Curar, cuidar, educar, investigar...
Dedicado a mi viejo amigo y compañero el Dr. Alfredo Hernández
Sito Sedes es un trovador. Este gallego con voz de terciopelo y amor impenitente a los escenarios, inicia siempre sus actuaciones como vocalista de "Los Satélites" -gran orquesta- interpretando: "Cómo han pasado los años". Es una letanía propia de quienes hemos nacido a mediados del pasado siglo XX. Somos gentes inquietas, con muchas experiencias, descontentos con el presente, y conscientes incómodos del incierto futuro, no sólo por ley de vida, también por esa responsabilidad que nos enseñaron practicar como herencia debida. ¡No teman!, no caeré en el círculo sobre si cualquier tiempo pasado...
En nuestra generación, se daban algunos momentos comunes. No todos los que servían y querían ser universitarios, podían. El periplo vital comenzaba entre la vida rural con escuela nacional y maestro. Una educación severa donde el respeto a los demás era núcleo intangible convivencial.
Así llegamos a la Facultad de Medicina en la Complutense de la ciudad en la que el tráfico saludaba a la "seña Cibeles". Fuimos alumnos internos del Hospital Clínico San Carlos- en mi caso, cuatro años- Ahí comenzó nuestro aprendizaje multidisciplinar. Decía Marañón, "el médico que sólo sabe medicina, ni medicina sabe". No cabe duda que predicó con su iniciativa más allá del conocimiento clínico. Fue hombre de honor, culto y comprometido, dejando una herencia imborrable, con obras tan necesarias para la formación socio sanitaria de los actuales médicos: Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla, El Greco, otra vez más, Influencia de México en España, Los procesos de Castilla contra Antonio Pérez, Sobre el Hidalgo de la Mancha, El Conde Duque de Olivares, Amiel, Don Juan... etc. Tuvo dos actuaciones que considero emocionantes. No quiso ser Presidente con la República. Realizó con Alfonso XIII el viaje a las Hurdes- fórmula socio-sanitaria de dar a conocer la España miserable y abandonada-.
La formación en un gran hospital imprime carácter. Más adelante, mi amigo formó parte del elenco médico en "La Paz" y yo marché a Barcelona, a lo que hoy se denomina "Vall de Hebrón". Seguíamos siendo afortunados. Rodeados de grandes maestros en el arte o ciencia de curar. Pero al mismo tiempo vivíamos en granes urbes con acceso a toda suerte de equipamientos culturales para la formación integral del ciudadano.
Las primeras enseñanzas de aquellos grandes hospitales jerarquizados fueron las siguientes: cada cama de un hospital debe servir para garantizar el derecho a la salud; la enseñanza de los nuevos sanitarios; la investigación para avanzar en el conocimiento multidisciplinar de quienes dedican su vida a diagnosticar; tratar, reinsertar y educar a la población en ese gran avance social que se convirtió en Servicio Nacional de Salud. El ejemplo procedente de las conductas ejercidas por nuestros grandes maestros quedaron talladas en nuestra personalidad.
España ha logrado desarrollar una red hospitalaria de la máxima eficacia. Ha formado a los mejores especialistas. Ha cambiado la calidad de vida para los ciudadanos-usuarios de sistema que ampara la Seguridad Social a través del régimen descentralizado con diecisiete fragmentos de Estado.
Pero hay algunas lecciones que se deben repasar. Nos hemos llegado a creer que aquellas enfermedades "pestilenciales" no volverían. Alguien debería haberse parado para reflexionar. En un mundo globalizado, hay vasos comunicantes entre el mundo desarrollado y el tercer mundo. A este último no basta con dedicarle la voluntad encomiable de los cooperantes y oenegés. Hay que preocuparse y ocuparse, más allá de las riquezas extractivas de las que nos beneficiamos en Occidente. El sur también existe, según Mario Benedetti. Nuestra generación en aquel Hospital Clínico de Madrid trataba enfermedades endémicas como Tifus, Rabia, Paludismo, Hidatidosis, Triquinosis, Tuberculosis, Cólera, Fiebres de toda índole, Viruela. No teníamos duda alguna sobre la enorme eficiencia de las campañas de vacunación, la salubridad de las aguas, el control de los alimentos, el uso de antibióticos y los avances en la cirugía.
