Memorial imprescindible
Soy descendiente de judíos. Así se lo espetaba a un tal Arzalluz. Era la forma de completar la descripción que él hacía de mí, cuando lo cabreaba. "¡Ese gallego de Lugo!". A lo que yo añadía: "¡De San Ciprián y con abuelos judíos!". Y es que lo primero que hice al visitar Alemania con una delegación del Parlamento Vasco fue poner pie en uno de aquellos campos de exterminio para los de mi estirpe. Por eso resultan imprescindibles los monumentos que cuentan las atrocidades genocidas, para evitar que el tiempo borre las huellas y tanto víctimas como verdugos queden al pairo de quienes confunden términos como perdón, reconciliación, reinserción, reencarnación... No en vano, esta humanidad heredera del viejo espíritu histórico de Europa, tiene la mala costumbre de repetir "hazañas de toda índole". Basta que algunos druidas o santones consigan ser escuchados, usados, guiados, con fines bastardos en los que siempre mueren los mismos y siempre matan los mismos.
Pero en el caso que da título a este artículo, hay más. Con fines políticos. Para sumar escaños. A inventario de mayorías que sostengan en el poder a truhanes y malandrines, algunos están reescribiendo la historia de lo acontecido en Euskadi. En esa tierra del Golfo de Vizcaya. Para lavar a unos y olvidar a otros. Se trata de mover el conocimiento para las nuevas generaciones entre los que como el Sultán de Galapagar hizo y dijo, justificar las actuaciones de ETA y su entorno. O esos escribanos de novelas dónde se busca la equidistancia en un conflicto con dos sociedades enfrentadas. Y es que aquel PNV que yo sufrí lo intentó muchas veces. El modelo era Irlanda. La solución, negociar con los pistoleros, pues no cabía otra. En el medio, el terror, la lucha de algunos que por dignidad paisana no estábamos dispuestos a renunciar al derecho de ser y vivir como españoles en una comunidad de comunidades, en la que hasta el denostado franquismo había cometido el error de alentar privilegios en una España asimétrica en la que no sólo se reconocían supuestos derechos históricos, es que a la hora del reparto, lo que les faltaba a los pobres, se les daba a los ricos -Cataluña y Vascongadas-.
Pues bien. Ayer tuve una conversación con Gorka Angulo Altube. Un vasco, español. Una persona que como yo, tiene acreditada la condición de víctima o amenazado por el entramado nacionalista radical. Un exilado en Galicia para evitar que los comandos lo ejecutaran. Mi amigo es periodista y licenciado en Ciencias Políticas y Sociales, amén de excelente escritor y magnífico contertulio. Simpático. Hombretón que podría muy bien ser Mariñano. Bravo y sin complejos. Gran imitador y con excelente memoria...
Y hablando de Memoria. Le felicité con toda mi alma. Está en las entrañas de ese nuevo Monumento que junto a la escultura a las víctimas producto artístico de mi gran amigo Ibarrola, hacen de Vitoria, la capital para el recuerdo a las víctimas del terrorismo con fundamentos bastardos en la ideología y táctica para un proyecto de construcción nacional del Estado-Nación que soñaron los nacionalistas vascos desde los tiempos de un tal Sabino Arana.
Me refiero al Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, con sede en las antiguas dependencias del Banco de España en la capital alavesa, que inauguraron los Reyes de España, y que con tal motivo impusieron la condecoración ganada por mi amigo -casi gallego de adopción- que significa lo que puso para mayor gloria de ejercer con honor la condición de español en aquella Euskadi en la que cuando se salía de casa, nunca sabían los tuyos si ibas a regresar.
¡Felicidades querido Gorka!. Enhorabuena a los que han logrado tal monumento a la verdad histórica. Ahora los que visiten el País Vasco podrán no sólo acudir a sus equipamientos culturales -Guggenheim, Euskalduna, Bodegas de diseño, Cubos de Moneu, museos de Bilbao y Vitoria- También pueden y deben recorrer un espacio en el que la oferta no es sólo fotográfica, hay documentos, testimonio de las víctimas, actos para la reflexión y esa terrible jaula para un ser humano que recrea el agujero dónde tuvieron al funcionario Ortega Lara, los gudaris para la libertad de Euskal Herría. Me encantará visitarlo. Me encantará presentar en tal lugar mi próximo libro sobre mis memorias durante los años que fui objetivo de ETA y sus cómplices.
