Autor de “La opción benedictina” y “Vivir sin mentiras”
Rod Dreher: "El nuevo totalitarismo ‘woke’ trata de borrar la historia para controlar mejor a las personas"
![[Img #20108]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/06_2021/5642_rod-dreher.png)
En 1974, el escritor y disidente Aleksandr Solzhenitsyn publicó, en vísperas de su destierro, un mensaje final dirigido al pueblo ruso, que llevaba por título “¡Vivir sin mentiras!”, en el que proclamaba que la mejor respuesta al totalitarismo soviético no era otra que el afecto y la fidelidad a la verdad. El periodista y escritor Rod Dreher, autor del aclamado ensayo La opción benedictina y editor de The American Conservative, hace ahora en su más reciente trabajo, Vivir sin mentiras, de altavoz de Solzhenitsyn y de otros muchos disidentes de Europa del Este que nos alertan del peligro no tan lejano de que Estados Unidos y el resto de Occidente estén abocados a un totalitarismo “blando”, basado más en la manipulación psicológica que en la violencia abierta.
En su última obra, Dreher desvela algunos de los principales rasgos de este nuevo totalitarismo, y nos pone ante las historias y experiencias de estos disidentes -sucedidas hace no tanto tiempo, pero caídas en el olvido- para ofrecer consejos prácticos sobre cómo identificar y resistir el nuevo totalitarismo que caracteriza al tiempo actual. “Mientras una revolución cultural apunta a la institucionalización de una tiranía de clichés ideológicos, Dreher renueva el gran llamamiento de Solzhenitsyn a 'vivir sin mentiras'. No puedo imaginar un libro más oportuno ni urgente, o uno con un mensaje espiritual, político y cultural más duradero”, ha explicado con rotundidad Daniel Mahoney, coeditor de The Solzhenitsyn Reader.
En una reciente entrevista publicada en la revista francesa Valeurs Actuelles, Dreher explica que las mentiras a las que hace mención en su libro “son una colección de dogmas que la izquierda quiere que proclamemos para demostrar que no somos unos bárbaros sectarios. En Estados Unidos, por ejemplo, tenemos que aceptar la mentira de que la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y la libertad de religión deben ser restringidas para proteger las sensibilidades de las minorías, que son tratadas como sagrados víctimas. Pero, por el contrario, nosotros debemos aceptar la mentira de que las cosas más importantes para una persona, es decir, su raza, su inclinación sexual y otros marcadores, son cuestiones superficiales en lugar de la sustancia de su carácter. Nosotros debemos aceptar la falsificación ideológica que la izquierda ha hecho de la lengua, con el objetivo de producir una nueva pseudo-realidad. Y debemos aceptar la mentira de que debemos renunciar a nuestras libertades, a nuestras tradiciones, a nuestra dignidad y al sentido común porque pertenecemos a pueblos que deben ser castigados por el bien de la justicia y el progreso”.
Explica Rod Dreher que en 1951, Hannah Arendt publicó Los orígenes del totalitarismo, los resultados de su estudio sobre la forma en que Alemania, Rusia e Italia abrieron las puertas a los sistemas totalitarios. “Ella descubrió aspectos básicos que las sociedades pretotalitarias tienen en común. Los factores más importantes son la soledad de las masas y su alienación. El hombre pretotalitario está aislado de su vecino, es ajeno a su propia cultura y sus tradiciones, y carece de falta de sentido y de propósito en su vida. Esto es algo bastante habitual en los países postcristianos occidentales, como Michel Houellebecq ha mostrado mejor que nadie”.
Otro factor importante es el colapso de la confianza en las instituciones, recuerda Dreher. “En Estados Unidos, solo la policía y los militares tienen la confianza de más de la mitad de los estadounidenses. El deseo de transgredir por transgredir es también un signo de pretotalitarismo. Arendt afirmó que en los países pretotalitarios, las élites estaban listas para destruir los pilares de una civilización por la satisfacción de ver a las personas que habían sido excluidas encontrar su camino”.
