La Iglesia renuncia a sus principios
Me voy a permitir remedar un formidable artículo de Eduardo García Serrano sobre la frase famosa “Santiago y cierra, España” en el periódico La Gaceta. Que como él dice no es Santiago y cierra España, puesto que tras las Navas de Tolosa en las que dimos el anteúltimo zarpazo a la invasión musulmana recuperando por fortuna nuestra nación para la causa cristiana, no había nada que cerrar sino de abrir. Se abrió España al mundo con el descubrimiento y establecimiento de una nueva civilización de vocación globalista, esta sí que no era de inspiración masona sino cristiana. Fuente de la inspiración humanista de la Escuela de Salamanca con Francisco de Vitoria, al cual consagra James Brown Scott el reconocimiento expreso de ser la primera declaración de Derechos Humanos con las Leyes de Indias, y la invención de eso que hoy se llama Derecho Internacional Público, legado directo del testamento de Isabel la Católica.
Pues no. “Santiago y cierra, España” significaba otra cosa distinta a cerrar España. Era un grito militar que significaba cerrar filas para defender la cristiandad. Cerrar filas toda España como cuerpo colectivo creado en la reconstrucción de la España visigótica y la expulsión de los sarracenos.
Los totalitarios de esta antiespaña que hoy padecemos en nuestras carnes, y “lo que te rondaré morena” si no lo remediamos, dirán que esto es cosa de fachas e incluso de franquistas, y no es imprevisible que me apliquen la Ley de Memoria histórica o como se llame, o me vinculen a esa figura jurídica que es antijurídica en sus propios términos que se llama “delito de odio”. A ver cómo se mide el odio y qué taxonomía de las emociones se aplica al término. ¡No pueden ser más ignorantes! Lean al que fue presidente de la II República en el exilio, Sánchez Albornoz, liberal y empapado de historia real, no la de la memoria histórica que confunde ideas modernas como si fueran achacables a conceptos antiguos. El concepto de democracia liberal nace de la Revolución Francesa. Y que yo sepa la Reconquista y el Imperio Hispánico, la configuración de ese Nuevo Mundo, la Hispanidad, que fue un verdadero orden mundial generador, es previo a la Revolución Francesa, salvo que crean estos imbéciles (me refiero a la idea etimológica de imbécil como desprovisto de báculo, es decir de soporte, de pertenencia, siendo una especie de ameba que responde a estímulos ambientales, incapaz de crear un pensamiento autónomo por sí mismo) que era una fórmula franquista. ¡Dios, qué paciencia hay que tener para navegar en estas aguas procelosas en medio de tanta estulticia e ignorancia!
Pero lo que más duele es que la Iglesia Católica, que es la que custodia el patrimonio religioso tanto material como inmaterial renuncie al fundamento de nuestra civilización y cultura antropológica y esconda a Santiago “Matamoros”. ¿Ven ustedes si Erdogán exhibe algún complejo al convertir la cuna del Imperio Romano de Oriente y del cristianismo, es decir a la Iglesia cristiana de Santa Sofía en mezquita? ¿Alguien de la Iglesia romana, empezando por su jefe espiritual, ha dicho algo? Pues no, pero ágiles como gacelas han corrido a apartar a un rincón a la imagen de Santiago montado a caballo y ayudando a reconquistar el territorio perdido para la cristiandad. Compatriotas, estamos muertos. Dentro de poco nuestras mujeres llevarán velo y serán sometidas por sus maridos. Al tiempo.
