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Winston Galt
Viernes, 29 de Octubre de 2021 Tiempo de lectura:

El PSOE en su Congreso

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Recientemente se ha celebrado en Valencia el congreso del PSOE a mayor gloria de nuestro soberbio líder, el docto y doctor Pedro Sánchez. El problema de los congresos de partidos, especialmente de aquéllos inspirados por principios e ideologías totalitarias como el socialismo, es que más parecen ferias de ganado, en las cuales el pastor escupe su estereotipado discurso y los demás asienten con la cabeza y lanzan balidos mientras pastan o buscan pasto.

 

Este congreso, como no podía ser de otra manera, ha finalizado con unas conclusiones adoptadas por unanimidad. Esto es, no hay un solo socialista en el PSOE que discuta la línea oficial del partido en ningún punto. Un congreso digno del más conspicuo PCUS de antaño o del actual PCCh.

 

No debe ofenderse nadie por la comparación anterior. Tuve la desgracia de oír una intervención de una "miembra" del partido en la que mezclaba a su madre, que al parecer no sabe leer, con su historia personal. Un discurso patético, al nivel del actual PSOE. Creo que es ministra actualmente del Gobierno transparente de la vergüenza. Lo de transparente no se califica porque dé a conocer sus proyectos y sus cuentas a los gobernados, obviamente, sino porque individualmente las personas que lo componen no tienen visibilidad, son como hologramas dispuestos en el tablero por el soberbio líder para que le hagan el trabajo sucio. Son exactamente como le gusta al socialismo, intercambiables como los ladrillos de un muro. Podría desaparecer esta ministra y sustituirla discretamente por otra el soberbio líder y nadie se daría cuenta.

 

Ha sido un congreso muy concurrido. Eran todos los que estaban, pero no estaban todos los son. El PSOE es un partido político parasitario en el cual muchos de los que están buscan algún cargo del que vivir y muchos de los que aplauden y ponen la alfombra esperan conseguirlo en el futuro. Ha sido un congreso de muchos parásitos y de muchos aspirantes a parásitos.

 

El PSOE es un ejemplo paradigmático de partido parasitario. Todo lo que hace está inspirado para la extracción de bienes a los ciudadanos. Todo lo que proyecta es para profundizar en dicha extracción y todo lo que aplaude confirma el propósito. ¿De qué, si no, iban a vivir figuras estelares de la acción y el pensamiento políticos como Pedro Sánchez, ese Narciso de mercadillo, o el ángel caído Ábalos, la vulgar Lastra, su verborréica Montero o el caricaturesco Simancas? Líderes de una grey sin pensamiento ni personalidad de la cual el gran aspirante socialista andaluz, Juan Espadas, es significativo ejemplo cuando responde a un periodista que defiende los indultos a los golpistas porque lo ordena su líder y que defendería lo contrario si el líder cambiara de opinión, y cuya esposa responde en el Parlamento andaluz con el ejemplo más evidente, ridículo y patético de nepotismo al no saber siquiera cuál era el puesto de trabajo que supuestamente ejercía excelentemente remunerada en la Administración socialista de la Junta de Andalucía y cómo era posible que hubiera sido confirmada en el puesto de trabajo antes de que se cerrara el periodo de presentación de candidaturas al puesto.

 

El soberbio líder no dejó ni un solo momento de hablar de socialdemocracia de una forma tan falsa como caracteriza al personaje. Si bien desde aquí repudiamos la socialdemocracia por ser la "puntita" del socialismo que siempre se acaba colando en cualquier ensalada política, pues casi todas las personas acaban, de un modo u otro, siendo en alguna medida socialistas, debería saber el ignorante líder que la socialdemocracia fue la escisión de socialistas que no aceptaban la dictadura del proletariado y el comunismo y que también se convirtió, por ello, en el peor enemigo del socialismo real, que denominaba, irónicamente y con cierto sarcasmo, fascistas a los socialdemócratas. De ese modo se hace incongruente que se califique a sí mismo de socialdemócrata cuando gobierna con un partido comunista y adopta políticas de socialismo real que exceden con mucho de lo que cualquier socialdemócrata europeo digno de tal nombre aceptaría como juego democrático. Lamentablemente, el nivel de la socialdemocracia europea en general es tan bajo en los tiempos actuales que les impide ver y reprochar que en España es donde se está jugando la libertad de Europa en este momento, no en Hungría ni en Polonia. Obcecados con un Orban que se niega a aceptar el lavado de cerebro LTGB en las escuelas, miran para otro lado cuando el socialismo español deja de ser demócrata (si es que alguna vez lo ha sido) y se deja llevar a una deriva totalitaria más que evidente.

