Guernica / Gernika
Guernica y Gernika también funcionan como apellidos y ninguno de los dos está recogido en el Nomenclátor de apellidos vascos de Euskaltzaindia, pero de eso ya hablaremos en otra ocasión. Esta vez lo que toca es el bombardeo de Guernica, que tuvo lugar el 26 de abril de 1937. Con ocasión del ochenta aniversario de aquel episodio, en 2017, se publicaron, entre otros, dos libros completamente antagónicos. Uno, el de Roberto Muñoz Bolaños titulado Guernica, una nueva historia, que es magistral en cuanto a su análisis y honestidad historiográfica, y otro el de Xabier Irujo Ametzaga titulado Gernika, 26 de abril de 1937, que es, como todos los suyos sobre el tema y aledaños, una verdadera incitación al odio sectario. Que se titulen respectivamente con las dos grafías de la villa foral, la de siempre, Guernica, el de Muñoz Bolaños, y la eusquérica, Gernika, por parte de Irujo, la verdad es que deja en mal lugar al eusquera y al empleo posesivo e ideologizado que del mismo hace el nacionalismo. Porque Muñoz Bolaños muestra toda la documentación y las versiones que sobre el bombardeo se han ido produciendo, mientras que Irujo oculta datos, escamotea bibliografía y nos presenta su versión como acabada y única. Es la diferencia entre la honestidad y la propaganda. Por ejemplo, Bolaños cita a Irujo y rebate sus tesis. Irujo, en cambio, ni se molesta en poner delante del lector planteamientos contrarios o siquiera distintos a los que él plantea, salvo de manera deformada o parcial.
Guernica se llamaba Guernica y sobre todo se escribía Guernica cuando tuvo lugar aquel luctuoso acontecimiento. Y el cuadro de Picasso que lo recogió, haciéndose eco del escándalo internacional ocasionado por el bombardeo, se tituló también Guernica y así se sigue llamando y escribiendo y así lo hará para siempre. Gernika, en cambio, es la grafía eusquerizada actual, desconocida respecto de lo que entonces existía. Con lo cual, es mucho más adecuado a la realidad histórica referirse al bombardeo de Guernica que al bombardeo de Gernika, porque la Guernica que recibió el bombardeo se escribía entonces Guernica, no Gernika, por mucho que este sea ahora su nombre oficial.
La interpretación del bombardeo a cargo de Xabier Irujo constituye un caso paradigmático de ideologización de la historia. Para este autor las víctimas fueron de 2.000 para arriba e insiste en ese número en función de los testimonios que él selecciona, todos ideologizados o de parte y sin base documental. En cambio, no tiene en absoluto en cuenta los resultados del equipo de historiadores que lleva investigando el caso desde 1985, que se llama Gernikazarra Historia Taldea, encabezado por José Ángel Etxaniz y Vicente del Palacio, para quienes los muertos no llegaron a 200, como si no fuera suficiente ese número para considerar aquello una tragedia. Pero para Xabier Irujo parece ser muy importante que sean 2.000 o más, porque ello reafirmaría su atrabiliaria teoría del genocidio vasco, explicada en otro de sus desaforados libros, titulado Genocidio en Euskal Herria, 1936-1945, como si no hubiera habido vascos partidarios de Franco, como si Álava y Navarra no se hubieran puesto de parte de los sublevados desde el mismo 18 de julio de 1936, como si las Brigadas de Navarra que tomaron primero Guipúzcoa y luego Vizcaya no hubieran estado integradas por navarros, junto con guipuzcoanos, alaveses y aun vizcaínos también y mandadas por navarros como Beorlegui o Solchaga.
Xabier Irujo Ametzaga, con su prosapia apellidística de pedigrí nacionalista, descendiente de los Irujo nacionalistas navarros por parte de padre y siendo su madre, Arantzazu Amezaga, Premio Sabino Arana de 2015, el galardón más preciado del PNV, lo tiene todo para representar lo que representa: la historiografía nacionalista vasca actual. En su tarjeta de visita figura que es director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Reno, en Nevada, que es el principal referente de la acción cultural nacionalista vasca en el exterior. Incluso se permite decir en las solapas de sus libros que fue el primer profesor invitado de la Cátedra Manuel Irujo de la Universidad de Liverpool, cuando resulta que dicha cátedra surge por la donación del archivo y biblioteca de su ilustre antepasado nacionalista Manuel Irujo, a cargo de sus descendientes, familiares todos de Xabier Irujo.
