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Winston Galt
Sábado, 19 de Marzo de 2022 Tiempo de lectura:

Quién comienza las guerras

Ante la invasión rusa en Ucrania la primera pregunta que debemos hacernos es quién comienza las guerras. Para la mayoría de la izquierda las guerras siempre las comienza EEUU, como no podía ser de otro modo. Pero lo cierto es que, más allá de hechos discutibles, como si la guerra de Afganistán y de Irak la comenzó EEUU o se trató de una respuesta legítima a ataques previos (en el caso de Irak creo que se trató de un error estúpido), en la mayoría de los casos no se puede dudar de que las democracias no suelen comenzar las guerras.

 

Ningún país occidental acreditadamente democrático ha comenzado ninguna guerra en las últimas décadas, dejando al margen algunas luchas más tribales que nacionales en África y algunos conflictos fronterizos (entre India y China, por ejemplo), no ha habido un solo caso desde la Segunda Guerra Mundial en que un país democrático haya comenzado una guerra.

 

Los países que eran democráticos y que iniciaron guerras durante el siglo XX lo hicieron en momentos en que la democracia liberal había dejado paso a regímenes fascistas, nazis o comunistas, es decir, en todos los casos, a regímenes socialistas.

 

La democracia liberal es refractaria a la guerra como modo de solución de conflictos, puesto que ningún líder de un país democrático puede hacerlo sin el consentimiento de sus parlamentos y sus sociedades no son partidarias de tales conflictos puesto que prosperan gracias al capitalismo de comercio libre.

 

No es el caso de autocracias como la de Rusia. Un presidente plenipotenciario que aplasta, encarcela o asesina a la oposición y que puede anteponer sus deseos personales, que confunde con los intereses de su país, a la paz y al bienestar de sus súbditos. Algunos dicen que Putin tiene mucho apoyo de la sociedad rusa. Pero también lo tenía Franco y eso no justificaba ni legitimaba su régimen político.

 

A nadie se le escapa que si la autoridad de Putin no fuera omnipotente y hubiera tenido que someter su decisión a la aprobación de una Duma elegida de forma realmente democrática, probablemente la decisión de invadir Ucrania nunca hubiera sido aceptada. Raramente se vive un ambiente prebélico y propicio a la guerra en un país que no esté sometido a la euforia nacionalista, sentimiento que es incompatible con la democracia. Existía ese sentimiento en la Alemania nazi y en la Italia fascista, pero no en el Reino Unido que se aprestó a defenderse. Su declaración de guerra expresa a Alemania no fue la causa de la guerra sino la consecuencia inevitable al expansionismo nazi.

 

En las sociedades democráticas ya nos hemos acostumbrado a conceder al poder Ejecutivo más poder del que jamás debió tener por la influencia del socialismo en su versión atenuada socialdemócrata. Pero nunca ha llegado a los extremos de las dictaduras, afortunadamente, en las que el poder del líder no tiene límites.

 

Dicho poder influye en que a tales líderes, en muchos casos, no se les dé la información real que solicitan por miedo a su reacción, lo que influye en que a sus ya deformadas ideas sobre los intereses de su país se le añadan deformaciones de la realidad que suelen llevar al desastre. La escena en que Putin hace temblar al jefe de sus servicios de inteligencia es significativa y explica cómo se está enredando el ejército ruso en una invasión que presumió fácil y rápida y que lleva camino de enquistarse. No debe extrañarnos. ¿Cuántas veces hemos visto que en las dictaduras todo funciona mal? ¿Por qué en Rusia iba a ser diferente?

 

Rusia tiene un PIB como el de Italia con más de ciento cincuenta millones de habitantes. Tiene que costear un arsenal nuclear que seguramente no puede pagar y vive de sus recursos naturales, sin haber abierto su economía al capitalismo real pues toda la economía está supeditada al control de la oligarquía. Una sociedad que no ha abandonado la pobreza en que la sumió el comunismo y una economía sojuzgada provoca que, a pesar de tales recursos naturales con los que ha acallado hasta ahora a la estupidizada Europa socialdemócrata, no sean suficientes para mantener una guerra menor. De hecho, hay informaciones que señalan que no podrá costear la guerra más allá de unas pocas semanas más. Y no tiene pinta de que Ucrania se rinda antes.Por no hablar de los muertos rusos que, según algunas informaciones, son miles en tan pocas semanas. De ser cierto, tal vez el pueblo ruso tenga algo que decir cuando vea llegar tantos  ataúdes de jóvenes.

 

No haber abierto el pico la comunidad internacional con la anexión de Crimea envalentonó a Putin que seguramente pensaba que ahora sería lo mismo. Sin embargo, las brutales sanciones económicas impuestas por todo Occidente están ahogando en muy poco tiempo a Rusia. Su PIB caerá este año más de un 10% y su moneda apenas vale nada. La congelación de sus fondos fuera del país estrangula sus movimientos.

