Manifiesto machisto animalisto
Considerando la reciente catalogación (actividad favorita de todo Gobierno inquisitorial) de los animales como “no-cosas”, me permito, hermanado ya con todas las especies y los especios, reivindicar un lenguaje inclusivo para tantos compañeros de vida y sensibilidades, tantos machos discriminados por un lenguaje injusto que solo contempla el género femenino (dentro del epiceno, sí, de acuerdo), como es el caso de la perdiz, la rana, la oca, la serpiente, la cigüeña macho y todo un generoso etcétera de compañeros machos que, llegado el momento de pluralizar, han de verse incluidos entre las cigüeñas, las ranas o codornices, bajo el humillante artículo “las”. Y que nadie me salga ahora con los cocodrilos, caimanes, erizos o pulpos. ¡Intento visibilizar a las perdices macho, joder! ¡Dotar de identidad a los garrapatos, los sabandijos y todas las familias (otro femenino) de musaraños que por su asquerosa condición se ven doblemente discriminados! Las personas (¿lo veis?) tenemos la obligación de eliminar cualquier injusticia idiomática disfrazada bajo dudosa denominación. El género epiceno (ahora que lo pienso, con la escopeta cargada y mi complejo de inferioridad a flor de piel) debería ser incontestablemente abolido, pues, ¿acaso no parece más apropiado para objetos que para criaturas y criaturos “sintientes”? Miremos al futuro con nuevos retos igualitarios en las mangas. El mundo de “las” cosas está ahí, con sus plurales femeninos gobernando nuestras vidas: la casa, la comida, la cuenta bancaria, las propiedades privadas de las personas. ¡Oh, qué pesadilla! “La” pesadilla. La fuerza, la belleza, la felicidad, la profesionalidad, la bondad, la inmensidad lo son todo, y el todo es masculino. ¡Y qué! Nada es femenino, y nada es el todo sin “las” partes. Ah, me estoy volviendo loca. Yo solo quería facilitar las cosas. Ca-ta-lo-gar y se-pa-rar con la intención de i-gua-lar. ¿Por qué me miran así?
Considerando la reciente catalogación (actividad favorita de todo Gobierno inquisitorial) de los animales como “no-cosas”, me permito, hermanado ya con todas las especies y los especios, reivindicar un lenguaje inclusivo para tantos compañeros de vida y sensibilidades, tantos machos discriminados por un lenguaje injusto que solo contempla el género femenino (dentro del epiceno, sí, de acuerdo), como es el caso de la perdiz, la rana, la oca, la serpiente, la cigüeña macho y todo un generoso etcétera de compañeros machos que, llegado el momento de pluralizar, han de verse incluidos entre las cigüeñas, las ranas o codornices, bajo el humillante artículo “las”. Y que nadie me salga ahora con los cocodrilos, caimanes, erizos o pulpos. ¡Intento visibilizar a las perdices macho, joder! ¡Dotar de identidad a los garrapatos, los sabandijos y todas las familias (otro femenino) de musaraños que por su asquerosa condición se ven doblemente discriminados! Las personas (¿lo veis?) tenemos la obligación de eliminar cualquier injusticia idiomática disfrazada bajo dudosa denominación. El género epiceno (ahora que lo pienso, con la escopeta cargada y mi complejo de inferioridad a flor de piel) debería ser incontestablemente abolido, pues, ¿acaso no parece más apropiado para objetos que para criaturas y criaturos “sintientes”? Miremos al futuro con nuevos retos igualitarios en las mangas. El mundo de “las” cosas está ahí, con sus plurales femeninos gobernando nuestras vidas: la casa, la comida, la cuenta bancaria, las propiedades privadas de las personas. ¡Oh, qué pesadilla! “La” pesadilla. La fuerza, la belleza, la felicidad, la profesionalidad, la bondad, la inmensidad lo son todo, y el todo es masculino. ¡Y qué! Nada es femenino, y nada es el todo sin “las” partes. Ah, me estoy volviendo loca. Yo solo quería facilitar las cosas. Ca-ta-lo-gar y se-pa-rar con la intención de i-gua-lar. ¿Por qué me miran así?