Mendoza (II)
Los Mendoza representan a los vascos españoles de toda la vida. Veinte duques del Infantado o veintiún marqueses de Santillana así lo demuestran. Vamos a hacer un repaso somero de algunos de los personajes históricos de este linaje, para demostrar lo que acabamos de afirmar en el artículo precedente. Obsérvese el detalle típico de entonces, en lo que respecta a los apellidos: de padres a hijos se podía cambiar el apellido patronímico y en cambio se mantenía el Mendoza. Lo cual demuestra la arbitrariedad en la que se movía la apellidística del momento, incluso entre quienes pertenecían a los estratos sociales más elevados, que eran los que más los utilizaban, puesto que los plasmaban en documentos. Qué no ocurriría entre las gentes más humildes y que menos interés pudieran tener en mantener el apellido, precisamente por no tener nada que transmitir en la sucesión de padres a hijos. Dirijo esta reflexión a la élite nacionalista que nos gobierna en el País Vasco desde hace ya cuarenta años y que sigue identificando la posesión de apellidos eusquéricos con la pertenencia a una raza que sería la misma de los que habitaban las cuevas de Santimamiñe.
Iñigo López de Mendoza es la sexta generación que sucede al primer Señor de Vizcaya del que tenemos documentación, Iñigo López Ezquerra. El padre de Iñigo López de Mendoza, Lope Iñiguez, era tataranieto del primer señor de Vizcaya y parece ser que fue el primero en utilizar Mendoza como apellido. Iñigo López de Mendoza construyó la torre de Mendoza a principios del siglo XIII. El artículo dedicado a este personaje por el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia nos dice que “al pasar Álava a Castilla hacia 1200, entró bajo la obediencia del rey de Castilla Alfonso VIII, conservando su vasallaje respecto a los Haro. Bajo las armas de este Monarca, participó, como «ome» del señor de Vizcaya Diego López de Haro, en la batalla de las Navas de Tolosa, acción de armas que le permitió añadir una cadena de oro a su escudo de armas”. La batalla de las Navas de Tolosa de 1212 constituyó, como es sabido, una de las más importantes y simbólicas victorias de los reinos cristianos peninsulares sobre los musulmanes durante el largo periodo llamado de la Reconquista.
Gonzálo Yáñez de Mendoza, luchó en las batallas del Río Salado de 1340 y en el sitio de Algeciras de 1344, ambas también contra los musulmanes. Sirvió como montero mayor del rey Alfonso XI.
Pedro González de Mendoza, hijo del anterior, es conocido como el “héroe de Aljubarrota”, batalla de 1385 en la que Portugal venció a Castilla y aseguró su independencia futura, y donde Pedro González de Mendoza perdió la vida junto con otros muchos nobles castellanos. En aquel episodio, según la leyenda, cedió su caballo al rey Juan I de Castilla para que este salvara la vida. En la trayectoria política de Pedro González de Mendoza destaca también el hecho de que, habiendo empezado sirviendo al rey Pedro I de Castilla, a partir de 1366 apoyó de manera decisiva a su hermanastro Enrique II, con cuyo reinado comenzó el periodo de la dinastía Trastámara al frente de la monarquía española.
Juan Hurtado de Mendoza "el Limpio", era hijo de Juan Hurtado de Mendoza el Viejo, quien murió en la batalla de Nájera en 1367, y hermano de Pedro González de Mendoza, muerto en Aljubarrota, como acabamos de ver. En este caso sí se mantiene el nombre y el apellido del progenitor. Fue alférez mayor del rey Juan I y mayordomo del rey Enrique III. Según el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, Juan Hurtado de Mendoza alcanzó el primer puesto de la política castellana durante los últimos años del reinado de Enrique III. A no confundir con otro Juan Hurtado de Mendoza, apodado “El bello español”, que llegó a cardenal y fue hijo del siguiente que vamos a ver.
