Nacionalsocialismo en la España del siglo XXI (I)
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Decíamos hace unas semanas que nos gobierna en España un bloque nacionalsocialista. Creemos que es conveniente extenderse un poco sobre un asunto tan singular en apariencia y seguramente insólito para muchos lectores no avisados o que pasan inadvertidamente por los acontecimientos que desde hace unos años nos ocupan.
Debe recordarse que esta situación no es nueva, sino el resultado de un proceso diseñado deliberadamente y que tuvo su inicio el día 14 de marzo de 2004, día de las elecciones generales de aquel año en el que José Luis Rodríguez Zapatero, en unas circunstancias todavía por esclarecer, se hace con el poder.
Que el PSOE sea la cabeza de un Frente Popular como el que fracasó durante la Segunda República fue la acción expresa y ordenada por Zapatero desde el momento de su llegada al poder. Que los ahora socios del PSOE lo sean no es causalidad ni necesidad sino el resultado de unas acciones perfectamente diseñadas y ordenadas a tal fin. Algunos no aceptarán esta idea porque fue precisamente Rubalcaba el que apodó como "Gobierno Frankenstein" a una coalición con los comunistas, independentistas y con los herederos de ETA, pero que Rubalcaba no lo aceptara durante el escaso tiempo y con el escaso poder de representación que tuvo en el PSOE, del que fue secretario general sólo temporalmente y para sofocar el fracaso electoral de 2011, no significa que no sea cierto lo que decimos, ni que las consecuencias que ahora padecemos no sean el resultado de la intención de otras mentes de ese mismo partido.
[Alfredo Pérez Rubalcaba, al que algunos con escasa memoria añoran, fue el último de la vieja guardia del PSOE que renunció al marxismo en los años ochenta del pasado siglo para convertirse, ellos sí, ciertamente, y con todos sus defectos, en socialdemócratas. Y aunque conviviendo con Zapatero aguantó en las altas esferas del PSOE, nunca fue el que marcó el devenir de su partido ni detuvo la deriva histórica de un partido totalitario que ya dio muestras de volver a ser la misma facción antidemocrática que durante la II República. Algunos nos preguntamos cómo digirió la traición del Bar Faisán, pero Rubalcaba tenía tragaderas para eso y para lo que fuera menester por su partido].
Que el PSOE de Largo Caballero no quería democracia tal y como la entendemos en Occidente, y que luchó hasta llevar al país a la Guerra Civil para implantar una dictadura del proletariado (se decía de él que era el hombre de Stalin en España, lo que no se decía de los comunistas), no puede dudarlo nadie serio a estas alturas.
Por ello, el PSOE de González de los ochenta no fue sino un oasis en la trayectoria antidemocrática del PSOE. Ahora mismo, alcaldes que lo han sido durante más de veinte años de sus localidades por el PSOE me dicen que no lo reconocen. Compasivo, no les digo que ellos han vivido una época insólita dentro de ese partido. Del mismo modo, muchos otros socialistas siguen creyendo, algunos de buena fe, que el PSOE sigue siendo constitucionalista. Incluso hace unos días un dirigente poco avisado, como es la norma, del PP, así lo decía. Pero las palabras no pueden esconder los hechos.
Y los hechos son que el PSOE, en un proyecto iniciado por Zapatero y que ha culminado en Sánchez, es constitucionalista sólo cuando le conviene, sólo como mera apariencia, pero todos sus actos, todos sus proyectos legales, todas sus alianzas, demuestran lo contrario: el PSOE no respeta ni desea mantener la Constitución del 78 sino que pretende revocarla y crear un nuevo régimen que vendrá determinado por la permanencia indefinida del PSOE en el poder, al modo del PRI mexicano y del peronismo argentino. En ese régimen se mantendría la apariencia de democracia representativa mediante la convocatoria de elecciones periódicas, pero no habría instituciones libres de la injerencia del poder político y éste vendría determinado siempre por una derecha debilitada (un PP sin sustancia y con sólo parcelas mediocres de poder), una supuesta extrema derecha ilegalizada (Vox), y el resto de partidos comunistas y separatistas sentados a la mesa del poder dirigida por el PSOE que mantendría el statu quo mediante las cesiones y prebendas necesarias.
Hace setenta años nadie pensaba que Argentina, uno de los países más pujantes del momento, con una economía desarrollada, se convirtiera en el país subdesarrollado que hoy es. El peronismo, una versión fascistoide del socialismo, lo hizo posible.
Aquí seguimos el mismo proceso.
Ni Mussolini ni Hitler eran de derechas. La terminología que los calificó de extrema derecha fue inventada por la propaganda soviética para evitar que se identificara al fascismo y al nazismo con la izquierda. Pero lo cierto es que ambos eran socialistas y partieron del socialismo para, con alguna variante, instaurar en sus respectivos países regímenes totalitarios inspirados por principios esencialmente socialistas.
El principal mandato socialista de todos los tiempos, su primera ley, es: "Las necesidades de la sociedad vienen antes que las necesidades del individuo". Muchos se mostrarán tranquilamente de acuerdo con esta frase: ¿qué mayor altruismo que sacrificar a los individuos por el colectivo? Es lo que nos han enseñado, que ser egoístas es despreciable y que debemos sacrificarnos por los demás. Pero lo que está muy bien en el ámbito de los principios individuales aceptados voluntariamente no está tan bien cuando el mismo mensaje se aplica a la política. En primer lugar, porque en el ámbito político ese altruismo no se acepta voluntariamente, sino que es impuesto. En segundo lugar, porque aceptar esto significa que los derechos individuales esenciales, libertad y propiedad, pueden ser sacrificados en cualquier momento por las supuestas necesidades de la sociedad que, como nadie que no sea ingenuo imagina, las determinan los políticos que ostentan el poder. No obstante, a muchos lectores la frase entrecomillada les sonará: la pueden oír constantemente en nuestros políticos, especialmente de izquierdas: necesidades de la sociedad, bien general, intereses generales, bien común... todos los supuestos principios que los mueven... Pues la frase citada al principio del anterior párrafo es de Hitler. Lo que quiere decir que todos los políticos de izquierda, incluso los moderados, esconden el germen del totalitarismo.
Se dice que, a diferencia de la Rusia soviética, en la Italia de Mussolini o en la Alemania de Hitler seguían existiendo las empresas privadas, lo que los convertiría en regímenes capitalistas. Pero esto es falso. Se podían conservar las titularidades de las empresas y negocios privados, pero sometidas siempre al designio del político fascista o nazi. Los empresarios se convirtieron en directores ejecutivos y dejaron de ser propietarios. Es lo que Mises definió como "el socialismo bajo la apariencia de la terminología del capitalismo". En la Alemania nazi no era libre el mercado, sino que una oficina del Estado dirigida por el Partido Nazi definía los precios, a quién comprar y a quién vender, asignaba a cada trabajador su puesto de trabajo y fijaba su salario. El mercado, así, se convertía en una mera falacia. Los salarios, precios y tipos de interés eran fijados por el Gobierno.
Y lo mismo podemos decir de la Italia fascista. Todos los fascismos que en el mundo han sido, y el nazismo, eran y son socialistas en esencia. Todos glorificaron al Estado y pisotearon los derechos individuales porque habían de ser sometidos al "interés de la sociedad", interés que sólo los políticos definían.
Que haya variantes del socialismo no significa que se deje de ser socialista sino precisamente lo contrario, es una reafirmación del evangélico mensaje. Lo que también es una regla histórica es que jamás socialismo alguno, a través de ninguna variante, ha conseguido hacer progresar una sociedad y hacerla más libre y próspera. Se puede pensar que China lo ha conseguido, pero la apariencia de potencia mundial militar y tecnológica no lo es todo, como demostró el caso de la Rusia soviética, y no hay que olvidar que en China hay mil millones de pobres aún y que ya está sufriendo tensiones económicas seguramente insoportables en el futuro, del mismo modo que tampoco se puede confiar en que las cifras de crecimiento que aporta sean ciertas, pues la mentira y la manipulación son la esencia de cualquier régimen comunista. Si no, véase que aún niega a la comunidad científica internacional el genoma del coronavirus para no reconocer que la pandemia y la tragedia que ha sacudido al mundo son su responsabilidad.
Tanto el comunismo como el fascismo y el nazismo son variantes del socialismo. El primero se distingue por el control directo de todos los medios de producción y los segundos por un control indirecto, pero control al fin y al cabo. La otra distinción esencial es el elemento romántico que añade el fascismo, encarnado en el nacionalismo y el nacionalismo y el racismo que añade el nazismo. Pero a todos se les puede caracterizar por su elemento esencial: una ideología oficial que impone formas de comportamiento para todos los aspectos relevantes de la vida humana a las que deben someterse todos los miembros de la sociedad. Esto es, el Estado como garante y padre de todos. Es decir, lo mismo que los reyes absolutistas, sólo que ahora encarnados en partidos políticos con un líder supremo. Del mismo modo que el absolutismo se ejercía en nombre de Dios por el Rey, en el socialismo se confirma el mismo mensaje con otro sujeto de poder: "Todo para el Estado, nada contra el Estado, nada por fuera del Estado", dijo Mussolini.
Ésta, con otros ropajes, es la ideología "progresista" que nos domina.
Si hay alguien que aún duda de lo dicho más arriba, nada mejor que comparar los programas electorales del partido de extrema derecha (supuestamente), Falange Española, con los de Podemos y el PSOE.
Falange Española comienza su programa hablando de que el eje sobre el que debe girar el sistema político es el "Hombre", pero no el hombre en cuanto individuo, sino su ser social. Les suena, ¿verdad? El ser social de Podemos es que no existe libertad ni dignidad si el Estado no te facilita todos los servicios sociales. Para ambas formaciones todo debe ser social, esto es, lo individual no ha de existir como elemento político, como sujeto de derechos. En todo caso, será objeto de derechos, pero no sujeto, de modo que puede ser suplantado o eliminado en cuanto la política lo decida. Podemos pide garantizar los derechos "sociales" con el mismo estatuto que los civiles o políticos. Lo mismo que el PSOE, lo que demuestra que comparten los mismos principios básicos.
Por supuesto, al concepto de libertad se le ponen adjetivos. Pues la "verdadera" libertad no es la que decidamos disfrutar cada uno de nosotros a su antojo con su vida y su propiedad, sino lo que decidan los políticos de Falange. Esto es un principio ampliamente compartido por Podemos y el PSOE, este último el adalid de las políticas de discriminación positiva que se han cargado el derecho a la presunción de inocencia y el derecho a la igualdad ante la Ley, dos pilares básicos de cualquier sociedad democrática.
Bajo el concepto de justicia social todos estos partidos socialistas camuflan las limitaciones a las libertades que deseen imponer en cualquier momento, es la coartada perfecta para que la población asuma como inevitables las imposiciones.
Propugna Falange la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas (aunque no las hayan fundado ellos), como piden exactamente algunos líderes de Podemos y como se ha facilitado desde el PSOE a base de regulaciones e imposiciones sindicales a través de sindicatos regados y sostenidos con dinero público (extensiones del PSOE y del Partido Comunista) y que apenas representan a nadie, pero que son el instrumento del PSOE para imponer las reglas a las empresas. El control de facto que ejerce el PSOE siempre que llega al poder en las empresas del Ibex 35 tampoco deja mucho lugar a la duda.
Por supuesto, propugnan la creación de miles de viviendas de protección oficial , como en los países subdesarrollados, de las cuales el Estado fijará el precio de venta. Así lo contemplan también Podemos y PSOE en sus respectivos programas, a los que añaden la política antidesahucios y la protección de la ocupación ilegal, llegando a la inembargabilidad de las viviendas familiares al tiempo que se toma el control de los alquileres, llamado alquiler social, y su prórroga indefinida fomentándolo frente a la propiedad y garantizando los suministros básicos gratis. Esto es, mantener a los súbditos sin responsabilidad alguna para conducirlos a lo que expresó certeramente Skolimowski: "Si todo se nos hace, si no podemos ejercer nuestra responsabilidad, ya no somos seres humanos".
Falange y Podemos calcan el eslogan de que la economía ha de estar al servicio de las personas. Para ello, ambos abominan del capitalismo y propugnan la nacionalización de la banca (o la creación de bancos públicos), la prohibición de la especulación (esto es, la prohibición de la libertad económica) y de las compañías energéticas y de las infraestructuras del Estado, si bien Podemos se conforma con el control estatal (fascismo en estado puro) de los sectores estratégicos de telecomunicaciones, energía, alimentación, transporte, sanitario, farmacéutico y educativo mediante la participación mayoritaria estatal en los consejos de administración y facilitar el acceso universal a esos servicios (gratis). No muy lejos de esta postura se encuentra el PSOE que, aunque no lo integre así en su programa electoral, es lo que hace en realidad mediante la hiperregulación de estos sectores.
Por supuesto, también abogan todos por las energías renovables subvencionadas a costa del contribuyente. Maquiavélico y megalómano proyecto impuesto desde las élites con desprecio absoluto a los intereses de los ciudadanos occidentales y sin tener siquiera una alternativa real e inmediata a los combustibles fósiles. Se encuadra esta propuesta en la firme decisión de tales élites políticas internacionales occidentales de empobrecer a sus sociedades, lo que es no sólo una imposición dictatorial sino un suicidio como sociedades y como naciones. El empobrecimiento implicará, junto a la inmigración masiva, la desaparición definitiva de Occidente. Es la famosa Agenda 2030 que defienden con ahínco todos los partidos (excepto Vox). De lo contrario nos amenazan con el apocalipsis climático, como los viejos milenarismos que han sido. Aconsejo revisar el paralelismo entre el milenarismo y el socialismo que realizó el genial matemático ruso Chafarevitch. No es gratuita la propaganda sobre tal supuesto apocalipsis porque "quien cree, teme. Y quien teme, cree", como advirtió Sansal.
Otro elemento capital en una sociedad y que ha de estar sometido al control estatista es el dinero. Ya lo está, como nadie puede dudar, puesto que no existe más dinero que el que determinan los Estados y la lucha sin cuartel contra las criptomonedas es el pánico desatado a no controlar el mejor elemento de control social. Lo primero que hizo Lenin al llegar al poder es fabricar dinero, precisamente para dejarlo sin valor alguno. Resultado: millones de muertos de hambre y una sociedad empobrecida y sometida. La soberanía monetaria está en el programa de Falange, pero todos recordamos que es una propuesta estelar de Podemos y sus asociados, por lo que también la coincidencia en este extremo es relevante. Nadie puede negar que el PSOE, de facto, comparte tales premisas, pues basta ver los nuevos Presupuestos Generales del Estado español para comprobar que se incrementa el gasto exponencialmente mientras se miente en los ingresos potenciales y esto no puede hacerse sin una decisión de lanzar deuda sin límite, que es lo mismo que fabricar dinero de la nada.
La abominación de los ricos y el odio al capitalismo también los une. Basta ver los programas que proyectan la investigación de las grandes fortunas y la lucha contra aquéllos a los que el mercado ha hecho ricos. Éstos estarían sometidos como lo estuvieron en el fascismo y el nazismo.
Robar la propiedad privada de las patentes para favorecer el "bien común", fijar precios fijos para cualquier bien o incentivar fórmulas cooperativistas también son programas compartidos.
Por supuesto, ambos solicitan limitar los partidos políticos. Para Falange se trataría de eliminar la dictadura de partidos y regenerar la política (como prometía Podemos), lo que coincide básicamente con la petición de ilegalización de los partidos contrarios al "bien común" que solicita Podemos y con los intentos, cada vez más evidentes, del PSOE de someter al PP y de ilegalizar a Vox.
Ni que decir tiene que someter la justicia al interés general, que esos partidos determinarían a su criterio, es otro de sus objetivos. Y nadie puede dudar que el PSOE, desde que promulgó la LOPJ en 1985 es lo que ha hecho continuamente, cada vez con menos disimulo.
Por tanto, la colusión de propuestas y de intereses entre Falange, Podemos y PSOE es más que real. De ahí se desprenden varias conclusiones que nadie debería desdeñar: la primera, que la extrema derecha no existe, sino que es una variante socialista a la que se añade el nacionalismo; la segunda, que los pactos entre PsSOE, Podemos y demás socios comunistas y nacionalistas no es Frankenstein ni contranatura sino la más lógica por sus coincidencias ideológicas socialistas; la tercera, que el estatismo es por naturaleza totalitario.
Así lo confirmaron incluso los popes del socialismo: "Estado y sociedad libre son incompatibles", dijo Engels, y Lenin lo corroboró: "Mientras el Estado exista no habrá libertad. Cuando la libertad exista, no habrá Estado". Nadie puede expresarlo mejor.
Nos han educado para vivir con y para el Estado. Los españoles, en particular, venimos de la época de Franco ya enseñados. Sus propuestas económicas a partir de los 60 fueron todas en el sentido de crear una economía bajo los designios fascistas de los programas de Falange. De ahí que, como advertía el gran Gabriel Albiac, el continuador del franquismo en España ha sido el PSOE.
Se hace difícil ante una educación de décadas como la sufrida por todos nosotros concebir una sociedad sin un Estado tan intrusivo, pero debemos recordar varias cuestiones: que los países occidentales se hicieron ricos cuando el Estado era muy poco intrusivo en las sociedades y su participación en la economía de los países era muy inferior a la actual (en EEUU, la presencia del Estado hace cien años, cuando alcanzó el estatus de primera potencia mundial, era de poco más del 10% por más del 30% actual. Y lo mismo ocurría en la mayoría de países). De hecho, fue sólo a partir de la II Guerra Mundial cuando el Estado comenzó a crecer al albur de los partidos socialdemócratas hasta el punto de que varios de ellos estuvieron a punto de la quiebra (Reino Unido y Suecia) a finales de los setenta y ochenta.
La segunda, que como decía el gran Petros Márkaris, un escritor que venía de posiciones de izquierda: "Jamás me había imaginado hasta qué punto se parecen el partido comunista y el Estado".
La tercera que, educados en el estatismo, como estamos, se nos hace inconcebible pensar cómo podría organizarse la sociedad con una menor intromisión del Estado, pero debemos recordar que ésa ha sido la manera de crecer y de construir sociedades prósperas en Occidente. Hace cien años había miles de centros privados en Nueva York que atendían a todas las personas, incluso a los más menesterosos, y miles de escuelas privadas que garantizaban la educación universal y que convirtieron aquélla ciudad en la más avanzada del mundo. Hoy, la expansión de los poderes públicos ha arrasado con la sociedad civil.
Por eso insistimos en que sólo hay dos proyectos políticos reales: absolutismo progresista socialista versus libertad individual/liberalismo, esto es, poder estatal versus libertad individual.
Es difícil decidirse por la segunda opción, ya que ellos siempre imponen su "altruista" mensaje: "El bien de la comunidad tiene prioridad sobre el del individuo y por ello el Estado debe mantener el control. Es deber de los propietarios no hacer mal uso de sus posesiones en detrimento del Estado o de los intereses de sus compatriotas".
Y todos pensamos, al oír esto, que tienen razón, que somos unos depravados si pensamos diferente. Tal vez convendría estar advertidos de cómo continúa la frase...: "El Tercer Reich siempre conservará el derecho a controlar a los propietarios".
