La urgente necesidad de poner fin militarmente al "Estado Islámico"
Es necesario llamar a las cosas por su nombre: tal y como ha señalado la ONU, el autodenominado Estado Islámico de Irán y Levante (EIIL) que fanáticos musulmanes han alumbrado en tierras de Irak y de Siria es una organización terrorista especialmente bárbara y brutal que representa un peligro cierto no solamente para Oriente Próximo y para Oriente Medio sino también para todas las naciones del mundo libre. Hoy, la situación es dramática y es explosiva porque los bárbaros, poco a poco, van extendiendo sus redes en Siria e Irak, pero también en otros países claves para la región como Libia o Líbano.
Así las cosas, ha llegado ya el momento de saber quién financia al Estado Islámico (más allá de los importantes recursos económicos que los terroristas han conseguido por sí mismos saqueando bancos y desvalijando decenas de ciudades) y ha llegado el momento de que la opinión pública mundial conozca si lo que está ocurriendo en Siria e Irak es una guerra de poder teledirigida entre el Irán chiita y la Arabia suní o si detrás de este gravísimo ataque que aterra al mundo occidental se encuentra también una operación en toda regla de las monarquías del Golfo Pérsico para extender su ideología fanática y totalitaria por una zona estratégica del planeta.
La ONU debe de emprender una investigación internacional para obtener respuestas y para neutralizar, cuando antes, a una organización criminal que, en apenas unos meses, se ha convertido en una de las principales amenazas para la paz internacional. En este punto, hay que destacar el papel crucial que por su importancia estratégica y por su influencia en la zona debe desempeñar Turquía, país musulmán pretendidamente moderado que hasta ahora ha mantenido una posición muy poco clara ante el desafío del EIIL, y, sobre todo, es necesario subrayar que los musulmanes de todo el mundo, y especialmente de Europa, a través de sus organizaciones y de sus múltiples estructuras de poder, han de cooperar con las instituciones y las fuerzas de seguridad occidentales para desarticular a los miles de yihadistas que forman parte de las filas del Estado Islámico. Mientras las mezquitas de Londres, París, Estocolmo o Nueva York no clamen con claridad y rotundidad contra las bestias que atronan el desierto sirio y los secarrales de Irak, la única solución posible siempre será militar.
En estos momentos, solamente Estados Unidos puede liderar una operación de fuerza contra el EIIL que tenga alguna posibilidad de éxito. El Gobierno de Barack Obama, abandonando Irak de una forma absolutamente irresponsable en manos de un político inepto como Nouri Al-Maliki, apoyando ignorantemente a una oposición siria de corte radical que ha haecho bueno a Bashar al-Asad, despreciando a los kurdos y dejando Afganistán en manos de los talibanes, ha cometido en esta región del mundo todos los errores, y los más graves, que se podían cometer, pero ahora, tal y como muy acertadamente ha recordado Hillary Clinton, la Casa Blanca ha de enfrentarse a sus fracasos y a sus equivocaciones y debe liderar con energía una coalición estratégica internacional para acabar, militarmente, con el Estado Islámico.
Cuanto más tarde llegue una respuesta contundente por parte de Occidente a la barbarie islamista, más difícil será acabar com una situación dramática que ha tenido la virtud de revelar la debilidad de los pilares sobre los que se asientan nuestras libertades, nuestros valores y nuestra forma de vida.
Es necesario llamar a las cosas por su nombre: tal y como ha señalado la ONU, el autodenominado Estado Islámico de Irán y Levante (EIIL) que fanáticos musulmanes han alumbrado en tierras de Irak y de Siria es una organización terrorista especialmente bárbara y brutal que representa un peligro cierto no solamente para Oriente Próximo y para Oriente Medio sino también para todas las naciones del mundo libre. Hoy, la situación es dramática y es explosiva porque los bárbaros, poco a poco, van extendiendo sus redes en Siria e Irak, pero también en otros países claves para la región como Libia o Líbano.
Así las cosas, ha llegado ya el momento de saber quién financia al Estado Islámico (más allá de los importantes recursos económicos que los terroristas han conseguido por sí mismos saqueando bancos y desvalijando decenas de ciudades) y ha llegado el momento de que la opinión pública mundial conozca si lo que está ocurriendo en Siria e Irak es una guerra de poder teledirigida entre el Irán chiita y la Arabia suní o si detrás de este gravísimo ataque que aterra al mundo occidental se encuentra también una operación en toda regla de las monarquías del Golfo Pérsico para extender su ideología fanática y totalitaria por una zona estratégica del planeta.
La ONU debe de emprender una investigación internacional para obtener respuestas y para neutralizar, cuando antes, a una organización criminal que, en apenas unos meses, se ha convertido en una de las principales amenazas para la paz internacional. En este punto, hay que destacar el papel crucial que por su importancia estratégica y por su influencia en la zona debe desempeñar Turquía, país musulmán pretendidamente moderado que hasta ahora ha mantenido una posición muy poco clara ante el desafío del EIIL, y, sobre todo, es necesario subrayar que los musulmanes de todo el mundo, y especialmente de Europa, a través de sus organizaciones y de sus múltiples estructuras de poder, han de cooperar con las instituciones y las fuerzas de seguridad occidentales para desarticular a los miles de yihadistas que forman parte de las filas del Estado Islámico. Mientras las mezquitas de Londres, París, Estocolmo o Nueva York no clamen con claridad y rotundidad contra las bestias que atronan el desierto sirio y los secarrales de Irak, la única solución posible siempre será militar.
En estos momentos, solamente Estados Unidos puede liderar una operación de fuerza contra el EIIL que tenga alguna posibilidad de éxito. El Gobierno de Barack Obama, abandonando Irak de una forma absolutamente irresponsable en manos de un político inepto como Nouri Al-Maliki, apoyando ignorantemente a una oposición siria de corte radical que ha haecho bueno a Bashar al-Asad, despreciando a los kurdos y dejando Afganistán en manos de los talibanes, ha cometido en esta región del mundo todos los errores, y los más graves, que se podían cometer, pero ahora, tal y como muy acertadamente ha recordado Hillary Clinton, la Casa Blanca ha de enfrentarse a sus fracasos y a sus equivocaciones y debe liderar con energía una coalición estratégica internacional para acabar, militarmente, con el Estado Islámico.
Cuanto más tarde llegue una respuesta contundente por parte de Occidente a la barbarie islamista, más difícil será acabar com una situación dramática que ha tenido la virtud de revelar la debilidad de los pilares sobre los que se asientan nuestras libertades, nuestros valores y nuestra forma de vida.