¿ A quién pretenden engañar?
Al menos el histórico dirigente batasuno, Arnaldo Otegui, mostró que a los suyos no les engaña. Les habla en su idioma -euskera- y les confiesa alto, claro, sin atajos, que el fin confirma los medios. Su desprecio por España y sus dirigentes es moneda de cambio para lograr el objetivo. Hay que excarcelar cuanto antes a los presos de ETA. Son sus gudaris. Los que hicieron la guerra contra España. Presos políticos por un conflicto político -parte del mito-. Primero, se les acerca a las prisiones vascas. Luego se entrega la gestión de tales a los nacionalistas del PNV. Estos deberán pagar con libertad las facturas de una organización terrorista que era "la vanguardia para la construcción nacional de Euskal Herría". Mientras, y de acuerdo con sus socios en Madrid, táctica y técnica de blanqueo para la memoria histórica.
Y es que ahí reside la clave del proceso que se está viviendo. Hay que transformar la memoria histórica en puentes entre víctimas y verdugos. Hay que manipular las conciencias de los jóvenes. Hay que seguir con los homenajes a los que "lucharon por la independencia". Los muertos eran españoles o vascos enemigos de Euskadi. Basta con pedirles que olviden y asuman el paso del tiempo como bálsamo para las heridas.
Pronto nos recordarán que fueron ellos, los dirigentes de la izquierda abertzale, quienes ordenaron a ETA su disolución. Pronto habrá quien levante un monumento a Otegui y a su colega Josu Ternera, por el "esfuerzo" que supuso convencer a ETA de que ya no era su momento. Es más. Viviremos el discurso de algún diputado en Madrid que llegará a decir. "Ahora Bildui es un partido político preocupado y ocupado con el bienestar de todos los españoles". Forman parte del bloque progresista. Enfrente, las derechas, los representantes de la rancia burguesía fiel a sus privilegios mientras los parias pasan hambre, frío y los desahucian por no poder pagar sus viviendas. Así es la milonga.
Esta política de corte recorrido no tiene memoria histórica. La memoria sirve para aprobar en sesiones de rito macabro unos Presupuestos Generales para el próximo 2022. ¿Dónde mienten?: en los ingresos, en los gastos, en la deuda, en los fines sociales, en la construcción de una sociedad equilibrada. Son basura y teatro. Por eso, ¿qué más da con quien sumen escaños o votos los del Partido Socialista, convertido en partido sanchista?. Además, sus señorías no tienen nada que temer. Seguirán disfrutando sus canonjías. Evitarán correr el riesgo de unas elecciones que puedan promover cambio de ciclo. Hay que arrimarse a quien tiene los mismos o parecidos intereses.
¡Ladran... luego cabalgamos! Mientras, las derechas sigan insultando, no construyen discursos que emocionen al personal. Puede que hasta ganando tiempo, los sanchistas logren instaurar la vieja teoría del mal menor, que además anuncian darán dinero, como hacían los viejos caciques que capitaneaba aquel Conde de Romanones - ¡por cada voto, un duro y un puro!- saben que los receptores de las ayudas contantes y sonantes, tendrán motivos sobrados para votar, aunque sea tapándose la nariz.
Me ha resultado nauseabundo el viejo método. Aprovechando los diez años de la última comparecencia encapuchada de los asesinos etarras, la televisión pública española ha sacado a colación como se terminó con el conflicto armado entre católicos y protestantes en Irlanda. Una vez más. Aquí, en España, y desde el País Vasco, nunca fue una guerra entre dos bandos. Era un bando nacionalista que buscaba réditos políticos y económicos usando la violencia que causó más de 800 asesinatos y miles de afectados por el terrorismo.
ETA paró de matar por una razón muy clara. La comunidad internacional, a raíz de los atentados en Nueva York, les declara terroristas y decide perseguirlos dónde quiera que se encuentren, y aquellos valientes gudaris, se dan cuenta que no tienen dónde refugiarse, que los servicios de inteligencia unidos, les buscan y detienen. Pierden toda la iniciativa y pasan de vencedores a vencidos.