Decíamos hace unas semanas que nos gobierna en España un bloque nacionalsocialista. Creemos que es conveniente extenderse un poco sobre un asunto tan singular en apariencia y seguramente insólito para muchos lectores no avisados o que pasan inadvertidamente por los acontecimientos que desde hace unos años nos ocupan.
Debe recordarse que esta situación no es nueva, sino el resultado de un proceso diseñado deliberadamente y que tuvo su inicio el día 14 de marzo de 2004, día de las elecciones generales de aquel año en el que José Luis Rodríguez Zapatero, en unas circunstancias todavía por esclarecer, se hace con el poder.
Que el PSOE sea la cabeza de un Frente Popular como el que fracasó durante la Segunda República fue la acción expresa y ordenada por Zapatero desde el momento de su llegada al poder. Que los ahora socios del PSOE lo sean no es causalidad ni necesidad sino el resultado de unas acciones perfectamente diseñadas y ordenadas a tal fin. Algunos no aceptarán esta idea porque fue precisamente Rubalcaba el que apodó como "Gobierno Frankenstein" a una coalición con los comunistas, independentistas y con los herederos de ETA, pero que Rubalcaba no lo aceptara durante el escaso tiempo y con el escaso poder de representación que tuvo en el PSOE, del que fue secretario general sólo temporalmente y para sofocar el fracaso electoral de 2011, no significa que no sea cierto lo que decimos, ni que las consecuencias que ahora padecemos no sean el resultado de la intención de otras mentes de ese mismo partido.
[Alfredo Pérez Rubalcaba, al que algunos con escasa memoria añoran, fue el último de la vieja guardia del PSOE que renunció al marxismo en los años ochenta del pasado siglo para convertirse, ellos sí, ciertamente, y con todos sus defectos, en socialdemócratas. Y aunque conviviendo con Zapatero aguantó en las altas esferas del PSOE, nunca fue el que marcó el devenir de su partido ni detuvo la deriva histórica de un partido totalitario que ya dio muestras de volver a ser la misma facción antidemocrática que durante la II República. Algunos nos preguntamos cómo digirió la traición del Bar Faisán, pero Rubalcaba tenía tragaderas para eso y para lo que fuera menester por su partido].
Que el PSOE de Largo Caballero no quería democracia tal y como la entendemos en Occidente, y que luchó hasta llevar al país a la Guerra Civil para implantar una dictadura del proletariado (se decía de él que era el hombre de Stalin en España, lo que no se decía de los comunistas), no puede dudarlo nadie serio a estas alturas.
Por ello, el PSOE de González de los ochenta no fue sino un oasis en la trayectoria antidemocrática del PSOE. Ahora mismo, alcaldes que lo han sido durante más de veinte años de sus localidades por el PSOE me dicen que no lo reconocen. Compasivo, no les digo que ellos han vivido una época insólita dentro de ese partido. Del mismo modo, muchos otros socialistas siguen creyendo, algunos de buena fe, que el PSOE sigue siendo constitucionalista. Incluso hace unos días un dirigente poco avisado, como es la norma, del PP, así lo decía. Pero las palabras no pueden esconder los hechos.
Y los hechos son que el PSOE, en un proyecto iniciado por Zapatero y que ha culminado en Sánchez, es constitucionalista sólo cuando le conviene, sólo como mera apariencia, pero todos sus actos, todos sus proyectos legales, todas sus alianzas, demuestran lo contrario: el PSOE no respeta ni desea mantener la Constitución del 78 sino que pretende revocarla y crear un nuevo régimen que vendrá determinado por la permanencia indefinida del PSOE en el poder, al modo del PRI mexicano y del peronismo argentino. En ese régimen se mantendría la apariencia de democracia representativa mediante la convocatoria de elecciones periódicas, pero no habría instituciones libres de la injerencia del poder político y éste vendría determinado siempre por una derecha debilitada (un PP sin sustancia y con sólo parcelas mediocres de poder), una supuesta extrema derecha ilegalizada (Vox), y el resto de partidos comunistas y separatistas sentados a la mesa del poder dirigida por el PSOE que mantendría el statu quo mediante las cesiones y prebendas necesarias.
Hace setenta años nadie pensaba que Argentina, uno de los países más pujantes del momento, con una economía desarrollada, se convirtiera en el país subdesarrollado que hoy es. El peronismo, una versión fascistoide del socialismo, lo hizo posible.
Aquí seguimos el mismo proceso.
Ni Mussolini ni Hitler eran de derechas. La terminología que los calificó de extrema derecha fue inventada por la propaganda soviética para evitar que se identificara al fascismo y al nazismo con la izquierda. Pero lo cierto es que ambos eran socialistas y partieron del socialismo para, con alguna variante, instaurar en sus respectivos países regímenes totalitarios inspirados por principios esencialmente socialistas.