 

No es la primera vez que el PSOE actúa así. En el fondo, Pedro Sánchez es más coherente con la historia del PSOE que Felipe González (que nadie saber por qué ha ido a blanquear al actual PSOE a la feria lanar de Valencia). Si bien durante la Transición se puede decir, con matices, que el PSOE estuvo por el proceso democrático, lo cierto es que el PSOE de Pedro Sánchez está replicando ochenta años después al PSOE de Largo Caballero y actuando de la misma manera. Bloque de Frente Popular con los comunistas y todos los enemigos de España y cordón sanitario a los partidos demócratas de derechas. Una actuación de riesgo que sólo el cambio de los tiempos y Europa impiden que puedan terminar como la vez anterior. Se ensalzó en esa feria al fundador del PSOE, Pablo Iglesias Posse, un antidemócrata que nunca ocultó su verdadera ideología y cuya amenaza en julio de 1910 fue toda una declaración de principios socialistas cuando afirmó que estaría dispuesto incluso a llegar al atentado personal antes de permitir que Antonio Maura volviera al poder.

 

Si bien, como decimos, puede admitirse un intervalo de voluntad democrática en el PSOE durante los años de González, nadie puede negar que la deriva de José Luis Rodríguez Zapatero fue la de volver al PSOE totalitario, revanchista y guerracivilista. Y lo consiguió.

 

Pedro Sánchez no es sino la consecuencia lógica de los años de Zapatero y de los principios ideológicos y de actuación que éste implantó. Desde las leyes que vulneran la libertad, como la de violencia de género, que supone, de facto, eliminar el principio de presunción de inocencia, a la de memoria histórica, que supone condenar a una parte de la población en favor de la otra como si una hubiera sido totalmente abyecta y la otra totalmente inocente. Implantó la ideología totalitaria LTGB y el feminismo excluyente y, fundamentalmente, ayudó a ETA a sobrevivir políticamente para disponer de un nuevo apoyo parlamentario de forma indefinida de tal modo que se aseguraran las mayorías parlamentarias de la izquierda en connivencia con los nacionalistas excluyendo del juego democrático al PP. Esto es, la victoria, ochenta años después, del Frente Popular.

 

Por ello, el primer partido del bloque nacional-socialista que nos gobierna ha acudido a su Congreso a ratificar sus intenciones bajo la falsa predicación de una socialdemocracia que no tienen intención de ejercer en ningún momento. Si hay alguna garantía de que este PSOE no volverá a la senda socialdemócrata es que Pedro Sánchez ha asegurado que lo hará.

 

Alguien puede escandalizarse de que denominemos al bloque que nos gobierna como nacional-socialista, pero hemos de ceñirnos a la verdad de los hechos, no a la apariencia de las palabras, pervertidas hasta el emputecimiento máximo por este Gobierno.  Los partidos miembros del Gobierno son socialistas, lo que no genera duda en nadie a estas alturas: un partido socialpopulista, que es el PSOE, cuya única forma de gobernar es la institucionalización de la mentira, el más falso marketing político y la compra descarada de votos, y un partido comunista sobre el que ya no hay la menor duda de que fue financiado por la narcodictadura venezolana para implantar en España un régimen acomodaticio a las dictaduras bananeras narcomunistas.

 

Sus socios son Ezquerra Republicana, un partido que fue afín al nacional-socialismo alemán en su momento y que presume de su ideología radicalmente socialista; el partido político de ETA, que también hace alarde de su ideología socialista y violenta y los nacionalistas vascos y catalanes, ambos profundamente estatistas (el primero con evidentes influencias nazis), pues incrustarse en el Estado como gigantescas garrapatas en su esencia y su medio, sin el cual no podrían sobrevivir.

 

Se intenta confundir a la población achacando el calificativo fascista a partidos que jamás podrían ser fascistas porque no son socialistas en medida alguna, porque sabemos que para ser fascista primero hay que ser socialista. No se puede llegar al fascismo sin pasar antes por el socialismo. Hoy, ya no pueden engañar a nadie que no quiera dejarse engañar: el nazismo y fascismo no son más que versiones del socialismo. Insistir en el mensaje de que el fascismo y el nazismo son extrema derecha, opuesta por completo a la izquierda, es asumir la propaganda soviética que así lo vendió hace setenta años, pero nadie avisado puede ya negar que los programas políticos y sociales de Podemos y del PSOE tienen mucho que ver y coinciden esencialmente con los programas y principios puestos en práctica por las dictaduras fascistas y nazi.

