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Winston Galt
Martes, 16 de Febrero de 2021 Tiempo de lectura:

Lo que no le han contado de Davos

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A finales de enero pasado, en Davos, se celebró el Encuentro Virtual del Foro Económico Mundial y el presidente chino tuvo una actuación estelar, pues muchos consideran que mencionó los principios rectores del futuro próximo.

 

Lo primero que llama la atención es que ninguno de los líderes presentes mencionó en ningún momento qué deseaban sus pueblos. Todo fueron anuncios programáticos sobre un futuro diseñado por ellos. Se cumplió así el viejo adagio: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Adagio que, aunque parece desvelar una verdad, en realidad la oculta: todo para el pueblo es una falacia, puesto que lo correcto sería decir: todo para las élites; aunque sí es cierta la otra proposición "sin el pueblo".

 

Estamos asistiendo a un espectáculo en el cual ya las élites políticas no disimulan su diseño de ingeniería social para nuestras sociedades sin contar con nosotros, mientras los ciudadanos, al menos los de Occidente, que se supone aún disponemos de cierta libertad y de mecanismos de protesta, permanecemos de brazos caídos y pasmados sin levantar la voz y sin un gesto de rebeldía. Pronto llegará el día en que los hechos consumados nos impidan cualquier reacción.

 

¿Y cuál es ese mundo tan maravilloso que nos prometen nuestros amados líderes? Analizando el discurso del presidente chino, pocas dudas quedan.

 

Comenzó con una mención a la pandemia: "La salud pública global se enfrentó a severas amenazas y la economía mundial cayó en una profunda recesión." Olvidó mencionar que uno de los pocos países que creció durante la pandemia fue el suyo, mientras que también fue el responsable de hundir al resto del mundo, como es público y notorio. Por supuesto, ahora que no está Trump, nadie le recordó que su país fue el responsable de ocultar la epidemia durante semanas o incluso meses y permitir de ese modo que se expandiera de un modo implacable al resto del mundo con la encomiable complicidad de la OMS.

 

Prosigue mencionando que "el mundo nunca podrá regresar al pasado", lo que no es cierto y es, además, lo que proponen tanto su país como sus cómplices de Occidente: regresar a una suerte de socialismo cómplice de altas élites económicas (lo que se ha construido en China desde 1980), que no es otra cosa sino una versión suavizada de fascismo en el que se requieren masas ingentes de ciudadanos sometidos pero ya no paupérrimos puesto que han de ser, al mismo tiempo, consumidores, para lo cual es necesario que tales masas dispongan de un mínimo vital, no excesivo puesto que es sabido que cuanto más tienen las personas más tentaciones libertarias las asaltan.

 

Menciona a continuación que "El futuro del mundo depende de cada decisión y acción que tomamos hoy", lo cual es una verdad indiscutible y sobre la que las sociedades de Occidente parecen no querer darse cuenta, pues permanecen ajenas a tales decisiones bien porque no se percatan o bien porque las comparten, convencidos por todos los grandes medios de comunicación de masas y sus élites locales.

 

Pasa a analizar después cuatro "asignaturas pendientes de nuestra era":

 

La primera que refiere es promover un crecimiento vigoroso. En todo el párrafo dedicado al progreso económico no menciona ni una sola vez la palabra libertad. La libertad económica ha sido lo que ha hecho progresar el mundo. Incluso en China, la mayor apertura (aunque vigilada, controlada y dirigida) ha sido la causa del gran crecimiento económico. Por supuesto, menciona que la economía ha de ser "inclusiva", lo que implica que debe ser controlada por el poder; en todo el párrafo utiliza la palabra "promover", la cual, viniendo del poder político, ya sabemos lo que quiere decir: dirigir, planificar, ausencia de libertad. Habla de "remodelación", "reestructuración" y "encarrilar" la nueva economía mundial. Esto es: control político, dirección y planificación políticas. Lo contrario de la libertad. Todos los términos utilizados implican dirigismo político. El Estado como rector supremo de nuestras vidas.

