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Viernes, 10 de Septiembre de 2021 Tiempo de lectura:

"Rerum Novarum": La Encíclica que lo cambió todo

[Img #20620]Rerun Novarum lo cambió todo. Esta Encíclica mostraba como la Santa Sede sabía el tiempo industrial que había emergido, y que había que renovar el magisterio a las necesidades de los trabajadores. Ante las nuevas exigencias de esa sociedad basada en la “división del trabajo” de Durkheim, y con una primera Cuestión Social definida ya como “el problema obrero”, León XIII diagnosticó acertadamente las injusticias socioeconómicas establecidas por el emergente sistema capitalista-industrial, definidas por la desigual situación de las clases y grupos sociales respecto a los medios de producción, y la creciente “situación de proletarización de amplias capas sociales”. Pero no hablaba de socialismo, ni utópico ni científico: la moderna vía social del cristianismo subrayaba, empero, los peligros de ese “socialismo autoritario” que negaba la legítima propiedad privada (fruto del trabajo familiar) y que postulaba una transformación radical de la sociedad, capaz de erradicar la realidad eclesial y mutar la institución familiar.

 

Entre ambas ideologías dominantes, protagonistas de la dialéctica capital-trabajo, la Doctrina Social Católica (DSI) proponía una reflexión actualizada de su magisterio tradicional, buscando superar esta “fractura” contemporánea retomando el ideal de “armonía social” basado en la fe evangélica y en la razón humana. (...) Por ello, el Pontífice proclamaba: “Trabajar es ocuparse en hacer algo con el objeto de adquirir las cosas necesarias para los usos diversos de la vida y, sobre todo, para la propia conservación: Te ganarás el pan con el sudor de tu frente” (León XIII, 1891).

 

Estas líneas maestras fueron completadas por Pio XII en la Encíclica Quadragesimo anno (1931), cuarenta años después de la Rerum novarum. En ella, el Papa afrontaba las “res novae” surgidas en la era de entreguerras: la expansión del poder de los grupos financieros, en el ámbito nacional e internacional, y el crecimiento de los totalitarismos ideológicos. Y ante las mismas, se defendía un “nuevo régimen social” más allá del estatismo socialista y del individualismo liberal, enraizado en los principios de solidaridad y de colaboración, reconstruyendo la base económica de la sociedad, y aplicando la ley moral como reguladora de las relaciones humanas, con el fin de “superar el conflicto de clases y llegar a un nuevo orden social basado en la justicia y en la caridad” (Pio XI, 1931).

 

(...)

 

El fin estaba claro, aunque a muchos se le olvide entre pretensiones políticas o solidaridades vacías: “transformar la realidad social con la fuerza del Evangelio”. Construida a lo largo del tiempo, y respondiendo siempre a las preguntas del momento, esta Doctrina presentaba una profunda unidad queconcierne a todo el hombre y se dirige a todos los hombres”, pero que atendía especialmente “a los hermanos necesitados que esperan ayuda, a muchos oprimidos que esperan justicia, a muchos desocupados que esperan trabajo, a muchos pueblos que esperan respeto, y a un progreso esté orientado al verdadero bien de la humanidad de hoy y del mañana”. Así aparece como un método orgánico en la búsqueda de soluciones a los problemas de la vida social, “promoviendo que el discernimiento, el juicio y las opciones respondan a la realidad, así como para que la solidaridad y la esperanza puedan incidir eficazmente también en las complejas situaciones actuales”.

 

(...)

 

El magisterio social de la Iglesia atiende, entre fallos y aciertos, a la “persona humana” en sus múltiples dimensiones, siempre bajo la observancia de “la unidad de la persona”, la apertura a la trascendencia de la misma, su existencia única e irrepetible, la defensa de su libertad (sometida siempre al límite de la responsabilidad fundada en la verdad y en la ley natural), el respeto a la dignidad humana (igual para toda persona), y el fomento de la sociabilidad humana (frente al individualismo disgregador). Así, los principios fundamentales de la DSI se sitúan en la dignidad del ser humano, el bien común, el destino universal de los bienes, la subsidiariedad, la participación, la solidaridad, los valores fundamentales de la vida social (la verdad, la libertad y la justicia), y el presupuesto de la Caridad. Y éstos fueron los principios que alumbraron el nacimiento definitivo del Distributismo.

 

Sergio Fernández Riquelme: Distributismo: La economía social de Chesterton. Letras Inquietas (Julio de 2021)

 

Nota: Este artículo es un extracto del citado libro

 

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