El pasado no puede borrarse. Y menos manipularse para gloria de unos y tristeza infinita de otros. El fin nunca justifica los medios. No se trata de un simple análisis del pasado político con sus conflictos y contenciosos. Se trata de muchos años en los que el matonismo se instaló en España y muy en espacial en el País Vasco, dejando muertos, heridos, refugiados, estigmatizados y sobre todo, momentos en los que muchos españoles llegaron a creer, como sucede ahora en Cataluña, que aquello sólo tenía una solución. Negociar. Cuando la dignidad no es negociable. Sobre todo si el Estado es consciente de su fuerza, el depósito de entereza que le otorga el pueblo, el error que supone dar para extender el mal ejemplo por los caminos de la vieja Hispania.
Mi conversación con Gorka, que sigue hablando gallego, me reconfortó con mi pasado y con mi presente. Lo que pusimos en tierras de vascongadas, fue semilla de libertad. Esa dama de la que siempre dije: Sin libertad no merece la pena vivir. Por la libertad, merece la pena morir.
El enorme cariño que desde Galicia profesamos a todos los rincones de la Hispanidad. La disposición permanente para acudir a dónde se nos llame para defender con honor nuestros derechos. Pero con una memoria infinita y al servicio de aquello que es como una terrible sentencia. De las cárceles se sale. De los cementerios, no. Además, corremos el peligro de que el paso del tiempo, entierre la memoria de nuestras víctimas. Por eso, ¡ni olvido, ni perdono!. Dejamos a muchos por el camino. Y tal como me señaló mi padre, aquel lunes fatídico que le llamé para comunicarle el asesinato de mi amigo Goyo Ordoñez... seguiré cumpliendo con mi deber, eso mismo que está haciendo Gorka Angulo, un vasco valeroso, entrañable, dedicado a la más romántica de las causas, la memoria que sirve para saber la verdad, no olvidarla, evitar que la manoseen, o que la conviertan en agua pasada...
Soy descendiente de judíos. Así se lo espetaba a un tal Arzalluz. Era la forma de completar la descripción que él hacía de mí, cuando lo cabreaba. "¡Ese gallego de Lugo!". A lo que yo añadía: "¡De San Ciprián y con abuelos judíos!". Y es que lo primero que hice al visitar Alemania con una delegación del Parlamento Vasco fue poner pie en uno de aquellos campos de exterminio para los de mi estirpe. Por eso resultan imprescindibles los monumentos que cuentan las atrocidades genocidas, para evitar que el tiempo borre las huellas y tanto víctimas como verdugos queden al pairo de quienes confunden términos como perdón, reconciliación, reinserción, reencarnación... No en vano, esta humanidad heredera del viejo espíritu histórico de Europa, tiene la mala costumbre de repetir "hazañas de toda índole". Basta que algunos druidas o santones consigan ser escuchados, usados, guiados, con fines bastardos en los que siempre mueren los mismos y siempre matan los mismos.
Pero en el caso que da título a este artículo, hay más. Con fines políticos. Para sumar escaños. A inventario de mayorías que sostengan en el poder a truhanes y malandrines, algunos están reescribiendo la historia de lo acontecido en Euskadi. En esa tierra del Golfo de Vizcaya. Para lavar a unos y olvidar a otros. Se trata de mover el conocimiento para las nuevas generaciones entre los que como el Sultán de Galapagar hizo y dijo, justificar las actuaciones de ETA y su entorno. O esos escribanos de novelas dónde se busca la equidistancia en un conflicto con dos sociedades enfrentadas. Y es que aquel PNV que yo sufrí lo intentó muchas veces. El modelo era Irlanda. La solución, negociar con los pistoleros, pues no cabía otra. En el medio, el terror, la lucha de algunos que por dignidad paisana no estábamos dispuestos a renunciar al derecho de ser y vivir como españoles en una comunidad de comunidades, en la que hasta el denostado franquismo había cometido el error de alentar privilegios en una España asimétrica en la que no sólo se reconocían supuestos derechos históricos, es que a la hora del reparto, lo que les faltaba a los pobres, se les daba a los ricos -Cataluña y Vascongadas-.