 

La segunda asignatura pendiente según el presidente chino es relativizar los sistemas sociales pues "ninguno es superior a otros". Esto es, la democracia occidental no es un sistema superior al socialismo chino. La convivencia con regímenes como el que él representa se justifica bajo el paraguas de la "diversidad" y cualquier intención democrática es "arrogancia", lo que significa que nos callemos la boca sobre la falta de libertad en China o sobre su falta de respeto a los derechos humanos, pues lo único que importa es el progreso, según lo que el Partido Comunista chino designe como tal.

 

En tercer lugar se refiere a la brecha entre países desarrollados y en vías de desarrollo alabando la cooperación entre todos porque ello redundará en beneficio recíproco. Sin embargo, olvida mencionar el proteccionismo que impone a su propio país, la falta de buena fe negocial de sus empresas y el constante y sangrante espionaje industrial que practican y la falta de respeto a los derechos de propiedad intelectual ajenos provocando, según algunos cálculos, unas pérdidas anuales a países como EE.UU. de unos 600.000 millones de dólares.

 

En el punto cuarto insiste en la globalización económica que, por supuesto, es la causa de que su país haya salido de la ruina, pero no se debe a mérito alguno del Partido Comunista chino sino que es la consecuencia de un mayor grado de libertad (a su pesar) e insiste en la necesidad de hacer frente al cambio climático ¡cuando es el país que más contamina del mundo! y que debe promoverse el desarrollo "sostenible". Esto es, luchad todos contra el cambio climático mientras no cierro ni una sola planta de carbón, pues yo decidiré cómo será el desarrollo, que no dependerá de la voluntad de las personas, sino de la "gobernanza global" en la cual, como es sabido, China ocupará el puesto prominente.

 

A continuación, critica a aquellos países que "provocan una nueva guerra fría, excluyen, amenazan o intimidan a los demás y sólo traen al mundo la división y la confrontación", en un alarde de buenas palabras que ocultan sin duda alguna la verdadera naturaleza del monstruo, pues si hay un país actualmente que provoque guerra fría es China, que intimida como hace en el Mar de China acosando constantemente a Taiwan y Japón. Puede contemplarse también el ejemplo de Hong Kong y su paulatina pérdida de libertades. El verdadero imperialismo actual es el que critica las políticas imperialistas.

 

Continúa el florido discurso aludiendo a las bondades de la ONU y de la OMS y su deseo de promover una reforma de la OMC y del sistema monetario y financiero, lo cual sólo puede producir escalofríos, pues basta imaginar qué supondría una modificación de tales sistemas al gusto del Partido Comunista chino. Por supuesto, no podían faltar las referencias a la promoción de la lucha contra el cambio climático y la Agenda 2030, que no son sino excusas de las élites políticas para implantar la ingeniería social necesaria para conformar las sociedades a su satisfacción donde ya la palabra libertad no sea sino un eslogan que no tenga un reflejo real en la vida de las personas.

 

Las nuevas dictaduras posmodernas que nos están anunciando ante nuestros propios ojos sin que advirtamos el peligro que suponen y sin que mostremos otra emoción que el más triste sometimiento estarán maquilladas para evitar insurrecciones, pero no por ello serán menos implacables. Ya sabemos cómo se irán pergeñando: aplastante intervención del Estado en la economía ahogando la sociedad civil, nuevos impuestos y mayor exacción, más partidas de gasto público con mayor endeudamiento, invasión de la privacidad y pérdida de intimidad, control total sobre los ciudadanos, creación de la realidad desde el poder, imposición de la verdad oficial a través de macroproyectos de ingeniería social y, si eres de un grupo contestatario, la muerte civil y el acoso por los grupos activistas de izquierdas.