La influencia de Xabier Irujo en los círculos historiográficos nacionalistas es enorme, dadas sus complicidades familiares y sobre todo su respaldo político. Un ejemplo lo tenemos en la reciente memoria presentada por el Instituto Gogora en relación a las víctimas del periodo 1936-1945 y con el aval del Gobierno Vasco. Quienes lo redactan están en la órbita de los que manejan los hilos de la historiografía nacionalista, de la que Xabier Irujo es uno de sus principales agentes, como decimos. El libro de Xabier Irujo citado antes, Genocidio en Euskal Herria: 1936-1945, se ciñe también a ese periodo (¿casualidad?). Y cuando se ocupan del tema de los bombardeos, la referencia principal es, por supuesto, Xabier Irujo. Pero veamos de qué manera tan patética resuelven el tema del número de víctimas, que es el objetivo principal de esa memoria, que la tenemos disponible digitalizada en Internet para quien le interese comprobarlo.
El informe se llama “Víctimas mortales de la Guerra Civil en Euskadi” y tiene 40 páginas. Si vamos a la página 21 donde se habla de los bombardeos, veremos que se fija primero en el de Ochandiano, al que le atribuye 60 víctimas mortales. Podemos comprobar cómo en las notas 130 y 131 de ese apartado de bombardeos la única bibliografía que se cita son las obras de Xabier Irujo y de nadie más. En el texto se habla de los dos bombardeos más conocidos, Durango y Guernica, sin cifras de muertos para cada uno y entonces, de pronto, nos dan el número total de víctimas de todos los bombardeos del periodo: 1.361. Cantidad curiosa, teniendo en cuenta que solo nos han dado previamente la cifra de muertos de Ochandiano, pero no las de Durango y Guernica, ni las de los demás bombardeos que hubo en territorio vizcaíno. De modo que suponemos que llegarían a una cifra de consenso, entre la que dan los especialistas más acreditados, esto es, algo más de trescientas para Durango y algo menos de doscientas para Guernica, y la que da su única referencia ideológico-historiográfica, esto es, Xabier Irujo, que ya solo para Guernica da como válida la cifra oficial del Gobierno Vasco de entonces, esto es, 1.654 muertos, aunque él dice que fueron muchos más. No sabremos cómo habrá sentado este informe entre los gerifaltes de la historiografía nacionalista, empezando por el propio Irujo. Suponemos que se habrán puesto de acuerdo entre todos para sacar algo así, o que habrá habido sus más y sus menos. En cualquier caso, todo queda en casa. O, como se suele decir, ellos se lo guisan y ellos se lo comen.
Para terminar no se nos puede pasar, como es propio de esta serie, el tema de los apellidos, en este caso de la lista de víctimas del bombardeo de Guernica de 26 de abril de 1937 que nos dan los principales conocedores del tema que, como decimos, son los historiadores del Gernikazarra Historia Taldea. Tomados los datos de su revista Aldaba, tenemos 118 personas identificadas, con nombre y apellidos (en algunos casos solo con un apellido, en la mayoría con los dos) así como 39 personas sin identificar. En total, cuento 157 víctimas, salvo error u omisión, que son las hasta ahora computadas de aquel bombardeo. Y de sus apellidos, como siempre que nos lo proponemos con cualquier listado del tipo que sea, encontramos varios fallos y ausencias en el Nomenclátor de apellidos vascos de Euskaltzaindia. Irudiaga, Urionabasterrechea, Lequericaurrutia y Zubirementeria no están en el Nomenclátor y tampoco constan en el Instituto Nacional de Estadística como apellidos, al menos no con más de 4 portadores en el total de todo el Estado. Sasuategui tampoco aparece en ninguna de las dos fuentes, pero la enciclopedia digital Auñamendi sí lo reconoce como apellido vasco. El apellido Astelarra no está en el Nomenclátor pero sí en el INE: tiene 49 portadores de primer apellido y 85 de segundo, la mayoría en Vizcaya, pero también los hay en Alava y en Madrid. Y, por último, el apellido Zugazartazar no está tampoco en el Nomenclátor pero sí en el INE, con muy pocos portadores, casi todos en Vizcaya.