 

Es posible que encuentre aliados, como China, que le ayuden económica o incluso militarmente. Pero también es dudoso que esa ayuda sea muy amplia y muy explícita. China va a lo suyo y nunca ha sido un socio de fiar para nadie, y menos para su vecino del norte. A los conflictos por cuestiones fronterizas hay que añadir la competencia entre ambos países que no parece que los convierta en aliados definitivamente más allá de compartir intereses estratégicos frente a EEUU y Europa. China no creo que vaya muy lejos en su ayuda a Rusia pues una Rusia debilitada no perjudica a China sino que la ayuda en la expansión de su influencia en el mundo. Además, y esperemos que sea así, los embargos y sanciones económicas impuestas a Rusia servirán para que China sepa a qué se expone si decide dar algún paso en falso, como pudiera ocurrir en Taiwan. Debemos tener en cuenta que China tiene una deuda colosal y que, además, tiene más de mil millones de pobres dentro de sus fronteras. Una huida masiva de las empresas occidentales de China, y ésta caería en la ruina inmediatamente. A pesar del mito de la nueva China se trata de un país gigante con pies de barro. Por ello, esperemos que las sanciones a Rusia sirvan de advertencia a China.

 

No obstante, si el mundo occidental no fuera tan ingenuo, y a veces excesivamente codicioso, debería comenzar un proceso de deslocalización de China, al menos hasta que este país se abra políticamente a un régimen menos nocivo. China no sólo nos ha regalado la pandemia de coronavirus que ha costado millones de vidas, no sólo no se disculpa por ello sino que no permite el acceso a los organismos internacionales para estudiar de la manera debida los venenos que nos inocularon. El terrible régimen comunista chino, apoyado en un capitalismo dirigido y represivo, sigue siendo tan opresivo y criminal como lo ha sido siempre. Si las empresas occidentales no hacen nada por parar los pies del monstruo sí que deberíamos hacerlo los consumidores occidentales con boicots masivos a los productos chinos o fabricados en China.

 

Pero esto no parece probable. Pasará la invasión de Ucrania o se prolongará en el tiempo y los políticos occidentales y las grandes empresas que compadrean con el poder político occidental seguirán haciendo negocios en Rusia y China, consolidando el poder alternativo de lo que algunos llaman Eurasia. Poco patriotismo se puede predicar de ellos. Detalle no menor es que hemos visto recientemente la visita de algunos líderes en plena guerra a Zelenski y están el primer ministro polaco, el checo y el esloveno. No se ve en la fotofrafía a Macron o a Sánchez, que estarán preparando algunas de sus ridículas poses.

 

Como aseguran algunos, y como es previsible a la luz de la resistencia que está ofreciendo Ucrania, nadie ganará con el tiempo esta guerra, salvo que concluya de dos maneras improbables: que Rusia se retire o que arrase a los ucranianos y se anexione todo el territorio. Ninguna es probable. Cualquier otra salida será una derrota para ambas partes. Nadie ganará al final y, como tantas otras veces, la destrucción y la muerte no habrá solucionado ningún problema y habrá generado nuevos odios y divisiones. Eso sí, lo único inteligente es  ofrecer una salida a Putin, pues un animal acorralado es demasiado peligroso. Ucrania tendrá que ceder en muchas peticiones y ya ha comenzado por admitir que no podrá entrar en la OTAN. Parece el único camino posible.

 

Lo cierto también es que Putin, después de la respuesta ucraniana, ni ha ganado la batalla de la historia ni podrá ganarla. Y difícilmente podrá seguir en el poder mucho tiempo si la retirada es deshonrosa. Putin está muerto por mucho que pueda apuntalarse en el poder con la opresión habitual. Pero ni siquiera sus aliados oligarcas seguirán manteniendo su adhesión a quien les ha hecho perder tanto.

 

Nada le ha salido bien a Putin. Esperaba una Europa apocada y sometida y ha conseguido despertar a una Europa dormida, lo mismo que ha conseguido con la OTAN, a la que algunos ya daban por disuelta. EEUU no oculta su ayuda constante al Ejército ucraniano y lo único que parece cierto a estas horas es que Rusia saldrá mucho más pobre, a lo que hay que añadir otra cuestión esencial: Ucrania era un país, ahora es una nación. Nación que brota de la sangre y de las lágrimas, como ha ocurrido a lo largo de la historia. Desgajada de la Unión Soviética muchos seguían considerándola, al menos moralmente, como una parte de Rusia, con la que mantenía tantos lazos espirituales. Putin ha conseguido destrozarlos y ha convertido a un político mediocre en un líder y a una parte de la antigua Rusia en una nación.

 

El que inicia la guerra siempre se equivoca.

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