La batalla de la información
Cada día sabemos más sobre la historia y el territorio con sus ciudades y población de Ucrania. Parece mentira que sea una guerra del siglo XXI con armas y soldadesca que nos retrotraen al pasado siglo XX, motivo para conocer ese espacio socio-cultural dónde tiene lugar el conflicto que nos muestra tres hechos: la facilidad con lo que los humanoides somos capaces de matar; el fracaso de todos esos organismos pomposos dónde sus miembros reciben generosos sueldos; la diáspora para los nuevos parias que huyen antes que sea demasiado tarde para sus derechos humanos.
El pasado siglo, todavía recuerdo espeluznado, aquella guerra de los Balcanes. Y cómo unos vendían armas y otros daban dicterios en nombre de la paz, que no llegaba, que tardó tanto como para sembrar de muertos, miseria y destrucción lo que había sido Yugoslavia. Fue en tiempo y consecuencias vitales, otro fracaso más para nuestra civilización occidental. Eso sí. Hubo captura y juicio por genocidas que recayeron sobre personajes cuya responsabilidad en los crímenes con la población inocente, fueron un horror al que como de costumbre, las autoridades morales, científicas y políticas, llegaron tarde.
Desde el pasado siglo hay algunas novedades, no sólo en las armas y técnicas destructivas, que ya es bastante al servicio del Armagedón. Es el intercambio, producción y anulación, en materia de información, un arma psicológica de nefastas consecuencias para la humanidad. Pero también un gran negocio. Y demás una fórmula para alienar a los contendientes, espectadores y analistas interesados y afectados por la guerra.
Por una parte, los grandes medios audiovisuales han encontrado un mina de la que obtienen información para las masas humanoides, sin tener que inventarse programas de entretenimiento. Por otra parte, los que mandan y se oponen, han encontrado un espacio de máximo interés con el que tener distraído al personal de las demandas cotidianas, y tal como estamos viendo, para echarle la culpa a la guerra y sus responsables de todo lo malo que los gobernantes hacen, no impiden o gestionan en dirección contraria de lo que se espera.
Las guerras ahora son en directo. Es como si las metieran en nuestros hogares. Son tan reales que hasta en el pueblo más alejado, menos poblado y casi vaciado, hay una televisión con un equipo destacado en el territorio de la contienda, dispuestos y capaces de hacernos protagonistas en tiempo real de los acontecimientos cada día.
Pero sobre tales imágenes con sus sonidos, siempre caben las opiniones. Hoy los tertulianos, esa nueva fórmula de ser y estar como expertos sin título universitario en la materia, dan calificación, diagnóstico y pronóstico sobre el particular, creando conciencia social en la inmensa mayoría de los consumidores de informativos. Contribuyen a establecer las coordenadas del miedo colectivo o la relación causa efecto en los devenires de la economía con su capacidad económica para la población-pueblo-tejido social-ciudadanía. ¡menudo chollo para que los mandarines echen balones fuera en su política errática, indecente o incapaz!
Hasta las encuestas de intención para el voto, o las respuestas sobre la preocupación-demanda del contribuyente, se ven totalmente condicionadas por las informaciones que llegan relativas a la guerra. Todo gira en torno al núcleo intangible de la contienda tan cercana. Y es que esta vez es en Europa. Por eso la actitud y aptitud de todas las partes dependientes de la información es diferente a otros muchas guerras. Siria. Israel. Golfo Pérsico. Afganistán. Continente África. Colombia. México. Estos últimos países hispanos pero alejados a pesar de los muchos lazos que nos unen a tales espacios.
Pero, cuidado. El exceso de información. La abundancia de imágenes. La insistencia en algo que se cronifica. Puede terminar por quemar el producto. Si la guerra se prolonga, perderá interés. Será como la pandemia. Nos harán convivir con tal desgracia y será un acontecimiento que formará parte del momento histórico. Tendremos que aceptar no sólo aquella frase de "qué solos se quedan los muertos", también como la velocidad y consumo de noticias, termina por aburrir al personal como llegó a suceder con la repugnante guerra de los Balcanes. ¿Se acuerdan?
Jon Sistiaga, periodista, corresponsal de guerra, escritor premiado, compañero de aquel cámara gallego- José Couso- que fue asesinado en Bagdad en el hotel desde donde trabajaba por el ejército norte americano. Su condición de vasco le hizo escribir sobre ETA y sus "hazañas" en Hipercor, y un largo " el final del silencio". El titular que aparece hoy en prensa nacional y que me avisa mi amigo y gran artista Xavier Magalahes resulta impactante. "En Euskadi hay que reabrir heridas, quitar el pus". Otro titular: " El País vasco vive en un clima de idílica amnesia colectiva". Derivada de su primera novela "Purgatorio".
Por mucho que se intente normalizar y tender puentes entre asesinos y víctimas, con el fin de cerrar heridas a inventario de apoyos para alcanzar mayorías parlamentarias que hagan avanzar o mantener un proyecto sanchista, los que fuimos testigos, amenazados, víctimas y prisioneros de una guerra en la que un bando asesinaba a la disidencia y el otro bando intentaba sobrevivir, a veces sufriendo el Síndrome de Estocolmo, a veces mirando para otra parte o cruzándose de acera para no saludar al señalado por el MLNV como enemigo del pueblo vasco, no permitimos que se cambie la historia, se haga pedagogía de una guerra sucia desde el Estado español, o las razones románticas de soldados y patriotas vascos, para echarse al monte y matar en nombre de la "construcción nacional", de los "derechos históricos", del mito sobre el pueblo elegido ocupado por otros -charnegos- ¡No lo vamos a consentir!. ¡Ni nos moverán, ni nos callarán!
Deberíamos tomar notas. Hay países con censura mortal. Así esas terribles noticias de cómo son silenciados con asesinato ciertos periodistas incómodos. Y es que repito. No hay nada más progresista y necesario que escribir compartiendo en libertad, la búsqueda de la verdad, aunque sólo se llegue a tal dama por aproximación.
Cada día sabemos más sobre la historia y el territorio con sus ciudades y población de Ucrania. Parece mentira que sea una guerra del siglo XXI con armas y soldadesca que nos retrotraen al pasado siglo XX, motivo para conocer ese espacio socio-cultural dónde tiene lugar el conflicto que nos muestra tres hechos: la facilidad con lo que los humanoides somos capaces de matar; el fracaso de todos esos organismos pomposos dónde sus miembros reciben generosos sueldos; la diáspora para los nuevos parias que huyen antes que sea demasiado tarde para sus derechos humanos.
El pasado siglo, todavía recuerdo espeluznado, aquella guerra de los Balcanes. Y cómo unos vendían armas y otros daban dicterios en nombre de la paz, que no llegaba, que tardó tanto como para sembrar de muertos, miseria y destrucción lo que había sido Yugoslavia. Fue en tiempo y consecuencias vitales, otro fracaso más para nuestra civilización occidental. Eso sí. Hubo captura y juicio por genocidas que recayeron sobre personajes cuya responsabilidad en los crímenes con la población inocente, fueron un horror al que como de costumbre, las autoridades morales, científicas y políticas, llegaron tarde.
Desde el pasado siglo hay algunas novedades, no sólo en las armas y técnicas destructivas, que ya es bastante al servicio del Armagedón. Es el intercambio, producción y anulación, en materia de información, un arma psicológica de nefastas consecuencias para la humanidad. Pero también un gran negocio. Y demás una fórmula para alienar a los contendientes, espectadores y analistas interesados y afectados por la guerra.
Por una parte, los grandes medios audiovisuales han encontrado un mina de la que obtienen información para las masas humanoides, sin tener que inventarse programas de entretenimiento. Por otra parte, los que mandan y se oponen, han encontrado un espacio de máximo interés con el que tener distraído al personal de las demandas cotidianas, y tal como estamos viendo, para echarle la culpa a la guerra y sus responsables de todo lo malo que los gobernantes hacen, no impiden o gestionan en dirección contraria de lo que se espera.
Las guerras ahora son en directo. Es como si las metieran en nuestros hogares. Son tan reales que hasta en el pueblo más alejado, menos poblado y casi vaciado, hay una televisión con un equipo destacado en el territorio de la contienda, dispuestos y capaces de hacernos protagonistas en tiempo real de los acontecimientos cada día.
Pero sobre tales imágenes con sus sonidos, siempre caben las opiniones. Hoy los tertulianos, esa nueva fórmula de ser y estar como expertos sin título universitario en la materia, dan calificación, diagnóstico y pronóstico sobre el particular, creando conciencia social en la inmensa mayoría de los consumidores de informativos. Contribuyen a establecer las coordenadas del miedo colectivo o la relación causa efecto en los devenires de la economía con su capacidad económica para la población-pueblo-tejido social-ciudadanía. ¡menudo chollo para que los mandarines echen balones fuera en su política errática, indecente o incapaz!
Hasta las encuestas de intención para el voto, o las respuestas sobre la preocupación-demanda del contribuyente, se ven totalmente condicionadas por las informaciones que llegan relativas a la guerra. Todo gira en torno al núcleo intangible de la contienda tan cercana. Y es que esta vez es en Europa. Por eso la actitud y aptitud de todas las partes dependientes de la información es diferente a otros muchas guerras. Siria. Israel. Golfo Pérsico. Afganistán. Continente África. Colombia. México. Estos últimos países hispanos pero alejados a pesar de los muchos lazos que nos unen a tales espacios.
Pero, cuidado. El exceso de información. La abundancia de imágenes. La insistencia en algo que se cronifica. Puede terminar por quemar el producto. Si la guerra se prolonga, perderá interés. Será como la pandemia. Nos harán convivir con tal desgracia y será un acontecimiento que formará parte del momento histórico. Tendremos que aceptar no sólo aquella frase de "qué solos se quedan los muertos", también como la velocidad y consumo de noticias, termina por aburrir al personal como llegó a suceder con la repugnante guerra de los Balcanes. ¿Se acuerdan?
Jon Sistiaga, periodista, corresponsal de guerra, escritor premiado, compañero de aquel cámara gallego- José Couso- que fue asesinado en Bagdad en el hotel desde donde trabajaba por el ejército norte americano. Su condición de vasco le hizo escribir sobre ETA y sus "hazañas" en Hipercor, y un largo " el final del silencio". El titular que aparece hoy en prensa nacional y que me avisa mi amigo y gran artista Xavier Magalahes resulta impactante. "En Euskadi hay que reabrir heridas, quitar el pus". Otro titular: " El País vasco vive en un clima de idílica amnesia colectiva". Derivada de su primera novela "Purgatorio".
Por mucho que se intente normalizar y tender puentes entre asesinos y víctimas, con el fin de cerrar heridas a inventario de apoyos para alcanzar mayorías parlamentarias que hagan avanzar o mantener un proyecto sanchista, los que fuimos testigos, amenazados, víctimas y prisioneros de una guerra en la que un bando asesinaba a la disidencia y el otro bando intentaba sobrevivir, a veces sufriendo el Síndrome de Estocolmo, a veces mirando para otra parte o cruzándose de acera para no saludar al señalado por el MLNV como enemigo del pueblo vasco, no permitimos que se cambie la historia, se haga pedagogía de una guerra sucia desde el Estado español, o las razones románticas de soldados y patriotas vascos, para echarse al monte y matar en nombre de la "construcción nacional", de los "derechos históricos", del mito sobre el pueblo elegido ocupado por otros -charnegos- ¡No lo vamos a consentir!. ¡Ni nos moverán, ni nos callarán!
Deberíamos tomar notas. Hay países con censura mortal. Así esas terribles noticias de cómo son silenciados con asesinato ciertos periodistas incómodos. Y es que repito. No hay nada más progresista y necesario que escribir compartiendo en libertad, la búsqueda de la verdad, aunque sólo se llegue a tal dama por aproximación.