Guernica y Gernika también funcionan como apellidos y ninguno de los dos está recogido en el Nomenclátor de apellidos vascos de Euskaltzaindia, pero de eso ya hablaremos en otra ocasión. Esta vez lo que toca es el bombardeo de Guernica, que tuvo lugar el 26 de abril de 1937. Con ocasión del ochenta aniversario de aquel episodio, en 2017, se publicaron, entre otros, dos libros completamente antagónicos. Uno, el de Roberto Muñoz Bolaños titulado Guernica, una nueva historia, que es magistral en cuanto a su análisis y honestidad historiográfica, y otro el de Xabier Irujo Ametzaga titulado Gernika, 26 de abril de 1937, que es, como todos los suyos sobre el tema y aledaños, una verdadera incitación al odio sectario. Que se titulen respectivamente con las dos grafías de la villa foral, la de siempre, Guernica, el de Muñoz Bolaños, y la eusquérica, Gernika, por parte de Irujo, la verdad es que deja en mal lugar al eusquera y al empleo posesivo e ideologizado que del mismo hace el nacionalismo. Porque Muñoz Bolaños muestra toda la documentación y las versiones que sobre el bombardeo se han ido produciendo, mientras que Irujo oculta datos, escamotea bibliografía y nos presenta su versión como acabada y única. Es la diferencia entre la honestidad y la propaganda. Por ejemplo, Bolaños cita a Irujo y rebate sus tesis. Irujo, en cambio, ni se molesta en poner delante del lector planteamientos contrarios o siquiera distintos a los que él plantea, salvo de manera deformada o parcial.
Guernica se llamaba Guernica y sobre todo se escribía Guernica cuando tuvo lugar aquel luctuoso acontecimiento. Y el cuadro de Picasso que lo recogió, haciéndose eco del escándalo internacional ocasionado por el bombardeo, se tituló también Guernica y así se sigue llamando y escribiendo y así lo hará para siempre. Gernika, en cambio, es la grafía eusquerizada actual, desconocida respecto de lo que entonces existía. Con lo cual, es mucho más adecuado a la realidad histórica referirse al bombardeo de Guernica que al bombardeo de Gernika, porque la Guernica que recibió el bombardeo se escribía entonces Guernica, no Gernika, por mucho que este sea ahora su nombre oficial.
La interpretación del bombardeo a cargo de Xabier Irujo constituye un caso paradigmático de ideologización de la historia. Para este autor las víctimas fueron de 2.000 para arriba e insiste en ese número en función de los testimonios que él selecciona, todos ideologizados o de parte y sin base documental. En cambio, no tiene en absoluto en cuenta los resultados del equipo de historiadores que lleva investigando el caso desde 1985, que se llama Gernikazarra Historia Taldea, encabezado por José Ángel Etxaniz y Vicente del Palacio, para quienes los muertos no llegaron a 200, como si no fuera suficiente ese número para considerar aquello una tragedia. Pero para Xabier Irujo parece ser muy importante que sean 2.000 o más, porque ello reafirmaría su atrabiliaria teoría del genocidio vasco, explicada en otro de sus desaforados libros, titulado Genocidio en Euskal Herria, 1936-1945, como si no hubiera habido vascos partidarios de Franco, como si Álava y Navarra no se hubieran puesto de parte de los sublevados desde el mismo 18 de julio de 1936, como si las Brigadas de Navarra que tomaron primero Guipúzcoa y luego Vizcaya no hubieran estado integradas por navarros, junto con guipuzcoanos, alaveses y aun vizcaínos también y mandadas por navarros como Beorlegui o Solchaga.
Xabier Irujo Ametzaga, con su prosapia apellidística de pedigrí nacionalista, descendiente de los Irujo nacionalistas navarros por parte de padre y siendo su madre, Arantzazu Amezaga, Premio Sabino Arana de 2015, el galardón más preciado del PNV, lo tiene todo para representar lo que representa: la historiografía nacionalista vasca actual. En su tarjeta de visita figura que es director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Reno, en Nevada, que es el principal referente de la acción cultural nacionalista vasca en el exterior. Incluso se permite decir en las solapas de sus libros que fue el primer profesor invitado de la Cátedra Manuel Irujo de la Universidad de Liverpool, cuando resulta que dicha cátedra surge por la donación del archivo y biblioteca de su ilustre antepasado nacionalista Manuel Irujo, a cargo de sus descendientes, familiares todos de Xabier Irujo.
