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Ernesto Ladrón de Guevara
Sábado, 22 de Enero de 2022 Tiempo de lectura:

No saben de dónde vienen ni a dónde van, porque no saben quiénes son

Hay una polémica sobradamente justificada respecto al recorte de los contenidos del currículo de la asignatura de Historia en el bachillerato. Una parte de la opinión de los expertos estima que ceñir todo el programa de Historia solamente al periodo comprendido entre el siglo XIX y el XX hasta la actualidad es una verdadera barbaridad, cosa que comparto, pues la Historia es la base de la formación de las humanidades, y sin una formación humanística la personalidad del individuo queda capada. Y, si a pesar de ello ese periodo de la Historia Contemporánea se estudiara con rigor académico y sin prejuicios ideológicos, podríamos darnos si no satisfechos al menos consolados.

 

Las nuevas generaciones ni saben de dónde vienen ni a donde van, porque no saben quiénes son.

 

Decía Marx que el hombre es un ser histórico, fruto del devenir de sus antepasados. E igual que tiene unos genes biológicos tiene unas raíces antropológicas que fundan su modo de ser, incluso el subconsciente.  Y Ortega y Gasset iba más lejos. Decía que el hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es historia. Y cercenando ésta, adulterándola, u ocultando partes fundamentales de la misma, se mutila su ser ontológico, su pertenencia, sus raíces y su memoria genealógica, lo que es lo mismo que eliminar su sentido de la existencia.

 

Sin formación humanística no estamos creando seres dueños de su destino, que partan de su pasado para elaborar una visión filogenética de su existencia, para una comprensión de su presente, partiendo de la perspectiva fundante del pasado. Lo que estamos creando son máquinas que no piensan, al servicio de una programación esclavista que nos considera elementos prescindibles cuando no seamos capaces de cubrir los objetivos de la planificación de quienes gobiernan el mundo. ¿Les suena lo de la Agenda 2030?

 

No se puede entender nuestro pasado sin una comprensión de lo que fue la Reconquista, y previamente la época de la romanización, la España visigoda de Leovigildo, la Edad Moderna con Isabel la Católica y la Escuela de Salamanca. La expansión del poderío del reino de Aragón por el Mediterráneo. El proceso civilizatorio de la llamada conquista por el Imperio español a través del mundo entonces conocido, creando una misión evangelizadora y llevando el paradigma del respeto a la dignidad humana y los derechos de los individuos, creando el universo de los derechos internacionales por primera vez en la historia de la Humanidad. El Siglo de Oro, con todo lo que significó, caracteriza los periodos posteriores, indefectiblemente. El advenimiento de los Borbones con una guerra en la que los poderes europeos se disputaban la hegemonía española en el mundo. La decadencia y la descomposición de Imperio y sus causas, etc.   No hay una formación humanística sin una historia de la literatura española, o de la filosofía, o del Arte y la Música, o la Historia de las civilizaciones en el mundo. Sin esa formación la persona cojea, está empobrecida, secuestrada en su dignidad.

           

Pero claro… ¿cuál es el problema de raíz?  El problema es que tenemos un bachillerato enano, cuya duración es de dos años, cuando el anterior bachillerato, antes de la LOGSE, era de cuatro años, con el COU. Y así la formación no puede ser suficiente porque es minimalista, y no hay horas suficientes.

           

En lugar de hacer una reforma que posibilite una educación de calidad, suficientemente extensa en los contenidos, se ha hecho una chapuza sobre la chapuza anterior y no se ha abordado en ningún caso un análisis en profundidad de qué es lo que se pretende para lograr una educación de prestigio que nos dé la posibilidad de lograr individuos con una formación humanística y científica más que deficiente para el acceso a las carreras universitarias, y las carencias son palpables.

 

Hay que sospechar que lo que se pretende es precisamente eso. Que las personas que salgan de la enseñanza no universitaria sean alicortas para que no puedan volar, para que sean manipulables y que no sepan interpretar su mundo y las cosas, que no sepan aprender a aprender, porque para hacerlo hay que tener mimbres cognitivos. Sin mimbres no se puede tejer ninguna cesta, y sin elementos del conocimiento tampoco se puede saber nada de qué es España y de donde procede nuestra cosmovisión colectiva, nuestras costumbres y tradiciones, nuestra idiosincrasia cultural, nuestra antropología colectiva, y la diversidad que nos caracteriza y nos enriquece. Así, es comprensible que la gente sea pasto de la demagogia de la estupidez identitaria sobre bases erróneas,  tergiversadas y falsas, y que puedan caer en las garras de cualquier vendedor de humo.

 

Nuestra civilización está en riesgo precisamente por eso. Pero si esto sucede es porque está programado para que lo sea.  Esto no sucede por casualidad.

 

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