Diego Hurtado de Mendoza (1365-1404), hijo de Pedro González de Mendoza y sobrino del Canciller Pedro López de Ayala, fue Almirante Mayor de Castilla durante el reinado de Enrique III, participando en numerosos hechos de armas de los que salió victorioso, tanto contra los portugueses como en el norte de África contra piratas marroquíes. Poseyó enormes propiedades que le hicieron uno de los hombres más ricos de Castilla en su tiempo.
Íñigo López de Mendoza y de la Vega, I Marqués de Santillana (Carrión de los Condes, Palencia, 1398 – Guadalajara, 1458). Hijo del anterior, Diego Hurtado de Mendoza. Acompañó en 1412 a Fernando de Antequera a la firma del Compromiso de Caspe, de gran trascendencia para el futuro de la monarquía española. Según el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, la posición del primer marqués de Santillana en la corte del rey Juan II de Castilla era de hegemonía indiscutible. Es famoso por su obra literaria que incluye verso y prosa. Entre la obra en prosa queremos destacar su Lamentaçión de Spaña, donde, según la sinopsis del Diccionario Biográfico de la RAH, se percibe la obsesión por una posible segunda destrucción de España, un temor derivado de una nueva invasión sarracena motivada por la debilidad progresiva de los reinos peninsulares a causa de las continuas guerras.
Diego Hurtado de Mendoza y Suárez de Figueroa, II marqués de Santillana y I duque del Infantado (Guadalajara, 1414 – Manzanares el Real, 1479), hijo del primer marqués de Santillana, construyó el castillo de Manzanares el Real e inició el palacio del Infantado en Guadalajara. Por su apoyo a la causa de Isabel I recibió el título de duque del Infantado. Fue presidente de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid.
Pedro González de Mendoza, Gran Cardenal de España (Guadalajara, 1428-1495), hijo del primer marqués de Santillana y hermano de Diego Hurtado de Mendoza. Fue consejero principal de los Reyes Católicos y uno de sus mejores diplomáticos. Gran constructor, se le atribuyen, entre otros, el Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid y el Hospital de la Santa Cruz en Toledo.
Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo, XIV marqués de Santillana y XIII duque del Infantado (1768-1841). Damos un salto hasta la decisiva coyuntura del final del siglo XVIII y comienzo del XIX. Obsérvese que en este caso ya se ha perdido el apellido Mendoza, usual en las generaciones iniciales del linaje. Tal hecho coincide con que el padre de este, Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo y Silva Mendoza, XIII marqués de Santillana y XII duque del Infantado, es el primero que se casa con una princesa extranjera, perteneciente a la nobleza del Sacro Imperio Romano Germánico. Pero elegimos a este XIV marqués de Santillana y XIII duque del Infantado, entre la larga lista de su linaje, porque asistió en primera fila a un momento crucial de la historia contemporánea de España, como fue la invasión napoleónica y la guerra de la Independencia. Fernando VII, tras el motín de Aranjuez, lo nombra presidente del Consejo de Castilla, así como coronel jefe de la Guardia española. Se le atribuyó el liderazgo de la resistencia española a Napoleón. Acompañó a Fernando VII en su salida de España el 10 de abril de 1808, desaconsejándole participar en las llamadas “abdicaciones de Bayona”. Volvió a España con José I, pero se pasó al bando español, razón por la que las autoridades francesas le confiscaron todos sus bienes el 12 de noviembre de 1808. Napoleón se instaló en su palacio de Chamartín de la Rosa en diciembre de 1808 junto con su Estado Mayor. Fue nombrado comandante en jefe del Ejército del Centro, periodo en el cual sufrió la dolorosa derrota de Uclés de 1809, cuando parte de sus tropas fueron vencidas por los franceses sin que él pudiera llegar a tiempo para auxiliarlas. Fue nombrado embajador en Londres hasta que las Cortes lo nombraron miembro de la Regencia de 1812, llamada del Quintillo, por estar formada por cinco personas. Cuando volvió Fernando VII fue de los pocos miembros de su círculo que le mostraron su oposición a derogar la Constitución de 1812.
