De viernes a viernes
Otra semana más vemos que el viernes toca mover ficha, no de oca a oca, sino de cárcel a cárcel y tiran porque les toca. Las fotografías de los asesinos vuelven a publicarse en los periódicos, las televisiones emiten imágenes de archivo, nos recuerdan sus sanguinarios currículos y las heridas vuelven a supurar. El engranaje está perfectamente lubricado para que la maquinaria no se detenga y los herederos, sí, herederos, legatarios, favorecidos con las mandas del testador cumplan con las últimas voluntades del finado.
Gracias a la pandemia, estos movimientos aparecen solapados, apenas se les da importancia, como si fueran agua pasada que a nadie importa. Qué frágil es la memoria cuando no se quiere recordar, ni tan siquiera a aquellos que en su día fueron "de los nuestros". Cambalaches, trueques y mercados persas en los que se compra y se vende, todo está en almoneda. Cuán difícil resulta que se oiga o se lea el lamento de las víctimas que ven que claman en el desierto mientras los victimarios esbozan siniestras sonrisas o se carcajean a mandíbula batiente junto a sus herederos.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
Otra semana más vemos que el viernes toca mover ficha, no de oca a oca, sino de cárcel a cárcel y tiran porque les toca. Las fotografías de los asesinos vuelven a publicarse en los periódicos, las televisiones emiten imágenes de archivo, nos recuerdan sus sanguinarios currículos y las heridas vuelven a supurar. El engranaje está perfectamente lubricado para que la maquinaria no se detenga y los herederos, sí, herederos, legatarios, favorecidos con las mandas del testador cumplan con las últimas voluntades del finado.
Gracias a la pandemia, estos movimientos aparecen solapados, apenas se les da importancia, como si fueran agua pasada que a nadie importa. Qué frágil es la memoria cuando no se quiere recordar, ni tan siquiera a aquellos que en su día fueron "de los nuestros". Cambalaches, trueques y mercados persas en los que se compra y se vende, todo está en almoneda. Cuán difícil resulta que se oiga o se lea el lamento de las víctimas que ven que claman en el desierto mientras los victimarios esbozan siniestras sonrisas o se carcajean a mandíbula batiente junto a sus herederos.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria