos y leales a la verdad incontestable, oscuro y diría que hasta negro. Lamento ser aguafiestas.
Recientemente se ha cumplido el primer aniversario de la constitución del infausto Gobierno. Hace un año tomaba forma el frente social-comunista que dirige los destinos patrios del, todavía, Reino de España, más parecido a los reinos taifas medievales que a un Estado bien armado, edificado y asentado sólidamente sobre la idea de la unidad nacional. La tragedia que algunos adivinábamos iba tomando cuerpo a medida que se desarrollaba la actual XIV legislatura. Excuso decir que este sombrío augurio se haya hecho realidad a través del discurrir de los meses sufridos, no ya por la criminal pandemia, sino por el desgobierno de la incompetencia y el sectarismo más recalcitrante que podamos siquiera llegar a imaginar. Una pléyade de iniciativas y paradójicamente inacciones al unísono, por igual, nos han maltratado desde las altas instancias del poder ejecutivo instalado cómodamente en el palacio de la Moncloa.
España se desangra inexorablemente de la mano de nuestro ilustre presidente, Pedro Sánchez, acompañado por el ínclito vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 –que contradicción-, Pablo Iglesias, y toda una mesnada de acólitos del republicanismo, independentismo, comunismo trasnochado y cualquiera que pase por desintegrar en interés general de nuestra patria. Por sus frutos los conoceréis ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas? Reza la cita bíblica (Lc 6 43.43-44), verdaderamente utilizable para el caso que nos ocupa y preocupa.
El balance de año fenecido es aterrador en todos los ámbitos y niveles de la vida social, política y económica nacional. En lo económico, el adjetivo utilizable es terrorífico: aumento del paro, cierre de empresas, deuda galopante, déficit imposible de soportar, ansiado rescate con los fondos europeos, cese de negocios.... En lo social podemos aplicar el epíteto de funesto: colas del hambre, miseria, inmigración descontrolada, emigración incontenible, hospitales colapsados, morgues improvisadas, muerte de millares de ciudadanos desaparecidos de las listas oficiales, duelo y sufrimiento en millones de familias,…. Finalmente, lo político se puede describir con la mala y pésima interpretación del buen arte de gobernar ejecutada. España está quebrada, demolida y sin expectativas de pronta recuperación. Año de nieves, año de bienes, pues qué quieren que les diga, me parece que va a ser que no nos toca.
El 'anno horribilis' al que algunos hemos sobrevivido, pese a la campaña de intoxicación informativa promovida desde el púlpito de la mentira consagrada desde palacio -de la Moncloa y la tribuna parlamentaria se entiende-, será ampliamente superado con la contundencia de los datos que se manejan para el año naciente. El primer semestre en curso empeorará los registros reales, no los oficiales por descontado, en todos los ámbitos que configuran la existencia –más subsistencia que otra cosa- de un pueblo desprotegido ante la que se nos viene encima. Y no me refiero precisamente a la borrasca Filomena, que nos ha regalado hermosas estampas de paisajes cuajados de nieve en nuestros campos y ciudades, pese a las naturales inconveniencias que la envuelven con su bellísimo manto blanco.
La llegada de la vacuna contra el maldito coronavirus nos ha devuelto un halo de esperanza e ilusión no disimulada, una ilusión ha brotado en nuestros corazones, aunque no por poderosas razones. Nuevamente, y no será la última, el Ejecutivo de aquí y de allí, porque hay tantos en la España de los reinos y virreinatos autonómicos, nos pega con la puerta en las narices y nos devuelve al tenebrismo y a una tristeza aciaga. La incompetencia, la incapacidad y la mediocridad de talante y talento imponen el desgobierno y el despropósito en la forma de proceder. La campaña de vacunación iniciada está siendo un autentico desastre y un verdadero dislate. A este paso caracol llegará el 2022 y no sabremos por qué brindar, si por el año superado o por la esperanza de un futuro añorado de la verdadera normalidad. Entretanto rezo a Santa Rita, patrona de lo imposible, para que se cumpla el refrán sobre las nieves.