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José María Nieto Vigil
Jueves, 15 de Julio de 2021 Tiempo de lectura:

La tiranía cubana

En el 1 de enero de 1959 se ponía fin al régimen corrupto de Fulgencio Batista Zaldívar (1901-1973), presidente constitucional durante cuatro años (1940-1944) y dictador corrupto al frente de los destinos cubanos entre 1952 y 1959 –fallecido en Málaga en 1973-. Triunfaba la Revolución Cubana de Fidel Castro y del médico guerrillero argentino Ernesto “Che” Guevara (1928-1967), de ahí su apodo. Las promesas de libertad, igualdad, progreso y justicia parecían instalarse en esta nación hermana de España. Sin embargo, setenta y dos años después, aquellos cantos de sirena se convertían en sórdidas soflamas incendiarias revolucionarias. Primero Fidel, luego su hermanísimo Raúl y, finalmente, para desgracia del pueblo cubano, Miguel Díaz-Canel, elegido presidente (19 de abril de 2018) cuando se constituyó la IX Legislatura de la Asamblea Nacional de Cuba, un sistema despótico, liberticida y tirano se instauró en la isla caribeña. El balance económico, social y político no pede ser más nefasto, infeliz y desdichado para la población, ahora sometida, sojuzgada, subyugada, doblegada y avasallada por el férreo gobierno del Partido Comunista.

 

El pueblo se muere de hambre, es abandonado a su desgracia cronificada y condenado a sobrevivir en lamentables condiciones de vida. La monstruosa, salvaje y terrible dictadura marxista apoltronada en el poder reprime, con renovada violencia, los lamentos de unos compatriotas que sufren y padecen el funesto y brutal sistema político post castrista. Demasiado tiempo ha transcurrido desde aquellos días de esperanza, ahora truncados en miseria y malaventura, en los que se vitoreaba y exaltaba la revolución. No hay libertades, no hay derechos y, ni tan siquiera existen mínimas expectativas de mejora, de dulcificación política de este régimen genocida.

 

[Img #20343]Cuba está desangrándose y padece un auténtico infierno, aquel en el que se ha convertido el paraíso prometido por los acólitos antiimperialistas. ¿Dónde quedaron los principios firmados en el Manifiesto de Sierra Madre? ¿Qué fue del espíritu revolucionario de los guerrilleros de Sierra de San Cristóbal? ¿Dónde está la libertad y la justicia social prometida? La monstruosa realidad presente da buena fe de la mentira proclamada y cacareada con el puro habano en la boca. Mentira, proclamas vacías, soflamas incendiarias y poco más, evidencian la verdad del engaño. Los cubanos dejaron de ser pobres para convertirse en míseros, soñadores desdichados transmutados en seres infelices sometidos a la esclavitud socialista –según decían sus “libertadores”-, idealistas que ahora abjuran y reniegan de sus comandantes, a la sazón, caciques abominables y abyectos. Las pañoletas rojas, símbolo de lealtad antaño incondicional, se metamorfean en banderas que claman libertad, comida y protección internacional. Son los nuevos apóstatas que desafían, con arrojo y coraje, a unos líderes que practican métodos de gobierno tan execrables como repugnantes.

 

Fidel y Raúl Castro, Juan Manuel Márquez, Fausto Obdulio González, Juan Almeida Bosque, Camilo Cienfuegos o el sanguinario “Che”, antaño héroes nacionales, hoy son el ejemplo del latrocinio y despotismo más cruel que Cuba es capaz de recordar.

 

Un pueblo alegre por naturaleza, una tierra tocada por la mano de Dios, un auténtico y maravilloso paraíso caribeño, es un auténtico gulag que mantiene prisioneros a millones de seres humanos condenados a una existencia inhumana, vergonzosa y sangrante –literalmente-. Pero Díaz-Canel se mantiene indolente, insensible, indiferente e impasible ante la necesidad de los suyos. Más al contrario, de manera criminal ahoga en sangre los gritos de libertad y la agonía de un pueblo maltratado, encarcelado y masacrado. ¿Conocen Vds. a algún balsero que quiera entrar en Cuba? ¿Saben de algún cubano que habiéndose exiliado quiera volver a ése régimen de terror y muerte? ¿Destaca el régimen “socialista” cubano por su respeto a los derechos humanos tantas veces proscritos y pisoteados? Como pueden imaginar, se trata de unas lamentables interrogaciones retóricas. La contestación es NO.

 

Recuerdo de mi infancia las enriquecedoras conversaciones que mantuve con los exiliados en el Centro Cubano, situado en la calle Núñez de Balboa de Madrid. Hombres y mujeres que se emocionaban al hablar de la tierra a la que se habían visto obligados a abandonar. Relataban historias personales llenas de encendida e incontestable pasión, recordaban con añoranza y ojos enjuagados en lágrimas a los suyos, a los que allí quedaron condenados de por vida, muchos de ellos presos y otros tantos desposeídos de sus bienes trabajados durante años. Oswaldo y Alberto, entre tantos, son los nombres de aquellos que protagonizaban esas historias robadas y secuestradas. Nunca, nunca olvidaré su duelo y su melancolía, su infinita tristeza y su incontenible aflicción.

 

Y… ¿Qué posición adopta el Gobierno del todavía Reino de España al respecto? Pues, temeroso de perder el apoyo de sus socios mercenarios filocomunistas, recurre a evasivas y eufemismos fatuos. De manera timorata, pusilánime, apocada y encogida, no vaya a ser que los revolucionarios capitalistas se enfaden, emite un comunicado gazmoño y santurrón sin condena alguna a la dictadura prosoviética más despreciable, ignominiosa y vil, representada por el ejecutivo bananero, pero desalmado y sanguinario, de los “libertadores bolivarianos” que ocupan el gobierno de La Habana.

 

“Patria o muerte” es el eslogan castrista defendido ante las manifestaciones espontáneas que se están sucediendo. Pues bien, Patria por ninguna parte y muerte por doquier es lo que hay. Hay que tener perendengues para defender tanto crimen y genocidio. Me refiero concretamente a los podemitas y otros adláteres españoles, devotos admiradores y entregados próceres de la mentira revolucionaria cubana. ¿Cómo se puede ser tan rastrero, mezquino y canalla para defender lo indefendible? Yo les invitaría a que se fueran de nuestra Patria para disfrutar de las excelencias del comunismo que dicen profesar, pero que en absoluto practican. Seguramente no querrán, puesto que allí no hay casoplones como los de Galapagar, sueldos millonarios que cobrar, libertades y derechos que disfrutar, o niñeras para cuidar a sus vástagos.  De verdad, no quiero desear al pueblo cubano otra plaga más que padecer con la llegada de estos revolucionarios de zambomba y pandereta, de pancarta de postal y de falso postureo demócrata, pero merecerían un destierro en aquellos lares.

 

Cuba se muere, profundamente enferma y hambrienta, padeciendo el horror y el terror comunista, mientras Pedro Sánchez y los suyos miran hacia otra parte. Un capítulo más del esperpento y la bufonada que sufrimos los españoles.

 

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