La historia es la historia y sus hechos son los que han tallado a cincel nuestra personalidad. Los hechos históricos son inmutables. Que la propia Iglesia, cuna de nuestra civilización católica que no es incompatible con un Estado aconfesional que no laico, sea la que quiera borrar los hechos pasados que son ni más ni menos la Reconquista cristiana, que es la fundante de nuestro orden civilizatorio y cultural, es inadmisible y una vez más la muestra de la cobardía al no defender sus principios universales y que no están en la esfera de quienes quieren derruirla sino en los bastiones que le han dado forma. Renegar de la Reconquista cristiana y de los hechos heroicos surgidos a partir de la herencia de los Reyes Católicos y más en concreto de las fuentes del derecho nacidos del legado de Isabel la Católica, de las Leyes de Indias, de la Escuela de Salamanca, ensalzada por el protestante y anglosajón James Brown Scott, que reconoció a España y más en concreto al fundador del Derecho Internacional Público, Fray Francisco de Vitoria, y que dio lugar a un orden mundial civilizador en occidente, es tanto como renegar de las fuentes y a los fundamentos sociales, culturales y antropológicos que fundamentan la historia de la Iglesia en España, y en consecuencia el basamento de la historia del catolicismo. Y luego se quejarán de que los seminarios se quedan vacíos. Y esta crítica no la hace un ateo, la hace un católico que es este articulista.
El excelso Claudio Sánchez Albornoz, en Historia y Libertad, Ensayos sobre histología decía…”El hombre puede desafiar las leyes físicas —ponerse a caminar sobre el mar, ingerir cianuro de potasio, tomar con la mano un cable eléctrico—, pero a costa de su pobre pellejo, es decir, de su vida. El hombre no sólo puede intentar desoír, sino que puede desoír en realidad un mensaje de la Historia, pero ésta se venga de él, a la postre, no muy tarde, con no menos rigor que la naturaleza y con consecuencias más funestas, más terribles que si se hubiera pretendido burlar una ley física. Con consecuencias más terribles y funestas, porque el desprecio del mensaje histórico es siempre colectivo; y el traumatismo que produce tal desdén alcanza, por tanto, no sólo a los culpables directos del olvido del precepto de la Historia, sino a masas inocentes de todo un pueblo, de los pueblos vecinos y aún de la humanidad entera”
Pues sigamos haciendo el tonto de esta manera a ver a donde llegamos. Quien no se hace respetar merece ser sometido.
Me voy a permitir remedar un formidable artículo de Eduardo García Serrano sobre la frase famosa “Santiago y cierra, España” en el periódico La Gaceta. Que como él dice no es Santiago y cierra España, puesto que tras las Navas de Tolosa en las que dimos el anteúltimo zarpazo a la invasión musulmana recuperando por fortuna nuestra nación para la causa cristiana, no había nada que cerrar sino de abrir. Se abrió España al mundo con el descubrimiento y establecimiento de una nueva civilización de vocación globalista, esta sí que no era de inspiración masona sino cristiana. Fuente de la inspiración humanista de la Escuela de Salamanca con Francisco de Vitoria, al cual consagra James Brown Scott el reconocimiento expreso de ser la primera declaración de Derechos Humanos con las Leyes de Indias, y la invención de eso que hoy se llama Derecho Internacional Público, legado directo del testamento de Isabel la Católica.
Pues no. “Santiago y cierra, España” significaba otra cosa distinta a cerrar España. Era un grito militar que significaba cerrar filas para defender la cristiandad. Cerrar filas toda España como cuerpo colectivo creado en la reconstrucción de la España visigótica y la expulsión de los sarracenos.
Los totalitarios de esta antiespaña que hoy padecemos en nuestras carnes, y “lo que te rondaré morena” si no lo remediamos, dirán que esto es cosa de fachas e incluso de franquistas, y no es imprevisible que me apliquen la Ley de Memoria histórica o como se llame, o me vinculen a esa figura jurídica que es antijurídica en sus propios términos que se llama “delito de odio”. A ver cómo se mide el odio y qué taxonomía de las emociones se aplica al término. ¡No pueden ser más ignorantes! Lean al que fue presidente de la II República en el exilio, Sánchez Albornoz, liberal y empapado de historia real, no la de la memoria histórica que confunde ideas modernas como si fueran achacables a conceptos antiguos. El concepto de democracia liberal nace de la Revolución Francesa. Y que yo sepa la Reconquista y el Imperio Hispánico, la configuración de ese Nuevo Mundo, la Hispanidad, que fue un verdadero orden mundial generador, es previo a la Revolución Francesa, salvo que crean estos imbéciles (me refiero a la idea etimológica de imbécil como desprovisto de báculo, es decir de soporte, de pertenencia, siendo una especie de ameba que responde a estímulos ambientales, incapaz de crear un pensamiento autónomo por sí mismo) que era una fórmula franquista. ¡Dios, qué paciencia hay que tener para navegar en estas aguas procelosas en medio de tanta estulticia e ignorancia!
