Todo empezó con Rousseau
Para entender este articulo hay que partir de una premisa. Si no acepta o se pone en duda la premisa que voy a enunciar lo mejor es que no pierda usted el tiempo en leer la argumentación del planteamiento que a continuación expongo.
La premisa es que la situación actual de aborregamiento colectivo que lleva a que seamos rebaño a pastorear por los manipuladores de masas parte de cuatro situaciones previas: una es un adoctrinamiento escolar alienante y bastardo, otra es que existe una diseño de desinformación programada, la tercera es la desensibilización sistemática en el orden moral, y la cuarta que quienes manejan los hilos de esta programación tienen como objetivo hacernos ignorantes desde el plano cultural y antropológico, lo que es lo mismo, caparnos mentalmente para que no pensemos.
Si partimos de la aceptación de esta premisa, podemos remontarnos a alguno de los momentos claves en los que se puso en marcha este proceso guiado por tres escuelas filosóficas: el materialismo marxista, el nihilismo y posterior existencialismo que niega las verdades universales; así como el racionalismo a ultranza que guía un estilo de estar ante la vida negando el hecho trascendente del hombre.
En este artículo solamente voy a abordar el fenómeno de la llamada “Escuela Nueva” que es la manifestación en el orden pedagógico de esa visión de la vida de naturaleza materialista y gnosticista.
Para aproximarse al tema recomiendo el libro Les pédagogues (Essai historique sur l’utopie pédagogique), de Jean de Viguerie.
Limitado por las exigencias de espacio de un artículo como este me veo en la necesidad de abreviar la teoría que expongo:
Todo nació con Rousseau, una de las fuentes principales del naturalismo pedagógico. Rousseau concebía la educación de los niños desde el plano de la imagen del niño salvaje, no influido por la sociedad, al que había que salvar de la influencia de ésta porque su bondad intrínseca iba a ser perturbada y mancillada por la maldad de la sociedad. Por tanto, la enseñanza ha de ser negativa “[…] par ne rien faire, vous auriez fait un prodige d’éducation”.
Es curioso que este señor al que hoy se le encumbra como origen del pensamiento contemporáneo se atreviese a dogmatizar sobre educación cuando llevó a un orfanato a sus hijos para no hacerse cargo de ellos. De esa forma se entiende su visión de la antropología cultural. Podemos entender desde esta perspectiva el nihilismo que prevalece en nuestras sociedades actuales.
Desde este punto podemos llegar a la moda por antonomasia que ha contagiado todo: las escuelas normales del magisterio, las facultades de pedagogía, las líneas que marcan las legislaciones educativas cuanto más izquierdistas sean (es decir del conjunto del arco parlamentario más o menos), etc. Se trata de “L’école nouvelle”. Lo que podríamos decir sin ánimo de ofender ni de ser estrictos en la interpretación, el fundamento masónico panteísta trasladado a la escuela.
Para no ser exhaustivo: según Jean de Viguerie, con quien concuerda el pedagogo que escribe esto: “[…] El buen profesor según los IUFM, [Centros de formación del profesorado), es menos aquel que sabe que el que sabe hacer. Por ejemplo, para ser un buen profesor de física no es más necesario que posea sólidos conocimientos de física que sepa enseñar física”. Ese planteamiento del buen enseñante, hace décadas, desde los años setenta por lo menos, se extendió en España, en todas las dimensiones del ramo, desde centros de formación, pasando por los cursos de innovación pedagógica, etc. Derivado de ese punto de vista los institutos de segunda enseñanza fueron poblados por maestros de primera enseñanza.
El planteamiento tiene una falla como una fosa tectónica en su base, pues malamente puede gestionar el conocimiento alguien que no sabe lo que tiene que enseñar por no conocerlo en sus profundidades más abisales. Es un pensamiento Alicia, como diría hoy Gustavo Bueno, el filósofo fallecido que ha creado una fecunda escuela del materialismo filosófico en Oviedo. ¿Cómo se va a enseñar lo que no se sabe? Es una buena pregunta. Pero bajo este paradigma tan nefasto se ha estado rigiendo todo, y cuando digo todo es todo, en el mundo de la educación.
