Viernes, 10 de Octubre de 2025

Actualizada Viernes, 10 de Octubre de 2025 a las 17:02:56 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Domingo, 03 de Abril de 2022 Tiempo de lectura:
Avance Editorial

Comunidad, sociedad, Estado

Un extracto en exclusiva para La Tribuna del País Vasco del libro Nación y soberanía (y otros ensayos) de Denis Collin

 

[Img #21750]La libertad de la que goza el individuo en la sociedad es sólo una libertad parcial. Es la libertad de elegir la propia ocupación, de establecerse donde uno quiera y de casarse con quien quiera. Se trata de una libertad frágil, en primer lugar, porque en la sociedad civil las personas están junto a otras, pero no forman una comunidad –es la oposición que subraya Tönnies entre Gesellschaft y Gemeinschaft–.

 

Sólo el Estado racional, el Estado de Derecho, puede garantizar la libertad individual y hacer de cada individuo un ciudadano en la formación de la voluntad general. El Estado, que puede reducirse al gobierno, la administración y los órganos judiciales, es la esfera que engloba todas las demás esferas. Es, en rigor, la organización de la nación. Una nación no es una comunidad de orígenes –no es un grupo étnico–, ni una comunidad lingüística, ni una comunidad religiosa. Es la comunidad política efectiva.

 

Se trata, por utilizar la excelente definición de Otto Bauer, de una “comunidad de vida y de destino” que tiene su origen no en los lazos de sangre –no hay libro genealógico de ciudadanos– sino en la acción política de los individuos que la instituyen. La nación es siempre, al menos potencialmente, un Estado–nación. En cuanto un grupo humano tiene conciencia nacional, aspira a formar un Estado. ¿Cómo se forma esta conciencia nacional? No existe una regla general. La historia toma caminos diferentes cada vez. Durante mucho tiempo, los judíos formaron comunidades que guardaban celosamente sus particularidades, especialmente sus rituales, su respeto por la ley y su incansable repetición de los textos de la Torá y el Talmud.

 

La idea misma de una nación judía no tenía una formulación positiva. La entrada en la modernidad y la integración de los judíos en las sociedades más avanzadas en términos de igualdad de derechos (Reino Unido, Francia y luego Alemania) podría haber llevado a pensar que la “cuestión judía” desaparecería sin más. Fue en la estela del movimiento de las nacionalidades, cuya gran explosión fue la “primavera de los pueblos” de 1848, cuando se planteó la cuestión de un “hogar nacional judío” que dio origen al sionismo. Fue necesario el estallido del antisemitismo nazi, apoyado por los antisemitas de toda Europa, para que el proyecto sionista se ganara finalmente a los judíos de Europa, muchos de los cuales se oponían al sionismo (por ejemplo, el Bund, el partido obrero marxista de los judíos de Polonia). Ni la religión ni la lengua (en este caso el yiddish) fueron suficientes para formar una nación judía. Fueron los acontecimientos históricos los que cristalizaron lo que sólo era una vaga posibilidad. El hecho de que todo este proceso se haya revestido de una ideología pseudo–religiosa y de un mito trágico (“una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”) y haya desembocado en un drama del que aún no hemos salido, no cambia la esencia de la cuestión.

 

Entre el universal abstracto del cosmopolitismo y el particularismo de la tribu o el grupo étnico, la nación política, es decir, la nación organizada como Estado soberano, aparece, así como una mediación necesaria. El “derecho de las naciones” es el derecho de las naciones a la autodeterminación, incluido el derecho a divorciarse de las naciones con las que se han “casado” por la fuerza, sabiendo que al mismo tiempo el derecho a divorciarse no es obviamente la obligación de hacerlo. Una confederación de Estados soberanos que decidan soberanamente poner en común su moneda, su defensa y algunas otras cosas podría aparecer también como una forma posible de realizar las aspiraciones nacionales.

 

Denis Collin: Nación y soberanía (y otros ensayos) Edición preparada por Carlos X. Blanco y prólogo de Yesurún Moreno. Letras Inquietas (Marzo de 2022)

 

CLIC AQUÍ PARA COMPRAR

 

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.