Pues bien. Ayer tuve una conversación con Gorka Angulo Altube. Un vasco, español. Una persona que como yo, tiene acreditada la condición de víctima o amenazado por el entramado nacionalista radical. Un exilado en Galicia para evitar que los comandos lo ejecutaran. Mi amigo es periodista y licenciado en Ciencias Políticas y Sociales, amén de excelente escritor y magnífico contertulio. Simpático. Hombretón que podría muy bien ser Mariñano. Bravo y sin complejos. Gran imitador y con excelente memoria...
Y hablando de Memoria. Le felicité con toda mi alma. Está en las entrañas de ese nuevo Monumento que junto a la escultura a las víctimas producto artístico de mi gran amigo Ibarrola, hacen de Vitoria, la capital para el recuerdo a las víctimas del terrorismo con fundamentos bastardos en la ideología y táctica para un proyecto de construcción nacional del Estado-Nación que soñaron los nacionalistas vascos desde los tiempos de un tal Sabino Arana.
Me refiero al Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, con sede en las antiguas dependencias del Banco de España en la capital alavesa, que inauguraron los Reyes de España, y que con tal motivo impusieron la condecoración ganada por mi amigo -casi gallego de adopción- que significa lo que puso para mayor gloria de ejercer con honor la condición de español en aquella Euskadi en la que cuando se salía de casa, nunca sabían los tuyos si ibas a regresar.
¡Felicidades querido Gorka!. Enhorabuena a los que han logrado tal monumento a la verdad histórica. Ahora los que visiten el País Vasco podrán no sólo acudir a sus equipamientos culturales -Guggenheim, Euskalduna, Bodegas de diseño, Cubos de Moneu, museos de Bilbao y Vitoria- También pueden y deben recorrer un espacio en el que la oferta no es sólo fotográfica, hay documentos, testimonio de las víctimas, actos para la reflexión y esa terrible jaula para un ser humano que recrea el agujero dónde tuvieron al funcionario Ortega Lara, los gudaris para la libertad de Euskal Herría. Me encantará visitarlo. Me encantará presentar en tal lugar mi próximo libro sobre mis memorias durante los años que fui objetivo de ETA y sus cómplices.
El pasado no puede borrarse. Y menos manipularse para gloria de unos y tristeza infinita de otros. El fin nunca justifica los medios. No se trata de un simple análisis del pasado político con sus conflictos y contenciosos. Se trata de muchos años en los que el matonismo se instaló en España y muy en espacial en el País Vasco, dejando muertos, heridos, refugiados, estigmatizados y sobre todo, momentos en los que muchos españoles llegaron a creer, como sucede ahora en Cataluña, que aquello sólo tenía una solución. Negociar. Cuando la dignidad no es negociable. Sobre todo si el Estado es consciente de su fuerza, el depósito de entereza que le otorga el pueblo, el error que supone dar para extender el mal ejemplo por los caminos de la vieja Hispania.
Mi conversación con Gorka, que sigue hablando gallego, me reconfortó con mi pasado y con mi presente. Lo que pusimos en tierras de vascongadas, fue semilla de libertad. Esa dama de la que siempre dije: Sin libertad no merece la pena vivir. Por la libertad, merece la pena morir.
El enorme cariño que desde Galicia profesamos a todos los rincones de la Hispanidad. La disposición permanente para acudir a dónde se nos llame para defender con honor nuestros derechos. Pero con una memoria infinita y al servicio de aquello que es como una terrible sentencia. De las cárceles se sale. De los cementerios, no. Además, corremos el peligro de que el paso del tiempo, entierre la memoria de nuestras víctimas. Por eso, ¡ni olvido, ni perdono!. Dejamos a muchos por el camino. Y tal como me señaló mi padre, aquel lunes fatídico que le llamé para comunicarle el asesinato de mi amigo Goyo Ordoñez... seguiré cumpliendo con mi deber, eso mismo que está haciendo Gorka Angulo, un vasco valeroso, entrañable, dedicado a la más romántica de las causas, la memoria que sirve para saber la verdad, no olvidarla, evitar que la manoseen, o que la conviertan en agua pasada...