Los Mendoza representan a los vascos españoles de toda la vida. Veinte duques del Infantado o veintiún marqueses de Santillana así lo demuestran. Vamos a hacer un repaso somero de algunos de los personajes históricos de este linaje, para demostrar lo que acabamos de afirmar en el artículo precedente. Obsérvese el detalle típico de entonces, en lo que respecta a los apellidos: de padres a hijos se podía cambiar el apellido patronímico y en cambio se mantenía el Mendoza. Lo cual demuestra la arbitrariedad en la que se movía la apellidística del momento, incluso entre quienes pertenecían a los estratos sociales más elevados, que eran los que más los utilizaban, puesto que los plasmaban en documentos. Qué no ocurriría entre las gentes más humildes y que menos interés pudieran tener en mantener el apellido, precisamente por no tener nada que transmitir en la sucesión de padres a hijos. Dirijo esta reflexión a la élite nacionalista que nos gobierna en el País Vasco desde hace ya cuarenta años y que sigue identificando la posesión de apellidos eusquéricos con la pertenencia a una raza que sería la misma de los que habitaban las cuevas de Santimamiñe.
Iñigo López de Mendoza es la sexta generación que sucede al primer Señor de Vizcaya del que tenemos documentación, Iñigo López Ezquerra. El padre de Iñigo López de Mendoza, Lope Iñiguez, era tataranieto del primer señor de Vizcaya y parece ser que fue el primero en utilizar Mendoza como apellido. Iñigo López de Mendoza construyó la torre de Mendoza a principios del siglo XIII. El artículo dedicado a este personaje por el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia nos dice que “al pasar Álava a Castilla hacia 1200, entró bajo la obediencia del rey de Castilla Alfonso VIII, conservando su vasallaje respecto a los Haro. Bajo las armas de este Monarca, participó, como «ome» del señor de Vizcaya Diego López de Haro, en la batalla de las Navas de Tolosa, acción de armas que le permitió añadir una cadena de oro a su escudo de armas”. La batalla de las Navas de Tolosa de 1212 constituyó, como es sabido, una de las más importantes y simbólicas victorias de los reinos cristianos peninsulares sobre los musulmanes durante el largo periodo llamado de la Reconquista.
Gonzálo Yáñez de Mendoza, luchó en las batallas del Río Salado de 1340 y en el sitio de Algeciras de 1344, ambas también contra los musulmanes. Sirvió como montero mayor del rey Alfonso XI.
Pedro González de Mendoza, hijo del anterior, es conocido como el “héroe de Aljubarrota”, batalla de 1385 en la que Portugal venció a Castilla y aseguró su independencia futura, y donde Pedro González de Mendoza perdió la vida junto con otros muchos nobles castellanos. En aquel episodio, según la leyenda, cedió su caballo al rey Juan I de Castilla para que este salvara la vida. En la trayectoria política de Pedro González de Mendoza destaca también el hecho de que, habiendo empezado sirviendo al rey Pedro I de Castilla, a partir de 1366 apoyó de manera decisiva a su hermanastro Enrique II, con cuyo reinado comenzó el periodo de la dinastía Trastámara al frente de la monarquía española.
Juan Hurtado de Mendoza "el Limpio", era hijo de Juan Hurtado de Mendoza el Viejo, quien murió en la batalla de Nájera en 1367, y hermano de Pedro González de Mendoza, muerto en Aljubarrota, como acabamos de ver. En este caso sí se mantiene el nombre y el apellido del progenitor. Fue alférez mayor del rey Juan I y mayordomo del rey Enrique III. Según el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, Juan Hurtado de Mendoza alcanzó el primer puesto de la política castellana durante los últimos años del reinado de Enrique III. A no confundir con otro Juan Hurtado de Mendoza, apodado “El bello español”, que llegó a cardenal y fue hijo del siguiente que vamos a ver.
Diego Hurtado de Mendoza (1365-1404), hijo de Pedro González de Mendoza y sobrino del Canciller Pedro López de Ayala, fue Almirante Mayor de Castilla durante el reinado de Enrique III, participando en numerosos hechos de armas de los que salió victorioso, tanto contra los portugueses como en el norte de África contra piratas marroquíes. Poseyó enormes propiedades que le hicieron uno de los hombres más ricos de Castilla en su tiempo.
Íñigo López de Mendoza y de la Vega, I Marqués de Santillana (Carrión de los Condes, Palencia, 1398 – Guadalajara, 1458). Hijo del anterior, Diego Hurtado de Mendoza. Acompañó en 1412 a Fernando de Antequera a la firma del Compromiso de Caspe, de gran trascendencia para el futuro de la monarquía española. Según el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, la posición del primer marqués de Santillana en la corte del rey Juan II de Castilla era de hegemonía indiscutible. Es famoso por su obra literaria que incluye verso y prosa. Entre la obra en prosa queremos destacar su Lamentaçión de Spaña, donde, según la sinopsis del Diccionario Biográfico de la RAH, se percibe la obsesión por una posible segunda destrucción de España, un temor derivado de una nueva invasión sarracena motivada por la debilidad progresiva de los reinos peninsulares a causa de las continuas guerras.
Diego Hurtado de Mendoza y Suárez de Figueroa, II marqués de Santillana y I duque del Infantado (Guadalajara, 1414 – Manzanares el Real, 1479), hijo del primer marqués de Santillana, construyó el castillo de Manzanares el Real e inició el palacio del Infantado en Guadalajara. Por su apoyo a la causa de Isabel I recibió el título de duque del Infantado. Fue presidente de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid.
Pedro González de Mendoza, Gran Cardenal de España (Guadalajara, 1428-1495), hijo del primer marqués de Santillana y hermano de Diego Hurtado de Mendoza. Fue consejero principal de los Reyes Católicos y uno de sus mejores diplomáticos. Gran constructor, se le atribuyen, entre otros, el Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid y el Hospital de la Santa Cruz en Toledo.
Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo, XIV marqués de Santillana y XIII duque del Infantado (1768-1841). Damos un salto hasta la decisiva coyuntura del final del siglo XVIII y comienzo del XIX. Obsérvese que en este caso ya se ha perdido el apellido Mendoza, usual en las generaciones iniciales del linaje. Tal hecho coincide con que el padre de este, Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo y Silva Mendoza, XIII marqués de Santillana y XII duque del Infantado, es el primero que se casa con una princesa extranjera, perteneciente a la nobleza del Sacro Imperio Romano Germánico. Pero elegimos a este XIV marqués de Santillana y XIII duque del Infantado, entre la larga lista de su linaje, porque asistió en primera fila a un momento crucial de la historia contemporánea de España, como fue la invasión napoleónica y la guerra de la Independencia. Fernando VII, tras el motín de Aranjuez, lo nombra presidente del Consejo de Castilla, así como coronel jefe de la Guardia española. Se le atribuyó el liderazgo de la resistencia española a Napoleón. Acompañó a Fernando VII en su salida de España el 10 de abril de 1808, desaconsejándole participar en las llamadas “abdicaciones de Bayona”. Volvió a España con José I, pero se pasó al bando español, razón por la que las autoridades francesas le confiscaron todos sus bienes el 12 de noviembre de 1808. Napoleón se instaló en su palacio de Chamartín de la Rosa en diciembre de 1808 junto con su Estado Mayor. Fue nombrado comandante en jefe del Ejército del Centro, periodo en el cual sufrió la dolorosa derrota de Uclés de 1809, cuando parte de sus tropas fueron vencidas por los franceses sin que él pudiera llegar a tiempo para auxiliarlas. Fue nombrado embajador en Londres hasta que las Cortes lo nombraron miembro de la Regencia de 1812, llamada del Quintillo, por estar formada por cinco personas. Cuando volvió Fernando VII fue de los pocos miembros de su círculo que le mostraron su oposición a derogar la Constitución de 1812.