Autor de “No solo es Soros”
Juan Antonio de Castro: “Los oligarcas globalistas se han fundido en un abrazo totalitario con la nueva izquierda occidental”
“El totalitarismo al que nos enfrentamos hoy no conoce fronteras y se sienta confortablemente en los escaños de nuestros parlamentos y en los tribunales de justicia nacionales e internacionales”.
Juan Antonio de Castro de Arespacochaga es doctor en Ciencias Económicas y profesor de Economía Internacional y del Desarrollo en la Universidad Complutense de Madrid. Durante más de dos décadas ha sido funcionario permanente de las Naciones Unidas en Ginebra y ha desarrollado asimismo parte de su carrera en el ámbito internacional como consultor en instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPALC), el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) o el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUE).
De Castro es también presidente de la empresa de consultoría en inteligencia económica Metaeconomics, pero, sobre todo, es uno de los mayores expertos mundiales en la figura del magnate George Soros, así como de otros muchos oligarcas globalistas que, en su opinión, están asaltando los pilares del sistema, “secuestrando la democracia, la “res publica”, a través de una ingente y extremadamente eficaz ingeniería financiera y cultural”.
El 5 de abril de 2018, Juan Antonio de Castro, que entonces acababa de publicar junto con Aurora Ferrer su libro Soros. Rompiendo España, hacía llegar a la UDEF (Brigada de Delincuencia Económico y Fiscal) y al juez Pablo Llarena el resultado de una larga investigación que evidenciaba las conexiones del multimillonario, especulador y mecenas de la izquierda mundial George Soros con el proceso golpista catalán. Dos meses después, la Policía Nacional registraba varias de las empresas apuntadas por Juan Antonio de Castro en su ensayo.
Ahora, Juan Antonio de Castro continúa su investigación sobre el mundialismo totalitario convencido de que el globalismo se ha convertido en la gran doctrina ideológica del siglo XXI. En este sentido, partidos y organizaciones de todo el espectro político comparten y asumen como propios los dictados de una agenda global cuya implantación se ha acelerado con la llegada del Covid-19. “El multiculturalismo, las imposiciones climáticas o la ideología de género son los vértices sobre los que se apoyan organizaciones supranacionales, gobiernos, multinacionales y tecnológicas para llevar a cabo esta operación de ingeniería social, cultural y financiera. Un proyecto que se personaliza en nombres como George Soros, Bill Gates o Mark Zuckerberg y parte de una premisa: la persecución al disidente”. De todo esto habla en su nuevo libro No solo es Soros. La amenaza del globalismo totalitarismo en tiempos del coronavirus. Y de todo esto hablamos en esta entrevista en exclusiva concedida a La Tribuna del País Vasco.
En su nuevo libro No solo es Soros, habla de la dictadura globalista que ya está entre nosotros. ¿Cómo definiría en pocas palabras este nuevo totalitarismo que nos atenaza?
Para poder entender en qué consiste la dictadura globalista es necesario empezar por el principio: el asalto de una oligarquía globalista a los pilares del sistema, secuestrando la democracia, la Res Publica, y ello a través de ingeniería financiera y cultural. Cuando el poder privado de una oligarquía se hace de modo mayoritario con el poder público, muere la democracia y nace la dictadura. Una dictadura “sui generis” que no se impone por la fuerza de las armas, sino del dinero y la cultura. Esto representa un punto de inflexión para nuestra civilización: el hecho mismo de que el interés general pueda ser comprado, la representatividad política anulada, y la libertad de los individuos sujeta al poder único del dinero en manos de determinados magnates privados y sus entramados.
Bienvenidos al globalismo totalitario, una nueva manera de interpretar la globalización destruyendo la libertad y haciéndolo, para colmo, en nombre de ella. Al final de ese proceso, y facilitado por el miedo que ha propiciado la pandemia/plandemia del Covid-19, una mayoría pasará de ser responsable de su propio destino a convertirse en un conglomerado de esclavos paniaguados sin capacidad de respuesta alguna. Al lado de éstos, una minoría de seguidores incondicionales dispuestos a aprovechar el surgimiento de la nueva era transhumanista y convertirse así en los bufones de la corte privada de una nueva dictadura. Porque pierde la palabra aquel al que amordazan, pero, sobre todo, pierde la libertad aquel al que no le importa situarse en un mundo de pensamiento único en el que elegir o pensar libremente es considerado como disidencia y condenado al silencio. Un mundo en el que, si persiste en disentir, pasa a ser tildado, a partir de ahí, de máquina de “odio”, y clasificado irremediablemente como fascista o blanco supremacista y machista, fuente de todas las fobias que, jamás hubiésemos imaginado, fuese capaz de sentir el ser humano.
En su opinión, ¿los ciudadanos occidentales todavía podemos hablar de conceptos como “democracia”, “libertades individuales”, “patria”, “imperio de la Ley” …?
Va a ser cada vez más difícil hacerlo porque por primera vez en la historia la “Res Publica”, la “Cosa Pública”, el Estado, se están dejando “comprar”. Se trata de una realidad que va incluso mucho más allá y se implanta, de manera subrepticia, en los poderes ejecutivos nacionales y las instituciones y tribunales de justicia internacionales, y lo hace de la mano de una sociedad civil que ha perdido su independencia, de medios de comunicación que han olvidado su ética más elemental, la de transmitir la verdad, y de redes sociales en manos de unas pocas personas, sin legitimidad democrática alguna, pero que se consideran con el derecho de dirigir y gestionar la nueva censura global. Todos estos actores tienen algo en común, forman parte de la nueva corriente globalista que magnates sin escrúpulos han decidido implantar comprando, literalmente, la connivencia de los actores clave de nuestras aún todavía consideradas democracias.
Si uno se deja “comprar” pierde su identidad y se convierte en siervo. Al hacerlo, los actores a los que aquí me refiero, han perdido la legitimidad que, como ciudadanos, les habíamos otorgado. Las instituciones públicas y los órganos judiciales, bajo el nuevo yugo de intereses privados, pierden su legitimidad democrática, o su independencia y neutralidad como organismos internacionales, rompiéndose, de facto, el contrato social “roussoniano” que los gobernados habíamos establecido con nuestros gobernantes. También la pierden los medios de comunicación más influyentes, al perder la confianza que podíamos tener en ellos, así como en los periodistas al frente de los mismos. Pero lo más grave es la pérdida de libertades individuales y de derechos fundamentales a la que este “mercadillo siniestro”, este gran “bazar inmoral”, nos está conduciendo.
Puede que consideremos que no hay nada de novedoso en afirmar que el dinero compra voluntades, pero lo que aquí se expone es distinto y va muchísimo más lejos. Se trata de la compra de voluntades, por parte de sujetos e instituciones sin la más mínima legitimidad democrática. Un proceso que solo puede llevarnos al aniquilamiento de la democracia tal y como hasta ahora la hemos conocido. Sé que muchos quisieran tratarme, por afirmar esto, de “conspiranoico” y otras bondades con las que se carga uno hoy todo pensamiento disidente que se sale de lo “políticamente correcto”.
En el ámbito de la libertad de expresión es particularmente preocupante cómo protagonistas del pensamiento único globalista y totalitario como Bill Gates y George Soros, no pueden dejar de comprar aquello que de no ser controlado por ellos, podría arruinar sus planes estratégicos de gobernanza global: la opinión pública y por ende la capacidad de censurar y de estipular qué es o no verdad o desinformación. ¿Alguien se ha preguntado alguna vez que tienen en común la BBC, Bloomberg, El País, Le Monde o Die Zeit, por no citar más que algunos de los principales medios en Europa?, pues que ninguno de ellos escribirá nunca nada, aunque sepan que es cierto, que critique o desvirtúe a un magnate como Gates y a todo lo relativo, por ejemplo, a su plan y estrategia global sobre las vacunas contra el Covid-19. A esto se le llama desinformación, a las entidades que cito más arriba medios “comprados”, y al hecho mismo de dejarse financiar y callar la verdad, un insulto insoportable a la ética periodística y a la confianza de la población en la veracidad de los medios. Lo afirmo porque estos medios no pueden negar haber recibido, respectivamente, 51 millones de dólares la BBC (2009-19); 5 millones de dólares, Bloomberg (2009); 2 millones de dólares El País (2016), 438.000 dólares Le Monde (2015) y 297.000 dóleres Die Zeit (2019). Son cifras que publica la propia Bill&Melinda Gates Foundation en su página web. ¿Podemos en esas condiciones seguir creyendo en que lo que se nos cuenta sobre vacunas y pandemia, en medios supuestamente serios como estos, es verdad?
¿Cómo se explica la cada vez más férrea y estrecha relación entre la nueva oligarquía totalitaria y la izquierda social-comunista global alumbrada, entre otros, desde el Foro de Sao Paulo?
Se sabe que la izquierda ha flirteado siempre con el totalitarismo, y que el comunismo hizo siempre del mismo su bandera. Lo que no podíamos imaginar es que, esta vez, ambos se pondrían a las órdenes de un nuevo poder oligárquico. Y este hecho se produce con la connivencia de quienes nos gobiernan, y todo ello gracias a la implantación de un pensamiento único capaz de acallar la disidencia y de asesinar la democracia. Nadie lo hubiera imaginado. Poniéndonos en la mentalidad de una persona de izquierdas, lo lógico hubiera sido pensar en la derecha como candidata más idónea para capitanear al globalismo totalitario. Para nada. Al social-comunismo no le ha preocupado renegar de modo vergonzoso de sus fundamentos ideológicos. ¡Ahí va el social-comunismo del siglo XXI, a hombros de magnates financieros globales! Dinero y poder corrompiendo a la izquierda. Un regalo venido del cielo para una corriente ideológica moribunda.
Son precisamente estos magnates y sus conglomerados los que han puesto en pie una nueva ingeniería social, llamando para ello a la izquierda social-comunista a renovar su doctrina, enfocándola hacia ese marxismo cultural que clona gran parte de los dogmas de la Escuela de Frankfurt de los años cincuenta del siglo pasado y los proyecta en el Foro de Sao Paolo. El objetivo ha sido hacer esa ingeniería efectiva y con efectos “win-win” para ambos. La oligarquía financiera se ha fundido así en un abrazo totalitario y fascista con esa nueva izquierda de demócratas norteamericanos, o socialcomunistas europeos, entre otros. El paso siguiente ha sido el de implantar un complejo y sutil mecanismo de ingeniería cultural, con el fin de adoctrinar y engañar al mundo, haciéndonos creer que su compromiso por la defensa de supuestas minorías, en nuestros países civilizados, debía convertirse en el principal objetivo, en la conquista suprema, despreciando mientras tanto objetivos seculares de lucha contra la pobreza, enfrentando a mujeres contra hombres, desnaturalizando los derechos humanos, amordazando la libertad de expresión, amenazando al cristianismo y destrozando principios y valores fundamentales y hasta el más fundamental de los derechos, el derecho a la vida.
