El camino hercúleo de la tradición
¿A qué mito acogerse? El hombre europeo ha seguido el ejemplo de Prometeo y devino “progresista”. Robó el fuego a los dioses, les desafió en sus mismos palacios celestiales; quiso reformar su mundo y estirpe, y ahora va en proceso de ser quimera: ni hombre ni mujer, ni de un color ni de otro, ni máquina ni tampoco ser de carne y espíritu. Prometeo destruye Europa y a las naciones hijas de ella.
El hombre europeo quiso, otras veces, ser Fausto. Vende su alma por alcanzar infinitos, y pugna por traspasar fronteras que, a la postre, desconoce. Sus agujas góticas devienen cohetes espaciales, y su alma se proyecta hacia un plus ultra que le condena a no hallar jamás descanso. El Prometeo ilustrado y marxista, o el Fausto spengleriano…¿Quién? No sabemos quiénes somos. No hay conciencia del destino ni de la medida.
¿Y qué tal Hércules? El héroe de la maza y la piel de fiera, tan salvaje y rudo como se nos presenta es, sin embargo, la encarnación de la vocación de servicio, el héroe cuyos “trabajos” son arriesgados cumplimientos del deber. También aquel que escala cumbres sabe que es servicial. El destino no es un infinito irracional, es un punto desde donde se amplían los escorzos, es una puntual conciencia de la inmensidad de territorios, océanos, mares de nubes y destinos posibles. Hércules domina lo salvaje, la tendencia al caos y a la disgregación, la bestialidad, y a veces parece camuflarse con tal naturaleza selvática, pero no se engañen: él es quien civiliza verdaderamente. Es una civilidad superior, no la del revolucionario que roba el fuego sagrado, ni la del vikingo que saquea pero no acepta tronos soberanos, no es Prometeo ni Fausto, es el gran Heracles quien enseña lo que es una Europa Espiritual.
Y fue Julius Evola quien nos perfiló el camino trascendente, superior, hacia las cumbres espirituales olvidadas. El gran Tradicionalista italiano fue quien, en pleno siglo XX, armado de la maza y vestido de piel de felino, se lanzó a una recuperación exigente de las raíces, apta para unos pocos, y ello en mitad del proceso infame de decadencia en que nos vemos nosotros, los hijos de Europa.
El gran pensador de la más joven generación de la Nueva Derecha Europea, Georges Feltin-Tracol, nos presenta este ensayo sobre la figura de Evola y el mito de Hércules, publicado recientemente por la editorial Letras Inquietas. Se trata de una breve obra que, sin duda, nos descubrirá la gran lección del Tradicionalismo Evoliano. Cuenta el libro con un prólogo de lujo, a cargo de Eduard Alcántara, el gran especialista español en filosofía evoliana en particular, y pensamiento tradicionalista en general. Léanlo. Contiene claves para conocer las verdaderas raíces y cumbres a las que está llamado atender todo alpinista de la tradición europea, todo héroe con vocación de servicio.
¿A qué mito acogerse? El hombre europeo ha seguido el ejemplo de Prometeo y devino “progresista”. Robó el fuego a los dioses, les desafió en sus mismos palacios celestiales; quiso reformar su mundo y estirpe, y ahora va en proceso de ser quimera: ni hombre ni mujer, ni de un color ni de otro, ni máquina ni tampoco ser de carne y espíritu. Prometeo destruye Europa y a las naciones hijas de ella.
El hombre europeo quiso, otras veces, ser Fausto. Vende su alma por alcanzar infinitos, y pugna por traspasar fronteras que, a la postre, desconoce. Sus agujas góticas devienen cohetes espaciales, y su alma se proyecta hacia un plus ultra que le condena a no hallar jamás descanso. El Prometeo ilustrado y marxista, o el Fausto spengleriano…¿Quién? No sabemos quiénes somos. No hay conciencia del destino ni de la medida.
¿Y qué tal Hércules? El héroe de la maza y la piel de fiera, tan salvaje y rudo como se nos presenta es, sin embargo, la encarnación de la vocación de servicio, el héroe cuyos “trabajos” son arriesgados cumplimientos del deber. También aquel que escala cumbres sabe que es servicial. El destino no es un infinito irracional, es un punto desde donde se amplían los escorzos, es una puntual conciencia de la inmensidad de territorios, océanos, mares de nubes y destinos posibles. Hércules domina lo salvaje, la tendencia al caos y a la disgregación, la bestialidad, y a veces parece camuflarse con tal naturaleza selvática, pero no se engañen: él es quien civiliza verdaderamente. Es una civilidad superior, no la del revolucionario que roba el fuego sagrado, ni la del vikingo que saquea pero no acepta tronos soberanos, no es Prometeo ni Fausto, es el gran Heracles quien enseña lo que es una Europa Espiritual.
Y fue Julius Evola quien nos perfiló el camino trascendente, superior, hacia las cumbres espirituales olvidadas. El gran Tradicionalista italiano fue quien, en pleno siglo XX, armado de la maza y vestido de piel de felino, se lanzó a una recuperación exigente de las raíces, apta para unos pocos, y ello en mitad del proceso infame de decadencia en que nos vemos nosotros, los hijos de Europa.
El gran pensador de la más joven generación de la Nueva Derecha Europea, Georges Feltin-Tracol, nos presenta este ensayo sobre la figura de Evola y el mito de Hércules, publicado recientemente por la editorial Letras Inquietas. Se trata de una breve obra que, sin duda, nos descubrirá la gran lección del Tradicionalismo Evoliano. Cuenta el libro con un prólogo de lujo, a cargo de Eduard Alcántara, el gran especialista español en filosofía evoliana en particular, y pensamiento tradicionalista en general. Léanlo. Contiene claves para conocer las verdaderas raíces y cumbres a las que está llamado atender todo alpinista de la tradición europea, todo héroe con vocación de servicio.