Candidato a las Elecciones Presidenciales francesas de 2022
Eric Zemmour: “Nuestra libertad para pensar, para escribir, para discutir, está amenazada. La defensa de la libertad es el gran desafío de este siglo”
Eric Zemmour, uno de los más destacados periodistas franceses, exeditorialista de Le Figaro, analista estrella de CNews, bestia negra de la izquierda europea, intelectual brillante y polemista excepcional, autor de El suicidio francés, entre otras muchas obras, está protagonizando, casi sin quererlo, una auténtica revolución conservadora en Francia hasta el punto de que, recién confirmada su candidatura, algunas encuestas le dan ya alrededor del 15% de los votos y amplias posibilidades de alcanzar la segunda vuelta en las elecciones presidenciales galas de 2022. Su último ensayo, La France n'a pas dit son dernier mot, ocupa en estos momentos los primeros puestos de ventas entre los libros de no-ficción del país vecino.
Ofrecemos a los lectores una amplia selección de algunos de los análisis y opiniones más relevantes de Eric Zemmour.
“Rompí con la izquierda en 1985. Fue en esta época cuando el ‘feminismo’, el ‘antiracismo’ y la ‘ideología gay’, que yo rehuso, fueron llevados al primer plano por una izquierda que abdicaba ante las fuerzas liberales. Cuando pienso en el feminismo, creo que fue el último totalitarismo del siglo XX. Quiere cambiar al hombre. Se camufla como si fuera un movimiento de emancipación, como el comunismo, pero nos encamina hacia el totalitarismo de la indiferenciación”.
“Si tengo que destacar los hechos más relevantes de los últimos meses, destacaría el asesinato del profesor Samuel Paty y la fabricación de las vacunas contra el Covid-19. Creo que tiene que haber un antes y un después tras la decapitación de Samuel Paty. Por supuesto, dijimos lo mismo después de los asesinatos terroristas de Charlie Hebdo o Bataclan, pero el caso de Samuel Paty me parece especialmente relevante por dos razones: en primer lugar, porque la víctima es un maestro, que en el imaginario colectivo, y especialmente en el imaginario de los votantes de izquierda, es la gran encarnación de la República; también es un caso especialmente destacable porque el asesinato fue cometido no por alguien que ha llegado del exterior a cometer su crimen sino por un checheno criado en Francia que decidió por su cuenta aplicar la “sharia” (ley islámica) en suelo francés, sin necesidades logísticas especiales. Estas dos características, en mi opinión, proporcionan una resonancia particular a este acto de barbarie, que se sumó a otros crímenes similares. Con respecto al segundo gran acontecimiento de estos últimos meses, la creación de la vacuna contra el Covid-19, tengo sentimientos encontrados. Debemos estar agradecidos a la increíble capacidad de los científicos para encontrar una vacuna tan rápidamente: se ha hecho en unos meses algo para lo que solíamos esperar hasta diez años. Ciertamente, se pueden cuestionar algunas de las prácticas científicas en este asunto, pero no puede dejarse de alabar la destreza médica. Por otra parte, también tengo un sentimiento de humillación porque Francia, el país de Pasteur, es el único miembro del Consejo de Seguridad de la ONU que no ha producido ninguna vacuna. Esto lo he vivido como una humillación, ya que es una realidad que evidencia nuestra degradación, que ya se había puesto de manifiesto al comienzo de la pandemia por la falta de mascarillas, test y camas hospitalarias. Es como si Francia perteneciera al Tercer Mundo”.
“Los confinamientos fueron un gran ataque a la libertad de los ciudadanos. Se decretaron imitando al régimen comunista totalitario chino y si éstos no lo hubieran hecho… nadie se habría atrevido a hacerlo. Esto demuestra hasta qué punto China puede convertirse en el país más grande e influyente en este siglo XXI y mucho me temo que los métodos totalitarios que se están imponiendo con la disculpa de la pandemia van a ser disimulados bajo el traje del progreso. Pero yo creo que negarse a ser rastreado en todo momento a través del móvil o mediante códigos QR es un avance para la libertad”.
“El problema de la disminución de las libertades va más allá de la polémica sobre la vacunación. No quiero caer en discusiones sobre las vacunas, pero resulta delirante que no se pueda cuestionar con calma la estrategia de la vacunación para todos. Si una persona en situación de riesgo se vacuna, no entiendo las razones por las que hay que obligar a vacunarse a una joven francesa que, efectivamente, puede transmitir el virus, pero que no puede poner en riesgo a las personas vacunadas. Hacerse preguntas es bueno para la libertad y no debemos caer en la afirmación fácil de que no se puede poner en riesgo el interés general. Tenemos el derecho, e incluso el deber, de cuestionar el equilibrio entre la libertad individual y el interés general (…) La cuestión de la libertad en este siglo XXI va mucho más allá de la actual crisis sanitaria. Nuestra libertad para pensar, para escribir, para discutir, está amenazada. La defensa de la libertad es el gran reto de este siglo”.
“Los llevan repitiendo casi todos los medios de comunicación desde hace 15 años. ‘Zemmour es un racista misógino que odia a los homosexuales, a los musulmanes o las mujeres…’ Pero la verdad es que de lo que estamos hartos es de las minorías militantes que tratan de imponer sus leyes a las mayorías. Estas minorías funcionan exactamente como lobbies y están perfectamente identificadas: el lobby feminista, el lobby LGBT, el lobby antirracista y el lobby islamista. Todos ellos me odian porque les denuncio y contribuyo a desmantelar sus ideologías totalitarias. Argumentan, por tanto, que ataco a las mujeres, a los homosexuales, a los extranjeros o a los musulmanes. Pero, en realidad, lo que yo denuncio son estas minorías organizadas, no a los individuos”.
“El islam es incompatible con Francia y con la República. El islam y el islamismo son exactamente lo mismo. No hay diferencia dado que a quienes nosotros llamamos 'islamistas', ellos se llaman a sí mismos 'musulmanes'".
“Utilizo la televisión como una herramienta de difusión de mis convicciones y de mis ideas. Me considero el portavoz de una mayoría silenciosa y profunda que se opone a las élites mediáticas y políticas. Creo que ahora la lucha ideológica se hace más en la televisión que en las revistas o en los ‘think tanks’. La televisión crea un universo asombroso para el debate político e intelectual, aunque es un universo que privilegia la emoción sobre la razón”.
“Los tres grandes debates para las elecciones presidenciales de 2022 van a ser, a mi juicio, los siguientes: la identidad, la educación y la industria. Con respecto a la identidad, hay que reflexionar sobre el islam y la inmigración, y sobre la relación que estos temas mantienen con la seguridad de los franceses… Hay que reflexionar e investigar sobre las razones que han llevado al derrumbamiento de la escuela. Y hay que analizar el motivo de que la situación de la industria francesa sea tan catastrófica”.
“Todos piensan que soy de derechas, y esto es bastante aproximado. Pero, sobre todo, soy un reaccionario, que no tiene nada que ver con lo anterior. No me gusta nuestro tiempo. Lo encuentro arrogante, superficial, vulgar, sin educación. Prefiero ser un reaccionario antes que un progresista, porque el progresismo acaba en los campos de Treblinka y en los campos de concentración comunistas. Conozco las historias de progreso, siempre terminan mal”.
“El discurso que sostengo es el discurso de la novela nacional francesa, que dominó hasta el general de Gaulle. Quedó marginado y asesinado por el consenso del Sesenta y Ocho... Simplemente, intento salvaguardar, defender una cultura, un arte de vivir que nos ha hecho felices durante siglos. Me reconozco en una tradición política muy lejana que es el ‘Gaullo-Bonapartismo’. Siento nostalgia de la felicidad de vivir en Francia en los años sesenta, y nostalgia de la grandeza de Francia, que murió para mí en Waterloo, en 1815. Es una doble nostalgia que pesa, que me atormenta y oscurece mi corazón”.
(*) Fuentes: Citas de Eric Zemmour recogidas de entrevistas publicadas en Valeurs Actuelles y en RTL. También se ha utilizado como fuente el libro Zemmour, la verité qui dérange, editado por Informer
Eric Zemmour, uno de los más destacados periodistas franceses, exeditorialista de Le Figaro, analista estrella de CNews, bestia negra de la izquierda europea, intelectual brillante y polemista excepcional, autor de El suicidio francés, entre otras muchas obras, está protagonizando, casi sin quererlo, una auténtica revolución conservadora en Francia hasta el punto de que, recién confirmada su candidatura, algunas encuestas le dan ya alrededor del 15% de los votos y amplias posibilidades de alcanzar la segunda vuelta en las elecciones presidenciales galas de 2022. Su último ensayo, La France n'a pas dit son dernier mot, ocupa en estos momentos los primeros puestos de ventas entre los libros de no-ficción del país vecino.
Ofrecemos a los lectores una amplia selección de algunos de los análisis y opiniones más relevantes de Eric Zemmour.
“Rompí con la izquierda en 1985. Fue en esta época cuando el ‘feminismo’, el ‘antiracismo’ y la ‘ideología gay’, que yo rehuso, fueron llevados al primer plano por una izquierda que abdicaba ante las fuerzas liberales. Cuando pienso en el feminismo, creo que fue el último totalitarismo del siglo XX. Quiere cambiar al hombre. Se camufla como si fuera un movimiento de emancipación, como el comunismo, pero nos encamina hacia el totalitarismo de la indiferenciación”.
“Si tengo que destacar los hechos más relevantes de los últimos meses, destacaría el asesinato del profesor Samuel Paty y la fabricación de las vacunas contra el Covid-19. Creo que tiene que haber un antes y un después tras la decapitación de Samuel Paty. Por supuesto, dijimos lo mismo después de los asesinatos terroristas de Charlie Hebdo o Bataclan, pero el caso de Samuel Paty me parece especialmente relevante por dos razones: en primer lugar, porque la víctima es un maestro, que en el imaginario colectivo, y especialmente en el imaginario de los votantes de izquierda, es la gran encarnación de la República; también es un caso especialmente destacable porque el asesinato fue cometido no por alguien que ha llegado del exterior a cometer su crimen sino por un checheno criado en Francia que decidió por su cuenta aplicar la “sharia” (ley islámica) en suelo francés, sin necesidades logísticas especiales. Estas dos características, en mi opinión, proporcionan una resonancia particular a este acto de barbarie, que se sumó a otros crímenes similares. Con respecto al segundo gran acontecimiento de estos últimos meses, la creación de la vacuna contra el Covid-19, tengo sentimientos encontrados. Debemos estar agradecidos a la increíble capacidad de los científicos para encontrar una vacuna tan rápidamente: se ha hecho en unos meses algo para lo que solíamos esperar hasta diez años. Ciertamente, se pueden cuestionar algunas de las prácticas científicas en este asunto, pero no puede dejarse de alabar la destreza médica. Por otra parte, también tengo un sentimiento de humillación porque Francia, el país de Pasteur, es el único miembro del Consejo de Seguridad de la ONU que no ha producido ninguna vacuna. Esto lo he vivido como una humillación, ya que es una realidad que evidencia nuestra degradación, que ya se había puesto de manifiesto al comienzo de la pandemia por la falta de mascarillas, test y camas hospitalarias. Es como si Francia perteneciera al Tercer Mundo”.
“Los confinamientos fueron un gran ataque a la libertad de los ciudadanos. Se decretaron imitando al régimen comunista totalitario chino y si éstos no lo hubieran hecho… nadie se habría atrevido a hacerlo. Esto demuestra hasta qué punto China puede convertirse en el país más grande e influyente en este siglo XXI y mucho me temo que los métodos totalitarios que se están imponiendo con la disculpa de la pandemia van a ser disimulados bajo el traje del progreso. Pero yo creo que negarse a ser rastreado en todo momento a través del móvil o mediante códigos QR es un avance para la libertad”.
