Centralismo autonómico
Cuando fundamos Unidad Alavesa en los años noventa del pasado siglo, pronto conectamos con formaciones políticas que entonces se llamaban regionalistas, pero que eran versos libres entre el nacionalismo tradicional formado por vascos y catalanes, y los partidos sucursalistas, que obedecían ciegamente los dicterios que salían desde las calles Génova y Ferraz, en la capital de España.
Había motivos en lo que describe Cayetana Álvarez de Toledo en su 'bestseller' Políticamente indeseable. En el espacio de la sumisión, mediocridad y complejo que llevan a los representantes de las circunscripciones electorales -provincias de España- a ejercer la obediencia debida o el culto a una disciplina que los mandarines ni siquiera tienen el detalle y el respeto para con las personas de explicarles, sin trampas, los motivos de pactos, votos, actitudes y líneas maestras ideológicas, que produce malestar justificado y rebeldía, y así las crisis en las que el espacio mediático, también carente de libertad o perezoso ignorante para analizar cuál es la verdad, sojuzgan e interpretan con desprecio absoluto a la democracia, que debe comenzar por la vida interna en los partidos políticos.
Hay muchas razones para el debate en libertad. Una de tales lo plantea la diputada por Barcelona. Se trata de atender las peticiones de la sociedad o llevar a la sociedad esa incomodidad que evita la alienación y promueve la conciencia social. El voto debe ser útil a la causa que circula por la circunscripción electoral. Desgraciadamente, lo estamos viviendo en la pugna entre el PP de Madrid y el nacional, la secuencia de acontecimientos funciona al revés. Los partidos se convierten en instrumentos de agitación, incluso desviando la atención del tejido social con debates estériles, pero perversamente útiles para evitar que las gentes sean ciudadanos informados sobre la verdad. Tal como denunciábamos desde UA en 1990, queríamos hablar el idioma de las gentes, plantear en las instituciones sus denuncias, buscar soluciones para el pueblo, no para el partido.
Dice la insigne y culta diputada ex-portavoz del grupo popular, que no se trata de buscar alianzas para sumar escaños en votaciones coyunturales, como hace el sanchismo en el rito de los Presupuestos Generales para el Estado. Se trata de construir una alternativa ideológica que ofrezca la batalla cultural al modelo caduco que esgrimen los partidos políticos, sindicatos, dirigentes sociales; y al frente de tal operación regenerativa hay que encontrar un líder sin miedo, sin complejos, osado, brillante, que comience con mostrar a las claras esa confianza en sí mismo, que debe ser elemento identitario para terminar la decadencia en la que estamos sumidos. No se puede seguir premiando el sometimiento a las curias partidarias, hay que estimular a la sociedad civil para que sea cantera de nuevos y mejores dirigentes.
Aun recuerdo aquel día. Tras la sorpresa que supuso la presencia de UA con tres parlamentarios, fuimos llamados a la presidencia del Gobierno Vasco -Ajuria Enea- y lo primero que nos preguntaron fue: ¿Qué pretendéis?. La respuesta se convirtió en un eslogan que aun hoy sería herramienta para conectar con la sociedad: "Pretendemos ser el partido de Álava". Y es que Álava era el espacio vacío y ocupado desde el gran Bilbao.
Pero hay algo que la perspectiva del tiempo me permite señalar. Han borrado la historia de Unidad Alavesa, como si hubiera temor a una nueva intentona de hacer política desde un movimiento social. Han tomado algunos de los posicionamientos de UA cuando han querido llamar la atención. Aquellos cómics que fueron un ejemplo de publicidad eficiente, se han escondido, y a buen seguro que alguien los tiene guardados como herramienta para movilizar a las gentes.
