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Lidia Falcón
Jueves, 22 de Abril de 2021 Tiempo de lectura:

La imposición de la doctrina 'queer'

La campaña electoral de Madrid se desarrolla de la forma más desastrosa que pudiéramos imaginar. No son las acusaciones, los insultos y las descalificaciones recíprocas de los contendientes lo más sorprendente, puesto que llevamos varios años asistiendo al combate verbal, que no debate, que protagonizan cada semana en el Congreso de los Diputados los diferentes partidos. Es lo absurdo, que raya en lo rocambolesco, de algunas propuestas que nos plantean en sus mítines los candidatos. Sobre todo, las que formula la inefable Ministra de Igualdad en uno de sus últimos encuentros electorales, donde, en un alarde de dominio del lenguaje inclusivo estuvo repitiendo los sufijos en a, en o y en e, para demostrarnos que en la población existen más de dos sexos. Géneros, como ahora le llaman los adoradores de la doctrina ‘queer’.

 

El tema de su discurso era condenar las terapias psicológicas que pudieran sufrir los menores, obligados por sus padres, para ser “reconvertidos” de su deseo de cambiar de género. Esa malvada terapia está destinada a impedir que los niños, las niñas y los niñes (sic) puedan realizar su deseo de convertirse en un ser del sexo contrario o de ningún sexo, en una transmutación mágica que hace desaparecer del cuerpo humano sus atributos sexuales, Y la benéfica tarea del Ministerio de Igualdad y de su ministra, Irene Montero, que impartía la charla, era impedir semejante imposición. En el público, aplaudiendo enfervorizadamente, se encontraban algunas de las personas que se autocalifican ‘trans’ y que se han hecho protagonistas de la batalla por aprobar la ley que propone Podemos.

 

Entre otros, mi desconcierto está provocado por la testaruda tenacidad con que la señora Montero hace de esa ley el eje de su política, centrada única y obsesivamente en llevar adelante tal proyecto, a pesar de la oposición cada vez más firme y coordinada del Movimiento Feminista, en sus diferentes organizaciones, al que no ha querido ni escuchar ni recibir, y de las críticas que desde otros sectores sociales se están escuchando. Si el propósito de toda organización política, sobre todo en periodo electoral, es lograr la aceptación de la mayor parte de la sociedad para conseguir el mayor número de votantes, no entiendo que cálculos ha hecho la ministra sobre la aceptación de los planteamientos de esa legislación en nuestra sociedad.

 

Dado que se calcula que no más del 0,01% de la población se autodenomina transexual, y de ella la mayoría aceptan las terapias hormonales, psicológicas y psiquiátricas, durante dos años, como marca la legislación actual, la cantidad de personas autocalificadas de transgénero significa un número tan corto que no puede tener incidencia electoral. ¿Qué es, en consecuencia, lo que persigue ese obsesivo propósito de legalizar lo que se denomina “autodeterminación de género”, que permite a cualquier persona cambiar de identidad, de documentación y de papel social, al afirmar que es el del sexo contrario, sólo manifestando el deseo de conseguirlo? Cuando, además, se enfrenta a la crítica y al rotundo rechazo de tal propósito por parte de sectores influyentes, como las organizaciones de mujeres, el Partido Feminista, el Partido Socialista, profesionales de la sanidad y de la educación.

 

La imposición de la doctrina ‘queer’ se ha convertido en un asunto de Estado para Podemos. Y me pregunto, ¿qué clase de beneficios pretende lograr Irene Montero hormonando niños desde los ocho años, mutilando muchachas menores de edad con dobles mastectomías que mutilan un cuerpo sano, introduciendo unos personajes masculinos en todos los ámbitos en el que vivimos las mujeres y otros que hemos conquistado con múltiples sacrificios?

 

No logro entender dónde se encuentra el beneficio de legalizar esas transformaciones que sólo afectan a un sector social tan escaso en número como la población ‘trans’, y que yo sepa carente de influencia política, social y económica. Y que sin embargo ha conseguido convertirse en el protagonista de esta batalla entre el sentido común, los usos y costumbres sociales, las definiciones antropológicas, y una teoría fantástica, ausente de toda demostración y certeza científica, que viene a distorsionar la sociedad, enfermar a los menores, dividir a la izquierda, sabotear el Movimiento Feminista y enfrentar a los partidos políticos.

 

Lo más desconcertante de todo, es que no solo es Podemos el abanderado de este distópico proyecto, sino que no hay que olvidar que la ley ‘trans’ de la Comunidad de Madrid se aprobó por el PP en 2016, llamada ‘ley Cifuentes’, que contiene toda la ideología ‘queer’. Se pueden ver las fotos de los jóvenes de Nuevas Generaciones del PP manifestándose junto a los colectivos LGTB y reclamando una legislación ‘trans’. Ciudadanos hace tiempo que se destacó, con soberbia, situándose a la cabeza de estas transformaciones modernas. Y Más Madrid, esta formación desgajada de Podemos, que sorprendentemente tiene más apoyo electoral que Podemos, sigue los mismos pasos de su casa madre.

 

Los demás partidos eluden, taimadamente, mencionar este tema que divide, en un absurdo antagonismo, a hombres y mujeres, padres y niños, feministas, socialistas y populistas, sociedad civil y organizaciones políticas.  ¿Qué futuro nos espera?

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