Chuletón con brasas
Chuletón, palabra mágica que nos embelesa, auténtico <<delicatessen>>, un manjar que nos hechiza, nos deleita, fortifica y vigoriza el espíritu y al que no vamos a renunciar. Resulta que para algunos, ingerir un chuletón resulta un crimen vitando, una bacanal y un atentado mortal contra la Tierra; al Sr. Koldo Aldai solo le ha faltado exigir que sea tipificado como delito en el Código Penal. Las brasas, muy a su pesar, seguirán brillando, las parrillas incandescentes acogiendo los chuletones, los parrilleros sudando la gota gorda mimándolos y llenos de orgullo al ver a los comensales salivar antes de iniciar la ceremonia y después disfrutando, levitando, gracias a esa ambrosía acompañada de una botella de vino. Hace casi dos años que no he vuelto a Tolosa y ansío recuperar mi peregrinaje anual por sus templos refulgentes gracias a las brasas y las ascuas. Los guipuzcoanos tenemos la gran suerte de estar rodeados de chuletones, parrillas y brasas que nos hacen la vida más grata; comer un chuletón no es ideología pero ser un talibán sí lo es.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
Chuletón, palabra mágica que nos embelesa, auténtico <<delicatessen>>, un manjar que nos hechiza, nos deleita, fortifica y vigoriza el espíritu y al que no vamos a renunciar. Resulta que para algunos, ingerir un chuletón resulta un crimen vitando, una bacanal y un atentado mortal contra la Tierra; al Sr. Koldo Aldai solo le ha faltado exigir que sea tipificado como delito en el Código Penal. Las brasas, muy a su pesar, seguirán brillando, las parrillas incandescentes acogiendo los chuletones, los parrilleros sudando la gota gorda mimándolos y llenos de orgullo al ver a los comensales salivar antes de iniciar la ceremonia y después disfrutando, levitando, gracias a esa ambrosía acompañada de una botella de vino. Hace casi dos años que no he vuelto a Tolosa y ansío recuperar mi peregrinaje anual por sus templos refulgentes gracias a las brasas y las ascuas. Los guipuzcoanos tenemos la gran suerte de estar rodeados de chuletones, parrillas y brasas que nos hacen la vida más grata; comer un chuletón no es ideología pero ser un talibán sí lo es.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria