Los dictadores ya son moda
Es realmente asombroso. Se ha creado una nueva interpretación del lexema “democracia”. Hasta hoy entendíamos la democracia como un concepto ligado al de libertad; pero el que admite (señor Revilla) que tuvo cierta relación con las estructuras de poder en tiempos de Franco y que se vinculaba al falangismo, nos trae otra manera de ver las cosas basadas en imponer a los demás las propias concepciones. Él cree que si otros como él se han vacunado, los demás, que en el ejercicio de sus derechos fundamentales, bajo parámetros distintos de la visión de la “jugada” de la pandemia, con elementos de juicio que tienen valor tan discutible como pueden ser los PCR, ya puestos en cuestión en EE.UU., o la consideración de una vacuna como experimental pues no hay datos concluyentes sobre los efectos secundarios a medio/largo plazo y su verdadera eficacia para combatir la enfermedad, etc, han decidido no hacerlo, deben vacunarse. Sí o sí, porque él lo dice. Pues va a ser que no.
Y es que el vacunarse es un derecho, pero no un deber. A nadie se le puede inocular una sustancia determinada en el cuerpo sin su consentimiento informado, según los acuerdos internacionales al respecto. El señor populista al que cabría aplicarle aquel simpático ensayo de Vizcaíno Casas de “las chaquetas intercambiables” quiere imponer por sus sacrosantos atributos una decisión que es de carácter personal e intransferible.
El señor Revilla, tan demócrata, equivoca solidaridad, que es una virtud nacida de la empatía que se ejerce voluntariamente, con la tesis de las “Horcas Caudinas” que, como todo el mundo sabe, “verse forzado a someterse y hacer por la fuerza lo que uno no quiere hacer, sufriendo una considerable humillación”. Así ve este buen hombre la dignidad de las personas y su libertad.
Pero el señor Revilla, que como yo mismo, no es médico ni ejerce la medicina, no nos da una explicación razonable para llevar a cabo su propósito autoritario ya que…
1.- Nadie ha demostrado hasta ahora que un vacunado no transmita el virus. Por tanto, vacunarse no es un acto de solidaridad sino un remedio preventivo personal, que en la mayor parte de los casos responde a un acto reflejo en virtud de la propaganda y la fe ciega en las vacunas en general, no en una verdad verificada ni en una conformidad informada.
2.- Por lo tanto, no parece que el vacunarse tenga algo que ver con los demás y la salud colectiva, como queda en evidencia con esta última ola de contagios. En teoría, la recesión en la difusión del virus debería ser proporcional al avance de la vacunación, y no parece (digo que no parece) ser así.
3.- Si una persona como yo mismo, a la espera de tener más información y evidencias de que la vacuna es realmente efectiva, y, sobre todo que no tenga efectos colaterales adversos, decide esperar, nadie puede decirle que su decisión personal sea insolidaria, sino responsable con su propio libre albedrío. Ese que Revilla, haciendo una interpretación subjetiva de lo que es la democracia, niega a las personas que toman una decisión en función de diferentes considerandos que pueden ser de muy amplio espectro. Entre otros, por ejemplo, que ningún médico le ha prescrito dicha vacuna en función de sus circunstancias médicas particulares.
4.- El señor Revilla niega el derecho a la discrepancia o a la diferencia de criterio de colectivos, que, desde otra visión ligada a la ciencia, ponen en cuestión muchos elementos relacionados con el llamado coronavirus, y, entre otros, la validez de este nuevo formato experimental de la vacuna.
5.- Por lo visto el presidente de Cantabria que oscila tanto entre posiciones antagónicas, pone el anatema de su dedo tan ágil en la acusación a las masivas manifestaciones en diferentes ciudades del planeta, exigiendo libertad y poniendo el acento en la esencial dignidad del ser humano, cuyo pilar fundamental es el respeto a su individualidad. Quizás ignore las masivas protestas en Francia contra Macrón por querer imponer el “pasaporte sanitario” que restringirá derechos fundamentales que en España están protegidos por el artículo 14 de la Constitución.
En fin… el señor Revilla debería centrarse en cuestiones más propias de su cargo y no en regulaciones que competen al conjunto del Estado español, pues Cantabria no es más que una parte muy pequeña del mismo. España tiene demasiados caciques ya. No necesitamos más.