El principal mandato socialista de todos los tiempos, su primera ley, es: "Las necesidades de la sociedad vienen antes que las necesidades del individuo". Muchos se mostrarán tranquilamente de acuerdo con esta frase: ¿qué mayor altruismo que sacrificar a los individuos por el colectivo? Es lo que nos han enseñado, que ser egoístas es despreciable y que debemos sacrificarnos por los demás. Pero lo que está muy bien en el ámbito de los principios individuales aceptados voluntariamente no está tan bien cuando el mismo mensaje se aplica a la política. En primer lugar, porque en el ámbito político ese altruismo no se acepta voluntariamente, sino que es impuesto. En segundo lugar, porque aceptar esto significa que los derechos individuales esenciales, libertad y propiedad, pueden ser sacrificados en cualquier momento por las supuestas necesidades de la sociedad que, como nadie que no sea ingenuo imagina, las determinan los políticos que ostentan el poder. No obstante, a muchos lectores la frase entrecomillada les sonará: la pueden oír constantemente en nuestros políticos, especialmente de izquierdas: necesidades de la sociedad, bien general, intereses generales, bien común... todos los supuestos principios que los mueven... Pues la frase citada al principio del anterior párrafo es de Hitler. Lo que quiere decir que todos los políticos de izquierda, incluso los moderados, esconden el germen del totalitarismo.
Se dice que, a diferencia de la Rusia soviética, en la Italia de Mussolini o en la Alemania de Hitler seguían existiendo las empresas privadas, lo que los convertiría en regímenes capitalistas. Pero esto es falso. Se podían conservar las titularidades de las empresas y negocios privados, pero sometidas siempre al designio del político fascista o nazi. Los empresarios se convirtieron en directores ejecutivos y dejaron de ser propietarios. Es lo que Mises definió como "el socialismo bajo la apariencia de la terminología del capitalismo". En la Alemania nazi no era libre el mercado, sino que una oficina del Estado dirigida por el Partido Nazi definía los precios, a quién comprar y a quién vender, asignaba a cada trabajador su puesto de trabajo y fijaba su salario. El mercado, así, se convertía en una mera falacia. Los salarios, precios y tipos de interés eran fijados por el Gobierno.
Y lo mismo podemos decir de la Italia fascista. Todos los fascismos que en el mundo han sido, y el nazismo, eran y son socialistas en esencia. Todos glorificaron al Estado y pisotearon los derechos individuales porque habían de ser sometidos al "interés de la sociedad", interés que sólo los políticos definían.
Que haya variantes del socialismo no significa que se deje de ser socialista sino precisamente lo contrario, es una reafirmación del evangélico mensaje. Lo que también es una regla histórica es que jamás socialismo alguno, a través de ninguna variante, ha conseguido hacer progresar una sociedad y hacerla más libre y próspera. Se puede pensar que China lo ha conseguido, pero la apariencia de potencia mundial militar y tecnológica no lo es todo, como demostró el caso de la Rusia soviética, y no hay que olvidar que en China hay mil millones de pobres aún y que ya está sufriendo tensiones económicas seguramente insoportables en el futuro, del mismo modo que tampoco se puede confiar en que las cifras de crecimiento que aporta sean ciertas, pues la mentira y la manipulación son la esencia de cualquier régimen comunista. Si no, véase que aún niega a la comunidad científica internacional el genoma del coronavirus para no reconocer que la pandemia y la tragedia que ha sacudido al mundo son su responsabilidad.
Tanto el comunismo como el fascismo y el nazismo son variantes del socialismo. El primero se distingue por el control directo de todos los medios de producción y los segundos por un control indirecto, pero control al fin y al cabo. La otra distinción esencial es el elemento romántico que añade el fascismo, encarnado en el nacionalismo y el nacionalismo y el racismo que añade el nazismo. Pero a todos se les puede caracterizar por su elemento esencial: una ideología oficial que impone formas de comportamiento para todos los aspectos relevantes de la vida humana a las que deben someterse todos los miembros de la sociedad. Esto es, el Estado como garante y padre de todos. Es decir, lo mismo que los reyes absolutistas, sólo que ahora encarnados en partidos políticos con un líder supremo. Del mismo modo que el absolutismo se ejercía en nombre de Dios por el Rey, en el socialismo se confirma el mismo mensaje con otro sujeto de poder: "Todo para el Estado, nada contra el Estado, nada por fuera del Estado", dijo Mussolini.
Ésta, con otros ropajes, es la ideología "progresista" que nos domina.
Si hay alguien que aún duda de lo dicho más arriba, nada mejor que comparar los programas electorales del partido de extrema derecha (supuestamente), Falange Española, con los de Podemos y el PSOE.