Porque son ellos los “fachas”, y ahora a nivel global. Se constata con hechos cómo la famosa “sociedad abierta” de Soros no es más que un recinto “cerrado”, una cárcel en la que los cantos a las minorías consiguen, cada vez más, silenciar los principios y valores que han cimentado hasta hace poco nuestra civilización occidental. Unos principios que siguen siendo totalmente válidos, pero que su “sociedad abierta” excluye. Soros y sus compañeros de viaje han montado un “chiringuito” de mercenarios globales, que sepamos, sin parangón en la historia.
¿Quiénes son los ‘otros Soros’?, ¿Qué instituciones globales controlan? ¿Dónde encuadraría y cómo definiría usted a todos estos ‘Soros’? Nuevos fascistas, neocomunistas, turbocapitalistas, globalistas…
Globalista viene de globalización, y George Soros, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Ted Turner, son algunos de sus principales exponentes. A pesar de que hablar de estos magnates suene a conspiranoico, es algo tan real como si hablásemos del Banco Central Europeo o de la Reserva Federal, y el papel de éstas en la economía mundial. La diferencia es que la labor de estos “señores” era hasta ahora menos visible, reflexionando tras las paredes de Bildelberg, desde sus eventos “benéficos” más sonados, o desde sus escondidas residencias. No se debe menospreciar el tesón y talento de estos personajes, capaces como han sido de mostrar una agudeza extrema en las finanzas, o de ser creadores de las innovaciones tecnológicas más punteras desde Silicon Valley. Se trata, no lo olvidemos, de unos individuos cuyo motor es el dinero, cuyo poder de la intención constituye su principal motivación, que sueñan con no pasar por este mundo sin dejar su impronta, y cuyo acto más cínico es el de pretender que se les considere por siempre grandes filántropos y benefactores de la humanidad.
Son muchas las pruebas que permiten afirmar que algunos de estos magnates vienen actuando sin complejo alguno, y a la luz del día, con el fin de hacer realidad el Nuevo Orden Mundial (NOM), y para ello no actúan solos. Entre sus socios están potencias económicas de primera línea, tales como los Estados Unidos, o el Reino Unido, sus agencias de cooperación internacional, o instituciones “en defensa de la democracia” de ámbitos parlamentarios, eso sí, siempre atentos a aprovechar la mínima oportunidad geopolítica, frente a China, Europa o Rusia, para arrancar una parte del suculento pastel del mercado tecnológico en expansión, o asegurarse un acceso limpio y sin trabas a las principales materias primas y recursos del planeta. Siempre atentos para ello a acompañar a magnates como Soros y su entramado de ONGs, a garantizar que prevalezca o caiga el poder de turno, a través de procesos de ingeniería social capaces de terminar provocando manifestaciones y golpes de Estado. Así se fraguaron las revoluciones de color o la “Primavera Árabe”, los golpes en países africanos, la agitación racial provocada en Estados Unidos durante la era Obama, para posteriormente sofocarla, o la mismísima revolución de color contra Trump en ese mismo país. Y lo han hecho siempre enarbolando principios como el de forzar a que prevalezca la democracia y los derechos humanos. ¿Pero qué democracias y que derechos? ¿Aquellos a través de los cuales imponen sus intereses, o aquellos que justifican la condena del derecho a la vida? Porque para estos magnates de la globalización, como son Soros y Gates, tal y como lo era para la CIA o el KGB en tiempos remotos, el fin, ya sea éste geopolítico, o de salud global, justificará siempre los medios.
En cuanto a las instituciones que van paulatinamente controlando, es necesario detenerse en la ingeniería financiera que lo posibilita. Dicha ingeniería actúa a través de la manipulación, por parte de la OSF de Soros y de las ONGs y fundaciones a las que esta financia a su vez, de actores tales como lobbies e instituciones ante la UE capaces de dictar las líneas de su política y, por ende, de la de las naciones que la integran, pero también de aquellas que orientan el voto de los electores europeos. Esa financiación lleva también al control sobre cientos de eurodiputados del propio Parlamento Europeo (cerca de 1/3 de los mismos), a los que alinea en el pensamiento único globalista, pero también de presiones directas sobre altos ejecutivos de la Comisión Europea. Asimismo, y poniendo en entredicho la imparcialidad de organismos encargados de velar por el respeto a los derechos humanos, se constata, a través de esa ingeniería financiera, el control sobre una cuarta parte de los jueces del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo y el control sobre el Consejo de Europa, decidiendo, por ejemplo, en qué momento hacer saltar a la presidencia de la Asamblea Parlamentaria de dicha organización, o inyectando fondos de tal forma que lleguen a hacer de las fundaciones de Soros y Gates, de manera directa e indirecta, los principales financiadores de esta organización y por tanto sus principales decisores en la sombra.