Es realmente asombroso. Se ha creado una nueva interpretación del lexema “democracia”. Hasta hoy entendíamos la democracia como un concepto ligado al de libertad; pero el que admite (señor Revilla) que tuvo cierta relación con las estructuras de poder en tiempos de Franco y que se vinculaba al falangismo, nos trae otra manera de ver las cosas basadas en imponer a los demás las propias concepciones. Él cree que si otros como él se han vacunado, los demás, que en el ejercicio de sus derechos fundamentales, bajo parámetros distintos de la visión de la “jugada” de la pandemia, con elementos de juicio que tienen valor tan discutible como pueden ser los PCR, ya puestos en cuestión en EE.UU., o la consideración de una vacuna como experimental pues no hay datos concluyentes sobre los efectos secundarios a medio/largo plazo y su verdadera eficacia para combatir la enfermedad, etc, han decidido no hacerlo, deben vacunarse. Sí o sí, porque él lo dice. Pues va a ser que no.
Y es que el vacunarse es un derecho, pero no un deber. A nadie se le puede inocular una sustancia determinada en el cuerpo sin su consentimiento informado, según los acuerdos internacionales al respecto. El señor populista al que cabría aplicarle aquel simpático ensayo de Vizcaíno Casas de “las chaquetas intercambiables” quiere imponer por sus sacrosantos atributos una decisión que es de carácter personal e intransferible.
El señor Revilla, tan demócrata, equivoca solidaridad, que es una virtud nacida de la empatía que se ejerce voluntariamente, con la tesis de las “Horcas Caudinas” que, como todo el mundo sabe, “verse forzado a someterse y hacer por la fuerza lo que uno no quiere hacer, sufriendo una considerable humillación”. Así ve este buen hombre la dignidad de las personas y su libertad.
Pero el señor Revilla, que como yo mismo, no es médico ni ejerce la medicina, no nos da una explicación razonable para llevar a cabo su propósito autoritario ya que…
1.- Nadie ha demostrado hasta ahora que un vacunado no transmita el virus. Por tanto, vacunarse no es un acto de solidaridad sino un remedio preventivo personal, que en la mayor parte de los casos responde a un acto reflejo en virtud de la propaganda y la fe ciega en las vacunas en general, no en una verdad verificada ni en una conformidad informada.
2.- Por lo tanto, no parece que el vacunarse tenga algo que ver con los demás y la salud colectiva, como queda en evidencia con esta última ola de contagios. En teoría, la recesión en la difusión del virus debería ser proporcional al avance de la vacunación, y no parece (digo que no parece) ser así.
3.- Si una persona como yo mismo, a la espera de tener más información y evidencias de que la vacuna es realmente efectiva, y, sobre todo que no tenga efectos colaterales adversos, decide esperar, nadie puede decirle que su decisión personal sea insolidaria, sino responsable con su propio libre albedrío. Ese que Revilla, haciendo una interpretación subjetiva de lo que es la democracia, niega a las personas que toman una decisión en función de diferentes considerandos que pueden ser de muy amplio espectro. Entre otros, por ejemplo, que ningún médico le ha prescrito dicha vacuna en función de sus circunstancias médicas particulares.
4.- El señor Revilla niega el derecho a la discrepancia o a la diferencia de criterio de colectivos, que, desde otra visión ligada a la ciencia, ponen en cuestión muchos elementos relacionados con el llamado coronavirus, y, entre otros, la validez de este nuevo formato experimental de la vacuna.
5.- Por lo visto el presidente de Cantabria que oscila tanto entre posiciones antagónicas, pone el anatema de su dedo tan ágil en la acusación a las masivas manifestaciones en diferentes ciudades del planeta, exigiendo libertad y poniendo el acento en la esencial dignidad del ser humano, cuyo pilar fundamental es el respeto a su individualidad. Quizás ignore las masivas protestas en Francia contra Macrón por querer imponer el “pasaporte sanitario” que restringirá derechos fundamentales que en España están protegidos por el artículo 14 de la Constitución.
En fin… el señor Revilla debería centrarse en cuestiones más propias de su cargo y no en regulaciones que competen al conjunto del Estado español, pues Cantabria no es más que una parte muy pequeña del mismo. España tiene demasiados caciques ya. No necesitamos más.