Pero lo que más duele es que la Iglesia Católica, que es la que custodia el patrimonio religioso tanto material como inmaterial renuncie al fundamento de nuestra civilización y cultura antropológica y esconda a Santiago “Matamoros”. ¿Ven ustedes si Erdogán exhibe algún complejo al convertir la cuna del Imperio Romano de Oriente y del cristianismo, es decir a la Iglesia cristiana de Santa Sofía en mezquita? ¿Alguien de la Iglesia romana, empezando por su jefe espiritual, ha dicho algo? Pues no, pero ágiles como gacelas han corrido a apartar a un rincón a la imagen de Santiago montado a caballo y ayudando a reconquistar el territorio perdido para la cristiandad. Compatriotas, estamos muertos. Dentro de poco nuestras mujeres llevarán velo y serán sometidas por sus maridos. Al tiempo.
La historia es la historia y sus hechos son los que han tallado a cincel nuestra personalidad. Los hechos históricos son inmutables. Que la propia Iglesia, cuna de nuestra civilización católica que no es incompatible con un Estado aconfesional que no laico, sea la que quiera borrar los hechos pasados que son ni más ni menos la Reconquista cristiana, que es la fundante de nuestro orden civilizatorio y cultural, es inadmisible y una vez más la muestra de la cobardía al no defender sus principios universales y que no están en la esfera de quienes quieren derruirla sino en los bastiones que le han dado forma. Renegar de la Reconquista cristiana y de los hechos heroicos surgidos a partir de la herencia de los Reyes Católicos y más en concreto de las fuentes del derecho nacidos del legado de Isabel la Católica, de las Leyes de Indias, de la Escuela de Salamanca, ensalzada por el protestante y anglosajón James Brown Scott, que reconoció a España y más en concreto al fundador del Derecho Internacional Público, Fray Francisco de Vitoria, y que dio lugar a un orden mundial civilizador en occidente, es tanto como renegar de las fuentes y a los fundamentos sociales, culturales y antropológicos que fundamentan la historia de la Iglesia en España, y en consecuencia el basamento de la historia del catolicismo. Y luego se quejarán de que los seminarios se quedan vacíos. Y esta crítica no la hace un ateo, la hace un católico que es este articulista.
El excelso Claudio Sánchez Albornoz, en Historia y Libertad, Ensayos sobre histología decía…”El hombre puede desafiar las leyes físicas —ponerse a caminar sobre el mar, ingerir cianuro de potasio, tomar con la mano un cable eléctrico—, pero a costa de su pobre pellejo, es decir, de su vida. El hombre no sólo puede intentar desoír, sino que puede desoír en realidad un mensaje de la Historia, pero ésta se venga de él, a la postre, no muy tarde, con no menos rigor que la naturaleza y con consecuencias más funestas, más terribles que si se hubiera pretendido burlar una ley física. Con consecuencias más terribles y funestas, porque el desprecio del mensaje histórico es siempre colectivo; y el traumatismo que produce tal desdén alcanza, por tanto, no sólo a los culpables directos del olvido del precepto de la Historia, sino a masas inocentes de todo un pueblo, de los pueblos vecinos y aún de la humanidad entera”
Pues sigamos haciendo el tonto de esta manera a ver a donde llegamos. Quien no se hace respetar merece ser sometido.