Tarero, Tarero...
¿Quién iba a pensar hace un año que llegase a suceder? Nadie, ni en sus más fantasiosas elucubraciones podía imaginar que la capital guipuzcoana se viera privada un veinte de enero de su impronta, sus tradicionales tamborradas, santo y seña de la ciudad conocidas allende los mares. Tambores y barriles sonando sin cesar, alegría y algazara por doquier, hacheros y aguadoras irradiando felicidad, una miríada de gente, donostiarras y guipuzcoanos, de noche y de día, tarareando las inmortales marchas cuyo sonido hace que incluso la piel se estremezca de gozo y las lágrimas pugnen por hacerse visibles y ser partícipes de la fiesta. Veinticuatro horas de alegría, regocijo y diversión, de compartir mesa y mantel, de brindis y vítores. El virus ha asaeteado la ciudad como en su día lo fue el santo y este año todo ello brillará por su ausencia salvo en el interior de cada donostiarra, en hogares, balcones y terrazas compartiendo una tamborrada atípica sin parangón cuyos decibelios emocionales resulta imposible calcular; un año de espera para que vuelva la normalidad de siempre, bendita normalidad que San Sebastián, Donostia, la Bella Easo, la Perla del Cantábrico a buen seguro recuperará. Arriemos el desánimo e icemos y alumbremos el faro de la esperanza. Sebastian bat bada zeruan. Tarero, tarero.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
¿Quién iba a pensar hace un año que llegase a suceder? Nadie, ni en sus más fantasiosas elucubraciones podía imaginar que la capital guipuzcoana se viera privada un veinte de enero de su impronta, sus tradicionales tamborradas, santo y seña de la ciudad conocidas allende los mares. Tambores y barriles sonando sin cesar, alegría y algazara por doquier, hacheros y aguadoras irradiando felicidad, una miríada de gente, donostiarras y guipuzcoanos, de noche y de día, tarareando las inmortales marchas cuyo sonido hace que incluso la piel se estremezca de gozo y las lágrimas pugnen por hacerse visibles y ser partícipes de la fiesta. Veinticuatro horas de alegría, regocijo y diversión, de compartir mesa y mantel, de brindis y vítores. El virus ha asaeteado la ciudad como en su día lo fue el santo y este año todo ello brillará por su ausencia salvo en el interior de cada donostiarra, en hogares, balcones y terrazas compartiendo una tamborrada atípica sin parangón cuyos decibelios emocionales resulta imposible calcular; un año de espera para que vuelva la normalidad de siempre, bendita normalidad que San Sebastián, Donostia, la Bella Easo, la Perla del Cantábrico a buen seguro recuperará. Arriemos el desánimo e icemos y alumbremos el faro de la esperanza. Sebastian bat bada zeruan. Tarero, tarero.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria