Desde mi condición de exiliado
No hace falta tomar un pasaje como hizo mi abuelo médico y marcharse a Rosario en la República Argentina. Fue de aquellos gallegos que con estudios y medios económicos no soportaba la situación que se daba en la Galicia de los caciques y el aislamiento en las aldeas. Sus estudios en la Universidad de la Ciudad Santa de Occidente le habían creado "el malestar de la cultura" y tomó la decisión de exiliarse voluntariamente en el nuevo mundo, al otro lado del gran Océano. No lo hizo para matar el hambre. Lo hizo para encontrar respuestas a las preguntas que se hacía sobre comportamientos y consecuentes situaciones en la forma de vida.
Algo parecido me está pasando. Debe ser el espíritu judío de mi estirpe. Cuanto más se, peor lo llevo. Cuanto más conozco a los hombres que mandan, más cariño siento por mi perro y la compañía que me hace cuando los dos nos vamos a sentir la mar y el viento en una de esas solitarias playas del norte galaico.
Tuve una llamada de un joven periodista nacido en la Cuadrilla de Ayala. La conversación transcurrió entre los recuerdos y la sinceridad que un veterano le debe a un joven. Además, a estas alturas de mi vida, me puedo permitir ser políticamente incorrecto, que viene a ser lo mismo que colocar a la política y sus gestores en su lugar. En mi caso, con mas conocimiento que esos ciudadanos que se levantan temprano, defienden un sueldo para sus familias y desesperan cada vez que los informativos les cuentan el circo que han organizado los mandarines del país donde viven, que además está, como todo el mundo, inmerso en una pandemia a punto de comenzar la cuarta oleada con la que nos harán convivir entre muertos que sólo son apuntes, y gritos, unos procedentes de los trabajadores sanitarios, superados por la enfermedad social, y los otros, procedentes de los ciudadanos que tratan de sobrevivir económicamente para no tener que ser otro número más en las vergonzosas colas de los comedores sociales.
Coincide lo antes dicho con esta tormenta que se ha desatado en el mapa del poder en el Estado de las autonomías. Por una parte la incorregible singladura bolivariana de Podemos, gobernando y traicionando al Gobierno y al bloque constitucional que saca a España de la dictadura para darle un régimen constitucional de amplísimo consenso.
Por otra parte, un partido que comienza su actividad en Barcelona, en defensa de los derechos ciudadanos para los españoles que residen en tal espacio y que se ven sometidos al régimen nacionalista que hereda el secesionismo del nacionalismo vasco, y que se ve apoyado por diferentes medios de la sociedad civil hasta alcanzar una representación con todos los aditamentos para acoger el voto del centro derecha -liberales, demócrata-cristianos, conservadores y monárquicos- y así practicar las reformas y regeneraciones que precise el sistema, debido a la indecente conducta del PP. Ciudadanos, mal dirigido y peor aconsejado, se precipita al descalabro, dejando huérfanos a los que confiaron en esta formación, y lo peor, siendo la bisagra para la fragmentación del centro-derecha en España, hecho que conlleva la presencia de al menos tres partidos políticos, lo que hace imposible concentrar el voto para organizar la alternancia política, legislativa y socio-cultural en nuestro país.
No me gusta lo que sucede. No veo personas con aptitud y menos aun con actitud, capaces para enderezar el rumbo y practicar política de Estado, en un momento con tres graves problemas: enfermedad social producida por una pandemia vírica; crisis económica que requiere no sólo ayudar a los más débiles, también cambiar el modelo económico; cohesionar solidariamente España, evitando asimetrías y secesiones.
Ver al vicepresidente del Gobierno de mi país-nación pactando con los secesionistas y los herederos del "conflicto vasco" con más de mil muertos, me produce asco e indignación. Es como si no sólo los miserables se hicieran cargo de las Instituciones del Estado, es que son los enemigos de la democracia los que marcan las agendas socio-políticas de la nación, con lo que recuerdo más que nunca aquella frase de Ortega. ¨¡Dios mío!, ¿qué es España?".
Han expulsado de la política a los mejores. Han establecido un cordón sanitario -frase perversa- para evitar que algún patriota romántico se acerque a la política. Sólo hay sitio para los aventureros sin escrúpulos. Tampoco observo que la sociedad civil se pronuncie desde sus plataformas y tribunas. Es como si más allá de la España de truhanes y malandrines, sólo hubiera el silencio de los cementerios.
Haría falta que las Cortes en vez de buscar la confrontación personal, con argumentos zafios, propusiera un análisis científico, honesto y pormenorizado, de la situación, siempre diciendo la verdad, con transparencia. Esa misma que le están exigiendo a la Corona. O esa misma que dicen quieren institucionalizar en el poder judicial. Pero que no están dispuestos a promover en las cámaras legislativas. Y no será que haya asuntos para tratar. Desde la pobreza, hasta la violencia juvenil, pasando por la falta de capacidad laboral y salarial en el actual modelo económico.
Algo tendría que pasar para hacer convivencial la pandemia que vino para quedarse, con un nuevo estilo de vida. Y desde luego, cambiar el gasto público en sus cantidades y objetivos. Colocando en el centro de la actividad parlamentaria y gubernamental la lucha integral contra la corrupción y las desigualdades.
Por todo lo dicho, y tras muchos años de entrega a la sociedad, tanto con mi profesión de sanitario, como en mis actos en torno a la cultura y su patrimonio, o desde luego por mi intensa trayectoria política, en los lugares más peligrosos, con enorme sacrificio mío y de los míos, tengo motivos y pruebas objetivas para declararme insumiso, y proceder al exilio de la política.
Lo que resulta más fácil dada mi edad, independencia y lugar de residencia, al norte del norte, mirando al horizonte dónde se juntan la mar y el cielo, en una estampa que define los colores de la dama libertad.
No vengan a molestarme. Ni estoy, ni les espero. Sólo me interesa el cambio de las mareas. La delicia de seguir paseando por las playas de mica y caolín. Sus preces pueden ahorrárselas conmigo. Soy caso perdido para ustedes, sus señorías.
Emulando aquel encuentro entre Alejandro Magno y Diógenes, les digo. ¡Apártense, que me quitan el nordeste!
No hace falta tomar un pasaje como hizo mi abuelo médico y marcharse a Rosario en la República Argentina. Fue de aquellos gallegos que con estudios y medios económicos no soportaba la situación que se daba en la Galicia de los caciques y el aislamiento en las aldeas. Sus estudios en la Universidad de la Ciudad Santa de Occidente le habían creado "el malestar de la cultura" y tomó la decisión de exiliarse voluntariamente en el nuevo mundo, al otro lado del gran Océano. No lo hizo para matar el hambre. Lo hizo para encontrar respuestas a las preguntas que se hacía sobre comportamientos y consecuentes situaciones en la forma de vida.
Algo parecido me está pasando. Debe ser el espíritu judío de mi estirpe. Cuanto más se, peor lo llevo. Cuanto más conozco a los hombres que mandan, más cariño siento por mi perro y la compañía que me hace cuando los dos nos vamos a sentir la mar y el viento en una de esas solitarias playas del norte galaico.
Tuve una llamada de un joven periodista nacido en la Cuadrilla de Ayala. La conversación transcurrió entre los recuerdos y la sinceridad que un veterano le debe a un joven. Además, a estas alturas de mi vida, me puedo permitir ser políticamente incorrecto, que viene a ser lo mismo que colocar a la política y sus gestores en su lugar. En mi caso, con mas conocimiento que esos ciudadanos que se levantan temprano, defienden un sueldo para sus familias y desesperan cada vez que los informativos les cuentan el circo que han organizado los mandarines del país donde viven, que además está, como todo el mundo, inmerso en una pandemia a punto de comenzar la cuarta oleada con la que nos harán convivir entre muertos que sólo son apuntes, y gritos, unos procedentes de los trabajadores sanitarios, superados por la enfermedad social, y los otros, procedentes de los ciudadanos que tratan de sobrevivir económicamente para no tener que ser otro número más en las vergonzosas colas de los comedores sociales.
Coincide lo antes dicho con esta tormenta que se ha desatado en el mapa del poder en el Estado de las autonomías. Por una parte la incorregible singladura bolivariana de Podemos, gobernando y traicionando al Gobierno y al bloque constitucional que saca a España de la dictadura para darle un régimen constitucional de amplísimo consenso.
Por otra parte, un partido que comienza su actividad en Barcelona, en defensa de los derechos ciudadanos para los españoles que residen en tal espacio y que se ven sometidos al régimen nacionalista que hereda el secesionismo del nacionalismo vasco, y que se ve apoyado por diferentes medios de la sociedad civil hasta alcanzar una representación con todos los aditamentos para acoger el voto del centro derecha -liberales, demócrata-cristianos, conservadores y monárquicos- y así practicar las reformas y regeneraciones que precise el sistema, debido a la indecente conducta del PP. Ciudadanos, mal dirigido y peor aconsejado, se precipita al descalabro, dejando huérfanos a los que confiaron en esta formación, y lo peor, siendo la bisagra para la fragmentación del centro-derecha en España, hecho que conlleva la presencia de al menos tres partidos políticos, lo que hace imposible concentrar el voto para organizar la alternancia política, legislativa y socio-cultural en nuestro país.
No me gusta lo que sucede. No veo personas con aptitud y menos aun con actitud, capaces para enderezar el rumbo y practicar política de Estado, en un momento con tres graves problemas: enfermedad social producida por una pandemia vírica; crisis económica que requiere no sólo ayudar a los más débiles, también cambiar el modelo económico; cohesionar solidariamente España, evitando asimetrías y secesiones.
Ver al vicepresidente del Gobierno de mi país-nación pactando con los secesionistas y los herederos del "conflicto vasco" con más de mil muertos, me produce asco e indignación. Es como si no sólo los miserables se hicieran cargo de las Instituciones del Estado, es que son los enemigos de la democracia los que marcan las agendas socio-políticas de la nación, con lo que recuerdo más que nunca aquella frase de Ortega. ¨¡Dios mío!, ¿qué es España?".
Han expulsado de la política a los mejores. Han establecido un cordón sanitario -frase perversa- para evitar que algún patriota romántico se acerque a la política. Sólo hay sitio para los aventureros sin escrúpulos. Tampoco observo que la sociedad civil se pronuncie desde sus plataformas y tribunas. Es como si más allá de la España de truhanes y malandrines, sólo hubiera el silencio de los cementerios.
Haría falta que las Cortes en vez de buscar la confrontación personal, con argumentos zafios, propusiera un análisis científico, honesto y pormenorizado, de la situación, siempre diciendo la verdad, con transparencia. Esa misma que le están exigiendo a la Corona. O esa misma que dicen quieren institucionalizar en el poder judicial. Pero que no están dispuestos a promover en las cámaras legislativas. Y no será que haya asuntos para tratar. Desde la pobreza, hasta la violencia juvenil, pasando por la falta de capacidad laboral y salarial en el actual modelo económico.
Algo tendría que pasar para hacer convivencial la pandemia que vino para quedarse, con un nuevo estilo de vida. Y desde luego, cambiar el gasto público en sus cantidades y objetivos. Colocando en el centro de la actividad parlamentaria y gubernamental la lucha integral contra la corrupción y las desigualdades.
Por todo lo dicho, y tras muchos años de entrega a la sociedad, tanto con mi profesión de sanitario, como en mis actos en torno a la cultura y su patrimonio, o desde luego por mi intensa trayectoria política, en los lugares más peligrosos, con enorme sacrificio mío y de los míos, tengo motivos y pruebas objetivas para declararme insumiso, y proceder al exilio de la política.
Lo que resulta más fácil dada mi edad, independencia y lugar de residencia, al norte del norte, mirando al horizonte dónde se juntan la mar y el cielo, en una estampa que define los colores de la dama libertad.
No vengan a molestarme. Ni estoy, ni les espero. Sólo me interesa el cambio de las mareas. La delicia de seguir paseando por las playas de mica y caolín. Sus preces pueden ahorrárselas conmigo. Soy caso perdido para ustedes, sus señorías.
Emulando aquel encuentro entre Alejandro Magno y Diógenes, les digo. ¡Apártense, que me quitan el nordeste!