Uniformados
Si hay una palabra que ha cosificado, despersonalizado a un gran número de víctimas del terrorismo, esa es la de <<uniformados>>. Personas, seres humanos asesinados por vestir un uniforme. La sociedad en general no veía que debajo de dicha ropa latía un corazón, existía una mente, alguien con sentimientos, miembro de una familia, una persona que como tal tenía sus anhelos; no eran cosas, no eran adoquines. Asesinados y en su inmensa mayoría trasladados a sus lugares de origen casi de forma clandestina tras un funeral celebrado deprisa y corriendo del que salían por la puerta trasera. El único vestigio que quedaba de sus vidas era un charco de sangre que desaparecía con unos manguerazos una vez que Su Señoría procedía al levantamiento del cadáver. Condenados a vivir con sus familias <<intramuros>> de una casa cuartel o en una vivienda privada en la que la uniformidad no podía ser tendida en el balcón sino en el interior debido al llamado síndrome del tendedero. No debemos olvidar aunque escueza, algunas ikastolas donde al comienzo del curso pedían al alumnado dibujasen y pintasen el oficio de papá y algunos, inocentes y orgullosos <<delataban>> que papi era un <<txakurra>>. Hechos fidedignos para llorar y no dormir que debemos recordar en su crudeza, tal cual, porque forman parte de nuestra historia más reciente. Memoria Histórica, no histérica.
Si hay una palabra que ha cosificado, despersonalizado a un gran número de víctimas del terrorismo, esa es la de <<uniformados>>. Personas, seres humanos asesinados por vestir un uniforme. La sociedad en general no veía que debajo de dicha ropa latía un corazón, existía una mente, alguien con sentimientos, miembro de una familia, una persona que como tal tenía sus anhelos; no eran cosas, no eran adoquines. Asesinados y en su inmensa mayoría trasladados a sus lugares de origen casi de forma clandestina tras un funeral celebrado deprisa y corriendo del que salían por la puerta trasera. El único vestigio que quedaba de sus vidas era un charco de sangre que desaparecía con unos manguerazos una vez que Su Señoría procedía al levantamiento del cadáver. Condenados a vivir con sus familias <<intramuros>> de una casa cuartel o en una vivienda privada en la que la uniformidad no podía ser tendida en el balcón sino en el interior debido al llamado síndrome del tendedero. No debemos olvidar aunque escueza, algunas ikastolas donde al comienzo del curso pedían al alumnado dibujasen y pintasen el oficio de papá y algunos, inocentes y orgullosos <<delataban>> que papi era un <<txakurra>>. Hechos fidedignos para llorar y no dormir que debemos recordar en su crudeza, tal cual, porque forman parte de nuestra historia más reciente. Memoria Histórica, no histérica.