Bilbaobizi: de la ilusión a la desesperación
Cualquier usuario habitual del servicio municipal de alquiler de bicicletas de Bilbao ha entendido perfectamente el titulo de este artículo. Lo que empezó siendo una acertada apuesta por la movilidad sostenible se ha convertido en un autentico quebradero de cabeza para los clientes habituales de este servicio. Si hacemos un poco de memoria, después del espectáculo de las bicicletas desaparecidas, muchas de ellas localizadas en el norte de África, la concejalía de movilidad se afanó por tapar su desidia y ausencia de responsabilidad prestando un servicio que, durante algunos meses, rozó la exquisitez. Nuevas bicicletas, verdes y luciendo el logotipo de Iberdrola, taparon la salida de decenas de unidades del sistema, algunas de ellas localizadas en el fondo de la ría. El final del confinamiento fue una época dorada para quienes utilizamos este transporte, abundancia de bicis, baterías cargadas, un sistema de respuesta telefónica inmejorable, disponibilidad en cualquier punto de aparcamiento… poco más se podía pedir.
Nada dura la felicidad en la casa del pobre, y en la de los usuarios de Bilbaobizi, aun menos. La utilización de este servicio en los dos últimos meses supone una continua yincana para llegar al destino con bicicletas sin batería, ausencia de unidades en la mayoría de los puestos de recarga, bicicletas bloqueadas en los aparcamientos sin causa aparente, ausencia de respuesta en el sistema telefónico y caras largas de los usuarios mientras esperamos que llegue al aparcamiento una unidad que, al menos, nos lleve hasta el siguiente puesto donde cambiar a otra mejor.
Un desastre, en definitiva, que los políticos no sufren porque, más allá de la foto pertinente, ninguno de ellos utiliza un servicio que, por su popularidad, les hace demasiado vulnerables a los comentarios del pueblo y les priva del respeto que impone el coche oficial. La prueba de que ningún concejal, ni del gobierno ni de la oposición, ni de izquierdas ni de derechas, utiliza este servicio, es que en ningún pleno municipal ha resonado en la sala algún tipo de crítica o propuesta sobre este tema, que afecta a la vida cotidiana de cientos de bilbaínos.
Tendremos que esperar a las próximas elecciones para que el Sr. Gil se digne a fijarse en las bicicletas municipales para arañar un puñado de votos arreglando lo que lleva meses sin funcionar y será entonces cuando la oposición, con ganas de sacar la cabeza en los medios de comunicación, sacará fotos de filas de bicicletas sin batería estacionadas en cualquier lugar. Así funciona este mundo.
Cualquier usuario habitual del servicio municipal de alquiler de bicicletas de Bilbao ha entendido perfectamente el titulo de este artículo. Lo que empezó siendo una acertada apuesta por la movilidad sostenible se ha convertido en un autentico quebradero de cabeza para los clientes habituales de este servicio. Si hacemos un poco de memoria, después del espectáculo de las bicicletas desaparecidas, muchas de ellas localizadas en el norte de África, la concejalía de movilidad se afanó por tapar su desidia y ausencia de responsabilidad prestando un servicio que, durante algunos meses, rozó la exquisitez. Nuevas bicicletas, verdes y luciendo el logotipo de Iberdrola, taparon la salida de decenas de unidades del sistema, algunas de ellas localizadas en el fondo de la ría. El final del confinamiento fue una época dorada para quienes utilizamos este transporte, abundancia de bicis, baterías cargadas, un sistema de respuesta telefónica inmejorable, disponibilidad en cualquier punto de aparcamiento… poco más se podía pedir.
Nada dura la felicidad en la casa del pobre, y en la de los usuarios de Bilbaobizi, aun menos. La utilización de este servicio en los dos últimos meses supone una continua yincana para llegar al destino con bicicletas sin batería, ausencia de unidades en la mayoría de los puestos de recarga, bicicletas bloqueadas en los aparcamientos sin causa aparente, ausencia de respuesta en el sistema telefónico y caras largas de los usuarios mientras esperamos que llegue al aparcamiento una unidad que, al menos, nos lleve hasta el siguiente puesto donde cambiar a otra mejor.
Un desastre, en definitiva, que los políticos no sufren porque, más allá de la foto pertinente, ninguno de ellos utiliza un servicio que, por su popularidad, les hace demasiado vulnerables a los comentarios del pueblo y les priva del respeto que impone el coche oficial. La prueba de que ningún concejal, ni del gobierno ni de la oposición, ni de izquierdas ni de derechas, utiliza este servicio, es que en ningún pleno municipal ha resonado en la sala algún tipo de crítica o propuesta sobre este tema, que afecta a la vida cotidiana de cientos de bilbaínos.
Tendremos que esperar a las próximas elecciones para que el Sr. Gil se digne a fijarse en las bicicletas municipales para arañar un puñado de votos arreglando lo que lleva meses sin funcionar y será entonces cuando la oposición, con ganas de sacar la cabeza en los medios de comunicación, sacará fotos de filas de bicicletas sin batería estacionadas en cualquier lugar. Así funciona este mundo.