La influencia de Xabier Irujo en los círculos historiográficos nacionalistas es enorme, dadas sus complicidades familiares y sobre todo su respaldo político. Un ejemplo lo tenemos en la reciente memoria presentada por el Instituto Gogora en relación a las víctimas del periodo 1936-1945 y con el aval del Gobierno Vasco. Quienes lo redactan están en la órbita de los que manejan los hilos de la historiografía nacionalista, de la que Xabier Irujo es uno de sus principales agentes, como decimos. El libro de Xabier Irujo citado antes, Genocidio en Euskal Herria: 1936-1945, se ciñe también a ese periodo (¿casualidad?). Y cuando se ocupan del tema de los bombardeos, la referencia principal es, por supuesto, Xabier Irujo. Pero veamos de qué manera tan patética resuelven el tema del número de víctimas, que es el objetivo principal de esa memoria, que la tenemos disponible digitalizada en Internet para quien le interese comprobarlo.
El informe se llama “Víctimas mortales de la Guerra Civil en Euskadi” y tiene 40 páginas. Si vamos a la página 21 donde se habla de los bombardeos, veremos que se fija primero en el de Ochandiano, al que le atribuye 60 víctimas mortales. Podemos comprobar cómo en las notas 130 y 131 de ese apartado de bombardeos la única bibliografía que se cita son las obras de Xabier Irujo y de nadie más. En el texto se habla de los dos bombardeos más conocidos, Durango y Guernica, sin cifras de muertos para cada uno y entonces, de pronto, nos dan el número total de víctimas de todos los bombardeos del periodo: 1.361. Cantidad curiosa, teniendo en cuenta que solo nos han dado previamente la cifra de muertos de Ochandiano, pero no las de Durango y Guernica, ni las de los demás bombardeos que hubo en territorio vizcaíno. De modo que suponemos que llegarían a una cifra de consenso, entre la que dan los especialistas más acreditados, esto es, algo más de trescientas para Durango y algo menos de doscientas para Guernica, y la que da su única referencia ideológico-historiográfica, esto es, Xabier Irujo, que ya solo para Guernica da como válida la cifra oficial del Gobierno Vasco de entonces, esto es, 1.654 muertos, aunque él dice que fueron muchos más. No sabremos cómo habrá sentado este informe entre los gerifaltes de la historiografía nacionalista, empezando por el propio Irujo. Suponemos que se habrán puesto de acuerdo entre todos para sacar algo así, o que habrá habido sus más y sus menos. En cualquier caso, todo queda en casa. O, como se suele decir, ellos se lo guisan y ellos se lo comen.
Para terminar no se nos puede pasar, como es propio de esta serie, el tema de los apellidos, en este caso de la lista de víctimas del bombardeo de Guernica de 26 de abril de 1937 que nos dan los principales conocedores del tema que, como decimos, son los historiadores del Gernikazarra Historia Taldea. Tomados los datos de su revista Aldaba, tenemos 118 personas identificadas, con nombre y apellidos (en algunos casos solo con un apellido, en la mayoría con los dos) así como 39 personas sin identificar. En total, cuento 157 víctimas, salvo error u omisión, que son las hasta ahora computadas de aquel bombardeo. Y de sus apellidos, como siempre que nos lo proponemos con cualquier listado del tipo que sea, encontramos varios fallos y ausencias en el Nomenclátor de apellidos vascos de Euskaltzaindia. Irudiaga, Urionabasterrechea, Lequericaurrutia y Zubirementeria no están en el Nomenclátor y tampoco constan en el Instituto Nacional de Estadística como apellidos, al menos no con más de 4 portadores en el total de todo el Estado. Sasuategui tampoco aparece en ninguna de las dos fuentes, pero la enciclopedia digital Auñamendi sí lo reconoce como apellido vasco. El apellido Astelarra no está en el Nomenclátor pero sí en el INE: tiene 49 portadores de primer apellido y 85 de segundo, la mayoría en Vizcaya, pero también los hay en Alava y en Madrid. Y, por último, el apellido Zugazartazar no está tampoco en el Nomenclátor pero sí en el INE, con muy pocos portadores, casi todos en Vizcaya.