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Ernesto Ladrón de Guevara
Miércoles, 24 de Marzo de 2021 Tiempo de lectura:

Mírense la sombra que les acompaña porque igual es franquista

Un tal Hila, alcalde de Palma de Mallorca, —lo digo con todo respeto a la institución, que no al que la detenta, porque hasta ahora parece no haber hecho muchos méritos— ha quitado los nombres de unas calles referidas a personajes que dieron sus vidas disciplinadamente para cumplir órdenes de sus respectivos Gobiernos, en trances de la historia que no dieron gloria a España pues fueron sendas derrotas a manos del mundo anglosajón.

 

Los héroes, pues así son aquellos que por encima de su propia vida ejecutaron sus misiones de guerra por la función militar que tenían encomendada, fueron llevados a la muerte por unos gobernantes más nefastos aún que los que tenemos ahora.

 

Este alcalde, al que Arturo Pérez-Reverte llama idiota porque ha dicho una idiotez, como no encuentra una explicación razonable, alude a que se refiere a buques de la Armada en tiempos de Franco que llevaban estos nombres, cuando la verdad es que esa denominación correspondía a barcos republicanos. Metedura de pata tras metedura. Después de esto se la tendrán que enyesar.

 

A su analfabeta respuesta al escritor, que le afea la razón esgrimida para eliminar del callejero a Churruca, Gravina, y Cervera, se añade que calificaba a estos almirantes como franquistas. Después ha corregido adjudicando el calificativo redundante a los barcos.  ¡Qué culpa tendrán los buques de guerra de vivir en una época u otras!

 

Los almirantes de la Armada española fueron llevados al matadero por las insensatas órdenes del comandante en jefe de las fuerzas navales de la coalición franco-española contra Inglaterra, a la que nos dirigieron Godoy y Carlos IV, por sus apaños con los franceses.  Para echar a los franceses, más tarde, se arrimaron a los ingleses, lo cual desembocó en la descomposición de la Hispanidad. Ingleses y franceses conspiraban por destrozar el Imperio fundado por los católicos reyes, por eso de “quítate tu para ponerme yo”. Solo que ellos trataban de hacer un próspero negocio sin atender a los habitantes de las Españas y nosotros cada vez íbamos abandonando más las bienintencionadas ideas que dieron lugar a las Leyes de Indias. Los Borbones entendían su relación con las provincias de ultramar más como un mercado persa que como partes de la España fundacional de la civilización cristiana amerindia.

 

Habrá que recordar que estos episodios fueron el principio del desastre de la invasión francesa de nuestro territorio nacional que luego acabó en otra guerra, la de la Independencia en 1814, cuyo origen desastroso fue el fracaso de  Trafalgar derivado del empeño de Francia de invadir Inglaterra. Mientras la coalición hispanofrancesa navegaba hacia el Canal de la Mancha se toparon con la flota naval inglesa y recibieron leña hasta “decir basta” por culpa de la parte francesa que estaba a verlas venir, o más bien a que los títeres hispanos se batieran el cobre, y ellos viéndolo desde la barrera. Al volver a Cádiz se coció el desbarajuste final, y en el Cabo de Trafalgar se produjo el desastre y punto final a la aventura gabacha. El comandante franchute del conglomerado naviero se dedicó más a preservar su condición de jefe que a pelear. Y así nos fue.

 

Cuenta don Benito Pérez Galdós que “[…] el mismo Napoleón mandó a los periódicos que no se hablara del asunto, y cuando se le dio cuenta de la victoria de sus implacables enemigos los ingleses, se contentó con encogerse de hombros diciendo: ´Yo no puedo estar en todas partes´”.

 

Los que cayeron en este episodio desgraciado de la Historia de España son denigrados después de muertos en actos de guerra obligados, por cumplir su misión.

 

Cervera fue otro héroe de guerra al que unos incompetentes gobernantes a finales del XIX, de cuya herencia somos actualmente depositarios impenitentes, le llevaron a la muerte, una leva reclutada para recibir con saña el castigo de los que después serían los amos del mundo. Le llevaron a la Guerra de Cuba, sin suficientes naves y pertrechos, lo que propició una victoria perfectamente programada de otros enemigos del Imperio español, los anglos-americanos. Cuyo resultado fue también la heroica resistencia del Almirante Cervera, que cumplió rigurosamente las órdenes recibidas, a pesar de que presagió el resultado calamitoso que entregó Cuba y Filipinas a la hegemonía de los anglos.

 

Pues bien, el susodicho argumentaba que las placas que conmemoraban a esos tres héroes porque era una simbología franquista.

 

Cuando se quiere arremeter contra símbolos representativos de la historia española, connotativos de valores y actos nobles, el argumento más socorrido es que tienen un significado franquista. No hace falta insistir que esas personas vivieron mucho antes de que naciera el famoso general de un régimen autoritario, no fascista. No hace falta insistir que personajes como José Antonio Primo de Rivera, Joaquín Calvo Sotelo, y otros, murieron antes de que Franco impusiera su sistema, precisamente asesinados ambos por quienes nos llevaron a la guerra.

 

No hace falta hacer mención de que el escudo anterior al constitucional no fue implantado por Franco. Otro igual existe en el pavimento de la Embajada de Roma porque era el del Águila de San Juan, e instaurado por los Reyes Católicos. Ahora vendrán con el cuento de que los Reyes Católicos eran franquistas.

 

Con tanta estupidez y tanta historieta comecocos lo que están haciendo es entontecernos y construir unos relatos estúpidos para mentes abducidas y adoctrinadas, en un nuevo cuño cuyo resultado y efecto es deconstruir la historia y quitarnos las raíces y la memoria. Precisamente, lo hacen aquellos que tanto utilizan el término memoria con sus dos aditamentos de “democrática” e “histórica”.  Ni la memoria puede ser democrática ni histórica pues en el primer caso la memoria es memoria y no tiene relación semántica con sistemas políticos y en el segundo es una duplicación semántica pues la memoria pertenece al tiempo pasado, y por ello no puede ser otra cosa que histórica.

 

Si quieren quitar placas de personajes históricos que lo hagan, pero que empleen razonamientos que tengan lógica y que no nos estén llamando tontos a la cara. Esta clase política es lamentable.

 

Coincido con Unamuno cuando contestaba sobre lo que él entendía por educación, terminando con esta coletilla: “Usted cree, verbigracia, que es educativo, que es disciplinario enseñar historia de España para entender el patriotismo ortodoxo y declamar sobre las glorias nacionales. ¿No cree usted que es más educativo, mucho más educativo, enseñarla como quien enseña química?”

 

Nunca la Historia como disciplina ha estado tan prostituida como ahora. Ni tan siquiera cuando se utilizaba para fomentar sentimientos patrioteros.

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