Concordia, indulto y privilegios de clase
La referencia a la concordia nacional para tramitar el indulto a los presos de la derecha nacionalista catalana suena irremediablemente a componenda. Sánchez balancea su discurso entre los dos polos en función de cuál sea su interés personal en lo político: ni siquiera hablamos de su interés político. Hablamos de su interés personal en lo político.
Sánchez recurre a la virtud de la concordia para justificar la impunidad a la que debe su puesto en el Gobierno y no le duelen prendas dejar por tanto a los jueces como sujetos faltos de esa concordia, pero es tan amoral que posiblemente no esté más que probando la opinión pública para desdecirse si hace falta. Hablamos del sujeto que más ha ondeado entre una postura y su contraria en toda la historia de España, que ya es decir. Sánchez apoyó la aplicación del 155 cuando aspiraba a gobernar en mayoría, pero no lo aplicará cuando el actual Gobierno de la Generalidad vuelva a incumplir la ley. Cuestión de concordia. Sánchez llamó "delincuentes" a los que hoy va a indultar para vender electoralmente que nunca pactaría con ellos para hacer justo lo contrario nada más ganar las elecciones. Cuestión de concordia.
Hay en muchos pensadores de izquierda la idea de que los indultos están concebidos para un determinado perfil de delincuente. Un delincuente para el que la cárcel no está pensada, el delincuente de clase. Sánchez y todo su Gobierno pertenecen a este tipo de clase porque conciben la política como un medio de demolición. Demolición del Estado, demolición económica, de las libertades, de la salud, del enemigo... etc. Los futuros indultados pertenecen a la clase de los demoledores, conciben la política como un arma de disolución, de exaltación de los peores instintos del ser humano que no es otra cosa que lo que organizaron en la calle los hoy presos.
En la cuestión del indulto a los fascistas catalanes hay una idea que incumbe a la naturaleza misma del régimen del 78, a sus padres fundadores, a la idea de consenso que presidió la Transición y que es fundamentalmente contrario a la idea misma de democracia. Se avecina tras el indulto una nueva reforma del Estado para segregarlo más, para dividirlo más, para demolerlo más, sobre la base del consenso político que usurpa la soberanía nacional al pueblo.
Nos impondrán una reforma jurídica del Estado sobre la base del chantaje de la necesidad de concordia nacional y no creo que el Jefe del Estado le vaya a temblar la mano para firmar. Esperar de él un gesto así y mucho menos hacer esperar la actividad política a ese gesto sería un terrible suicidio político. El cuarteo del Estado no es la vulneración del Régimen actual sino la profundización en el mismo. El espíritu de la concordia con el que van a someternos a este segundo robo de soberanía es descendiente de los Pactos de la Moncloa. Solo es un paso en la misma dirección.
No tiene sentido oponerse al indulto sin oponerse a este Régimen y sus reglas de juego. Ni mucho menos aferrarse a él como hacen las derechas. Es precisamente lo que legitimó a los indultados y como ven, les siguen legitimando porque han vuelto a gobernar en Cataluña no por mayoría, sino por un tramposo sistema de recuento.
La referencia a la concordia nacional para tramitar el indulto a los presos de la derecha nacionalista catalana suena irremediablemente a componenda. Sánchez balancea su discurso entre los dos polos en función de cuál sea su interés personal en lo político: ni siquiera hablamos de su interés político. Hablamos de su interés personal en lo político.
Sánchez recurre a la virtud de la concordia para justificar la impunidad a la que debe su puesto en el Gobierno y no le duelen prendas dejar por tanto a los jueces como sujetos faltos de esa concordia, pero es tan amoral que posiblemente no esté más que probando la opinión pública para desdecirse si hace falta. Hablamos del sujeto que más ha ondeado entre una postura y su contraria en toda la historia de España, que ya es decir. Sánchez apoyó la aplicación del 155 cuando aspiraba a gobernar en mayoría, pero no lo aplicará cuando el actual Gobierno de la Generalidad vuelva a incumplir la ley. Cuestión de concordia. Sánchez llamó "delincuentes" a los que hoy va a indultar para vender electoralmente que nunca pactaría con ellos para hacer justo lo contrario nada más ganar las elecciones. Cuestión de concordia.
Hay en muchos pensadores de izquierda la idea de que los indultos están concebidos para un determinado perfil de delincuente. Un delincuente para el que la cárcel no está pensada, el delincuente de clase. Sánchez y todo su Gobierno pertenecen a este tipo de clase porque conciben la política como un medio de demolición. Demolición del Estado, demolición económica, de las libertades, de la salud, del enemigo... etc. Los futuros indultados pertenecen a la clase de los demoledores, conciben la política como un arma de disolución, de exaltación de los peores instintos del ser humano que no es otra cosa que lo que organizaron en la calle los hoy presos.
En la cuestión del indulto a los fascistas catalanes hay una idea que incumbe a la naturaleza misma del régimen del 78, a sus padres fundadores, a la idea de consenso que presidió la Transición y que es fundamentalmente contrario a la idea misma de democracia. Se avecina tras el indulto una nueva reforma del Estado para segregarlo más, para dividirlo más, para demolerlo más, sobre la base del consenso político que usurpa la soberanía nacional al pueblo.
Nos impondrán una reforma jurídica del Estado sobre la base del chantaje de la necesidad de concordia nacional y no creo que el Jefe del Estado le vaya a temblar la mano para firmar. Esperar de él un gesto así y mucho menos hacer esperar la actividad política a ese gesto sería un terrible suicidio político. El cuarteo del Estado no es la vulneración del Régimen actual sino la profundización en el mismo. El espíritu de la concordia con el que van a someternos a este segundo robo de soberanía es descendiente de los Pactos de la Moncloa. Solo es un paso en la misma dirección.
No tiene sentido oponerse al indulto sin oponerse a este Régimen y sus reglas de juego. Ni mucho menos aferrarse a él como hacen las derechas. Es precisamente lo que legitimó a los indultados y como ven, les siguen legitimando porque han vuelto a gobernar en Cataluña no por mayoría, sino por un tramposo sistema de recuento.