 

En lugares como China se impondrán tales limitaciones a la libertad como hasta ahora, con un aplastamiento total de la disidencia por cualquier medio (se calcula que hay más de dos millones de personas confinadas en campos chinos) y en Occidente la imposición será más sutil, pero no menos atentatoria contra la libertad, y se impondrá con la colaboración de las grandes corporaciones, que ya están ensayando sus modos de censura, como se ha comprobado en Estados Unidos recientemente. Será, al fin y al cabo, una exportación del modelo chino mediante la clonación de los medios de control, esto es, un sistema socialista de control político combinado con un capitalismo mercantilista, corrupto, dependiente y limitado según las indicaciones del poder.

 

Olvidándose de disimular, nuestras élites describen el cambio que proyectan como El Gran Reinicio (o reseteo) y lo menciona expresamente el presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, en un reciente artículo, también transcrito en este mismo periódico (al igual que el texto íntegro del discurso de Xi Jinping al que nos hemos referido más arriba). Según el señor Schwab es imprescindible el "Gran reinicio del Capitalismo".

 

Sin proponérselo, el señor Schwab abona las teorías conspiratorias sobre el origen del coronavirus, puesto que justifica la necesidad del "Gran Reinicio" por la situación en que la pandemia ha colocado al mundo, lo que hará que muchos sospechen que la pandemia no ha sido una tragedia inesperada sino un deliberado acto para acelerar el proceso. Menciona la necesidad de "forjar unos cimientos" para luchar contra la desigualdad (refiere cínicamente que la fortuna de algunos millonarios norteamericanos se ha reforzado durante la pandemia, cuando son los mismos en los que encuentra colaboración para imponer su línea de pensamiento) y sostiene que la pandemia ha demostrado que se pueden introducir "cambios radicales en nuestro estilo de vida con gran rapidez" y que "los ciudadanos han demostrado que están dispuestos a hacer sacrificios" (traducción: los ciudadanos aceptarán nuestras imposiciones pasivamente). La consecuencia es inmediata: "harán falta unos gobiernos más robustos", lo que implica incrementar la presión del Estado sobre la sociedad.

 

Divide en tres objetivos principales la agenda del Gran Reinicio: el primero, orientar hacia unos "resultados más justos", resultados más justos que, por supuesto, no los decidirá usted, ni yo, sino que lo que quiera que ello signifique nos vendrá dado por nuestros venerados líderes. Y menciona algunas perlas en tal sentido: incrementar las medidas fiscales (ya sabemos que esto significa más impuestos) porque estamos en un momento de "reducción de bases impositivas", lo que es radicalmente falso, pero se intenta imponer como convicción para justificar los hachazos fiscales que nos esperan. Todo ello con la intención de "imponer unos resultados más equitativos", lo que implica imponer el resultado de las relaciones, es decir, dirigir y controlar la economía e imponer "nuevas y mayores regulaciones a la propiedad intelectual, el comercio y la competencia". Traducido: los Estados deben controlar y regular cualquier actividad humana.

 

El segundo objetivo de la agenda es que "las inversiones promuevan objetivos comunes, como la igualdad y la sostenibilidad", y quienes definen lo mejor para la igualdad son ellos, por supuesto, no usted a través de una libertad que le van a quitar. Y ya sabemos cuando un político utiliza la palabra sostenibilidad lo que significa: que el poder político dirá lo que usted puede o no puede hacer. Por supuesto, obvia que lo único que provoca mayor igualdad es la libertad de comercio, el capitalismo sin adjetivos y sin control estatal. Ya menciona el señor Schwab cómo han de ser dirigidos los esfuerzos económicos: a favor de la agenda verde, que supone que usted pague impuestos para que las grandes empresas desarrollen a coste cero ingentes proyectos de cambios energéticos para los que no le han pedido permiso a nadie.