La pregunta es si tras esta hecatombe de la lógica racional más explícita había o no una guía, a modo del cordel de Unamuno, cuando decía “No me dejaré llevar por el cordel, atravesaré yo solo las sementeras”
Me atrevo a formular hipótesis.
Yo creo que sí. Que había una trama muy bien formulada detrás de todo ello. La intención era devaluar el conocimiento. Lo vemos claramente hoy en las leyes educativas cuya máxima expresión es la de la nefasta Celáa.
Ya no tiene valor el conocimiento, los contenidos de enseñanza, sino las “competencias´, sin que nadie nos defina claramente lo que significa eso y como si las competencias, es decir las destrezas o procedimientos, no tuvieran una exigencia de haber algo sobre lo que formular esas capacidades. Es decir, para que nos entendamos de otra manera, no se puede construir una casa sin ladrillos, se puede hacer con bloques u otro material físico, pero construir una casa con la sola fórmula de ser buen albañil y conocer cómo levantar paredes, sin tener materiales con qué hacerlo, es un desiderátum baldío. Y en esas estamos.
En fin… que todo parece ir por la línea del condicionamiento operante de las voluntades, es decir aplicar las técnicas de desensibilización sistemática para ir rebajando los umbrales de reconocimiento y diferenciación entre el bien y el mal, es decir llegar a lo que un día dijo Zapatero: “A la verdad se llega por la deliberación”, que significa que no hay verdades absolutas y que podemos consensuar lo que sea verdad, aunque la mayoría que determina ese consenso esté profundamente equivocada. Por este camino volvemos al III Reich nacional-socialista o a la Unión Soviética. Y que para ello, cuanto menos sepa la gente, más manipulable será, y así poder llevarla a fines u objetivos determinados convirtiendo a los individuos autodeterminados y emancipados, dueños de sus destinos, en piezas de masas informes guiadas a un determinado destino.
Nada nuevo en el escenario. La diferencia entre reconocer el problema o no reconocerlo se basa en la capacidad de las personas de pensar por sí mismos o ser guiados como ovejas.
Para entender este articulo hay que partir de una premisa. Si no acepta o se pone en duda la premisa que voy a enunciar lo mejor es que no pierda usted el tiempo en leer la argumentación del planteamiento que a continuación expongo.
La premisa es que la situación actual de aborregamiento colectivo que lleva a que seamos rebaño a pastorear por los manipuladores de masas parte de cuatro situaciones previas: una es un adoctrinamiento escolar alienante y bastardo, otra es que existe una diseño de desinformación programada, la tercera es la desensibilización sistemática en el orden moral, y la cuarta que quienes manejan los hilos de esta programación tienen como objetivo hacernos ignorantes desde el plano cultural y antropológico, lo que es lo mismo, caparnos mentalmente para que no pensemos.
Si partimos de la aceptación de esta premisa, podemos remontarnos a alguno de los momentos claves en los que se puso en marcha este proceso guiado por tres escuelas filosóficas: el materialismo marxista, el nihilismo y posterior existencialismo que niega las verdades universales; así como el racionalismo a ultranza que guía un estilo de estar ante la vida negando el hecho trascendente del hombre.
En este artículo solamente voy a abordar el fenómeno de la llamada “Escuela Nueva” que es la manifestación en el orden pedagógico de esa visión de la vida de naturaleza materialista y gnosticista.
Para aproximarse al tema recomiendo el libro Les pédagogues (Essai historique sur l’utopie pédagogique), de Jean de Viguerie.
Limitado por las exigencias de espacio de un artículo como este me veo en la necesidad de abreviar la teoría que expongo:
Todo nació con Rousseau, una de las fuentes principales del naturalismo pedagógico. Rousseau concebía la educación de los niños desde el plano de la imagen del niño salvaje, no influido por la sociedad, al que había que salvar de la influencia de ésta porque su bondad intrínseca iba a ser perturbada y mancillada por la maldad de la sociedad. Por tanto, la enseñanza ha de ser negativa “[…] par ne rien faire, vous auriez fait un prodige d’éducation”.