Lo que antecede no quiere decir que las semillas de odio hacia España se hayan curado. Las gentes siguen sintiendo la fórmula vasca de eliminar por lo civil al maketo. No volverá la violencia, pero se mantienen las diferencias entre vascos-euskaldunes y españoles residentes en la Euskadi profunda.
Por mucho que lo intenten. Nadie puede devolverles la vida. Resulta hasta siniestro el intento de justificar con meras palabras, baratas, el asesinato a sangre fría de otros seres humanos, con fines políticos y en nombre de unos malditos derechos del pueblo vasco a la autodeterminación.
Perverso es como les sale a precio de ganga política recuperar la libertad. Regresar a sus aldeas profundas. Ser recibidos con festejos, aurresku y onguietorris. Ocupar el espacio de los héroes para su primitiva mitología. Tratar de hacer olvidar o sólo aprender una historia a la medida de los verdugos. Por eso y mucho más que puedo contar, que no sigan echando tierra sobre los cementerios, en los que todavía profanan las tumbas de víctimas como Miguel Ángel Blanco, cuya familia hubo de trasladar sus restos a Campo Santo de Galicia.
Ya sé que el tiempo olvida a los muertos. Ya sé que no podemos vivir instalados en el rencor. Pero, al menos, merecemos respeto, todos los que hemos luchado, sufrido y arriesgado nuestras vidas, por una causa noble. La libertad y la dignidad de poder ejercer como españoles en una Euskadi dónde los bárbaros declararon unilateralmente la guerra a España y se constituyeron en inquisidores asesinos para la disidencia.
De esto, deberían hablar los presuntos portavoces, negociadores, padres del nuevo proceso para recuperar a los ejecutores de una página negra en la reciente historia de España. No vale con decir que aquello fue malo. No vale con cambiar presos por votos. Me hubiera gustado que el todavía Presidente del Gobierno de España hubiera pasado por lo que pasé yo, doce años amenazado de muerte por ETA. Y es que el valor hay que demostrarlo. No vale con suponerlo.
Y hay que tener mucho valor -en negativo- para mantener el poder sobre la sangre y el dolor de tantos años y tantas víctimas. Amén.
Al menos el histórico dirigente batasuno, Arnaldo Otegui, mostró que a los suyos no les engaña. Les habla en su idioma -euskera- y les confiesa alto, claro, sin atajos, que el fin confirma los medios. Su desprecio por España y sus dirigentes es moneda de cambio para lograr el objetivo. Hay que excarcelar cuanto antes a los presos de ETA. Son sus gudaris. Los que hicieron la guerra contra España. Presos políticos por un conflicto político -parte del mito-. Primero, se les acerca a las prisiones vascas. Luego se entrega la gestión de tales a los nacionalistas del PNV. Estos deberán pagar con libertad las facturas de una organización terrorista que era "la vanguardia para la construcción nacional de Euskal Herría". Mientras, y de acuerdo con sus socios en Madrid, táctica y técnica de blanqueo para la memoria histórica.
Y es que ahí reside la clave del proceso que se está viviendo. Hay que transformar la memoria histórica en puentes entre víctimas y verdugos. Hay que manipular las conciencias de los jóvenes. Hay que seguir con los homenajes a los que "lucharon por la independencia". Los muertos eran españoles o vascos enemigos de Euskadi. Basta con pedirles que olviden y asuman el paso del tiempo como bálsamo para las heridas.
Pronto nos recordarán que fueron ellos, los dirigentes de la izquierda abertzale, quienes ordenaron a ETA su disolución. Pronto habrá quien levante un monumento a Otegui y a su colega Josu Ternera, por el "esfuerzo" que supuso convencer a ETA de que ya no era su momento. Es más. Viviremos el discurso de algún diputado en Madrid que llegará a decir. "Ahora Bildui es un partido político preocupado y ocupado con el bienestar de todos los españoles". Forman parte del bloque progresista. Enfrente, las derechas, los representantes de la rancia burguesía fiel a sus privilegios mientras los parias pasan hambre, frío y los desahucian por no poder pagar sus viviendas. Así es la milonga.