Cuando se le pregunta a Rod Dreher sobre en qué se parecen las actuales sociedades presuntamente democráticas a los viejos regímenes comunistas, éste señala que, efectivamente, una democracia liberal puede, en principio, ser totalitaria. “El totalitarismo es una sociedad en la que el poder político está monopolizado por un solo partido o una ideología. En Estados Unidos, la ideología ‘woke’ (el izquierdismo político, cultural y activista) ha conquistado todas las instituciones de la sociedad: las universidades, los medios de comunicación, la Justicia, la medicina, el deporte, la publicidad, los negocios y ahora, sorprendentemente, hasta al Ejército de Estados Unidos y la CIA. Esta ideología ha sido definida como el ‘sucesor ideológico’ del ‘progresismo’. Las élites la han aceptado y están usando su poder para imponerla a todos. Si usted se atreve a disentir, usarán su poder para destruir su reputación, su negocio o su futura carrera. Usted será denunciado como racista, homofóbico, transfóbico, y así sucesivamente. Todo esto es tristemente familiar para aquellos que han vivido bajo el yugo comunista”.
Según Dreher, la nueva izquierda está en proceso de reescribir la historia para que ésta sea consistente con su ideología… “No se trata solamente de una ideología neocomunista, sino que es más peligrosa que el comunismo. Esta nueva ideología está tratando de ser más cristiana que Cristo, proporcionando a aquellos a quienes otorga la condición de víctima, el valor último. Solzhenitsyn dijo que había aprendido en el ‘gulag’ esa línea de división entre el bien y el mal que atraviesa el corazón de cada ser humano. La nueva ideología ‘woke’, como el comunismo, marca la línea de división entre los grupos sociales: para los comunistas estaban los burgueses y los proletarios, para los “wokistas”, la línea se marca entre los cristianos blancos heterosexuales y todos los demás. La lógica es la misma”.
“Por otra parte, no hay ninguna duda de que el comunismo se opone a las democracias liberales y a sus valores. Pero la ideología ‘woke’, por el contrario, busca ocupar las instituciones de las democracias liberales y utilizar sus estructuras y su lenguaje para imponer su visión totalitaria.
¿Por qué es importante para preservar la memoria cultural?, se le pregunta a Dreher. Y este responde con rotundidad: “la memoria de la cultura es la colección de cuentos, mitos, tradiciones y todo aquello que las personas utilizan para recordar lo que son y de dónde vienen. Los totalitarios siempre han tratado de erradicar la memoria cultural porque de este modo las personas no están firmemente arraigadas en su historia y son más fáciles de controlar. Los totalitarios ‘woke’ de nuestro tiempo están ahora en el intento de convencernos para que nos avergoncemos de nuestra cultura y de nuestra historia”.
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En 1974, el escritor y disidente Aleksandr Solzhenitsyn publicó, en vísperas de su destierro, un mensaje final dirigido al pueblo ruso, que llevaba por título “¡Vivir sin mentiras!”, en el que proclamaba que la mejor respuesta al totalitarismo soviético no era otra que el afecto y la fidelidad a la verdad. El periodista y escritor Rod Dreher, autor del aclamado ensayo La opción benedictina y editor de The American Conservative, hace ahora en su más reciente trabajo, Vivir sin mentiras, de altavoz de Solzhenitsyn y de otros muchos disidentes de Europa del Este que nos alertan del peligro no tan lejano de que Estados Unidos y el resto de Occidente estén abocados a un totalitarismo “blando”, basado más en la manipulación psicológica que en la violencia abierta.
En su última obra, Dreher desvela algunos de los principales rasgos de este nuevo totalitarismo, y nos pone ante las historias y experiencias de estos disidentes -sucedidas hace no tanto tiempo, pero caídas en el olvido- para ofrecer consejos prácticos sobre cómo identificar y resistir el nuevo totalitarismo que caracteriza al tiempo actual. “Mientras una revolución cultural apunta a la institucionalización de una tiranía de clichés ideológicos, Dreher renueva el gran llamamiento de Solzhenitsyn a 'vivir sin mentiras'. No puedo imaginar un libro más oportuno ni urgente, o uno con un mensaje espiritual, político y cultural más duradero”, ha explicado con rotundidad Daniel Mahoney, coeditor de The Solzhenitsyn Reader.
