Deporte en Vascongadas
En 1999 entré a formar parte del primer Gobierno constitucionalista del País Vasco. Fernando Buesa, Ramón Rabanera y yo mismo en representación de Unidad Alavesa, hicimos algo que tuvo más impacto del que se ha reconocido por analistas y politólogos, hoy más dedicados a la reconciliación usando como método novelas como Patria.
Hasta los socialistas asumieron que la alternancia a inventario de la democracia pasaba por un acuerdo entre constitucionalistas dejando en la oposición al hegemónico PNV, que algunos llevábamos muchos años señalando como parte del problema. Álava de esa forma se convertiría en la frontera al nacionalismo. Y el acuerdo entre PP-PSE-UA en una mayoría natural en la comunidad foral alavesa.
Así, a finales de julio de 1999 tomábamos posesión del Gobierno Foral de Álava presidido por un destacado miembro del PP en Álava. Siempre lo dije: sensato, buena persona, capacitado para integrar amistades, humilde y capaz de constituir un equipo con gentes de magnífico historial profesional a la que nada nos aportaba la política pues teníamos de sobra resuelta nuestra vida en la sociedad civil.
Más de un político profesional sonreía con el espacio que yo ocupaba en aquel nuevo ejecutivo Foral. Pero ignoraban tres parámetros. No tenía ninguna gana de ser blanco para la oposición, las envidias dentro de UA o la confrontación por partidas económicas. Quería dar buenas noticias para Álava y desde Álava. Y si hay una actividad capacitada para tal cosa esa es el deporte. Lo pudimos ver más adelante con los éxitos de la selección española de fútbol. Lo había visto en mis visitas a la Olimpiada de Barcelona cuando España hizo acopio de medallas y tuve el inmenso placer de vivir cómo el Nou Camp se llenaba de banderas españolas con motivo de la final España-Polonia que nos proporcionó la medalla de oro. Conocía bien el deporte por mi propia singladura más allá de la medicina y sabía que era una comunión entre deportistas y público más allá del futbol y baloncesto, por lo que me propuse remover el orgullo del pueblo con la gestión para los grandes equipos de masas y los deportes minoritarios que en los Juegos Olímpicos tantas alegrías dan a los españoles.
Y le pusimos eslogan. "Vitoria: la ciudad del deporte". Tenía todos los ingredientes. Equipamientos en cada barrio. Deportistas que se movían desde el espacio escolar hasta el de los veteranos. Naturaleza para el espectáculo en las diferentes modalidades. Y, además, un gran director-funcionario: Paco García de la Torre. Conocedor como nadie del espacio que siempre dije era junto al comercio, actividad económica del sector terciario sin techo.
Tuve tres frustraciones. Quise que la selección española de fútbol que entonces dirigía Camacho, jugara un partido en Mendizorroza. Quise que se creara un parque industrial especializado en el deporte, que iba desde la imagen, instalaciones, ropa y herramientas, cursos de capacitación a investigación, análisis económico y social, llegando a la comunicación, tanto con el deporte escolar como con los centros de alto rendimiento. No lo entendió la persona responsable de la gestión económica de los polígonos industriales. No llegué a alcanzar la cita olímpica en la que soñaba con más de una decena para deportistas alaveses que trajeran medallas a nuestra capital.
Pronto el nacionalismo se puso alerta. Mosquera estaba españolizando Álava con sus programas de competiciones nacionales e internacionales. Y me pillaron por una "rajada" interna, cuando quise hacer del Campus de Altube un mestizaje con las instalaciones del Ejército en la base de Araca. Era una fórmula que permitía usar y compensar. Desde luego, más eficiente que el famoso campo de golf que se creó en la montaña alavesa y que nunca dependió de mí, entre otras razones por el concepto de deporte elitista que siempre tuve y tengo de tal modalidad y su entorno.
Los vascos nacionalistas querían a toda costa que la selección vasca de futbol tuviera su propio espacio a imagen y semejanza de lo que acontece en el Reino Unido con Gales y Escocia. Por tal motivo, fueron Azcargorta y Clemente quienes me atacaron por provocador. ¡Sí, como lo digo! Hacer jugar a la selección española de fútbol en el campo de Mendizorroza con una Deportivo Alavés triunfando en la cúspide del deporte balonpié, no lo podían consentir.
Pero no pudieron evitar que Vitoria tuviera tres coordenadas que la identificaban. Una galería urbana de magníficas esculturas. Un anillo verde que fue premiado. Una continua celebración de campeonatos nacionales e internacionales de todas las modalidades deportivas. Dábamos un ejemplo a la juventud. Contribuíamos al consumo de visitantes y practicantes en el deporte. Producíamos buenas noticias que borraban las que el terrorismo usaba para su proyecto de propaganda y acoso.
Si me piden señalar acontecimientos de los que todavía presumo, citaría los siguientes: los premios que dábamos al deporte, alguno de ellos en recuerdo de personas como mi escolta Díaz Elorza (escolta de Fernando Buesa. Ambos fueron asesinados por la banda terrorista ETA el 22 de febrero de 2000); los grandes eventos del baloncesto en la Copa, por dónde desfilaron los comienzos de Pau Gasol y Navarro o los hermanos Reyes; la construcción en el polémico barrio de Zaramaga de un campo de fútbol de hierba artificial; un acuerdo con los equipos deportivos del Valle de Ayala para promover sus actividades y acercarles más a Vitoria y menos a Vizcaya. Y, desde luego, la conversión de aquella extraña plaza del ganado en lo que hoy es el Buesa Arena, sede del Basconia y su magnífico historial en el baloncesto de élite.
Guardo un especial recuerdo para las olimpiadas deportivas de los colegios vitorianos, especialmente Marianistas. Y tengo siempre muy presentes a las chicas de Llodio que fueron medalla de oro en jockey, así como a las gimnastas Tania y Almudena, o desde luego al extraordinario Martín Fiz que se convirtió en el orgullo de tantos atletas alaveses y españoles. Y es que el deporte constituye un punto de encuentro entre generaciones, pueblos y acentos. Por eso, los nacionalistas siempre han querido tener sus propias selecciones para separar de España y tratar de sumar en torno a su propia bandera. Pero no pasa de ser un intento que como el Guadiana, aparece y desaparece.
Conservo con especial cariño los recuerdos que me hicieron la Federación de Lucha por la ayuda prestada a Maier Unda; el maillot de Campeón de España que me regalón González de Galdeano; la foto de Almudena Cid a la que saqué del ostracismo por una crisis en la Federación Española; los regalos del Tau y del Deportivo Alavés. Y cantidad de fotos de aquellas galas del deporte alavés en las que rendíamos cariñoso homenaje a personas como Blanca Lacambra o Maite Zúñiga.
En 1999 entré a formar parte del primer Gobierno constitucionalista del País Vasco. Fernando Buesa, Ramón Rabanera y yo mismo en representación de Unidad Alavesa, hicimos algo que tuvo más impacto del que se ha reconocido por analistas y politólogos, hoy más dedicados a la reconciliación usando como método novelas como Patria.
Hasta los socialistas asumieron que la alternancia a inventario de la democracia pasaba por un acuerdo entre constitucionalistas dejando en la oposición al hegemónico PNV, que algunos llevábamos muchos años señalando como parte del problema. Álava de esa forma se convertiría en la frontera al nacionalismo. Y el acuerdo entre PP-PSE-UA en una mayoría natural en la comunidad foral alavesa.
Así, a finales de julio de 1999 tomábamos posesión del Gobierno Foral de Álava presidido por un destacado miembro del PP en Álava. Siempre lo dije: sensato, buena persona, capacitado para integrar amistades, humilde y capaz de constituir un equipo con gentes de magnífico historial profesional a la que nada nos aportaba la política pues teníamos de sobra resuelta nuestra vida en la sociedad civil.
Más de un político profesional sonreía con el espacio que yo ocupaba en aquel nuevo ejecutivo Foral. Pero ignoraban tres parámetros. No tenía ninguna gana de ser blanco para la oposición, las envidias dentro de UA o la confrontación por partidas económicas. Quería dar buenas noticias para Álava y desde Álava. Y si hay una actividad capacitada para tal cosa esa es el deporte. Lo pudimos ver más adelante con los éxitos de la selección española de fútbol. Lo había visto en mis visitas a la Olimpiada de Barcelona cuando España hizo acopio de medallas y tuve el inmenso placer de vivir cómo el Nou Camp se llenaba de banderas españolas con motivo de la final España-Polonia que nos proporcionó la medalla de oro. Conocía bien el deporte por mi propia singladura más allá de la medicina y sabía que era una comunión entre deportistas y público más allá del futbol y baloncesto, por lo que me propuse remover el orgullo del pueblo con la gestión para los grandes equipos de masas y los deportes minoritarios que en los Juegos Olímpicos tantas alegrías dan a los españoles.
Y le pusimos eslogan. "Vitoria: la ciudad del deporte". Tenía todos los ingredientes. Equipamientos en cada barrio. Deportistas que se movían desde el espacio escolar hasta el de los veteranos. Naturaleza para el espectáculo en las diferentes modalidades. Y, además, un gran director-funcionario: Paco García de la Torre. Conocedor como nadie del espacio que siempre dije era junto al comercio, actividad económica del sector terciario sin techo.
Tuve tres frustraciones. Quise que la selección española de fútbol que entonces dirigía Camacho, jugara un partido en Mendizorroza. Quise que se creara un parque industrial especializado en el deporte, que iba desde la imagen, instalaciones, ropa y herramientas, cursos de capacitación a investigación, análisis económico y social, llegando a la comunicación, tanto con el deporte escolar como con los centros de alto rendimiento. No lo entendió la persona responsable de la gestión económica de los polígonos industriales. No llegué a alcanzar la cita olímpica en la que soñaba con más de una decena para deportistas alaveses que trajeran medallas a nuestra capital.
Pronto el nacionalismo se puso alerta. Mosquera estaba españolizando Álava con sus programas de competiciones nacionales e internacionales. Y me pillaron por una "rajada" interna, cuando quise hacer del Campus de Altube un mestizaje con las instalaciones del Ejército en la base de Araca. Era una fórmula que permitía usar y compensar. Desde luego, más eficiente que el famoso campo de golf que se creó en la montaña alavesa y que nunca dependió de mí, entre otras razones por el concepto de deporte elitista que siempre tuve y tengo de tal modalidad y su entorno.
Los vascos nacionalistas querían a toda costa que la selección vasca de futbol tuviera su propio espacio a imagen y semejanza de lo que acontece en el Reino Unido con Gales y Escocia. Por tal motivo, fueron Azcargorta y Clemente quienes me atacaron por provocador. ¡Sí, como lo digo! Hacer jugar a la selección española de fútbol en el campo de Mendizorroza con una Deportivo Alavés triunfando en la cúspide del deporte balonpié, no lo podían consentir.
Pero no pudieron evitar que Vitoria tuviera tres coordenadas que la identificaban. Una galería urbana de magníficas esculturas. Un anillo verde que fue premiado. Una continua celebración de campeonatos nacionales e internacionales de todas las modalidades deportivas. Dábamos un ejemplo a la juventud. Contribuíamos al consumo de visitantes y practicantes en el deporte. Producíamos buenas noticias que borraban las que el terrorismo usaba para su proyecto de propaganda y acoso.
Si me piden señalar acontecimientos de los que todavía presumo, citaría los siguientes: los premios que dábamos al deporte, alguno de ellos en recuerdo de personas como mi escolta Díaz Elorza (escolta de Fernando Buesa. Ambos fueron asesinados por la banda terrorista ETA el 22 de febrero de 2000); los grandes eventos del baloncesto en la Copa, por dónde desfilaron los comienzos de Pau Gasol y Navarro o los hermanos Reyes; la construcción en el polémico barrio de Zaramaga de un campo de fútbol de hierba artificial; un acuerdo con los equipos deportivos del Valle de Ayala para promover sus actividades y acercarles más a Vitoria y menos a Vizcaya. Y, desde luego, la conversión de aquella extraña plaza del ganado en lo que hoy es el Buesa Arena, sede del Basconia y su magnífico historial en el baloncesto de élite.
Guardo un especial recuerdo para las olimpiadas deportivas de los colegios vitorianos, especialmente Marianistas. Y tengo siempre muy presentes a las chicas de Llodio que fueron medalla de oro en jockey, así como a las gimnastas Tania y Almudena, o desde luego al extraordinario Martín Fiz que se convirtió en el orgullo de tantos atletas alaveses y españoles. Y es que el deporte constituye un punto de encuentro entre generaciones, pueblos y acentos. Por eso, los nacionalistas siempre han querido tener sus propias selecciones para separar de España y tratar de sumar en torno a su propia bandera. Pero no pasa de ser un intento que como el Guadiana, aparece y desaparece.
Conservo con especial cariño los recuerdos que me hicieron la Federación de Lucha por la ayuda prestada a Maier Unda; el maillot de Campeón de España que me regalón González de Galdeano; la foto de Almudena Cid a la que saqué del ostracismo por una crisis en la Federación Española; los regalos del Tau y del Deportivo Alavés. Y cantidad de fotos de aquellas galas del deporte alavés en las que rendíamos cariñoso homenaje a personas como Blanca Lacambra o Maite Zúñiga.