Falange Española comienza su programa hablando de que el eje sobre el que debe girar el sistema político es el "Hombre", pero no el hombre en cuanto individuo, sino su ser social. Les suena, ¿verdad? El ser social de Podemos es que no existe libertad ni dignidad si el Estado no te facilita todos los servicios sociales. Para ambas formaciones todo debe ser social, esto es, lo individual no ha de existir como elemento político, como sujeto de derechos. En todo caso, será objeto de derechos, pero no sujeto, de modo que puede ser suplantado o eliminado en cuanto la política lo decida. Podemos pide garantizar los derechos "sociales" con el mismo estatuto que los civiles o políticos. Lo mismo que el PSOE, lo que demuestra que comparten los mismos principios básicos.
Por supuesto, al concepto de libertad se le ponen adjetivos. Pues la "verdadera" libertad no es la que decidamos disfrutar cada uno de nosotros a su antojo con su vida y su propiedad, sino lo que decidan los políticos de Falange. Esto es un principio ampliamente compartido por Podemos y el PSOE, este último el adalid de las políticas de discriminación positiva que se han cargado el derecho a la presunción de inocencia y el derecho a la igualdad ante la Ley, dos pilares básicos de cualquier sociedad democrática.
Bajo el concepto de justicia social todos estos partidos socialistas camuflan las limitaciones a las libertades que deseen imponer en cualquier momento, es la coartada perfecta para que la población asuma como inevitables las imposiciones.
Propugna Falange la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas (aunque no las hayan fundado ellos), como piden exactamente algunos líderes de Podemos y como se ha facilitado desde el PSOE a base de regulaciones e imposiciones sindicales a través de sindicatos regados y sostenidos con dinero público (extensiones del PSOE y del Partido Comunista) y que apenas representan a nadie, pero que son el instrumento del PSOE para imponer las reglas a las empresas. El control de facto que ejerce el PSOE siempre que llega al poder en las empresas del Ibex 35 tampoco deja mucho lugar a la duda.
Por supuesto, propugnan la creación de miles de viviendas de protección oficial , como en los países subdesarrollados, de las cuales el Estado fijará el precio de venta. Así lo contemplan también Podemos y PSOE en sus respectivos programas, a los que añaden la política antidesahucios y la protección de la ocupación ilegal, llegando a la inembargabilidad de las viviendas familiares al tiempo que se toma el control de los alquileres, llamado alquiler social, y su prórroga indefinida fomentándolo frente a la propiedad y garantizando los suministros básicos gratis. Esto es, mantener a los súbditos sin responsabilidad alguna para conducirlos a lo que expresó certeramente Skolimowski: "Si todo se nos hace, si no podemos ejercer nuestra responsabilidad, ya no somos seres humanos".
Falange y Podemos calcan el eslogan de que la economía ha de estar al servicio de las personas. Para ello, ambos abominan del capitalismo y propugnan la nacionalización de la banca (o la creación de bancos públicos), la prohibición de la especulación (esto es, la prohibición de la libertad económica) y de las compañías energéticas y de las infraestructuras del Estado, si bien Podemos se conforma con el control estatal (fascismo en estado puro) de los sectores estratégicos de telecomunicaciones, energía, alimentación, transporte, sanitario, farmacéutico y educativo mediante la participación mayoritaria estatal en los consejos de administración y facilitar el acceso universal a esos servicios (gratis). No muy lejos de esta postura se encuentra el PSOE que, aunque no lo integre así en su programa electoral, es lo que hace en realidad mediante la hiperregulación de estos sectores.
Por supuesto, también abogan todos por las energías renovables subvencionadas a costa del contribuyente. Maquiavélico y megalómano proyecto impuesto desde las élites con desprecio absoluto a los intereses de los ciudadanos occidentales y sin tener siquiera una alternativa real e inmediata a los combustibles fósiles. Se encuadra esta propuesta en la firme decisión de tales élites políticas internacionales occidentales de empobrecer a sus sociedades, lo que es no sólo una imposición dictatorial sino un suicidio como sociedades y como naciones. El empobrecimiento implicará, junto a la inmigración masiva, la desaparición definitiva de Occidente. Es la famosa Agenda 2030 que defienden con ahínco todos los partidos (excepto Vox). De lo contrario nos amenazan con el apocalipsis climático, como los viejos milenarismos que han sido. Aconsejo revisar el paralelismo entre el milenarismo y el socialismo que realizó el genial matemático ruso Chafarevitch. No es gratuita la propaganda sobre tal supuesto apocalipsis porque "quien cree, teme. Y quien teme, cree", como advirtió Sansal.
Otro elemento capital en una sociedad y que ha de estar sometido al control estatista es el dinero. Ya lo está, como nadie puede dudar, puesto que no existe más dinero que el que determinan los Estados y la lucha sin cuartel contra las criptomonedas es el pánico desatado a no controlar el mejor elemento de control social. Lo primero que hizo Lenin al llegar al poder es fabricar dinero, precisamente para dejarlo sin valor alguno. Resultado: millones de muertos de hambre y una sociedad empobrecida y sometida. La soberanía monetaria está en el programa de Falange, pero todos recordamos que es una propuesta estelar de Podemos y sus asociados, por lo que también la coincidencia en este extremo es relevante. Nadie puede negar que el PSOE, de facto, comparte tales premisas, pues basta ver los nuevos Presupuestos Generales del Estado español para comprobar que se incrementa el gasto exponencialmente mientras se miente en los ingresos potenciales y esto no puede hacerse sin una decisión de lanzar deuda sin límite, que es lo mismo que fabricar dinero de la nada.