Hay que referirse asimismo a la financiación directa a organismos internacionales de Naciones Unidas tales como la propia OMS, la UN Foundation, UNICEF, UN Capital Development Fund, la FAO, el Alto Comisionado para Refugiados de la ONU, la UNESCO, la OIT o el Fondo de Naciones Unidas para la Población y hasta el propio Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En lo que respecta a la Organización Mundial de la Salud (OMS), un organismo clave para el futuro de la salud mundial, en plena crisis del Covid-19, se constata que Gates y su entramado de fundaciones y organizaciones se han convertido, desde 2016, en el primer donante y por tanto financiador de la misma, superando incluso a los Estados Unidos. Esto tiene repercusiones que van mucho más allá de la mera influencia en las decisiones independientes y neutrales que se le exige a todo organismo de las Naciones Unidas. En efecto, la influencia de Gates en la reorientación hacia las vacunas de las principales políticas de la misma es patente, así como lo es la pérdida de neutralidad lógica de la organización y de su Director General. Ante este asalto a la OMS, es lógico pensar que se debería llevar este problema grave ante la Asamblea General, pues es de la pérdida de independencia de un organismo de la ONU que pasa a estar regido por manos e intereses privados y particulares, de lo que se trata. ¿Por qué los pueblos de las Naciones Unidas debiéramos seguir creyendo y contribuyendo a un organismo que ya no nos representa?
Dice usted en su libro que necesitamos recuperar un nuevo “Espíritu de Normandía”. Pero ¿contra quién debemos luchar? Y lo que es más importante, ¿cómo?
“Go, go, go!”, es el grito que desde el aire se ordenó a los de Normandía que saltasen colgados de sus paracaídas para reconquistar Europa de la barbarie nazi y el fascismo. El totalitarismo al que nos enfrentamos hoy no conoce fronteras y se sienta confortablemente en los escaños de nuestros parlamentos y en los tribunales de justicia nacionales e internacionales. Para enfrentarnos a él debemos conocer a la perfección su forma de penetrar nuestras mentes y conciencias, pues la facilidad con la que se infiltra en la civilización actual es desconcertante. Debemos por tanto luchar contra aquellos que han puesto en pie este desastre global que se avecina. Desde los magnates, los gobernantes conniventes con ellos, los periodistas comprados, los jueces sesgados hacia el globalismo, los propietarios de las redes sociales que configuran la nueva dictadura de Silicon Valley y un largo etcétera de actores conniventes, silenciosos, y no por menos culpables de la pronta extinción de nuestros sistemas democráticos.
Las fuerzas que aglutinan la crítica al totalitarismo que nos invade están, por supuesto, silenciadas por medios de comunicación comprados, pero también muy fragmentadas, y esto último es el principal talón de Aquiles de éstas. Es necesario aunar las fuerzas alrededor de un objetivo y lema simple y que aglutine la lucha principal que debemos emprender: la resistencia y victoria sobre esta nueva dictadura. Para los que nos unamos al “espíritu de Normandía”, o imponemos los valores en los que creemos, vida, familia, democracia, justicia, libertad y soberanía nacional, a los que nos los están arrebatando, o moriremos. No la muerte física, sino la de nuestra dignidad como seres humanos, esclavos sumisos incapaces de emprender, incapaces de opinar, pensar, vivir, soñar o rezar, en una sociedad globalista más desigual que ninguna otra que hayamos conocido. En esa sociedad, solo unos pocos disfrutarán de la nueva era transhumanista. Quedarán atrás los demás, aquellos que, en los pensamientos de magnates como Ted Turner, Rockefeller, Gates o Soros, parecen sobrar en la sociedad del Nuevo Orden Mundial.
¿De dónde debe venir la resistencia a este nuevo totalitarismo global?, ¿Cómo articularla?
La reacción solo puede surgir de los individuos. Seres humanos que no forman parte de esa sociedad civil ya comprada por el globalismo. Tampoco aquellos demasiado imbuidos en disputas de partidos políticos. La política nos seguirá el día que comprenda la gravedad de lo que está aconteciendo. Mientras tanto, espero poco de ella. Son ya muchos los grupos, asociaciones e iniciativas o canales de TV y radio en la red que luchan por la libertad y que se multiplican por Europa y América. La solución debe quizá buscarse a través de dos enfoques.
El primero, unir las fuerzas fragmentadas alrededor de un diagnóstico común sobre la amenaza totalitaria y la pérdida de nuestra democracia y nuestras libertades, hechos que hay que mostrar de manera didáctica y difundir al máximo.
El segundo es concentrar, en una lista limitada de recomendaciones, las actuaciones más urgentes a poner en práctica. En mi libro me extiendo sobre las mismas. Éstas se centran, entre otras, en aportar transparencia a lo que observamos, exigir responsabilidades a los actores actuales del globalismo y a los políticos, parlamentarios, jueces y periodistas que los secundan, reformar las instituciones en las que ha comenzado a permear el virus totalitario, abordar nuevas leyes de inmigración, reforma de la UE o denunciar la dictadura de Silicon Valley buscando las herramientas para neutralizarla.
Señor De Castro: ¿Qué futuro les espera a nuestros hijos?
El que queramos darles. Todo depende de nuestra actitud y de nuestro ejemplo. Decía Unamuno que “A veces, permanecer en silencio es mentir, ya que el silencio puede interpretarse como asentimiento”. Permanecer callados no es una opción. Hay que reflexionar y expresarse. Hay que hacer llegar a la superficie del debate global el clamor de aquellos que no aceptaremos nunca que nos arrase una dictadura. Llamar a las cosas como son y luchar porque nadie nos las imponga. Se ha jugado con la población de este planeta para atemorizarla y domesticarla a la espera de un nuevo orden colectivista en el que se disuelvan las libertades individuales y las soberanías nacionales. Son esos los dos pilares que pretenden destruir.
Pienso que lo que nuestros hijos quieren ver siempre en nosotros es verdad y coherencia. Si logramos actuar bajo esas premisas, nuestro ejemplo calará en ellos, y construirán un futuro de principios y valores para no perder jamás la libertad y la democracia. En definitiva, si queremos que vivan libres y afronten el futuro con ilusión demos hoy nosotros el ejemplo y “saltemos ya del avión”. Las costas de Normandía están a la vista.
Juan Antonio de Castro de Arespacochaga es doctor en Ciencias Económicas y profesor de Economía Internacional y del Desarrollo en la Universidad Complutense de Madrid. Durante más de dos décadas ha sido funcionario permanente de las Naciones Unidas en Ginebra y ha desarrollado asimismo parte de su carrera en el ámbito internacional como consultor en instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPALC), el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) o el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUE).
De Castro es también presidente de la empresa de consultoría en inteligencia económica Metaeconomics, pero, sobre todo, es uno de los mayores expertos mundiales en la figura del magnate George Soros, así como de otros muchos oligarcas globalistas que, en su opinión, están asaltando los pilares del sistema, “secuestrando la democracia, la “res publica”, a través de una ingente y extremadamente eficaz ingeniería financiera y cultural”.
El 5 de abril de 2018, Juan Antonio de Castro, que entonces acababa de publicar junto con Aurora Ferrer su libro Soros. Rompiendo España, hacía llegar a la UDEF (Brigada de Delincuencia Económico y Fiscal) y al juez Pablo Llarena el resultado de una larga investigación que evidenciaba las conexiones del multimillonario, especulador y mecenas de la izquierda mundial George Soros con el proceso golpista catalán. Dos meses después, la Policía Nacional registraba varias de las empresas apuntadas por Juan Antonio de Castro en su ensayo.
Ahora, Juan Antonio de Castro continúa su investigación sobre el mundialismo totalitario convencido de que el globalismo se ha convertido en la gran doctrina ideológica del siglo XXI. En este sentido, partidos y organizaciones de todo el espectro político comparten y asumen como propios los dictados de una agenda global cuya implantación se ha acelerado con la llegada del Covid-19. “El multiculturalismo, las imposiciones climáticas o la ideología de género son los vértices sobre los que se apoyan organizaciones supranacionales, gobiernos, multinacionales y tecnológicas para llevar a cabo esta operación de ingeniería social, cultural y financiera. Un proyecto que se personaliza en nombres como George Soros, Bill Gates o Mark Zuckerberg y parte de una premisa: la persecución al disidente”. De todo esto habla en su nuevo libro No solo es Soros. La amenaza del globalismo totalitarismo en tiempos del coronavirus. Y de todo esto hablamos en esta entrevista en exclusiva concedida a La Tribuna del País Vasco.
En su nuevo libro No solo es Soros, habla de la dictadura globalista que ya está entre nosotros. ¿Cómo definiría en pocas palabras este nuevo totalitarismo que nos atenaza?
Para poder entender en qué consiste la dictadura globalista es necesario empezar por el principio: el asalto de una oligarquía globalista a los pilares del sistema, secuestrando la democracia, la Res Publica, y ello a través de ingeniería financiera y cultural. Cuando el poder privado de una oligarquía se hace de modo mayoritario con el poder público, muere la democracia y nace la dictadura. Una dictadura “sui generis” que no se impone por la fuerza de las armas, sino del dinero y la cultura. Esto representa un punto de inflexión para nuestra civilización: el hecho mismo de que el interés general pueda ser comprado, la representatividad política anulada, y la libertad de los individuos sujeta al poder único del dinero en manos de determinados magnates privados y sus entramados.
Bienvenidos al globalismo totalitario, una nueva manera de interpretar la globalización destruyendo la libertad y haciéndolo, para colmo, en nombre de ella. Al final de ese proceso, y facilitado por el miedo que ha propiciado la pandemia/plandemia del Covid-19, una mayoría pasará de ser responsable de su propio destino a convertirse en un conglomerado de esclavos paniaguados sin capacidad de respuesta alguna. Al lado de éstos, una minoría de seguidores incondicionales dispuestos a aprovechar el surgimiento de la nueva era transhumanista y convertirse así en los bufones de la corte privada de una nueva dictadura. Porque pierde la palabra aquel al que amordazan, pero, sobre todo, pierde la libertad aquel al que no le importa situarse en un mundo de pensamiento único en el que elegir o pensar libremente es considerado como disidencia y condenado al silencio. Un mundo en el que, si persiste en disentir, pasa a ser tildado, a partir de ahí, de máquina de “odio”, y clasificado irremediablemente como fascista o blanco supremacista y machista, fuente de todas las fobias que, jamás hubiésemos imaginado, fuese capaz de sentir el ser humano.
En su opinión, ¿los ciudadanos occidentales todavía podemos hablar de conceptos como “democracia”, “libertades individuales”, “patria”, “imperio de la Ley” …?
Va a ser cada vez más difícil hacerlo porque por primera vez en la historia la “Res Publica”, la “Cosa Pública”, el Estado, se están dejando “comprar”. Se trata de una realidad que va incluso mucho más allá y se implanta, de manera subrepticia, en los poderes ejecutivos nacionales y las instituciones y tribunales de justicia internacionales, y lo hace de la mano de una sociedad civil que ha perdido su independencia, de medios de comunicación que han olvidado su ética más elemental, la de transmitir la verdad, y de redes sociales en manos de unas pocas personas, sin legitimidad democrática alguna, pero que se consideran con el derecho de dirigir y gestionar la nueva censura global. Todos estos actores tienen algo en común, forman parte de la nueva corriente globalista que magnates sin escrúpulos han decidido implantar comprando, literalmente, la connivencia de los actores clave de nuestras aún todavía consideradas democracias.
