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José María Nieto Vigil
Martes, 04 de Mayo de 2021 Tiempo de lectura:

Las equivocaciones del joven rey

[Img #19864]

 

Este año celebramos el V Centenario de la batalla de Villalar (23 de abril de 1521). El conflicto de la Guerra de las Comunidades (1520-1522) marcaría el inicio del reinado de un joven e inexperto monarca, Carlos I, obsesionado con ser proclamado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, tras la muerte de su abuelo, Maximiliano I de Habsburgo, padre de Felipe I de Castilla, conocido con el sobrenombre de Felipe “el Hermoso”.

 

Con el futuro emperador daría inicio del reinado de la dinastía de los Habsburgo, Casa de los Austria, que se prolongaría durante el s. XVI y XVII, finalizando con el enfermizo rey Carlos II, “el Hechizado”, muerto en 1700 sin dejar descendencia.

 

Carlos de Gante comenzó su gobierno, del que sería un vasto imperio, cometiendo gravísimos errores de los que derivaron consecuencias muy negativas para el interés general, incluso antes de su llegada a España (Tazones. Asturias. 19 de septiembre de 1517).

 

[Img #19865]Las circunstancias históricas no le acompañaron, pero su ambición, inducida por su Corte y, sobre todo, por su abuelo, provocaban serios problemas para que pudiera acceder, con la lógica normalidad, a la corona de Castilla y de Aragón. En primer lugar, había fallecido tempranamente su padre, Felipe I (Burgos. 25 de septiembre de 1506), rey consorte de Castilla. En segundo lugar, vivía su madre y heredera legítima de la corona castellana y aragonesa, Juana I (1479-1555) -Juana “la Loca”-. En tercer lugar, y muy importante es esta cuestión, el 22 de enero de 1516, su abuelo materno, Fernando II de Aragón, redactó su testamento en el que nombraba, como gobernador y administrador de los reinos de Castilla y de León , en nombre de su madre, al infante Carlos, dejando a Juana, su hija, todos los estados. Hasta su llegada a España, sería regente a Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), cardenal arzobispo de Toledo, primado de España  y III inquisidor de Castilla. En el mismo testamento, en lo relativo a la corona aragonesa, dejaba su reino a su hija y, como regente nombraba a Alonso de Aragón, arzobispo de Aragón. Al día siguiente moría en Madrigalejo (24 de enero de 1516).

 

Recordar que su abuela, Isabel I de Castilla –“la Católica”- había fallecido en Medina del Campo, el 26 de noviembre de 1504. Pero los problemas sucesorios no terminaban aquí.

 

Del matrimonio de Juana “la Loca” y Felipe “el Hermoso”, habían nacido seis hijos; dos varones (Carlos y Fernando) y cuatro mujeres (Leonor, Catalina, Isabel y María). El primogénito era Carlos y, en principio, debería asumir la corona sin problemas, pero no fue así. Fernando (1503-1564) era tres años más joven que su hermano, había nacido en España (Alcalá de Henares. 10 de marzo de 1503), y por tanto, hablaba el castellano, conocía las costumbres, las tradiciones y las leyes de los reinos hispanos y, por si fuera poco, era el favorito tanto del rey católico, como de Cisneros y, con todo merecimiento, disfrutaba de las simpatías del pueblo. Así pues, todo hacía presagiar serios problemas sucesorios, pero lo que nadie podía llegar a imaginar era el desarrollo de acontecimientos posteriores.

 

Estando en Gante, el 21 de marzo de 1516, envía una carta a su madre en la que la informaba de su decisión de titularse rey, algo imprudente y ofensivo para sus súbditos hispanos. El 3 de abril, el cardenal Cisneros comunica al reino la decisión unilateral adoptada por Carlos. Pero su toma de la corona de Castilla y de Aragón proseguía con más desaciertos. El 13 de abril se informa de la intitulatio, es decir, de la intitulación real (parte del preámbulo de los documentos donde ya aparecen sus títulos, posesiones y atributos). Toda una falta de respeto y cortesía hacia sus vasallos. Posteriormente, el 1 de abril de 1517, con enormes presiones, consiguió de Lorenzo de Médicis –papa León X-, mediante la bula “Pontificius et Aeternum”, el reconocimiento eclesiástico a su nombramiento. Y el emperador seguía fuera de España, sin tener en cuenta la cortesía y la diplomacia necesaria para una sucesión lo más tranquila posible.

 

Alcanzado su primer objetivo, le obsesionaba ser proclamado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, dada la avanzada edad de su abuelo, Maximiliano I de Habsburgo (1459-1519). Pero para ello necesitaba cuantiosas cantidades de dinero para comprar el voto de los electores alemanes. Con el competían Enrique VIII  de  Inglaterra (1491-1547) y Francisco I de Francia (1494-1547), duros competidores y acérrimos competidores por tan eminente distinción. Con este nuevo horizonte en su cabeza inició su viaje a España por primera vez. Salió del puerto flamenco de Flesinga (8 de septiembre de 1517) y arribaría en Tazones (Asturias) el 19 de septiembre. Su imponente flota –cuarenta navíos- se vio obligada a desviar su rumbo a consecuencia de fuertes tempestades que amenazaban su seguridad. El destino escogido había sido Santander, pero las circunstancias atmosféricas cambiaron el plan del viaje.

 

Cuando pisó tierra española, sus problemas no harían sino comenzar, y su inexperiencia y falta de visión política, su mal asesoramiento por parte de sus íntimos consejeros, ya le habían generado animadversión y no poco rechazo entre las gentes de Castilla y de Aragón, pero de todo ello les hablaré en mi siguiente artículo. Si les parece.

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