"La muerte del trabajo": el nuevo libro de Diego Fusaro presentado por Carlos X. Blanco
De nuevo quiero presentar al lector una obra de Diego Fusaro, el azote de la izquierda traidora. Un libro del filósofo italiano anticapitalista, discípulo de los grandes: Hegel, Marx, Gramsci y Preve.
En este libro, Diego nos hablará del mundo del post-trabajo. Ese mundo diseñado por los globócratas y plutócratas, impulsado precisamente por los esbirros más fieles del Señor del dinero, a saber, los “progresistas”.
El progresismo que se dice de izquierda (en España, Podemos, IU, esquerras, bildus, etc.) ha dejado de defender al obrero y al campesino, y menos aún al autónomo y al empresario pequeño y local. El progresismo ha resuelto emplear, siempre a las órdenes del Capital, a las nuevas y presuntas “víctimas” minoritarias: aberrosexualistas, feministas radicales, eco-calentólogos, invasores migratorios, etc. Pero ha liquidado al proletariado clásico.
Leemos a Marx de los Manuscritos tratando el proceso de producción de necesidades en términos de una metáfora sexual, de una relación carnal intrínsecamente prostituida. La creación de necesidades requiere de un recorte de las que parecían primarias, más elementales, como la comida o el aire libre. El obrero regresa a la caverna, ya ni siquiera sabe lo que es un aire libre de pestilencia. El irlandés de la época marxiana apenas si gana jornal para comprar patatas. Los Manuscritos de Marx muestran esta estremecedora visión de la trastienda, impúdica para el burgués, quien “satisface sus necesidades” primero, viéndolas en el escaparate y luego, pagando por ellas, sin entrar en detalles acerca de la miseria incorporada a los bienes. La teoría ricardiana del producto como “trabajo acumulado” debía completarse con la teoría revolucionaria que ve el producto y el servicio como “miseria y muerte acumuladas”. Esta visión es escandalosa hoy en día incluso para el obrero endulzado por la propaganda y la satisfacción consumista. El capitalismo contenía en sí la semilla para que el consumo conociera expansión y arborización en el campo del “consumo de trabajadores”, campo de enorme extensión en el primer mundo.
Los reyes magos de la historia le han traído al proletario unas subidas salariales que, en realidad, permiten el gasto necesariamente inyectable al sistema para que el mercado funcione, para que los ciclos se renueven. Los reyes magos de Occidente han dejado muchos, superabundantes regalos. Cachivaches creados por otros productores como éste, uno cualquiera, convertido en consumidor, facilitando de esta manera que él y otros análogos suyos, sigan dando vueltas y más vueltas a una noria de consumo-producción, creando cachivaches cuya única utilidad objetiva es la de atrapar a estas masas enormes de personas en un trabajo que carece del más mínimo sentido salvo condenar a las masas humanas y a sus vástagos.
(...)
Fusaro analiza, con la precisión propia de la mejor filosofía marxista, hija y heredera de la tradición racional griega y del idealismo alemán, la era del “fin del trabajo”. Una era de proletarización y esclavitud universales, justamente la era actual, cuando el proletario clásico (obrero fabril asalariado) está muriendo en las sociedades desarrolladas, y la izquierda traidora lo reemplaza por los nuevos agitadores de victimismos (feminismo radical, aberrosexualismo, invasores migratorios, etc.). Al trabajador nativo clásico le tapan la boca los nuevos y presuntos arietes del conflicto postcapitalista que, en el fondo, “arietes” que no hacen otra cosa que actuar bajo las órdenes globocráticas, como agentes de ruptura que son de la solidaridad obrera, familiar, local, nacional.
Este artículo es un extracto de la introducción de Carlos X. Blanco
Diego Fusaro: La muerte del trabajo. Letras Inquietas (Septiembre de 2021)
De nuevo quiero presentar al lector una obra de Diego Fusaro, el azote de la izquierda traidora. Un libro del filósofo italiano anticapitalista, discípulo de los grandes: Hegel, Marx, Gramsci y Preve.
En este libro, Diego nos hablará del mundo del post-trabajo. Ese mundo diseñado por los globócratas y plutócratas, impulsado precisamente por los esbirros más fieles del Señor del dinero, a saber, los “progresistas”.
El progresismo que se dice de izquierda (en España, Podemos, IU, esquerras, bildus, etc.) ha dejado de defender al obrero y al campesino, y menos aún al autónomo y al empresario pequeño y local. El progresismo ha resuelto emplear, siempre a las órdenes del Capital, a las nuevas y presuntas “víctimas” minoritarias: aberrosexualistas, feministas radicales, eco-calentólogos, invasores migratorios, etc. Pero ha liquidado al proletariado clásico.
Leemos a Marx de los Manuscritos tratando el proceso de producción de necesidades en términos de una metáfora sexual, de una relación carnal intrínsecamente prostituida. La creación de necesidades requiere de un recorte de las que parecían primarias, más elementales, como la comida o el aire libre. El obrero regresa a la caverna, ya ni siquiera sabe lo que es un aire libre de pestilencia. El irlandés de la época marxiana apenas si gana jornal para comprar patatas. Los Manuscritos de Marx muestran esta estremecedora visión de la trastienda, impúdica para el burgués, quien “satisface sus necesidades” primero, viéndolas en el escaparate y luego, pagando por ellas, sin entrar en detalles acerca de la miseria incorporada a los bienes. La teoría ricardiana del producto como “trabajo acumulado” debía completarse con la teoría revolucionaria que ve el producto y el servicio como “miseria y muerte acumuladas”. Esta visión es escandalosa hoy en día incluso para el obrero endulzado por la propaganda y la satisfacción consumista. El capitalismo contenía en sí la semilla para que el consumo conociera expansión y arborización en el campo del “consumo de trabajadores”, campo de enorme extensión en el primer mundo.
Los reyes magos de la historia le han traído al proletario unas subidas salariales que, en realidad, permiten el gasto necesariamente inyectable al sistema para que el mercado funcione, para que los ciclos se renueven. Los reyes magos de Occidente han dejado muchos, superabundantes regalos. Cachivaches creados por otros productores como éste, uno cualquiera, convertido en consumidor, facilitando de esta manera que él y otros análogos suyos, sigan dando vueltas y más vueltas a una noria de consumo-producción, creando cachivaches cuya única utilidad objetiva es la de atrapar a estas masas enormes de personas en un trabajo que carece del más mínimo sentido salvo condenar a las masas humanas y a sus vástagos.
(...)
Fusaro analiza, con la precisión propia de la mejor filosofía marxista, hija y heredera de la tradición racional griega y del idealismo alemán, la era del “fin del trabajo”. Una era de proletarización y esclavitud universales, justamente la era actual, cuando el proletario clásico (obrero fabril asalariado) está muriendo en las sociedades desarrolladas, y la izquierda traidora lo reemplaza por los nuevos agitadores de victimismos (feminismo radical, aberrosexualismo, invasores migratorios, etc.). Al trabajador nativo clásico le tapan la boca los nuevos y presuntos arietes del conflicto postcapitalista que, en el fondo, “arietes” que no hacen otra cosa que actuar bajo las órdenes globocráticas, como agentes de ruptura que son de la solidaridad obrera, familiar, local, nacional.
Este artículo es un extracto de la introducción de Carlos X. Blanco
Diego Fusaro: La muerte del trabajo. Letras Inquietas (Septiembre de 2021)