Y, sin embargo, aquella campaña de 1990 en Álava tuvo elementos que hoy siguen siendo válidos y en cualquier caso no deberían ocultarse desde las instancias universitarias. Fue la última campaña con dos televisiones: ETB y TVE. Las pintadas en las calles, donde nuestra gente hizo hermosos murales que llegaron hasta lo más profundo de las gentes. Los mensajes se referían a los problemas que suponía sufrir el centralismo de Bilbao que había ocupado Álava y muy en espacial Vitoria. Y llegados a este punto, pregunto; ¿no hay centralismo en cada fragmento de Estado-Comunidad Autónoma? ¿La España vaciada no es la consecuencia de ese centralismo ubicado en otras capitales y al estilo del Madrid que reunía el aparato administrativo del Estado?
Centrándome en Euskadi. Creo que el PP corre el riesgo de ser testimonial. Sin ninguna utilidad. Y es que sus dirigentes han caído en lo contrario que hizo UA. Son profesionales de la política. No tienen discurso alternativo. Son meros funcionarios atentos a la organización que con mano de hierro conduce el tal Egea. les hace falta gentes como Gregorio Ordoñez, Benigno Cortazar, Germán Dueñas, Keta Benito, José Luís Añua, Juan Luis Barbería, Demetrio Beltrán de Heredia, etc. Gentes valerosas, comprometidas, que pisen las calles y pueblos. Que sean de fiar. Pero tal proyecto choca con el otro centralismo. El que diseñan y controlan los partidos políticos desde sus estructuras jerárquicas.
Atentos al movimiento que ha iniciado Mayor Oreja. Nunca da puntada sin hilo. Esa plataforma que se mueve en defensa de la familia, contra la victoria de ETA y en favor de la Monarquía, ni es causal, ni creo que esté huérfana de apoyos o sugerencias en espacios con poder para enfrentar un proceso que vuelva a refundar al centro-derecha, máxime con la crisis del PP.
Y es que habiendo fracasado C's y Podemos, no tiene nada de particular que haya intentos por la derecha y por la izquierda. Los primeros desde una postura en la que la Monarquía recupere el poder de ser herramienta para garantizar la unidad nacional. Los segundos, que ya se están moviendo, con Yolanda Díaz y Errejón, para dar cabida a los descontentos con el sanchismo, centralista, cínico, prepotente y dispuesto a cualquier deriva que les garantice la poder a sus más cualificados varones.
Cuando fundamos Unidad Alavesa en los años noventa del pasado siglo, pronto conectamos con formaciones políticas que entonces se llamaban regionalistas, pero que eran versos libres entre el nacionalismo tradicional formado por vascos y catalanes, y los partidos sucursalistas, que obedecían ciegamente los dicterios que salían desde las calles Génova y Ferraz, en la capital de España.
Había motivos en lo que describe Cayetana Álvarez de Toledo en su 'bestseller' Políticamente indeseable. En el espacio de la sumisión, mediocridad y complejo que llevan a los representantes de las circunscripciones electorales -provincias de España- a ejercer la obediencia debida o el culto a una disciplina que los mandarines ni siquiera tienen el detalle y el respeto para con las personas de explicarles, sin trampas, los motivos de pactos, votos, actitudes y líneas maestras ideológicas, que produce malestar justificado y rebeldía, y así las crisis en las que el espacio mediático, también carente de libertad o perezoso ignorante para analizar cuál es la verdad, sojuzgan e interpretan con desprecio absoluto a la democracia, que debe comenzar por la vida interna en los partidos políticos.
Hay muchas razones para el debate en libertad. Una de tales lo plantea la diputada por Barcelona. Se trata de atender las peticiones de la sociedad o llevar a la sociedad esa incomodidad que evita la alienación y promueve la conciencia social. El voto debe ser útil a la causa que circula por la circunscripción electoral. Desgraciadamente, lo estamos viviendo en la pugna entre el PP de Madrid y el nacional, la secuencia de acontecimientos funciona al revés. Los partidos se convierten en instrumentos de agitación, incluso desviando la atención del tejido social con debates estériles, pero perversamente útiles para evitar que las gentes sean ciudadanos informados sobre la verdad. Tal como denunciábamos desde UA en 1990, queríamos hablar el idioma de las gentes, plantear en las instituciones sus denuncias, buscar soluciones para el pueblo, no para el partido.
