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Jueves, 02 de Septiembre de 2021 Tiempo de lectura:

Guardia Civil: lo mediocre frente a lo excelente

El filósofo canadiense Alain Deneault, en su libro La mediocracia es la antesala de una revolución, alerta de la revolución anestésica que ha llevado al poder a los mediocres, generando una sociedad injusta y sin pensamiento crítico.

 

España se ha convertido en una "mediocracia", donde el sistema se ha pensado para cubrir puestos de trabajo inexistentes; donde la sociedad española vive en su propia mediocridad, al permitir que los más válidos sean apartados por aquellos que no destacan y a los que se puede manipular.

 

Se intenta, desde las más altas instituciones, educarnos para no destacar, para no salirnos de la norma. De hecho, la mediocridad en nuestro país se ha convertido en un auténtico sistema de Gobierno; un sistema incapaz de apreciar nada ni a nadie por encima de la media, una sociedad en la que el mediocre premia al mediocre.

 

Se nos pide que no estemos orgullosos de lo que somos, que no seamos inteligentes, que no demos muestras de conocimientos o de capacidades, ya que todo eso nos haría parecer arrogantes ante la mayoría de la sociedad mediocre y ante las cúpulas asentadas en la mediocracia. A los mediocres les da miedo la gente que se apasiona, que está orgullosa de lo que es. Se nos pide que no destaquemos.

 

Laurence J. Peter y Raymond Hull fueron de los primeros en atestiguar la proliferación de la mediocridad a lo largo y ancho de todo un sistema. Su tesis, El principio de Peter, mantiene que "los procesos sistémicos favorecen que aquellos con niveles medios de competencia asciendan a posiciones de poder, apartando en su camino tanto a los ‘supercompetentes’ como a los totalmente incompetentes".

 

Viene esto a cuento de que quienes nos dirigen, nuestros políticos, han decidido que la Guardia Civil no destaque, que se olvide la grandeza que ha demostrado nuestra Institución a lo largo de su Historia, que no se dé a conocer la valía de quienes la componen; se intenta esconder sus servicios y sus logros diarios, se la aparta de servicios que son competencia exclusiva de la Institución o se le quitan directamente esas competencias.

 

Hoy, vemos, lo tenemos en nuestra mente y es parte de nuestro pasado más cercano, cómo cuando alguien es especial y se sale de la media, alguien destaca por cumplir lo que se le ordena, por cumplir las normas y las leyes, el poder político le considera un mal ejemplo, un peligro para quienes gobiernan, con poco futuro debido a su excelencia, apartándolo de sus obligaciones e incluso de la propia Institución. Los ejemplos son tantos, tan recientes, tan bochornosos, tan vergonzantes y conocidos por todos, que es mejor, por el bien del propio Cuerpo, no dar ejemplos, que todos tenemos en nuestra mente.

 

Cuando alguien decide ser guardia civil, cuando alguien decide involucrarse en la vocación de servicio que siempre ha caracterizado al Cuerpo, lo hace sabiendo cómo mantiene ese proverbio anónimo de que "Uno no se levanta para ser mediocre". Pero, lamentablemente en estos tiempos, desconoce que al final se verá involucrado en la tendencia de la mediocridad, en la que los políticos y el propio Gobierno, están sumiendo a la Guardia Civil para que no destaque.

 

Lo peor es cuando la propia Guardia Civil se suma a esta corriente de pensamiento plano y gris, obviando el proverbio irlandés que dice que "La mediocridad es el peor enemigo de la grandeza." El guardia civil no se forma para ser mediocre, sino para destacar por capacidad, por tenacidad, por honestidad, por vocación de servicio y por valor acreditado frente a las adversidades, frente a los desastres, por eso son apreciados, por eso la Guardia Civil es respetada.

 

Es cierto que todos somos propensos, unos más que otros, a obrar según lo que nos dicta la propia conveniencia. Lo que no es de recibo es que, en virtud de esa mediocridad, se valoren ciertos destinos y capacidades por encima de otras, más valoradas en las mismas circunstancias, en los distintos cuerpos policiales y en las Fuerzas Armadas, de los que formamos parte.

 

Me explico, en 2019, la Guardia Civil publicó varias órdenes generales, en las que, para el ascenso, se premiaba el destino burocrático por encima, por ejemplo, de destinos operativos; me explico mejor, un destino burocrático está hoy mejor valorado que un destino en una misión internacional, como por ejemplo las que muchos de nuestros compañeros han realizado en Afganistán, Líbano, Irak, Mali, Somalia.... La mediocridad por encima del trabajo y de la excelencia.

 

No es de recibo que el valor supuesto esté muy por encima del valor acreditado, que el conformismo esté por encima del compromiso, de la tenacidad o del trabajo, sin menospreciar ningún puesto de trabajo.

 

Para entender esta situación, deberíamos entender que los mediocres se reconocen y se ayudan entre ellos, accediendo a puestos que en una sociedad donde el mérito fuese importante, el mediocre nunca podría acceder. Deberíamos recordar que la mediocridad es también el silencio que estalla cuando se demuestra que alguien es incapaz de no reconocer nada, ni de hacer nada para evitar las injusticias.

 

Quienes tienen potestad dentro del Cuerpo para cambiar las cosas, deberían recordar lo que escribió Walter Benjamin: "La grandeza no es otra cosa que el silencio que sobreviene tras una conversación en la que los hombres se enfrentan a su pasado, en este caso, al pasado de nuestra Institución, y reconocen lo que se ha logrado".

 

No seamos mediocres, no permitamos que lleven hacia la mediocridad a la Institución mejor valorada por los españoles, luchemos por seguir siendo grandes, en nuestros compromisos, en nuestros servicios, luchemos frente a los mediocres y a la mediocridad para seguir siendo y haciendo grande al Cuerpo al que pertenecemos, no olvidemos que ser mediocre es una actitud y una elección de vida, donde eliges callar ante las injusticias, no hacer, no arriesgarte, no intentar, no ver y no encontrar, no seamos mediocres, no permitamos que metan a la Institución en la vorágine de una mediocridad, donde otras instituciones nos ganarían, sigamos siendo lo que siempre hemos sido: excelentes.

 

La mediocracia lleva a todo el mundo a subordinar cualquier tipo de deliberación a modelos arbitrarios promovidos por instancias de autoridad, en este caso el propio Gobierno, y no deberíamos permitirnos, ni permitir que la Institución entre en la mediocridad, ni la asuma como propia.

 

Cuando elegimos quedarnos en la mediocridad también elegimos ocultar nuestra aptitud, nuestra capacidad, nuestro talento y potencial, nuestra vocación de servicio, nuestra grandeza; cuando se somete a los guardias civiles a actitudes arbitrarias, como son las de la valoración actual para los ascensos, hace que su talento, su capacidad, su aptitud, su valor demostrado en el servicio, no les sirva de nada, y se les obligue a dejar atrás muchas oportunidades que a la larga perjudican a los más capaces y a los más preparados y por ende a la propia Institución.

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