En una reciente entrevista publicada en la revista francesa Valeurs Actuelles, Dreher explica que las mentiras a las que hace mención en su libro “son una colección de dogmas que la izquierda quiere que proclamemos para demostrar que no somos unos bárbaros sectarios. En Estados Unidos, por ejemplo, tenemos que aceptar la mentira de que la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y la libertad de religión deben ser restringidas para proteger las sensibilidades de las minorías, que son tratadas como sagrados víctimas. Pero, por el contrario, nosotros debemos aceptar la mentira de que las cosas más importantes para una persona, es decir, su raza, su inclinación sexual y otros marcadores, son cuestiones superficiales en lugar de la sustancia de su carácter. Nosotros debemos aceptar la falsificación ideológica que la izquierda ha hecho de la lengua, con el objetivo de producir una nueva pseudo-realidad. Y debemos aceptar la mentira de que debemos renunciar a nuestras libertades, a nuestras tradiciones, a nuestra dignidad y al sentido común porque pertenecemos a pueblos que deben ser castigados por el bien de la justicia y el progreso”.
Explica Rod Dreher que en 1951, Hannah Arendt publicó Los orígenes del totalitarismo, los resultados de su estudio sobre la forma en que Alemania, Rusia e Italia abrieron las puertas a los sistemas totalitarios. “Ella descubrió aspectos básicos que las sociedades pretotalitarias tienen en común. Los factores más importantes son la soledad de las masas y su alienación. El hombre pretotalitario está aislado de su vecino, es ajeno a su propia cultura y sus tradiciones, y carece de falta de sentido y de propósito en su vida. Esto es algo bastante habitual en los países postcristianos occidentales, como Michel Houellebecq ha mostrado mejor que nadie”.
Otro factor importante es el colapso de la confianza en las instituciones, recuerda Dreher. “En Estados Unidos, solo la policía y los militares tienen la confianza de más de la mitad de los estadounidenses. El deseo de transgredir por transgredir es también un signo de pretotalitarismo. Arendt afirmó que en los países pretotalitarios, las élites estaban listas para destruir los pilares de una civilización por la satisfacción de ver a las personas que habían sido excluidas encontrar su camino”.
Cuando se le pregunta a Rod Dreher sobre en qué se parecen las actuales sociedades presuntamente democráticas a los viejos regímenes comunistas, éste señala que, efectivamente, una democracia liberal puede, en principio, ser totalitaria. “El totalitarismo es una sociedad en la que el poder político está monopolizado por un solo partido o una ideología. En Estados Unidos, la ideología ‘woke’ (el izquierdismo político, cultural y activista) ha conquistado todas las instituciones de la sociedad: las universidades, los medios de comunicación, la Justicia, la medicina, el deporte, la publicidad, los negocios y ahora, sorprendentemente, hasta al Ejército de Estados Unidos y la CIA. Esta ideología ha sido definida como el ‘sucesor ideológico’ del ‘progresismo’. Las élites la han aceptado y están usando su poder para imponerla a todos. Si usted se atreve a disentir, usarán su poder para destruir su reputación, su negocio o su futura carrera. Usted será denunciado como racista, homofóbico, transfóbico, y así sucesivamente. Todo esto es tristemente familiar para aquellos que han vivido bajo el yugo comunista”.
Según Dreher, la nueva izquierda está en proceso de reescribir la historia para que ésta sea consistente con su ideología… “No se trata solamente de una ideología neocomunista, sino que es más peligrosa que el comunismo. Esta nueva ideología está tratando de ser más cristiana que Cristo, proporcionando a aquellos a quienes otorga la condición de víctima, el valor último. Solzhenitsyn dijo que había aprendido en el ‘gulag’ esa línea de división entre el bien y el mal que atraviesa el corazón de cada ser humano. La nueva ideología ‘woke’, como el comunismo, marca la línea de división entre los grupos sociales: para los comunistas estaban los burgueses y los proletarios, para los “wokistas”, la línea se marca entre los cristianos blancos heterosexuales y todos los demás. La lógica es la misma”.
“Por otra parte, no hay ninguna duda de que el comunismo se opone a las democracias liberales y a sus valores. Pero la ideología ‘woke’, por el contrario, busca ocupar las instituciones de las democracias liberales y utilizar sus estructuras y su lenguaje para imponer su visión totalitaria.
¿Por qué es importante para preservar la memoria cultural?, se le pregunta a Dreher. Y este responde con rotundidad: “la memoria de la cultura es la colección de cuentos, mitos, tradiciones y todo aquello que las personas utilizan para recordar lo que son y de dónde vienen. Los totalitarios siempre han tratado de erradicar la memoria cultural porque de este modo las personas no están firmemente arraigadas en su historia y son más fáciles de controlar. Los totalitarios ‘woke’ de nuestro tiempo están ahora en el intento de convencernos para que nos avergoncemos de nuestra cultura y de nuestra historia”.