 

Por tanto, es mentira cuando se menciona que son "extraños compañeros de cama" estas formaciones, pues en el fondo, al margen de que pueda haber conflictos internos entre ellos por una parte del pastel (como el que hay entre Bildu y PNV), hay una conexión de fondo mucho más poderosa: la ideología socialista y su medio de vida parasitario del Estado (el estatal o el autonómico, tanto da).

 

Algunos ingenuos esperaban que el cóctel explotara por algún lado o que se le desgarrasen las costuras, pero si alguna vez tuvimos esperanza, Arnaldo Otegui, líder del partido político de ETA, lo ha dejado claro esta semana: votarán lo que tengan que votar para que siga este Gobierno, que es el que puede concederles lo que desean (de momento, el tratamiento privilegiado a los asesinos encarcelados de ETA) y el que les tiende la alfombra roja (y los invita a cenar en Nochebuena) para su destino final de faro de la sociedad fracturada, enferma y totalitaria del País Vasco.

 

Hubo un alivio de esperanza cuando la hiena Pablo Iglesias, digno sucesor del anterior homónimo, abandonó la vicepresidencia el Gobierno, pero la vicepresidenta que lo ha sustituido, Yolanda Díaz, con un tono menos bronco, es tan comunista como el anterior y sus propósitos no dejan lugar a dudas sobre la deriva política que han de adoptar el Gobierno y sus medidas. Si alguien duda del comunismo de la señora Díaz puede leer el prólogo que ha elaborado al Manifiesto Comunista en el que alaba este panfleto de apología de la violencia revolucionaria, el libro que más muertos ha causado en los últimos doscientos años con más de cien millones de personas mal contadas. No sólo no reniega sino que acepta el planteamiento comunista y que no se puede implantar democráticamente, lo que es una puerta abierta a estimular la violencia de la izquierda como vía de acceso al poder. Eso es apología de la violencia comunista. Como se viste con más decencia que su antecesor y su tono es monocorde y con menos exabruptos parece menos peligrosa, pero deberíamos resguardarnos de las aguas mansas. Su propósito es tan antidemocrático como el de la hiena. Su mensaje letal de crear derechos a mansalva es un cáncer para la democracia.

 

En buena lógica, los únicos derechos civiles son el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Y la única igualdad que deben proteger las leyes es la igualdad ante la Ley.

 

El resto de derechos que se inventa la izquierda no son sino una mezcla de compra de voluntades y vía para la intervención estatal socialista en las vidas y haciendas de los ciudadanos. Si los derechos mencionados en el párrafo anterior exigen una actitud negativa del Estado: no interferir en esos derechos de los ciudadanos, los "derechos" inventados por la izquierda no son sino dádivas para las que es necesaria la injerencia del Estado en la vida y hacienda de los ciudadanos, fundamentalmente quitar a unos para dar a otros. No olvidemos que la Constitución que más derechos ha reconocido a sus ciudadanos en la historia fue la de la Unión Soviética, que en la práctica no respetaba ninguno.

 

Al convertir cada necesidad de cada ciudadano en un "derecho", se fuerza la intervención de los poderes públicos, siendo inevitable por su propia naturaleza superar un cierto límite desde el cual ya no es necesario respetar ninguno de esos derechos. Que se lo pregunten a los cubanos y a los venezolanos. Bajo el concepto de lo "social" intentan justificar todas sus intromisiones, cuando lo cierto es que lo social son los políticos quienes determinan qué es y cuándo se aplica y cuándo no. Partiendo, por tanto, de que el Leviatán Estado no genera riqueza sino que la extrae a las capas trabajadoras, y bajo la excusa de redistribuir esa riqueza, el Estado se convierte en proveedor de dádivas al que hay que agradecer el regalo mediante el voto y cualquier político que ose levantar la voz contra la extorsión será considerado un agente de los poderes económicos de la "extrema derecha" (olvidando que no hay mayor poder económico que el de los Estados que manejan esos políticos) o un peligroso neoliberal genocida.

 

Toda la información estatal desde hace décadas conduce a esa dirección, de considerar "bueno" todo lo que el Estado dispone y ordena bajo falsos conceptos como justicia social, solidaridad, equidad, desigualdad. El mensaje de la mentira institucionalizada nos ha llevado a crear una nueva aristocracia: los políticos, especialmente los de izquierdas, que son los que más tiempo permanecen en el poder al prometer más dádivas y toleran a "los de derechas" para mantener la apariencia de democracia. Tal aristocracia, de la cual son un ejemplo evidente los asistentes a la feria de Valencia y sus corifeos que aspiran a pertenecer a esa aristocracia alguna vez chupando rueda en el partido, en las administraciones controladas y en las redes paralelas de empresas públicas y chiringuitos financiados por ese Estado del que no quieren ser sino la garrapata imposible de extirpar. Todo poder tiene su corte. Al rey, soberbio líder absoluto, lo rodean los aristócratas, que son la nomenclatura del partido, y su iglesia, que son los "intelectuales" y periodistas que machacan a la población con el mensaje necesario para convencernos de que aceptemos lo inaceptable convencidos de su benevolencia. Todas las sectas ejercen el mismo esquema de presión psicológica.