La abominación de los ricos y el odio al capitalismo también los une. Basta ver los programas que proyectan la investigación de las grandes fortunas y la lucha contra aquéllos a los que el mercado ha hecho ricos. Éstos estarían sometidos como lo estuvieron en el fascismo y el nazismo.
Robar la propiedad privada de las patentes para favorecer el "bien común", fijar precios fijos para cualquier bien o incentivar fórmulas cooperativistas también son programas compartidos.
Por supuesto, ambos solicitan limitar los partidos políticos. Para Falange se trataría de eliminar la dictadura de partidos y regenerar la política (como prometía Podemos), lo que coincide básicamente con la petición de ilegalización de los partidos contrarios al "bien común" que solicita Podemos y con los intentos, cada vez más evidentes, del PSOE de someter al PP y de ilegalizar a Vox.
Ni que decir tiene que someter la justicia al interés general, que esos partidos determinarían a su criterio, es otro de sus objetivos. Y nadie puede dudar que el PSOE, desde que promulgó la LOPJ en 1985 es lo que ha hecho continuamente, cada vez con menos disimulo.
Por tanto, la colusión de propuestas y de intereses entre Falange, Podemos y PSOE es más que real. De ahí se desprenden varias conclusiones que nadie debería desdeñar: la primera, que la extrema derecha no existe, sino que es una variante socialista a la que se añade el nacionalismo; la segunda, que los pactos entre PsSOE, Podemos y demás socios comunistas y nacionalistas no es Frankenstein ni contranatura sino la más lógica por sus coincidencias ideológicas socialistas; la tercera, que el estatismo es por naturaleza totalitario.
Así lo confirmaron incluso los popes del socialismo: "Estado y sociedad libre son incompatibles", dijo Engels, y Lenin lo corroboró: "Mientras el Estado exista no habrá libertad. Cuando la libertad exista, no habrá Estado". Nadie puede expresarlo mejor.
Nos han educado para vivir con y para el Estado. Los españoles, en particular, venimos de la época de Franco ya enseñados. Sus propuestas económicas a partir de los 60 fueron todas en el sentido de crear una economía bajo los designios fascistas de los programas de Falange. De ahí que, como advertía el gran Gabriel Albiac, el continuador del franquismo en España ha sido el PSOE.
Se hace difícil ante una educación de décadas como la sufrida por todos nosotros concebir una sociedad sin un Estado tan intrusivo, pero debemos recordar varias cuestiones: que los países occidentales se hicieron ricos cuando el Estado era muy poco intrusivo en las sociedades y su participación en la economía de los países era muy inferior a la actual (en EEUU, la presencia del Estado hace cien años, cuando alcanzó el estatus de primera potencia mundial, era de poco más del 10% por más del 30% actual. Y lo mismo ocurría en la mayoría de países). De hecho, fue sólo a partir de la II Guerra Mundial cuando el Estado comenzó a crecer al albur de los partidos socialdemócratas hasta el punto de que varios de ellos estuvieron a punto de la quiebra (Reino Unido y Suecia) a finales de los setenta y ochenta.
La segunda, que como decía el gran Petros Márkaris, un escritor que venía de posiciones de izquierda: "Jamás me había imaginado hasta qué punto se parecen el partido comunista y el Estado".
La tercera que, educados en el estatismo, como estamos, se nos hace inconcebible pensar cómo podría organizarse la sociedad con una menor intromisión del Estado, pero debemos recordar que ésa ha sido la manera de crecer y de construir sociedades prósperas en Occidente. Hace cien años había miles de centros privados en Nueva York que atendían a todas las personas, incluso a los más menesterosos, y miles de escuelas privadas que garantizaban la educación universal y que convirtieron aquélla ciudad en la más avanzada del mundo. Hoy, la expansión de los poderes públicos ha arrasado con la sociedad civil.
Por eso insistimos en que sólo hay dos proyectos políticos reales: absolutismo progresista socialista versus libertad individual/liberalismo, esto es, poder estatal versus libertad individual.
Es difícil decidirse por la segunda opción, ya que ellos siempre imponen su "altruista" mensaje: "El bien de la comunidad tiene prioridad sobre el del individuo y por ello el Estado debe mantener el control. Es deber de los propietarios no hacer mal uso de sus posesiones en detrimento del Estado o de los intereses de sus compatriotas".
Y todos pensamos, al oír esto, que tienen razón, que somos unos depravados si pensamos diferente. Tal vez convendría estar advertidos de cómo continúa la frase...: "El Tercer Reich siempre conservará el derecho a controlar a los propietarios".