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Enrique Arias Vega
Jueves, 17 de Julio de 2014 Tiempo de lectura:

Políticos sin enmienda

La mentira, la falsedad y la contradicción parecen consustanciales a nuestros políticos. Incluso a los que vienen con una presunta regeneración debajo del brazo.

 

Le ha pasado a Pedro Sánchez, flamante nuevo líder del PSOE, cuya primera decisión ha sido que los socialistas españoles se desdijeran de su acuerdo de apoyar a Jean-Claude Juncker para presidente de Europa. No es un tema menor, pues el acuerdo respondía a su promesa de apoyar a la lista más votada (en este caso, la de Juncker), a cambio de que el socialista Martin Schulz fuese a su vez presidente del Parlamento Europeo.

 

La próxima promesa incumplida de Sánchez será, según se anticipa, la de celebrar en su día las primarias para elegir el candidato socialista a presidente del Gobierno. ¿Qué credibilidad tienen entonces sus demás promesas, como la de anular la reforma laboral si llega a La Moncloa? La misma, seguramente, que las de Mariano Rajoy, quien prometió bajar impuestos porque eso era imprescindible para combatir la crisis económica y luego los subió con el mismo argumento. Es decir, ninguna credibilidad.

 

Pero no se comportan así solamente los políticos de la casta, como los denomina con desprecio el bueno de Pablo Iglesias. Él mismo, a la hora de declarar sus ingresos al Parlamento Europeo, olvidó, ignoró u ocultó los miles de euros cobrados como contertulio televisivo, a pesar de sus reiteradas prédicas sobre la necesaria transparencia y su proclamada austeridad personal.

 

Hasta cuando parecen realizar acciones positivas, muchos políticos están practicando la falsedad, como Oriol Pujol, al dimitir ahora como diputado en el Parlament de Catalunya. Lo hace, no nos engañemos, para que vuelva a comenzar la instrucción de su caso y el juicio no coincida con las fechas clave del independentismo catalán. Como dice en un reciente artículo el ácido columnista Salvador Sostres, “que Oriol Pujol haya dejado la política por un caso de corrupción es un escarnio, porque nunca tendría que haber accedido a ella”.

 

La frase, por demoledora que resulte, podría ser aplicada a muchos de nuestros políticos que no tienen contrición de corazón ni propósito de enmienda por todas las trapacerías que cometen. 

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