“El problema de la disminución de las libertades va más allá de la polémica sobre la vacunación. No quiero caer en discusiones sobre las vacunas, pero resulta delirante que no se pueda cuestionar con calma la estrategia de la vacunación para todos. Si una persona en situación de riesgo se vacuna, no entiendo las razones por las que hay que obligar a vacunarse a una joven francesa que, efectivamente, puede transmitir el virus, pero que no puede poner en riesgo a las personas vacunadas. Hacerse preguntas es bueno para la libertad y no debemos caer en la afirmación fácil de que no se puede poner en riesgo el interés general. Tenemos el derecho, e incluso el deber, de cuestionar el equilibrio entre la libertad individual y el interés general (…) La cuestión de la libertad en este siglo XXI va mucho más allá de la actual crisis sanitaria. Nuestra libertad para pensar, para escribir, para discutir, está amenazada. La defensa de la libertad es el gran reto de este siglo”.
“Los llevan repitiendo casi todos los medios de comunicación desde hace 15 años. ‘Zemmour es un racista misógino que odia a los homosexuales, a los musulmanes o las mujeres…’ Pero la verdad es que de lo que estamos hartos es de las minorías militantes que tratan de imponer sus leyes a las mayorías. Estas minorías funcionan exactamente como lobbies y están perfectamente identificadas: el lobby feminista, el lobby LGBT, el lobby antirracista y el lobby islamista. Todos ellos me odian porque les denuncio y contribuyo a desmantelar sus ideologías totalitarias. Argumentan, por tanto, que ataco a las mujeres, a los homosexuales, a los extranjeros o a los musulmanes. Pero, en realidad, lo que yo denuncio son estas minorías organizadas, no a los individuos”.
“El islam es incompatible con Francia y con la República. El islam y el islamismo son exactamente lo mismo. No hay diferencia dado que a quienes nosotros llamamos 'islamistas', ellos se llaman a sí mismos 'musulmanes'".
“Utilizo la televisión como una herramienta de difusión de mis convicciones y de mis ideas. Me considero el portavoz de una mayoría silenciosa y profunda que se opone a las élites mediáticas y políticas. Creo que ahora la lucha ideológica se hace más en la televisión que en las revistas o en los ‘think tanks’. La televisión crea un universo asombroso para el debate político e intelectual, aunque es un universo que privilegia la emoción sobre la razón”.
“Los tres grandes debates para las elecciones presidenciales de 2022 van a ser, a mi juicio, los siguientes: la identidad, la educación y la industria. Con respecto a la identidad, hay que reflexionar sobre el islam y la inmigración, y sobre la relación que estos temas mantienen con la seguridad de los franceses… Hay que reflexionar e investigar sobre las razones que han llevado al derrumbamiento de la escuela. Y hay que analizar el motivo de que la situación de la industria francesa sea tan catastrófica”.
“Todos piensan que soy de derechas, y esto es bastante aproximado. Pero, sobre todo, soy un reaccionario, que no tiene nada que ver con lo anterior. No me gusta nuestro tiempo. Lo encuentro arrogante, superficial, vulgar, sin educación. Prefiero ser un reaccionario antes que un progresista, porque el progresismo acaba en los campos de Treblinka y en los campos de concentración comunistas. Conozco las historias de progreso, siempre terminan mal”.
“El discurso que sostengo es el discurso de la novela nacional francesa, que dominó hasta el general de Gaulle. Quedó marginado y asesinado por el consenso del Sesenta y Ocho... Simplemente, intento salvaguardar, defender una cultura, un arte de vivir que nos ha hecho felices durante siglos. Me reconozco en una tradición política muy lejana que es el ‘Gaullo-Bonapartismo’. Siento nostalgia de la felicidad de vivir en Francia en los años sesenta, y nostalgia de la grandeza de Francia, que murió para mí en Waterloo, en 1815. Es una doble nostalgia que pesa, que me atormenta y oscurece mi corazón”.
(*) Fuentes: Citas de Eric Zemmour recogidas de entrevistas publicadas en Valeurs Actuelles y en RTL. También se ha utilizado como fuente el libro Zemmour, la verité qui dérange, editado por Informer