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Martes, 09 de Noviembre de 2021 Tiempo de lectura:

Falso feminismo vasco

Es evidente que Euskadi exporta feminismo –como otras muchas causas de la agenda globalista - vanagloriándose de su ancestral matriarcado y enorgulleciéndose del relevante papel social de la mujer vasca con respecto a sus colegas de otras identidades peninsulares.  Este "feminismo tradicional ", sin embargo, en la realidad política y potestativa, no es tal. Mientras que otros Estados, comunidades autónomas o ciudades -presuntamente menos progresistas en asuntos sociales- han sido gobernados por mujeres, en nuestra tierra, una de las más avanzadas "nominalmente" en este tema, nunca ha gobernado una mujer. La impoluta imagen que proyectamos interna y externamente en este asunto –como en tantos otros- es del todo falsa. Si atendemos al verdadero medidor de autoridad y competencia -el poder- la mujer vascona sale muy mal parada frente a sus “correligionarias” del resto de Europa.

 

Durante todo el periodo democrático ninguna fémina ha sido Lehendakari, ni Diputada General -en ninguno de los tres territorios históricos- ni alcaldesa –en ninguna de las tres capitales vascas-. Sorprende aún más, para escarnio de la progresía biempensante actual, que la única mujer que ha llegado a ejercer alguno de estos cargos sea Doña Pilar Careaga Basabe, alcaldesa de la capital vizcaína durante el final del franquismo. Se puede decir, por una mera cuestión estadística, que la dictadura posibilitó la llegada de la mujer a las más altas magistraturas vascas, cosa que, cuarenta años de democracia, de políticas de igualdad, de presupuestos millonarios y de "sinceros discursos" feministas, no han podido superar.

 

La modernidad, esa figura alegórica que podríamos representar como una mujer sonriente que mira al futuro, porta en su mano una doble vara de medir que le permite perpetrar este tipo de inconsistencias sin ningún aspaviento.

 

Madrid o Valencia han tenido alcaldesas al frente de partidos de centro-derecha; la Junta de Andalucía, la Comunidad de Madrid, el Congreso o el Senado han sido también presididos por mujeres. Mención especial merece nuestra hermana Navarra, tenida históricamente por menos "progresista" en cuestiones sociales por los vascos, y que lleva años regida por mujeres procedentes de todo el espectro político: Sra. Barcina (UPN), Sra. Barkos (Geroa Bai) y Sra. Chivite (PSN-PSOE).

 

Esta falta de renovación en el sexo de los gobernantes -un signo más del inmovilismo en la política vasca- demuestra que se trata de un fenómeno absolutamente transversal. El “apalancamiento político” no solo afecta al color del partido en el Gobierno -siempre el mismo-, se extiende también al sexo de los gobernantes, a su perfil personal e incluso a su atuendo. Esta falta de movilidad en las altas esferas vascas recuerda mucho a la frase que el dictador Franco pronuncio en 1969 en su discurso de Navidad, válida tanto para aquel régimen como para el presente: “esta todo atado y bien atado".

  

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