Esta política de corte recorrido no tiene memoria histórica. La memoria sirve para aprobar en sesiones de rito macabro unos Presupuestos Generales para el próximo 2022. ¿Dónde mienten?: en los ingresos, en los gastos, en la deuda, en los fines sociales, en la construcción de una sociedad equilibrada. Son basura y teatro. Por eso, ¿qué más da con quien sumen escaños o votos los del Partido Socialista, convertido en partido sanchista?. Además, sus señorías no tienen nada que temer. Seguirán disfrutando sus canonjías. Evitarán correr el riesgo de unas elecciones que puedan promover cambio de ciclo. Hay que arrimarse a quien tiene los mismos o parecidos intereses.
¡Ladran... luego cabalgamos! Mientras, las derechas sigan insultando, no construyen discursos que emocionen al personal. Puede que hasta ganando tiempo, los sanchistas logren instaurar la vieja teoría del mal menor, que además anuncian darán dinero, como hacían los viejos caciques que capitaneaba aquel Conde de Romanones - ¡por cada voto, un duro y un puro!- saben que los receptores de las ayudas contantes y sonantes, tendrán motivos sobrados para votar, aunque sea tapándose la nariz.
Me ha resultado nauseabundo el viejo método. Aprovechando los diez años de la última comparecencia encapuchada de los asesinos etarras, la televisión pública española ha sacado a colación como se terminó con el conflicto armado entre católicos y protestantes en Irlanda. Una vez más. Aquí, en España, y desde el País Vasco, nunca fue una guerra entre dos bandos. Era un bando nacionalista que buscaba réditos políticos y económicos usando la violencia que causó más de 800 asesinatos y miles de afectados por el terrorismo.
ETA paró de matar por una razón muy clara. La comunidad internacional, a raíz de los atentados en Nueva York, les declara terroristas y decide perseguirlos dónde quiera que se encuentren, y aquellos valientes gudaris, se dan cuenta que no tienen dónde refugiarse, que los servicios de inteligencia unidos, les buscan y detienen. Pierden toda la iniciativa y pasan de vencedores a vencidos.
Lo que antecede no quiere decir que las semillas de odio hacia España se hayan curado. Las gentes siguen sintiendo la fórmula vasca de eliminar por lo civil al maketo. No volverá la violencia, pero se mantienen las diferencias entre vascos-euskaldunes y españoles residentes en la Euskadi profunda.
Por mucho que lo intenten. Nadie puede devolverles la vida. Resulta hasta siniestro el intento de justificar con meras palabras, baratas, el asesinato a sangre fría de otros seres humanos, con fines políticos y en nombre de unos malditos derechos del pueblo vasco a la autodeterminación.
Perverso es como les sale a precio de ganga política recuperar la libertad. Regresar a sus aldeas profundas. Ser recibidos con festejos, aurresku y onguietorris. Ocupar el espacio de los héroes para su primitiva mitología. Tratar de hacer olvidar o sólo aprender una historia a la medida de los verdugos. Por eso y mucho más que puedo contar, que no sigan echando tierra sobre los cementerios, en los que todavía profanan las tumbas de víctimas como Miguel Ángel Blanco, cuya familia hubo de trasladar sus restos a Campo Santo de Galicia.
Ya sé que el tiempo olvida a los muertos. Ya sé que no podemos vivir instalados en el rencor. Pero, al menos, merecemos respeto, todos los que hemos luchado, sufrido y arriesgado nuestras vidas, por una causa noble. La libertad y la dignidad de poder ejercer como españoles en una Euskadi dónde los bárbaros declararon unilateralmente la guerra a España y se constituyeron en inquisidores asesinos para la disidencia.
De esto, deberían hablar los presuntos portavoces, negociadores, padres del nuevo proceso para recuperar a los ejecutores de una página negra en la reciente historia de España. No vale con decir que aquello fue malo. No vale con cambiar presos por votos. Me hubiera gustado que el todavía Presidente del Gobierno de España hubiera pasado por lo que pasé yo, doce años amenazado de muerte por ETA. Y es que el valor hay que demostrarlo. No vale con suponerlo.
Y hay que tener mucho valor -en negativo- para mantener el poder sobre la sangre y el dolor de tantos años y tantas víctimas. Amén.