Cuando nos dimos cuenta, a lo que antecede se añadió el fenómeno demográfico del envejecimiento, la prevalencia de las denominadas enfermedades crónicas, el problema socio-sanitario de las dependencias y el cada vez mayor campo de las enfermedades mentales. Todo al mismo tiempo que nuevas y rápidas generaciones de herramientas nos permitían hacer diagnósticos basados en la evidencia objetiva.
Y llegamos al siglo XXI. Tanto mi compañero Alfredo como yo, sabemos hacer uso del fonendo, leer un ECG, explorar físicamente el cuerpo humano e interpretar una radiografía. Pero hay otras generaciones de galenos que usan sistemáticamente aparatos mucho más sofisticados, menos agresivos, más exactos. Y en cualquier caso, la planificación de los servicios asistenciales se hizo según mapa de salud, que contempla el tiempo que se tarda en acceder a un hospital comarcal o de distrito.
La pandemia supone un antes y un después. Las enfermedades infecto-contagiosas están presentes. La educación para la salud sigue siendo un pilar fundamental. Las inversiones en equipamientos socio-sanitarios no sólo son riqueza y nicho de empleos, es que garantizan el derecho a la salud. La formación de los sanitarios debe ser continua. La asistencia primaria es el primer eslabón de una cadena que para ser eficiente debe resolver más y derivar menos.
Debemos ser agradecidos. En primer lugar, con el comportamiento y sacrificio de los sanitarios, que se han dejado la piel o la vida en muchos caso, creo que es preciso un homenaje nacional por su comportamiento y nunca más volver con la política de recortes y precariedad para con uno de los colectivos más valerosos, activos e imprescindibles.
En segundo lugar, con la hazaña sin precedentes que supuso transformar IFEMA en un hospital; y más tarde la creación del Isabel Zendal. Seguro que acciones como estas fueron motivo, más que justificado, para que los ciudadanos de Madrid votaran masivamente a la señora Ayuso.
En negativo, dos hechos que deben ser analizados para actuar de inmediato sobre tales: la situación de las residencias de ancianos y la subcultura del botellón.
Dedicado a mi viejo amigo y compañero el Dr. Alfredo Hernández
Sito Sedes es un trovador. Este gallego con voz de terciopelo y amor impenitente a los escenarios, inicia siempre sus actuaciones como vocalista de "Los Satélites" -gran orquesta- interpretando: "Cómo han pasado los años". Es una letanía propia de quienes hemos nacido a mediados del pasado siglo XX. Somos gentes inquietas, con muchas experiencias, descontentos con el presente, y conscientes incómodos del incierto futuro, no sólo por ley de vida, también por esa responsabilidad que nos enseñaron practicar como herencia debida. ¡No teman!, no caeré en el círculo sobre si cualquier tiempo pasado...
En nuestra generación, se daban algunos momentos comunes. No todos los que servían y querían ser universitarios, podían. El periplo vital comenzaba entre la vida rural con escuela nacional y maestro. Una educación severa donde el respeto a los demás era núcleo intangible convivencial.
Así llegamos a la Facultad de Medicina en la Complutense de la ciudad en la que el tráfico saludaba a la "seña Cibeles". Fuimos alumnos internos del Hospital Clínico San Carlos- en mi caso, cuatro años- Ahí comenzó nuestro aprendizaje multidisciplinar. Decía Marañón, "el médico que sólo sabe medicina, ni medicina sabe". No cabe duda que predicó con su iniciativa más allá del conocimiento clínico. Fue hombre de honor, culto y comprometido, dejando una herencia imborrable, con obras tan necesarias para la formación socio sanitaria de los actuales médicos: Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla, El Greco, otra vez más, Influencia de México en España, Los procesos de Castilla contra Antonio Pérez, Sobre el Hidalgo de la Mancha, El Conde Duque de Olivares, Amiel, Don Juan... etc. Tuvo dos actuaciones que considero emocionantes. No quiso ser Presidente con la República. Realizó con Alfonso XIII el viaje a las Hurdes- fórmula socio-sanitaria de dar a conocer la España miserable y abandonada-.