 

Como el Estado no crea riqueza, sino que la extrae de los productores, sólo hay dos maneras de ser socialista: creer en el maná, esto es, tener fe en que el Estado proveerá como la Providencia, o creer, lisa y llanamente, en la esclavitud legalizada. En todo socialista hay una mezcla, en mayor o menor medida, de ambas creencias; los más ingenuos siguen creyendo en el que el maná caerá del cielo y los más despiertos aceptan la esclavitud de los demás como medio de vida propio, sin perjuicio de auto convencerse hasta el fanatismo de las bondades del sistema para aplacar su propia conciencia, de modo que cualquiera que se oponga aspira a ser visto como un hereje de la religión verdadera que merece la extinción, al no deber ser considerado humano (Monedero dixit). Es la diferencia esencial con el comunismo: creencia en el maná que brotará del Estado, y el fascismo que, adaptándose a la realidad, permite cierta forma de capitalismo de amiguetes (no es verdadero capitalismo, no es el verdadero capitalismo que ha hecho ricos a los países de Occidente), pero bajo la tutela estatal de forma que se cree más riqueza para poder extraer aún más. Evidentemente, esto implica ser consciente de que ha de permitirse trabajar a los productores para poder extraerles hasta la última gota de sudor. Ni más ni menos que lo está haciendo el Gobierno de España en este momento.

 

Por eso insistimos en que no hay más que dos clases sociales dignas de llamarse así en la España actual: los parásitos, ya descritos, y los productores, que somos todos los que nos levantamos a trabajar para pagar impuestos hasta por parpadear con los que costear al Estado extractor y a la aristocracia que nos gobierna y decide sobre nuestra vida, nuestra hacienda y nuestro destino.

 

Hoy, en contra de lo que superficialmente algunos puedan pensar, Amancio Ortega y usted pertenecen a la misma clase social, aunque él gane infinitamente más dinero: ambos son productores. Ambos están en el mismo lado expoliado.

 

Frente a los productores, toda esa aristocracia parasitaria que por su número creciente y angustioso cada vez es más difícil de soportar y de costear.

 

Por eso lo que se vio en la feria de Valencia es muy parecido a lo que sucedió en el Congreso de Viena de 1815. Europa se dividía entre los viejos absolutismos y el nuevo liberalismo que quería abrirse paso a la modernidad (Constitución de Cádiz de 1812, por ejemplo). Y los viejos absolutistas se reunieron para defender su modo de vida frente a las tendencias liberalizadoras y democratizadoras de los nuevos tiempos. Ya saben cómo acabó: Fernando VII, una suerte de Pedro Sánchez, volvió al poder. En el Congreso de Viena no sólo se pretendía la reinstauración de los viejos regímenes absolutistas, sino acabar con las nuevas ideologías (liberalismo) de la Ilustración que suponían la vuelta a la razón clásica, a la libertad y al individuo como sujeto de Derecho. Por el contrario, el absolutismo era la contra-Ilustración, la vuelta a la irracionalidad, a la negación del individuo, al romanticismo y al nacionalismo, esto es, lo que hoy representa la izquierda.

 

Hoy, los progresistas estatistas, todos miembros del bloque nacional-socialista que gobierna lo que queda de España, son los defensores del absolutismo. Defienden lo mismo, aunque ahora en lugar de un rey exista un líder de un partido político, pero se pretende ofrecer a dicho líder el mismo poder, (vulnerando todos los días la división de poderes consagrada en la Constitución de 1978 y pudiera parecer que convirtiendo la prevaricación en la forma de actuación de la Fiscalía y la Abogacía del Estado), y elevando los poderes públicos a un nivel tan absoluto que los derechos individuales ya no tengan relevancia alguna.

 

Como vemos, sólo hay dos clases sociales hoy: productores versus parásitos. Pero también hay sólo dos proyectos políticos: absolutismo progresista versus libertad individual, poder estatal versus libertad individual.

 

Quien pretenda quedar en una posición equidistante está tomando partido por la primera opción. Un poco de poder del Estado por encima de los derechos individuales es sólo el inicio de un poder absoluto.

 

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