¿Derecho de conquista o de civilización?
Cojamos una definición de civilización: “Conjunto de costumbres, ideas, creencias, cultura y conocimientos científicos y técnicos que caracterizan a un grupo humano en un momento de su evolución”.
Otra acepción, más popular en el acerbo colectivo es que la civilización representa un sistema más avanzado que otros modelos y por tanto ese paso en la evolución humana supone un avance filogenético que llamamos civilización, como contraposición a cultura que es más parcial y menos evolutiva desde el paradigma del perfeccionamiento de las sociedades humanas.
Por la primera de las definiciones, la académica, podemos decir que existen muchas civilizaciones, y así llegaríamos a la conclusión de signo masónico de que es posible un pacto entre civilizaciones, considerando a cada una de ellas en igualdad de categoría, y por tanto equivalentes.
Según esta visión es tan respetable la civilización islámica que la cristina, aunque la primera abogue por la exterminación de otras cosmovisiones para imponer un imperio teocrático, donde no se respete la naturaleza de cada ser humano ni su dignidad intrínseca, por ejemplo, a las mujeres en cuanto iguales a los hombres en derechos y dignidad. En contraposición tenemos la visión cristiana que considera a cada ser humano libre desde el momento de su nacimiento y sujeto de dignidad, y, por tanto, igual en derechos.
Esta idea segunda de la superioridad moral del cristianismo no es aceptada desde visiones moralmente paganas, que son esencialmente nihilistas. Recordemos la frase contenida en un prólogo de Zapatero donde decía que a la verdad se llega por la deliberación. Según ese enfoque, la verdad alcanzada mediante la deliberación sería aceptar la pedofilia, simplemente porque se ha llegado a esa conclusión por acuerdo.
Esa forma relativista no es la que yo asumo desde mi cosmovisión personal que es cristiana, y creo que el Derecho Natural es previo al Positivo y es la superestructura cognitiva que lleva al derecho como códigos humanos establecidos por consenso. Es decir, la legitimación de origen debe partir del Derecho Natural, o si se prefiere para comprenderse mejor, debe basarse en los diez mandamientos bíblicos. Considero que la única civilización legitimada es la occidental de base cristiana, por lo que por esta disertación filosófica alcanzo la conclusión de que la única fuente del Derecho de gentes nace de la Hispanidad como fenómeno antropológico por ser la genuinamente creadora de un sistema que considera a las personas objeto de protección por el solo hecho de haber nacido, y que ese marco filosófico de convivencia y coexistencia lleva a prohibir el genocidio, el canibalismo, el esclavismo, y la liquidación de cualquier fórmula de propiedad siempre que ésta no sea usura ni impida la ejercitación de la dignidad personal o de los derechos genuinos del resto de las personas.
Como conclusión a estos razonamientos considero que la Hispanidad como Imperio Generador, según las categorías del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, es un bien intangible a proteger, y debemos luchar para conservarlo, pues es un sistema de creencias, costumbres, legado inmaterial histórico, códigos de conducta sistematizados, cultura y civilización, que supuso un salto en la evolución del ser humano y un precedente sin el cual el marco conceptual y normativo hoy existente en el mundo civilizado no hubiera sido posible. De otra manera estaríamos en la concepción previa en los estadios de evolución de la psicología de las masas según el cual es prevalente el Derecho de Conquista, que significaba el derecho a ejercer la fuerza de la violencia para apropiarse de los bienes y vidas sin oposición alguna de normas morales supraestructurales, simplemente por haber conquistado por la acción armada un territorio.
Por poner un ejemplo era la visión de los colonos llegados desde el ámbito anglosajón a Norteamérica. O por ser más precisos aún el cambio radical que significó para los filipinos el traspaso de la visión hispanista a la de los nuevos ocupantes tras la guerra de Cuba y Filipinas, que ocasionó la muerte violenta de la sexta parte de la población, incluidos mujeres y niños. Eso era impensable en el modelo español que tenía como punto de partida evangelizar y ayudar a los legítimos propietarios de aquellas tierras conquistadas, llevando formas de civilización enormemente más desarrolladas para la época.