Si uno se deja “comprar” pierde su identidad y se convierte en siervo. Al hacerlo, los actores a los que aquí me refiero, han perdido la legitimidad que, como ciudadanos, les habíamos otorgado. Las instituciones públicas y los órganos judiciales, bajo el nuevo yugo de intereses privados, pierden su legitimidad democrática, o su independencia y neutralidad como organismos internacionales, rompiéndose, de facto, el contrato social “roussoniano” que los gobernados habíamos establecido con nuestros gobernantes. También la pierden los medios de comunicación más influyentes, al perder la confianza que podíamos tener en ellos, así como en los periodistas al frente de los mismos. Pero lo más grave es la pérdida de libertades individuales y de derechos fundamentales a la que este “mercadillo siniestro”, este gran “bazar inmoral”, nos está conduciendo.
Puede que consideremos que no hay nada de novedoso en afirmar que el dinero compra voluntades, pero lo que aquí se expone es distinto y va muchísimo más lejos. Se trata de la compra de voluntades, por parte de sujetos e instituciones sin la más mínima legitimidad democrática. Un proceso que solo puede llevarnos al aniquilamiento de la democracia tal y como hasta ahora la hemos conocido. Sé que muchos quisieran tratarme, por afirmar esto, de “conspiranoico” y otras bondades con las que se carga uno hoy todo pensamiento disidente que se sale de lo “políticamente correcto”.
En el ámbito de la libertad de expresión es particularmente preocupante cómo protagonistas del pensamiento único globalista y totalitario como Bill Gates y George Soros, no pueden dejar de comprar aquello que de no ser controlado por ellos, podría arruinar sus planes estratégicos de gobernanza global: la opinión pública y por ende la capacidad de censurar y de estipular qué es o no verdad o desinformación. ¿Alguien se ha preguntado alguna vez que tienen en común la BBC, Bloomberg, El País, Le Monde o Die Zeit, por no citar más que algunos de los principales medios en Europa?, pues que ninguno de ellos escribirá nunca nada, aunque sepan que es cierto, que critique o desvirtúe a un magnate como Gates y a todo lo relativo, por ejemplo, a su plan y estrategia global sobre las vacunas contra el Covid-19. A esto se le llama desinformación, a las entidades que cito más arriba medios “comprados”, y al hecho mismo de dejarse financiar y callar la verdad, un insulto insoportable a la ética periodística y a la confianza de la población en la veracidad de los medios. Lo afirmo porque estos medios no pueden negar haber recibido, respectivamente, 51 millones de dólares la BBC (2009-19); 5 millones de dólares, Bloomberg (2009); 2 millones de dólares El País (2016), 438.000 dólares Le Monde (2015) y 297.000 dóleres Die Zeit (2019). Son cifras que publica la propia Bill&Melinda Gates Foundation en su página web. ¿Podemos en esas condiciones seguir creyendo en que lo que se nos cuenta sobre vacunas y pandemia, en medios supuestamente serios como estos, es verdad?
¿Cómo se explica la cada vez más férrea y estrecha relación entre la nueva oligarquía totalitaria y la izquierda social-comunista global alumbrada, entre otros, desde el Foro de Sao Paulo?
Se sabe que la izquierda ha flirteado siempre con el totalitarismo, y que el comunismo hizo siempre del mismo su bandera. Lo que no podíamos imaginar es que, esta vez, ambos se pondrían a las órdenes de un nuevo poder oligárquico. Y este hecho se produce con la connivencia de quienes nos gobiernan, y todo ello gracias a la implantación de un pensamiento único capaz de acallar la disidencia y de asesinar la democracia. Nadie lo hubiera imaginado. Poniéndonos en la mentalidad de una persona de izquierdas, lo lógico hubiera sido pensar en la derecha como candidata más idónea para capitanear al globalismo totalitario. Para nada. Al social-comunismo no le ha preocupado renegar de modo vergonzoso de sus fundamentos ideológicos. ¡Ahí va el social-comunismo del siglo XXI, a hombros de magnates financieros globales! Dinero y poder corrompiendo a la izquierda. Un regalo venido del cielo para una corriente ideológica moribunda.
Son precisamente estos magnates y sus conglomerados los que han puesto en pie una nueva ingeniería social, llamando para ello a la izquierda social-comunista a renovar su doctrina, enfocándola hacia ese marxismo cultural que clona gran parte de los dogmas de la Escuela de Frankfurt de los años cincuenta del siglo pasado y los proyecta en el Foro de Sao Paolo. El objetivo ha sido hacer esa ingeniería efectiva y con efectos “win-win” para ambos. La oligarquía financiera se ha fundido así en un abrazo totalitario y fascista con esa nueva izquierda de demócratas norteamericanos, o socialcomunistas europeos, entre otros. El paso siguiente ha sido el de implantar un complejo y sutil mecanismo de ingeniería cultural, con el fin de adoctrinar y engañar al mundo, haciéndonos creer que su compromiso por la defensa de supuestas minorías, en nuestros países civilizados, debía convertirse en el principal objetivo, en la conquista suprema, despreciando mientras tanto objetivos seculares de lucha contra la pobreza, enfrentando a mujeres contra hombres, desnaturalizando los derechos humanos, amordazando la libertad de expresión, amenazando al cristianismo y destrozando principios y valores fundamentales y hasta el más fundamental de los derechos, el derecho a la vida.