Dice la insigne y culta diputada ex-portavoz del grupo popular, que no se trata de buscar alianzas para sumar escaños en votaciones coyunturales, como hace el sanchismo en el rito de los Presupuestos Generales para el Estado. Se trata de construir una alternativa ideológica que ofrezca la batalla cultural al modelo caduco que esgrimen los partidos políticos, sindicatos, dirigentes sociales; y al frente de tal operación regenerativa hay que encontrar un líder sin miedo, sin complejos, osado, brillante, que comience con mostrar a las claras esa confianza en sí mismo, que debe ser elemento identitario para terminar la decadencia en la que estamos sumidos. No se puede seguir premiando el sometimiento a las curias partidarias, hay que estimular a la sociedad civil para que sea cantera de nuevos y mejores dirigentes.
Aun recuerdo aquel día. Tras la sorpresa que supuso la presencia de UA con tres parlamentarios, fuimos llamados a la presidencia del Gobierno Vasco -Ajuria Enea- y lo primero que nos preguntaron fue: ¿Qué pretendéis?. La respuesta se convirtió en un eslogan que aun hoy sería herramienta para conectar con la sociedad: "Pretendemos ser el partido de Álava". Y es que Álava era el espacio vacío y ocupado desde el gran Bilbao.
Pero hay algo que la perspectiva del tiempo me permite señalar. Han borrado la historia de Unidad Alavesa, como si hubiera temor a una nueva intentona de hacer política desde un movimiento social. Han tomado algunos de los posicionamientos de UA cuando han querido llamar la atención. Aquellos cómics que fueron un ejemplo de publicidad eficiente, se han escondido, y a buen seguro que alguien los tiene guardados como herramienta para movilizar a las gentes.
Y, sin embargo, aquella campaña de 1990 en Álava tuvo elementos que hoy siguen siendo válidos y en cualquier caso no deberían ocultarse desde las instancias universitarias. Fue la última campaña con dos televisiones: ETB y TVE. Las pintadas en las calles, donde nuestra gente hizo hermosos murales que llegaron hasta lo más profundo de las gentes. Los mensajes se referían a los problemas que suponía sufrir el centralismo de Bilbao que había ocupado Álava y muy en espacial Vitoria. Y llegados a este punto, pregunto; ¿no hay centralismo en cada fragmento de Estado-Comunidad Autónoma? ¿La España vaciada no es la consecuencia de ese centralismo ubicado en otras capitales y al estilo del Madrid que reunía el aparato administrativo del Estado?
Centrándome en Euskadi. Creo que el PP corre el riesgo de ser testimonial. Sin ninguna utilidad. Y es que sus dirigentes han caído en lo contrario que hizo UA. Son profesionales de la política. No tienen discurso alternativo. Son meros funcionarios atentos a la organización que con mano de hierro conduce el tal Egea. les hace falta gentes como Gregorio Ordoñez, Benigno Cortazar, Germán Dueñas, Keta Benito, José Luís Añua, Juan Luis Barbería, Demetrio Beltrán de Heredia, etc. Gentes valerosas, comprometidas, que pisen las calles y pueblos. Que sean de fiar. Pero tal proyecto choca con el otro centralismo. El que diseñan y controlan los partidos políticos desde sus estructuras jerárquicas.
Atentos al movimiento que ha iniciado Mayor Oreja. Nunca da puntada sin hilo. Esa plataforma que se mueve en defensa de la familia, contra la victoria de ETA y en favor de la Monarquía, ni es causal, ni creo que esté huérfana de apoyos o sugerencias en espacios con poder para enfrentar un proceso que vuelva a refundar al centro-derecha, máxime con la crisis del PP.
Y es que habiendo fracasado C's y Podemos, no tiene nada de particular que haya intentos por la derecha y por la izquierda. Los primeros desde una postura en la que la Monarquía recupere el poder de ser herramienta para garantizar la unidad nacional. Los segundos, que ya se están moviendo, con Yolanda Díaz y Errejón, para dar cabida a los descontentos con el sanchismo, centralista, cínico, prepotente y dispuesto a cualquier deriva que les garantice la poder a sus más cualificados varones.