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Javier Salaberria
Sábado, 23 de Agosto de 2014 Tiempo de lectura:

Sinécdoque

[Img #4741]“Marroquíes y argelinos viven de ayudas que pagamos todos”. “Los hombres siguen creyendo que sus parejas son de su propiedad y por eso las matan cuando deciden abandonarlos”. “Los catalanes mienten cuando afirman que pagan más de lo que reciben de España”. “Los vascos no renuncian a defender sus derechos por los medios que sean necesarios”. “No hay musulmanes moderados. Islam y moderación son términos incompatibles. El Islam es barbarie”. “Todos los políticos son iguales, unos corruptos que no tienen oficio salvo vivir de nuestros impuestos y de las comisiones y favores del sector privado”. “Los periodistas son unos mercenarios del capital”.

 

La sinécdoque es un tropo en el cual una parte de algo es usada para representar el todo. El todo es usado por una parte. La especie es usada por el género. El género es usado por la especie. El material del que algo está hecho es usado por la cosa. Se trata pues de una licencia retórica si el que la usa lo hace con propósito literario. ¿Pero, y si hay una intención o un vicio oculto? ¿No será éste un síntoma de envilecimiento humano, de pérdida paulatina de criterio y cultura, de los esfuerzos sistemáticos por simplificar nuestros procesos cognitivos para amansarnos y hacerlos tolerantes a la tiranía?

 

Si cada vez que un hombre matara a su pareja los demás tuviéramos que salir a la palestra a dar explicaciones, sería señal de que “algo huele a podrido en Dinamarca”. Lo mismo sucede en el caso de vascos y catalanes que deban declarar constantemente no ser nacionalistas y menos aún independentistas, sin necesidad de militar en España 2000 o en el Partido Carlista. Resulta igual de sospechoso que un musulmán o un judío se vean obligados a expresar constantemente su total rechazo al terrorismo islamista o sionista. ¿Nos hemos vuelto majaderos? ¿Somos tan simples que hemos perdido cualquier atisbo de sentido crítico frente a la propaganda mediática? ¿Nos tienen que recordar constantemente que no sólo es ficción la película de las diez sino también el telediario de las nueve y toda la publicidad que hay entre ambos? 

 

Enfoquemos este asunto de la sinécdoque desde el punto de vista del profesional de la comunicación –que haberlos haylos-. ¿No es una noticia la parte que se usa para resumir el todo? 

 

De un suceso concreto, el profesional (en el mejor de los casos y si es un buen profesional) seleccionará los datos que crea relevantes y los contrastará con diversas fuentes siguiendo su criterio que, guste o no, siempre es subjetivo. Después esa información pasa a manos de una agencia que la valorará y la manipulará según sus criterios también subjetivos. Posteriormente, llega a manos del Jefe de Redacción y del Director que aplicarán nuevos criterios selectivos y editoriales. Una vez transmitida la información a una audiencia variopinta, con distintos niveles culturales, socioeconómicos, con distintas filias y fobias políticas, será interpretada de modo totalmente subjetivo, parcial y mediatizada por el entorno informativo donde se produce la recepción.

 

Pero todavía hay más. ¿Qué hace que algo sea noticia o no lo sea? Normalmente su relevancia y su singularidad, pero también una agenda predeterminada por gustos de audiencias, criterios pseudoprofesionales, oportunidad política y presiones inconfesables. “Que un perro muerda a un hombre, no es noticia. Que un hombre muerda a un perro, sí.”  ¿No resulta cuando menos graciosa la aserción: “esto es lo que ha pasado y así se lo hemos contado”? ¿Realmente esa información sesgada, manipulada y descontextualizada se trata de “lo que ha pasado” o sólo una infinitésima parte de los acontecimientos? ¿Es precisamente lo más relevante de lo sucedido? 

 

Tenemos tendencia a ser avestruces cognitivos. Nos satisface una realidad virtual predecible y controlable. Hay seres humanos que prefieren el sexo virtual al que se produce en una relación de pareja mucho más complejo, costoso y comprometido. Preferimos un simulador de vuelo a tener que jugarnos el tipo lanzándonos en un parapente. Pero el precio que pagamos por ello es la libertad. He dicho bien: cada día somos un poquito menos libres. Los grilletes esta vez no sujetan nuestras extremidades sino nuestro conocimiento. Han conseguido, por fin, esclavizarnos el alma.

 

Esa ficción que llamamos “actualidad informativa” y que está en realidad adoctrinándonos sobre cómo debemos ver e interpretar políticamente el mundo, no debe neutralizar o sustituir nunca nuestra experiencia directa de la realidad. 

 

¿Quieren estar informados?: salgan a la calle, escuchen, observen, dialoguen y saquen sus propias conclusiones. ¿Quieren conocer lo que sucede en el abismo?: busquen un batiscafo y sumérjanse en él.

 

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