Porque son ellos los “fachas”, y ahora a nivel global. Se constata con hechos cómo la famosa “sociedad abierta” de Soros no es más que un recinto “cerrado”, una cárcel en la que los cantos a las minorías consiguen, cada vez más, silenciar los principios y valores que han cimentado hasta hace poco nuestra civilización occidental. Unos principios que siguen siendo totalmente válidos, pero que su “sociedad abierta” excluye. Soros y sus compañeros de viaje han montado un “chiringuito” de mercenarios globales, que sepamos, sin parangón en la historia.
¿Quiénes son los ‘otros Soros’?, ¿Qué instituciones globales controlan? ¿Dónde encuadraría y cómo definiría usted a todos estos ‘Soros’? Nuevos fascistas, neocomunistas, turbocapitalistas, globalistas…
Globalista viene de globalización, y George Soros, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Ted Turner, son algunos de sus principales exponentes. A pesar de que hablar de estos magnates suene a conspiranoico, es algo tan real como si hablásemos del Banco Central Europeo o de la Reserva Federal, y el papel de éstas en la economía mundial. La diferencia es que la labor de estos “señores” era hasta ahora menos visible, reflexionando tras las paredes de Bildelberg, desde sus eventos “benéficos” más sonados, o desde sus escondidas residencias. No se debe menospreciar el tesón y talento de estos personajes, capaces como han sido de mostrar una agudeza extrema en las finanzas, o de ser creadores de las innovaciones tecnológicas más punteras desde Silicon Valley. Se trata, no lo olvidemos, de unos individuos cuyo motor es el dinero, cuyo poder de la intención constituye su principal motivación, que sueñan con no pasar por este mundo sin dejar su impronta, y cuyo acto más cínico es el de pretender que se les considere por siempre grandes filántropos y benefactores de la humanidad.
Son muchas las pruebas que permiten afirmar que algunos de estos magnates vienen actuando sin complejo alguno, y a la luz del día, con el fin de hacer realidad el Nuevo Orden Mundial (NOM), y para ello no actúan solos. Entre sus socios están potencias económicas de primera línea, tales como los Estados Unidos, o el Reino Unido, sus agencias de cooperación internacional, o instituciones “en defensa de la democracia” de ámbitos parlamentarios, eso sí, siempre atentos a aprovechar la mínima oportunidad geopolítica, frente a China, Europa o Rusia, para arrancar una parte del suculento pastel del mercado tecnológico en expansión, o asegurarse un acceso limpio y sin trabas a las principales materias primas y recursos del planeta. Siempre atentos para ello a acompañar a magnates como Soros y su entramado de ONGs, a garantizar que prevalezca o caiga el poder de turno, a través de procesos de ingeniería social capaces de terminar provocando manifestaciones y golpes de Estado. Así se fraguaron las revoluciones de color o la “Primavera Árabe”, los golpes en países africanos, la agitación racial provocada en Estados Unidos durante la era Obama, para posteriormente sofocarla, o la mismísima revolución de color contra Trump en ese mismo país. Y lo han hecho siempre enarbolando principios como el de forzar a que prevalezca la democracia y los derechos humanos. ¿Pero qué democracias y que derechos? ¿Aquellos a través de los cuales imponen sus intereses, o aquellos que justifican la condena del derecho a la vida? Porque para estos magnates de la globalización, como son Soros y Gates, tal y como lo era para la CIA o el KGB en tiempos remotos, el fin, ya sea éste geopolítico, o de salud global, justificará siempre los medios.
En cuanto a las instituciones que van paulatinamente controlando, es necesario detenerse en la ingeniería financiera que lo posibilita. Dicha ingeniería actúa a través de la manipulación, por parte de la OSF de Soros y de las ONGs y fundaciones a las que esta financia a su vez, de actores tales como lobbies e instituciones ante la UE capaces de dictar las líneas de su política y, por ende, de la de las naciones que la integran, pero también de aquellas que orientan el voto de los electores europeos. Esa financiación lleva también al control sobre cientos de eurodiputados del propio Parlamento Europeo (cerca de 1/3 de los mismos), a los que alinea en el pensamiento único globalista, pero también de presiones directas sobre altos ejecutivos de la Comisión Europea. Asimismo, y poniendo en entredicho la imparcialidad de organismos encargados de velar por el respeto a los derechos humanos, se constata, a través de esa ingeniería financiera, el control sobre una cuarta parte de los jueces del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo y el control sobre el Consejo de Europa, decidiendo, por ejemplo, en qué momento hacer saltar a la presidencia de la Asamblea Parlamentaria de dicha organización, o inyectando fondos de tal forma que lleguen a hacer de las fundaciones de Soros y Gates, de manera directa e indirecta, los principales financiadores de esta organización y por tanto sus principales decisores en la sombra.
Hay que referirse asimismo a la financiación directa a organismos internacionales de Naciones Unidas tales como la propia OMS, la UN Foundation, UNICEF, UN Capital Development Fund, la FAO, el Alto Comisionado para Refugiados de la ONU, la UNESCO, la OIT o el Fondo de Naciones Unidas para la Población y hasta el propio Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En lo que respecta a la Organización Mundial de la Salud (OMS), un organismo clave para el futuro de la salud mundial, en plena crisis del Covid-19, se constata que Gates y su entramado de fundaciones y organizaciones se han convertido, desde 2016, en el primer donante y por tanto financiador de la misma, superando incluso a los Estados Unidos. Esto tiene repercusiones que van mucho más allá de la mera influencia en las decisiones independientes y neutrales que se le exige a todo organismo de las Naciones Unidas. En efecto, la influencia de Gates en la reorientación hacia las vacunas de las principales políticas de la misma es patente, así como lo es la pérdida de neutralidad lógica de la organización y de su Director General. Ante este asalto a la OMS, es lógico pensar que se debería llevar este problema grave ante la Asamblea General, pues es de la pérdida de independencia de un organismo de la ONU que pasa a estar regido por manos e intereses privados y particulares, de lo que se trata. ¿Por qué los pueblos de las Naciones Unidas debiéramos seguir creyendo y contribuyendo a un organismo que ya no nos representa?
Dice usted en su libro que necesitamos recuperar un nuevo “Espíritu de Normandía”. Pero ¿contra quién debemos luchar? Y lo que es más importante, ¿cómo?
“Go, go, go!”, es el grito que desde el aire se ordenó a los de Normandía que saltasen colgados de sus paracaídas para reconquistar Europa de la barbarie nazi y el fascismo. El totalitarismo al que nos enfrentamos hoy no conoce fronteras y se sienta confortablemente en los escaños de nuestros parlamentos y en los tribunales de justicia nacionales e internacionales. Para enfrentarnos a él debemos conocer a la perfección su forma de penetrar nuestras mentes y conciencias, pues la facilidad con la que se infiltra en la civilización actual es desconcertante. Debemos por tanto luchar contra aquellos que han puesto en pie este desastre global que se avecina. Desde los magnates, los gobernantes conniventes con ellos, los periodistas comprados, los jueces sesgados hacia el globalismo, los propietarios de las redes sociales que configuran la nueva dictadura de Silicon Valley y un largo etcétera de actores conniventes, silenciosos, y no por menos culpables de la pronta extinción de nuestros sistemas democráticos.
Las fuerzas que aglutinan la crítica al totalitarismo que nos invade están, por supuesto, silenciadas por medios de comunicación comprados, pero también muy fragmentadas, y esto último es el principal talón de Aquiles de éstas. Es necesario aunar las fuerzas alrededor de un objetivo y lema simple y que aglutine la lucha principal que debemos emprender: la resistencia y victoria sobre esta nueva dictadura. Para los que nos unamos al “espíritu de Normandía”, o imponemos los valores en los que creemos, vida, familia, democracia, justicia, libertad y soberanía nacional, a los que nos los están arrebatando, o moriremos. No la muerte física, sino la de nuestra dignidad como seres humanos, esclavos sumisos incapaces de emprender, incapaces de opinar, pensar, vivir, soñar o rezar, en una sociedad globalista más desigual que ninguna otra que hayamos conocido. En esa sociedad, solo unos pocos disfrutarán de la nueva era transhumanista. Quedarán atrás los demás, aquellos que, en los pensamientos de magnates como Ted Turner, Rockefeller, Gates o Soros, parecen sobrar en la sociedad del Nuevo Orden Mundial.
¿De dónde debe venir la resistencia a este nuevo totalitarismo global?, ¿Cómo articularla?
La reacción solo puede surgir de los individuos. Seres humanos que no forman parte de esa sociedad civil ya comprada por el globalismo. Tampoco aquellos demasiado imbuidos en disputas de partidos políticos. La política nos seguirá el día que comprenda la gravedad de lo que está aconteciendo. Mientras tanto, espero poco de ella. Son ya muchos los grupos, asociaciones e iniciativas o canales de TV y radio en la red que luchan por la libertad y que se multiplican por Europa y América. La solución debe quizá buscarse a través de dos enfoques.
El primero, unir las fuerzas fragmentadas alrededor de un diagnóstico común sobre la amenaza totalitaria y la pérdida de nuestra democracia y nuestras libertades, hechos que hay que mostrar de manera didáctica y difundir al máximo.
El segundo es concentrar, en una lista limitada de recomendaciones, las actuaciones más urgentes a poner en práctica. En mi libro me extiendo sobre las mismas. Éstas se centran, entre otras, en aportar transparencia a lo que observamos, exigir responsabilidades a los actores actuales del globalismo y a los políticos, parlamentarios, jueces y periodistas que los secundan, reformar las instituciones en las que ha comenzado a permear el virus totalitario, abordar nuevas leyes de inmigración, reforma de la UE o denunciar la dictadura de Silicon Valley buscando las herramientas para neutralizarla.
Señor De Castro: ¿Qué futuro les espera a nuestros hijos?
El que queramos darles. Todo depende de nuestra actitud y de nuestro ejemplo. Decía Unamuno que “A veces, permanecer en silencio es mentir, ya que el silencio puede interpretarse como asentimiento”. Permanecer callados no es una opción. Hay que reflexionar y expresarse. Hay que hacer llegar a la superficie del debate global el clamor de aquellos que no aceptaremos nunca que nos arrase una dictadura. Llamar a las cosas como son y luchar porque nadie nos las imponga. Se ha jugado con la población de este planeta para atemorizarla y domesticarla a la espera de un nuevo orden colectivista en el que se disuelvan las libertades individuales y las soberanías nacionales. Son esos los dos pilares que pretenden destruir.
Pienso que lo que nuestros hijos quieren ver siempre en nosotros es verdad y coherencia. Si logramos actuar bajo esas premisas, nuestro ejemplo calará en ellos, y construirán un futuro de principios y valores para no perder jamás la libertad y la democracia. En definitiva, si queremos que vivan libres y afronten el futuro con ilusión demos hoy nosotros el ejemplo y “saltemos ya del avión”. Las costas de Normandía están a la vista.