Es curioso que este señor al que hoy se le encumbra como origen del pensamiento contemporáneo se atreviese a dogmatizar sobre educación cuando llevó a un orfanato a sus hijos para no hacerse cargo de ellos. De esa forma se entiende su visión de la antropología cultural. Podemos entender desde esta perspectiva el nihilismo que prevalece en nuestras sociedades actuales.
Desde este punto podemos llegar a la moda por antonomasia que ha contagiado todo: las escuelas normales del magisterio, las facultades de pedagogía, las líneas que marcan las legislaciones educativas cuanto más izquierdistas sean (es decir del conjunto del arco parlamentario más o menos), etc. Se trata de “L’école nouvelle”. Lo que podríamos decir sin ánimo de ofender ni de ser estrictos en la interpretación, el fundamento masónico panteísta trasladado a la escuela.
Para no ser exhaustivo: según Jean de Viguerie, con quien concuerda el pedagogo que escribe esto: “[…] El buen profesor según los IUFM, [Centros de formación del profesorado), es menos aquel que sabe que el que sabe hacer. Por ejemplo, para ser un buen profesor de física no es más necesario que posea sólidos conocimientos de física que sepa enseñar física”. Ese planteamiento del buen enseñante, hace décadas, desde los años setenta por lo menos, se extendió en España, en todas las dimensiones del ramo, desde centros de formación, pasando por los cursos de innovación pedagógica, etc. Derivado de ese punto de vista los institutos de segunda enseñanza fueron poblados por maestros de primera enseñanza.
El planteamiento tiene una falla como una fosa tectónica en su base, pues malamente puede gestionar el conocimiento alguien que no sabe lo que tiene que enseñar por no conocerlo en sus profundidades más abisales. Es un pensamiento Alicia, como diría hoy Gustavo Bueno, el filósofo fallecido que ha creado una fecunda escuela del materialismo filosófico en Oviedo. ¿Cómo se va a enseñar lo que no se sabe? Es una buena pregunta. Pero bajo este paradigma tan nefasto se ha estado rigiendo todo, y cuando digo todo es todo, en el mundo de la educación.
La pregunta es si tras esta hecatombe de la lógica racional más explícita había o no una guía, a modo del cordel de Unamuno, cuando decía “No me dejaré llevar por el cordel, atravesaré yo solo las sementeras”
Me atrevo a formular hipótesis.
Yo creo que sí. Que había una trama muy bien formulada detrás de todo ello. La intención era devaluar el conocimiento. Lo vemos claramente hoy en las leyes educativas cuya máxima expresión es la de la nefasta Celáa.
Ya no tiene valor el conocimiento, los contenidos de enseñanza, sino las “competencias´, sin que nadie nos defina claramente lo que significa eso y como si las competencias, es decir las destrezas o procedimientos, no tuvieran una exigencia de haber algo sobre lo que formular esas capacidades. Es decir, para que nos entendamos de otra manera, no se puede construir una casa sin ladrillos, se puede hacer con bloques u otro material físico, pero construir una casa con la sola fórmula de ser buen albañil y conocer cómo levantar paredes, sin tener materiales con qué hacerlo, es un desiderátum baldío. Y en esas estamos.
En fin… que todo parece ir por la línea del condicionamiento operante de las voluntades, es decir aplicar las técnicas de desensibilización sistemática para ir rebajando los umbrales de reconocimiento y diferenciación entre el bien y el mal, es decir llegar a lo que un día dijo Zapatero: “A la verdad se llega por la deliberación”, que significa que no hay verdades absolutas y que podemos consensuar lo que sea verdad, aunque la mayoría que determina ese consenso esté profundamente equivocada. Por este camino volvemos al III Reich nacional-socialista o a la Unión Soviética. Y que para ello, cuanto menos sepa la gente, más manipulable será, y así poder llevarla a fines u objetivos determinados convirtiendo a los individuos autodeterminados y emancipados, dueños de sus destinos, en piezas de masas informes guiadas a un determinado destino.
Nada nuevo en el escenario. La diferencia entre reconocer el problema o no reconocerlo se basa en la capacidad de las personas de pensar por sí mismos o ser guiados como ovejas.