Ernesto Ladrón de Guevara: Nueva defensa de la Hispanidad. Letras Inquietas (Enero de 2020)
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Ernesto Ladrón de Guevara: La Hispanidad descompuesta. Letras Inquietas (Octubre de 2020)
Cojamos una definición de civilización: “Conjunto de costumbres, ideas, creencias, cultura y conocimientos científicos y técnicos que caracterizan a un grupo humano en un momento de su evolución”.
Otra acepción, más popular en el acerbo colectivo es que la civilización representa un sistema más avanzado que otros modelos y por tanto ese paso en la evolución humana supone un avance filogenético que llamamos civilización, como contraposición a cultura que es más parcial y menos evolutiva desde el paradigma del perfeccionamiento de las sociedades humanas.
Por la primera de las definiciones, la académica, podemos decir que existen muchas civilizaciones, y así llegaríamos a la conclusión de signo masónico de que es posible un pacto entre civilizaciones, considerando a cada una de ellas en igualdad de categoría, y por tanto equivalentes.
Según esta visión es tan respetable la civilización islámica que la cristina, aunque la primera abogue por la exterminación de otras cosmovisiones para imponer un imperio teocrático, donde no se respete la naturaleza de cada ser humano ni su dignidad intrínseca, por ejemplo, a las mujeres en cuanto iguales a los hombres en derechos y dignidad. En contraposición tenemos la visión cristiana que considera a cada ser humano libre desde el momento de su nacimiento y sujeto de dignidad, y, por tanto, igual en derechos.
Esta idea segunda de la superioridad moral del cristianismo no es aceptada desde visiones moralmente paganas, que son esencialmente nihilistas. Recordemos la frase contenida en un prólogo de Zapatero donde decía que a la verdad se llega por la deliberación. Según ese enfoque, la verdad alcanzada mediante la deliberación sería aceptar la pedofilia, simplemente porque se ha llegado a esa conclusión por acuerdo.
Esa forma relativista no es la que yo asumo desde mi cosmovisión personal que es cristiana, y creo que el Derecho Natural es previo al Positivo y es la superestructura cognitiva que lleva al derecho como códigos humanos establecidos por consenso. Es decir, la legitimación de origen debe partir del Derecho Natural, o si se prefiere para comprenderse mejor, debe basarse en los diez mandamientos bíblicos. Considero que la única civilización legitimada es la occidental de base cristiana, por lo que por esta disertación filosófica alcanzo la conclusión de que la única fuente del Derecho de gentes nace de la Hispanidad como fenómeno antropológico por ser la genuinamente creadora de un sistema que considera a las personas objeto de protección por el solo hecho de haber nacido, y que ese marco filosófico de convivencia y coexistencia lleva a prohibir el genocidio, el canibalismo, el esclavismo, y la liquidación de cualquier fórmula de propiedad siempre que ésta no sea usura ni impida la ejercitación de la dignidad personal o de los derechos genuinos del resto de las personas.
Como conclusión a estos razonamientos considero que la Hispanidad como Imperio Generador, según las categorías del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, es un bien intangible a proteger, y debemos luchar para conservarlo, pues es un sistema de creencias, costumbres, legado inmaterial histórico, códigos de conducta sistematizados, cultura y civilización, que supuso un salto en la evolución del ser humano y un precedente sin el cual el marco conceptual y normativo hoy existente en el mundo civilizado no hubiera sido posible. De otra manera estaríamos en la concepción previa en los estadios de evolución de la psicología de las masas según el cual es prevalente el Derecho de Conquista, que significaba el derecho a ejercer la fuerza de la violencia para apropiarse de los bienes y vidas sin oposición alguna de normas morales supraestructurales, simplemente por haber conquistado por la acción armada un territorio.
Por poner un ejemplo era la visión de los colonos llegados desde el ámbito anglosajón a Norteamérica. O por ser más precisos aún el cambio radical que significó para los filipinos el traspaso de la visión hispanista a la de los nuevos ocupantes tras la guerra de Cuba y Filipinas, que ocasionó la muerte violenta de la sexta parte de la población, incluidos mujeres y niños. Eso era impensable en el modelo español que tenía como punto de partida evangelizar y ayudar a los legítimos propietarios de aquellas tierras conquistadas, llevando formas de civilización enormemente más desarrolladas para la época.
Ernesto Ladrón de Guevara: Nueva defensa de la Hispanidad. Letras Inquietas (Enero de 2020)
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