 

El tercer objetivo es aprovechar la cuarta revolución industrial en pos de lo público, el llamado bien público que, por supuesto, lo definen ellos, los gobernantes que dirigen los Estados y las grandes corporaciones sin que ni usted ni yo tengamos nada que opinar. Cualquiera que sepa el significado que dan los estatistas a "lo público" puede adivinar que los Estados se antepondrán a los derechos individuales. Traducido: dictadura.

 

Entre el bien público que nos pretenden imponer podemos mencionar tres perlas a modo de ejemplo: la supuesta emergencia climática provocará que los viajes en avión se encarezcan y se está promoviendo desde estos foros la vuelta al viaje en tren, de modo que el avión volverá a ser un privilegio de ricos, del mismo modo que pronto se verá como un atentado al planeta comer carne y como un gesto de insólito egoísmo gozar de una propiedad privada.

 

Todo lo que el mundo occidental ha conseguido en los últimos doscientos años a través del capitalismo será condenado. Para ello, se buscan nuevos adjetivos: capitalismo inclusivo, capitalismo entre partes, capitalismo más justo, capitalismo social o capitalismo equitativo. Algunos de estos líderes han llegado a decir que el capitalismo, tal y como lo entendemos, ha muerto. Convendría recordar que nunca ha llegado a existir del todo puesto que cuando comenzó a crear riqueza para el mundo fue paulatinamente ahogado por el colectivismo estatista. Aún así ha sido capaz de crear la civilización más próspera y avanzada de la historia. Y están firmando su sentencia de muerte.

 

Será un crimen contra la humanidad al que asistiremos felices: "en 2030 no tendrás nada y serás feliz", reza un lema del Foro de Davos (la distopía de Huxley) y nos crearán la realidad con la que comulgaremos obedientes y agradecidos porque para entonces la servidumbre será la libertad (Orwell). El modelo chino exportado a todo el mundo occidental con la connivencia criminal de los gobiernos occidentales, de las grandes empresas y medios de comunicación globales y de nuestros líderes de izquierdas y ante el embobado ensimismamiento de nuestras sociedades civiles. Parece que no podemos vivir sin alguna aristocracia que nos gobierne. Hemos cambiado la antigua aristocracia por la nueva de los líderes políticos de izquierdas.

 

Las consecuencias no podrán ser otras que cambiar nuestro paradigma de trabajar para vivir lo mejor posible a vivir para trabajar para alimentar al frío monstruo de la industria política. El Nuevo Orden Mundial, dirigido por China, con la complicidad indudable de las élites políticas occidentales, provocará ruina y sufrimiento, pues el monstruo consume mucha carne humana: reducción brutal de las clases medias, masas de clases medio-bajas sometidas a trabajos de mera subsistencia, ausencia de movilidad social, ausencia de libertad, nueva clase social de depauperados asistidos y subvencionados para ayudar al simulacro de democracias sostenidas por esas masas de votos. Desde luego, el mundo será mucho más igualitario, (que no es lo mismo que igualdad), porque habrá mucha menos riqueza y casi todos (excepto las élites) seremos mucho más pobres. El individuo estará muerto como tal más allá de alguna excepción, pues seremos miembros anónimos de colectivos que desesperarán de unas democracias que ya no serán tales sino que se habrá impuesto lo que no será sino un canibalismo depredador de los Estados sobre los ciudadanos. Habrá alguno entonces que se acuerde del capitalismo real, aquél que coloca al individuo como supremo sujeto de Derecho y permite la libertad individual sin limitaciones y que durante doscientos años, a pesar de las dificultades, ha creado una sociedad rica y libre, pero ya será tarde.

 

Nadie ha oído una queja de Von Der Leyen, Merkel, Macron o Sánchez, asistentes al Foro, sobre ninguno de los discursos mencionados más arriba. Su silencio los delata. Del mismo modo que nuestro silencio de hoy será nuestra culpa de mañana.

 

(*) Winston Galt es escritor. Autor de la novela distópica Frío Monstruo y del ensayo La batalla por la libertad

 

 

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