La formación en un gran hospital imprime carácter. Más adelante, mi amigo formó parte del elenco médico en "La Paz" y yo marché a Barcelona, a lo que hoy se denomina "Vall de Hebrón". Seguíamos siendo afortunados. Rodeados de grandes maestros en el arte o ciencia de curar. Pero al mismo tiempo vivíamos en granes urbes con acceso a toda suerte de equipamientos culturales para la formación integral del ciudadano.
Las primeras enseñanzas de aquellos grandes hospitales jerarquizados fueron las siguientes: cada cama de un hospital debe servir para garantizar el derecho a la salud; la enseñanza de los nuevos sanitarios; la investigación para avanzar en el conocimiento multidisciplinar de quienes dedican su vida a diagnosticar; tratar, reinsertar y educar a la población en ese gran avance social que se convirtió en Servicio Nacional de Salud. El ejemplo procedente de las conductas ejercidas por nuestros grandes maestros quedaron talladas en nuestra personalidad.
España ha logrado desarrollar una red hospitalaria de la máxima eficacia. Ha formado a los mejores especialistas. Ha cambiado la calidad de vida para los ciudadanos-usuarios de sistema que ampara la Seguridad Social a través del régimen descentralizado con diecisiete fragmentos de Estado.
Pero hay algunas lecciones que se deben repasar. Nos hemos llegado a creer que aquellas enfermedades "pestilenciales" no volverían. Alguien debería haberse parado para reflexionar. En un mundo globalizado, hay vasos comunicantes entre el mundo desarrollado y el tercer mundo. A este último no basta con dedicarle la voluntad encomiable de los cooperantes y oenegés. Hay que preocuparse y ocuparse, más allá de las riquezas extractivas de las que nos beneficiamos en Occidente. El sur también existe, según Mario Benedetti. Nuestra generación en aquel Hospital Clínico de Madrid trataba enfermedades endémicas como Tifus, Rabia, Paludismo, Hidatidosis, Triquinosis, Tuberculosis, Cólera, Fiebres de toda índole, Viruela. No teníamos duda alguna sobre la enorme eficiencia de las campañas de vacunación, la salubridad de las aguas, el control de los alimentos, el uso de antibióticos y los avances en la cirugía.
Cuando nos dimos cuenta, a lo que antecede se añadió el fenómeno demográfico del envejecimiento, la prevalencia de las denominadas enfermedades crónicas, el problema socio-sanitario de las dependencias y el cada vez mayor campo de las enfermedades mentales. Todo al mismo tiempo que nuevas y rápidas generaciones de herramientas nos permitían hacer diagnósticos basados en la evidencia objetiva.
Y llegamos al siglo XXI. Tanto mi compañero Alfredo como yo, sabemos hacer uso del fonendo, leer un ECG, explorar físicamente el cuerpo humano e interpretar una radiografía. Pero hay otras generaciones de galenos que usan sistemáticamente aparatos mucho más sofisticados, menos agresivos, más exactos. Y en cualquier caso, la planificación de los servicios asistenciales se hizo según mapa de salud, que contempla el tiempo que se tarda en acceder a un hospital comarcal o de distrito.
La pandemia supone un antes y un después. Las enfermedades infecto-contagiosas están presentes. La educación para la salud sigue siendo un pilar fundamental. Las inversiones en equipamientos socio-sanitarios no sólo son riqueza y nicho de empleos, es que garantizan el derecho a la salud. La formación de los sanitarios debe ser continua. La asistencia primaria es el primer eslabón de una cadena que para ser eficiente debe resolver más y derivar menos.
Debemos ser agradecidos. En primer lugar, con el comportamiento y sacrificio de los sanitarios, que se han dejado la piel o la vida en muchos caso, creo que es preciso un homenaje nacional por su comportamiento y nunca más volver con la política de recortes y precariedad para con uno de los colectivos más valerosos, activos e imprescindibles.
En segundo lugar, con la hazaña sin precedentes que supuso transformar IFEMA en un hospital; y más tarde la creación del Isabel Zendal. Seguro que acciones como estas fueron motivo, más que justificado, para que los ciudadanos de Madrid votaran masivamente a la señora Ayuso.
En negativo, dos hechos que deben ser analizados para actuar de inmediato sobre tales: la situación de las residencias de ancianos y la subcultura del botellón.